La historia reciente de España aún guarda huecos, silencios y heridas sin cicatrizar. Uno de esos episodios poco visibilizados, a pesar de su dimensión trágica, es la Desbandá: el mayor genocidio civil de la Guerra Civil española, cuando, en febrero de 1937, tras la caída de Málaga, miles de personas huyeron por la carretera N-340 hacia Almería mientras eran bombardeadas por mar, tierra y aire. Esta masacre -silenciada durante décadas- es el punto de partida de Nacional 340, una pieza escénica creada por el colectivo Physical Collage, que se presenta en el Festival Sala Joven organizado por Teatro Urgente en los Teatros Luchana.
Lejos de ofrecer una reconstrucción histórica al uso, la propuesta, escrita y dirigida por Elena Mateo Galindo y finalista en la pasada edición de los Premios Max a Mejor Espectáculo Revelación y Mejor Autoría Revelación, se articula en torno a una doble temporalidad: el presente y aquel 1937, conectados a través del día de Carnaval. La ficción sitúa al espectador ante un grupo de jóvenes que, reunidos hoy, debaten, se enfrentan y se cuestionan acerca del papel que les corresponde como herederos de una memoria fragmentada y, a menudo, silenciada. Según explica la compañía, la obra no intenta adoctrinar ni cerrar conclusiones, sino más bien compartir preguntas incómodas: ¿Por qué una parte del país desconoce este suceso? ¿Qué vínculo emocional o social tenemos hoy con la Desbandá? ¿Qué responsabilidad tienen las nuevas generaciones en el mantenimiento o construcción de una memoria colectiva?
El enfoque de Nacional 340 se desplaza desde lo individual hacia lo común. Desde el inicio, el montaje invita a distinguir entre recuerdo y memoria, subrayando que no se trata de una experiencia personal, sino de una responsabilidad colectiva. A partir de ahí, la escena se convierte en un espacio para dar voz a las víctimas, muchas de ellas mujeres que sobrevivieron a aquel horror. Mediante la técnica del teatro verbatim -que utiliza testimonios reales-, las palabras de las supervivientes se incorporan al texto escénico, haciendo que el testimonio, en este contexto, no solo aporte rigor, sino también verdad emocional.
Pero Nacional 340 no se apoya únicamente en la palabra. El teatro físico, eje central del lenguaje del colectivo murciano Physical Collage, toma protagonismo en la representación de los bombardeos. Cuando las palabras no alcanzan para nombrar el horror, es el cuerpo el que interviene. Las escenas coreografiadas, tensas y a veces casi abstractas, devuelven al espectador una sensación física del miedo, la huida, el caos. Son imágenes en movimiento que resisten al olvido.
La compañía, formada por Carmen Liza, Claudia Maró y la propia Elena Mateo Galindo, articula sus propuestas desde una dramaturgia asociativa. Su nombre, Physical Collage, responde precisamente a esa combinación de lenguajes y a una voluntad clara de abordar la escena desde el cruce entre palabra, cuerpo, música y espacio. Lejos de una narración lineal o didáctica, sus trabajos buscan provocar, en el sentido más amplio del término, una implicación activa del espectador.
Ángel Sola, Cecilia Mansilla, Claudia Maró, Carmen Liza y Elena Mateo son los nombres que dan vida en escena a la historia de Nacional 340; además de contar con la música original firmada por Claudia Maró y Carlos Esteve que, como apuntan desde la compañía, dialoga con la palabra y el cuerpo desde un lugar de acompañamiento emocional, más que ilustrativo. Al igual que la iluminación de Fran García, responsable de trazar esa atmósfera de tránsito entre tiempos, entre la penumbra de la historia y el presente fragmentado.
En Nacional 340 no hay héroes ni relatos grandilocuentes. Hay preguntas abiertas, tensiones generacionales, emociones no resueltas y una voluntad clara de activar la memoria desde el presente. El espectáculo no ofrece respuestas ni traza caminos únicos, pero sí convoca a pensar. Y, quizás más importante, a mirar con otros ojos lo que se ha dejado de contar.
La decisión de mostrar el conflicto en el seno de un grupo de amigos contemporáneos -cada uno con distintas posiciones heredadas o descubiertas sobre el pasado- evita una lectura simplista del fenómeno de la memoria histórica. Lejos de un discurso cerrado, lo que se presenta en escena es un proceso vivo, frágil, lleno de contradicciones. Un proceso donde la historia se cuela en las relaciones íntimas, donde la desmemoria también forma parte de nuestra identidad.
En ese sentido, Nacional 340 no habla únicamente del pasado. Habla, sobre todo, de cómo ese pasado continúa vibrando, doliendo y dividiendo en el presente. Y lo hace desde la mirada de una generación que no vivió la guerra, pero que hereda sus ecos. Una generación que, a pesar de haber crecido en democracia, todavía convive con relatos familiares enfrentados, con omisiones, con silencios enquistados.
El estreno de esta obra en el marco del Festival Sala Joven no es casual. La propuesta nace de jóvenes creadores que se interrogan sobre el sentido de la memoria en una época marcada por la velocidad, el olvido y la fragmentación informativa. En un país donde la historia reciente aún genera polarización, Nacional 340 plantea una forma escénica para pensar en común, desde lo afectivo y lo político, sin caer en dogmatismos.
La Desbandá no es solo un episodio histórico. Es también una pregunta abierta. Un símbolo de lo que no se contó, de lo que se quiso olvidar. Este montaje se atreve a mirar ahí, no para cerrar el capítulo, sino para abrirlo de nuevo, con otros lenguajes y otras generaciones.