El final del verano

 

Por Pilar Almansa/@PilarGAlmansa

 

Porque ya es inexacto decir que el sector escénico es estacional: la actividad teatral a la que podemos asistir, tanto en Madrid como fuera de la capital, cada vez es más intensa. Los grandes festivales de teatro clásico han propiciado la aparición de ciclos de menos alcance, pero muy extendidos por la geografía española; el teatro al aire libre con copa o cena es una fórmula que también se extiende; y, para ser fieles a la realidad, la mayor parte de las producciones que se estrenarán a inicios de temporada están ya trabajando a toda máquina, porque posiblemente la última semana de agosto tienen que estar levantando el telón. No, ya no somos exactamente ‘estacionales’.

Lo que sí ocurre es que las estaciones marcan el ciclo de producción y el contenido del montaje. En verano es mal momento para tragedias filosóficas o dramas contemporáneos: necesitamos alegría para el cuerpo, que bastante llevamos a las espaldas. Necesitamos una apuesta segura, como un clásico, con un plan turístico molón, para tener la tranquilidad de que el desplazamiento no ha sido en balde. Necesitamos, en definitiva, no pensar demasiado, no confrontar la realidad, no sufrir más. Obras de teatro como cucuruchos de rico helado, de consumo fácil y dulce. Tampoco es ninguna locura.

Pero si esto es así, porque es así, desde la política cultural debería pensarse un tipo de financiación, ayudas, desgravaciones o subvenciones específicas para el teatro de verano. Aparquen su escepticismo y consideren que justo este tipo de teatro sí que es estacional, ya que su ventana de exhibición principal sí que está limitada a apenas dos meses y medio, y no es frecuente que, después de que se haya asociado un título a la temporada estival, pase a formar parte de la programación estrella de una sala, a menos que haya resultado un auténtico éxito. Esto afecta directamente a la rentabilidad de la compañía privada, que necesitará sobrevivir durante la totalidad del año, y créanme, aunque haya muchos creadores cuya carrera descansa en la tranquilidad que da no mirar la hoja de taquilla gracias al teatro público, muchos otros no tienen otra opción que hacer números constantemente para hacer viable su existencia.

Es solo una idea, pero les invito a llevarla hasta sus últimas consecuencias. Este verano, con la pandemia dando coletazos inesperados, pero ya con cierta sensación de normalidad, sería un buen momento para pensar de manera colateral sobre cómo estamos distribuyendo las exiguas ayudas públicas por concurrencia competitiva, y si existiría una mejor manera de hacerlo, que beneficiara a la totalidad del sector de la forma más justa posible. Espero que tengan tiempo en la playa para hacerlo.

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí