Fotos: Olivier Houeix
Basado en una idea de Laurent Brunner, director de Château de Versailles Spectacles y de Stefan Plewniak, violinista y principal director musical de la Ópera Real de Versalles, este ballet fusiona las celebérrimas Cuatro estaciones de Antonio Vivaldi y las Cuatro estaciones del año de su contemporáneo y compatriota Giovanni Antonio Guido, prácticamente desconocidas. Cabe recalcar que la obra de Guido sigue las directrices de la ‘danza bella’, movimiento surgido en el siglo XVII con el ideal de gobernar cuerpo y espíritu y realizar movimientos plenos de gracia, rigor y ligereza. En un decorado de pétalos negros diseminados por todo el horizonte, unos seres alados portan el cortejo fúnebre del espíritu y de la claridad. ¿Por qué? Porque Las Estaciones no es más que un ballet, y no hay nada más serio que lo inverosímil.
La función entremezcla ambas piezas para construir una experiencia escénica que no solo se basa en la música, sino que también posee un concepto visual y coreográfico profundamente alegórico. Sobre las tablas, seres alados atraviesan un paisaje cubierto de pétalos negros, llevando un cortejo fúnebre. Este cortejo simboliza la muerte del ‘espíritu y de la claridad’, en una reflexión poética y filosófica. El montaje recuerda, con cierta ironía, que aunque el ballet es ‘solo’ una forma de arte, nada es más serio que lo inverosímil, destacando el poder expresivo de la danza.
De tal modo, mediante la combinación de esta famosa música, explora temas como la transformación, la muerte y el renacimiento con un enfoque evocativo, al tiempo que se basa en los principios de la ‘danza bella’, un ideal barroco de elegancia y control.



