«Me gusta rodearme de gente buena, pero sobre todo de buena gente»
Mónica Regueiro, además de ser actriz, actualmente la podemos ver en Principiantes en Teatros del Canal, es una de las pocas productoras de nuestro país.
Aprovechando que está muy presente en nuestra cartelera con su productora Producciones OFF, con la que ha participado en la ya mencionada Principiantes, en De algún tiempo a esta parte… fracaso? que podemos ver en el Teatro Español y en breve con Un hombre de paso en Naves del Español, charlamos con ella sobre lo que significa ser mujer en esta profesión no tan conocida para el público general.
Ser productora y actriz en nuestro país
“Llegamos con un poco de miedo, pensábamos que entrábamos en el mejor momento a Madrid y vamos a ver…”, me decía Mónica Regueiro a pocos de días de estrenar Principiantes, función que produce y que protagoniza junto a Javier Gutiérrez, Vicky Luengo y Daniel Pérez Prada en los Teatros del Canal, dirigidos por Andrés Lima. Finalmente, y felizmente, han agotado las entradas para todas las funciones, como ha sucedido con De algún tiempo a esta parte… fracaso?, proyecto con María Pujalte y Ana Rujas dirigidas por Maite Pérez Astorga en el Teatro Español en el que también se encuentra vinculada con su productora Producciones OFF. Y en pocos días, estrenará en Naves del Español Un hombre de paso que cuenta con el regreso de Antonio de la Torre a los escenarios.
“Tengo que decir que con la pandemia yo he sido afortunada, no he estado sin trabajar en ningún momento”, dice la actriz y productora gallega, siendo consciente de que esa no es la realidad del grueso de la profesión. “Me considero afortunadísima. Las pequeñas compañías son las que pagan el pato siempre. Hay gente que lo está pasando realmente mal y no estamos en los debates de ningún sitio, ni en los programas electorales de nadie. Es un abandono enorme. Sucede en todos los sectores, pero como la Cultura aquí no se considera un bien esencial, que tenga que estar protegido por las instituciones, pues se sufre doblemente. No hay una consideración general de que sea un sector al que haya que proteger, lo estamos notando ahora porque hay muchas compañías que no lo han podido resistir. Es muy importante trasladarlo a la ciudadanía general porque siempre está esa visión de que es un sector muy subvencionado en el que se trabaja poco y no corresponde con la realidad. Hay mucha gente trabajando y viviendo de esto y se sigue sin considerar como una industria, y es una pena”.
En la propia profesión no existe ese concepto de unidad, de industria. Por las circunstancias que sea, pero no se percibe ese sentir de unión y si desde dentro no está, es complicado hacérselo entender al que lo ve desde fuera. ¿No crees que quizá el inicio del problema reside ahí?
Sí, es verdad. Sin estar muy de acuerdo en muchas cosas con la idiosincrasia estadounidense, en esto, nos llevan siglos de adelanto, ahí sí hay una industria que se considera, que se cuida, porque se sabe que genera dinero. Pero es porque hay una estructura institucional que la ampara. Pero tampoco hace falta cruzar el charco para ver que eso puede ser así, la diferencia entre Francia y España es abismal ¡y entre España y Portugal! Que de siempre los hemos considerado como el hermano pequeño y nos dan lecciones en un montón de cosas. Consideran la cultura un patrimonio del Estado, se cuida y se respeta. Creo que en España el propio sector de la cultura está como deslavazado… no sé cuál es la solución, pero creo que este es un buen momento para planteárselo porque nos va en ello mucho. Nos estamos jugando mucho.
Mónica, has sido cantante en un grupo folk, patinadora, bailarina, presentadora… eres actriz y productora ¡Los caminos de los intérpretes son inescrutables!
¡¡Me ha dado tiempo a hacer muchas cosas!! Eso ya da una idea de que no soy Generacion Z (risas), pero fíjate que aquí se ha premiado mucho el ser bueno en algo en algo concreto, cada vez es menos así, es más habitual ver que un actor pueda dirigir, que un escritor pueda interpretar, esas fronteras se van diluyendo y está bien, porque cada una de las disciplinas te enriquece para la siguiente. A mí, una de las cosas que me preguntan casi siempre es que cuál prefiero, la faceta de actriz o la de productora, y a mí me parece que son complementarias, te dan una visión muy global. Es verdad que yo ahora estoy mucho más centrada en la producción y la interpretación, pero creo que todo suma y que deberíamos incentivar esto en general. La multidisciplinariedad debería tenerse más en cuenta y premiarse.
