Veintiséis personas del coro Fermín Gurbindo de la ONCE dan vida a esta función coral tras una cortina semitransparente. Casi todos con ceguera o discapacidad visual grave, son exactamente lo que Juan Navarro buscaba al iniciar la propuesta teatral: “la idea era hacerlo con un coro amateur, uno no profesional”. Al otro lado de la cortina, el mismo Navarro y Mercedes Lozana tienen la carga interpretativa de volver emoción las voces de sus compañeros. ¿Es una función o un concierto? Al director le gusta más esa última palabra: “el sustento de la dramaturgia está en la partitura”.
El coro: ¿para qué sirve la tragedia? se representa en la sala negra de Teatros del Canal hasta el 14 de enero. Su idea surgió de la inquietud de Navarro por la época oscura en la que vivimos, “tan catastrofista y no future” que invita a ahondar en las temáticas básicas de la tragedia humana. Todas las encontró en el coro griego: “estaba formado por ciudadanos sin trabajo que el gobierno subvencionaba, eran verdaderamente los que atesoraban los problemas de la sociedad y los compartían”. El siguiente paso era la partitura, y fue el compositor Jordi Lalanza quien escogió la novena sinfonía de Beethoven, pero no tanto por la composición como por la vida del músico cuando la creó: “Beethoven estaba en un momento de aislamiento total, sordo, desahuciado, muy enfermo”. La tragedia griega personificada.
La obra sigue la estructura de los cuatro movimientos de la sinfonía, teniendo cada uno su propio mensaje que culmina con el himno a la alegría. Curiosamente, Juan Navarro prefiere ver este con una visión más catastrofista que más que alegría es un generar esperanza, una ilusión. Al fin y al cabo, Beethoven murió poco después de presentar al mundo esta creación. El punto clásico de la pieza reside en el personaje de Mercedes Lozana, inspirado en el mito griego de Tiresias y una representación alegórica de lo trágico.
Por otro lado, trabajar con la ONCE ha sido para ellos una experiencia única: “Tienes que estar. Tienes que desplegar otro tipo de armas y de herramientas a la hora de Seducirles”, dice Navarro, y recuerda la misma relación de Beethoven con su discapacidad. La imposibilidad de relacionarse con el mundo fue lo que motivó al compositor a refugiarse en la religión, en el destino y en su música. Navarro chapurrea en alemán el mensaje final “Das publikum ist bereich tot”, pero es difícil dejar muerto al público con semejante despliegue de cánticos, divagaciones filosóficas y pintura corporal. Sin duda un coro fuera de lo común.