En el epitafio de la tumba de María Zambrano se pueden leer las siguientes palabras: Levántate, amiga mía, y ven.
Un Niño Hambriento, en esta noche de verano, se refugia en el cementerio y las pronuncia invocando a Zambrano, quien, con ayuda de María Niña, le dará de comer. Pero fuera hay muchas personas pasando hambre. Entonces María Zambrano intentará desesperadamente encontrar la última palabra, aquella que seguía buscando en 1988 cuando se convirtió en la primera mujer en recibir el Premio Cervantes: la palabra perdida, la palabra única, secreto del amor divino-humano. Una palabra que nos alimente ante la incertidumbre social y política en que vivimos: paz.