Creo que la figura del productor es muy desconocida, ¿qué destacarías y qué es lo que más te interesa de ella?
Es cierto. Siempre identificamos al productor con una parte más de gestión, esa parte más económica y financiera, en teatro es verdad que los productores ejecutivos son los que ponen la pasta, pero en audiovisual es el que la consigue. Para mí lo bonito de la producción en teatro es la parte que engloba lo artístico, idear el proyecto, pensar en el autor o el texto, el equipo, quién lo dirigirá. Yo soy muy pesada con el reparto, hay muchos productores que le dejan eso al director, yo no, yo tengo que tomar parte activa en la decisión del reparto porque me parece fundamental. En teatro los procesos son larguísimos y hay que escoger muy bien a los compañeros de viaje, en todo el equipo, no solo en el reparto. Muchas veces tiene que primar que seas buena gente por encima de que seas buen profesional, porque siempre va a jugar a favor del proyecto. Me gusta rodearme de gente buena, pero sobre todo de buena gente. Si eres un hijo de puta, es probable que te cargues la producción en algún momento, eso puede incidir en que ese proyecto tenga una vida más corta; entonces, es mirar con perspectivas de futuro. Es una forma de mirar de manera empresarial y realista para que tenga un resultado óptimo.
Mónica, por lo que cuentas, aunque no estés trabajando como actriz, ¿eres de las productoras que acompañan el proceso de manera activa?
Si, soy un poco ‘freak control’. He ido aprendiendo con los años a soltar, a delegar, a que no puedes estar en todas partes. Lo que pasa que mi parte artística me puede y tengo que atar los caballos. Intento siempre que todo vaya consensuado y no vaya impuesto, pero sí que tiendo a dar mi punto de vista, mi opinión, a estar encima, sabiendo qué hacen todos los departamentos. Y después hay una parte de los procesos de ensayos que, como actriz, me interesa estar, pero también como productora porque se mueven muchas cosas que afectan a departamentos distintos. La clave está en encontrar compañeros de viaje que hagan posible que eso suceda y yo tengo un socio maravilloso que es Carles Roca de Vania Produccions.
¿En el mundo de la producción existe la discriminación por ser mujer?
Muchísimo. Somos muy pocas productoras, menos que directoras, además es una profesión muy poco visible. Cuando le dieron el Premio Nacional de Cine a Esther García de El Deseo, creo que todas las mujeres que nos dedicamos a esto nos alegramos porque fue hacernos visibles de alguna manera. Hay solo dos mujeres en la historia de los Oscars premiadas como productoras ¡es que es alucinante! A mí, hace 10 años ni me miraban a la cara en las reuniones y me decían ‘pasa guapa’, y toda la conversación iba dirigida a mi socio hombre porque yo soy una chica y parezco más joven de lo que soy. Si te paras a mirar las estadísticas es peor de lo que creemos, y esta brecha de género se nota en todos los sectores.
¿Cómo actriz también lo notas?
Por supuesto. Primero en lo que se escribe, que no solo es que no se escribe para mujeres de cierta edad, y si se escribe para mujeres de cierta edad, el problema llega cuando los señores productores ejecutivos y directores de cadena deciden que ese papel que estaba escrito para mujeres de 40, 50 ó 60 años, lo interprete una actriz de media diez años por debajo de la edad para el que está escrito, eso no pasa con los hombres. Hay menos papeles protagonistas para mujeres, menos historias de mujeres, porque hay menos guionistas mujeres, menos productoras que decidan en qué proyecto invertimos la pasta. Mientras no haya mujeres en los puestos de mando, esto va a seguir siendo así porque los que deciden son otros, con una perspectiva masculina en el peor de los sentidos, machista. Es que no corresponde ni con una perspectiva industrial y de generación de dinero, la mayoría de público que va al cine son mujeres de más de cuarenta con un nivel adquisitivo medio. Si lo que se les ofrece fuesen realidades con las que nos pudiéramos ver identificadas, esto seguramente se duplicaría y se triplicaría porque es el público al que te estás dirigiendo y no estás haciendo un producto específico para ellas. Creo que esto tendría que reflejarse en las cadenas generalistas, en las plataformas. Es verdad que cada vez se abre un poquito más de camino, pero todavía queda muchísimo por andar, y ese techo de cristal lo noto como actriz y como productora. Esto se cambia con la educación y con los años. Todos cometemos micromachismos a diario. Las feministas también, las mujeres también, hay que reconocerlo e intentar trabajar sobre esto cada día.
