Programo porque no programo
Por Pilar Almansa/@PilarGAlmansa
No sé lo que habría pensado Santa Teresa de Muero porque no muero, de Paco Bezerra; es más, tampoco sé siquiera qué habría pensado yo, ya que no voy a tener el placer de asistir a su representación tras haber sido cancelada en formas y tiempos poco razonables. Es difícil de entender por qué se ha suspendido este estreno. La excusa económica para no programarla ha caído pronto del tablero de las explicaciones, y la ‘ofensa de sensibilidades’ suena, incluso para alguien de derechas, un poco burda. Quizá nunca sepamos qué ha ocurrido realmente, ya que la rendición de cuentas, por decirlo suavemente, no ha sido particularmente satisfactoria.
En la sesión de la Comisión de Cultura a la que Blanca Li y Marta Rivera no acudieron, Pedro María Corral, diputado del Partido Popular y ex asesor de José María Aznar, defendió la injerencia política en los contenidos producidos y programados con dinero público. No es algo que necesite defensa alguna: la realidad es que no hay entidad pública de producción de contenidos (escénicos, audiovisuales…) que no esté influida ideológicamente por el signo político de aquellos que están en el poder en cada momento, aunque sea solo mediante la elección de sus directores. Qué va a contar con recursos para ser ejecutado y visualizado, qué mensajes permanecerán en los márgenes y cuáles, simplemente, nunca serán emitidos… dirigir un espacio público es generar agenda artística. Por definición, la agenda nunca es neutra. De hecho, las feministas llevamos décadas señalando el sesgo patriarcal de las programaciones públicas y privadas, en la producción de series, de cine, de ‘papers’ académicos… El contenido es, por definición, ideología.
Con esto no estoy, ni mucho menos, justificando la decisión de cancelar esta obra, solo apunto a que no me resulta sorprendente. Sí es insólita la falta de profesionalidad. Suspender una obra a pocos días de ser anunciada dentro de una programación es una falta de respeto con el equipo que ha estado trabajando sobre la propuesta. Desconozco sus condiciones reales, pero no me sorprendería que muchos de ellos hayan invertido tiempo y creatividad en un proyecto que parecía seguro, y del que cobrarían durante el periodo real de ensayos. Además, es políticamente poco hábil, dada la previsible algarabía que se iba a montar. El mundo del teatro tiene un impacto limitado fuera del sector, pero era obvio que Bezerra no se iba a callar (y muy bien que hace protestando) y que una torpeza de este calibre sí iba a obtener repercusión mediática. Ha sido un tiro por la culta, un ‘efecto Streisand’ en toda regla, cuyas consecuencias quizá aún no hayamos visto en su totalidad.
Hay que seguir buscando dinámicas de relación que minimicen el impacto que la ideología (patriarcal, religiosa, o de izquierdas) tiene en la visibilización de contenido, por supuesto, pero mientras tanto, qué mínimo que pedir a los responsables políticos que respeten el trabajo artístico y los compromisos adquiridos. Qué mínimo que haya un punto de no retorno en el vínculo entre una producción y un espacio, a partir del cual ya no sea posible echarse para atrás. Qué mínimo que tener la tranquilidad en esta profesión tan inestable de que cuando un teatro público te programa, es que estás programado de verdad.