Hablando de mujeres que luchan para levantar proyectos, es inevitable pensar en uno de los proyectos con los que has estado trabajando últimamente, como De algún tiempo a esta parte… fracaso? donde estás como productora, Maite Pérez Astorga es la directora y tiene dos actrices como María Pujalte y Ana Rujas.
Hay un alto porcentaje de equipo femenino en este proyecto. Las dos actrices además representan a dos generaciones muy distintas y ha sido muy bonito ver el periodo de ensayos porque han encajado a la perfección, siendo diametralmente opuestas, pero las actrices y la directora, porque cada una de ellas son muy distintas. Maite no solo es directora, ha escrito parte del texto y creo que le ha dado una vuelta al original de Max Aub, que es el que interpreta María Pujalte. La parte de Ana Rujas es un momento de contemporaneidad, de hablar del peso de la sobreexposición y las redes. Al final seguimos siendo hijas del capitalismo y sintiendo un vacío enorme, sintiéndonos igual de perdidas y faltas de libertad como hace casi un siglo. Es un punto de reflexión brutal, te hace pensar en qué hemos avanzado. En realidad, tanto avance tecnológico nos hace sentirnos prisioneros, somos menos libres que nunca, estamos condicionados por infinidad de cosas. Cada vez hay menos libertad de expresión y más colectivos heridos que hacen que entremos en una línea súper peligrosa porque es lo mismo que pasó hace 80 años con los fascismos, los totalitarismos, con la falta de libertad. Parece una comparación muy loca, pero si lo analizas no lo es.
Entonces, ¿no hemos avanzado nada?, ¿de ahí la pregunta del título?
Esa es la cuestión. ¿Cuál es la diferencia entre la prisión de antes y la de ahora? Es verdad que ahora no son campos de concentración, ni físicas, pero son digitales y mucho más etéreas, pero son prisiones; y las adicciones actuales no dejan de ser corsés. Intentamos salir y no lo logramos, creo que la reflexión que ha conseguido Maite es súper potente con este montaje y este texto. Hace que cualquiera que se siente en el patio de butacas se pueda sentir identificado fácilmente con algo que parece que nos queda tan lejos. Ves que está hablando del miedo, la presión social, no puede estar más vigente. ¿Qué es lo peor que nos pueden inocular? El miedo. Y eso ya lo decía Max Aub. Estoy muy orgullosa del montaje y de todo el equipo. Se han unido personas tan distintas para hacer algo que ha resultado muy potente y me hace muy feliz.
Según he leído, te decidiste a ser actriz al ver un Valle-Inclán con María Pujalte en el reparto y ahora resulta que estás produciéndola en De algún tiempo a esta parte… fracaso?
¡Esto no se lo he contado a María! (risas), ¡cómo es la vida! Te regala cosas como estas. Siempre nos centramos en lo que no tenemos, es esa insatisfacción, cuando lo que hay que hacer es centrarse en lo que tenemos, en nuestra profesión el 93% está en paro. Creo que no somos conscientes muchas veces del regalazo que tenemos de vivir de una profesión que nos apasiona y que es una vocación, eso es un regalo. Yo intento asirme en todo momento a lo que me ha regalado esta profesión, poder trabajar con gente a la que he admiro muchísimo, eso es magia. Tengo que estar muy agradecida. Yo veía La isla mínima y ahora trabajo con Javi (Gutiérrez) o veía montajes de Animalario y ahora me está dirigiendo Andrés (Lima). Y lo de María ya es como la pescadilla que se muerde la cola.
Las producciones en las que trabajas siempre cuentan con grandes nombres, ¿cómo se logra algo así?
Creo tengo muy pocos talentos como productora, no soy buena con los números, soy poco planificadora, tengo muchos defectos que me juegan a la contra, pero mi mayor virtud es ver el talento de otros. Siempre intento llamar a la gente que a la que veo más talento, me dirán que sí o que no, pero yo llamo a la puerta, si abren… ¡Genial! Siempre hay que ir a lo sublime y de ahí ir bajando. Mi gran suerte es que casi siempre he conseguido llegar a lo sublime en el sentido de que la gente a la que he llamado me ha dicho que sí. Creo que he tenido mucha suerte, pero también hay que buscarla. Una película como Llueven vacas, que se hizo con poquísimo dinero, en la que todo el mundo se entregó de forma altruista, ese reparto… ¡ni en mis mejores sueños hubiera pensando que podría conseguir eso!
Hablando de tocar puertas, para Principiantes tocaste la de Andrés Lima y él accedió, pero te dijo que tenías que hacer el casting porque no sabía que eras actriz, no recordaba que ya habías hecho algún curso con él.
A Andrés Lima lo conozco de hace muchos años, hice dos cursos con él en los que me había puesto por las nubes y que después no se acordara de mí… Esto ahora es una coña ya y le digo que eso lo hacía para ligar (Risas).
¿Cómo es trabajar con un director como Lima?
Para mí, Andrés es un director de orquesta, es un tipo que crea durante el proceso, en todos los ámbitos, lo va montando todo. Es una pasada verle montar, es un tipo divertidísimo. Lo que me flipa es que es un monstruo sagrado del teatro, respetadísimo, con una trayectoria innegable, pero él lleva al límite eso de quitarle el peso a las cosas, ¡no somos tan importantes! Es divertido, sabe aprovecharlo, sabe sacar de cada actor todo el potencial, saca el 200% de cada uno y es un tío que te puede decir que algo de lo que haces es una mierda y no te lo puedes tomar a mal, es más, no te baja, te refuerza. Tiene una inteligencia emocional tan brutal como director y como artista, que ahí es donde reside su grandeza. El director torturador me da repelús. No hace falta hundir a alguien en la mierda, y Andrés es un exponente claro de esto, sabe dónde te quiere llevar y lo hace desde el juego, la calma y la tranquilidad.
Cayendo en la obviedad con Principiantes, ¿de qué hablamos cuando hablamos de amor?
¡Qué difícil eso! Es la pregunta del millón. Andrés nos lo preguntó cuando empezamos los ensayos. Pero es que es una pregunta de difícil respuesta. Siempre hablamos de amor y lo relacionamos con el amor romántico, pero hay tantas clases de amor, y la función habla de todas ellas, del amor hacia los hijos, hacia una profesión, de lo contrario al amor, que siempre pensamos que es el odio, pero yo creo que es el miedo y es algo que se refleja muy bien en la función. En el texto de Carver se habla mucho del miedo al fracaso a la muerte a no llegar a las expectativas propias y de los demás, es súper universal. Se habla de cosas que nos tocan a todos, de los diferentes estadios del amor en la pareja. Creo que se hablan cosas muy interesantes, todo esto con la sombra del alcohol que todo lo tiñe, que nos despoja de los clichés, nos desinhibe y nos hace decir cosas que no diríamos en otras circunstancias.
En los relatos de Carver siempre existe una tensión subterránea que no sabes cuándo va a reventar. ¿Esto cómo se traduce en escena?
Carver es eso, tiene una constante tensión, pero no estalla la tormenta. Hay una peligrosidad que no acaba de explotar, es verdad que hay como una peligrosidad que no sabe a dónde nos lleva. Juan ha sido muy fiel a eso, ha sabido captar la esencia de eso. Y gracias a Andrés esto es mucho más que cuatro hablando alrededor de una mesa. El conflicto está en las relaciones tirantes entre ellos, justamente en lo que no se dice, pero pasa y lo ves. No está dicho con palabras, pero se ve, la desesperación de Herb; se ve la fragilidad de Terry, aunque se diga otra cosa; se ve el miedo de Nick, por lo que pasa y no controla; las puyas de Laura, las dudas. Y todo eso no se dice por texto, pero está ahí. Había un reto muy grande para adaptarlo para que fuera teatral. Ha sido una sorpresa que haya más gente que lee a Carver de la que me pensaba y ha sido una sorpresa muy agradable. Hay muchos admiradores y piensan que está muy bien reflejado en la obra, este realismo sucio que pasa sin que pase.