¿Quién es Teléfono Rojo Producciones, qué personas lo conforman y qué motivaciones teníais al formar compañía?
Somos una compañía formada por seis amigos y amigas que, tras encontrarnos durante nuestra formación, decidimos generar nuestro propio trabajo para tener libertad creativa a la hora de contar historias que nos conmueven y sensibilizan. Optamos por ser cooperativa creyendo en la construcción de una comunidad más justa e igualitaria y nacimos con el ímpetu de llegar a todo el mundo, con espíritu de barraca, para tener una visión más amplia de todo lo que nos rodea y crear un espacio de diálogo seguro donde el público esté inmerso como parte esencial de la creación.
¿Por qué escogisteis un texto de Fernando Arrabal y por qué este y no otro de este autor?
La decisión de montar una obra de Fernando Arrabal nace de un proceso de investigación que estábamos realizando sobre este autor, por mera curiosidad, a partir de un documental que habíamos visto. En un primer momento ni nos imaginábamos que íbamos a decidir llevar esto acabo, pero según íbamos entendiendo más de su figura y su obra ya no podíamos parar. Nos apasionó su dura historia, su espontaneidad, su posicionamiento, y vimos en sus textos las historias que estábamos deseando contar. Teniendo claro que era el autor al que queríamos dedicar nuestro tiempo y nuestra libido, y tras leer su teatro publicado, nos decantamos por “…Y pusieron esposas a las flores”; nos enamoró su humanidad, su apuesta inmersiva y sentimos la necesidad de contar esta realidad que por muchos años ha estado oculta a nuestra generación.
¿Cómo han sido los encuentros que habéis mantenido con Fernando Arrabal?
Los encuentros han sido varios y han ido creciendo en intimidad e intensidad durante estos dos años. Uno de los más especiales fue en su casa de París, ciudad en la que nos hemos reunido varias veces, tomando té y escuchándole hablar sobre el surrealismo y el ajedrez chino. Su casa es un verdadero museo, lleno de cuadros, esculturas y excéntricas colecciones, pero lo más impresionante es escucharle explicar todo ese mundo, y ser partícipe de un viaje narrado por la historia del arte del siglo XX.
¿Cómo es en las distancias cortas? ¿Os ha dado algún tipo de consejo?
Fernando es una persona tierna, generosa, llena de energía y sentido del humor, que no para de contar anécdotas sobre sus viajes por el mundo, así como de otros autores a los que también admiramos como Tennessee Williams o Arthur Miller. Le sorprende nuestra juventud y suele hacer bromas divertidas con ello, le emocionó mucho cuando le escribimos por primera vez y le contamos que le estábamos estudiando y que queríamos poner en pie su obra. Siempre nos repite también que es uno de sus textos más queridos, porque es la única vez que él ha dirigido la puesta en escena de una obra suya. Esto ya fue en 1969, pero cada vez nos cuenta una anécdota diferente de esa gira que tuvo alrededor de Europa y América. Incluso, nos ha enviado algunas fotografías de ese montaje. Para nosotros todo este proceso supone un regalo, una experiencia única.
Sus consejos no se basan en una verdad absoluta, sino que plantean cuestiones que nos abren puertas relacionadas tanto con la obra como con el teatro.
¿Creéis que en España es un autor al que se le hayan agradecido de algún modo sus trabajos?
Desgraciadamente es una figura poco reconocida en España, ya que sus montajes aquí no son tan habituales, aunque sí lo sean en el resto del mundo. Justo el mes pasado hemos estado en el estreno de Le Cimetière de voitures en París, y nos ha fascinado. Aunque es uno de los dramaturgos vivos más representados en otros países, no es tan fácil encontrar en nuestro país su teatro completo publicado en castellano. También los estudios realizados sobre él y su teatro, todo lo hemos comprado en Francia porque aquí hay poco material. Aún así parece que poco a poco se le hacen más homenajes, en 2022 su película Viva la Muerte se proyectó en la Filmoteca Española, y este año le han concedido el Premio de las Letras de Castilla y León. Ojalá esto sirva para divulgar su figura a un público más amplio, para nosotros es una fortuna poder compartir tiempo y espacio con un artista multidisciplinar que ha recorrido el siglo XX.
¿Qué os lleva a montar una obra de teatro político sobre el franquismo a chavales que no superáis la treintena?
El mundo está sufriendo una veloz escalada de violencia, mientras que la extrema derecha es cada vez más poderosa. Nosotros, chavales jóvenes, lo tenemos presente a diario en nuestras conversaciones y sentimos que el lugar desde el que podemos aportar a esta situación es utilizando el teatro como herramienta de activismo cultural y de transformación.
¿Sentís que tenéis alguna deuda pendiente con la Memoria Histórica de este país?
Sí que sentimos, de alguna manera, que tenemos una deuda con la memoria histórica y con aquellos que nos han precedido. Nuestros abuelos y padres han sido educados en el silencio de la dictadura, pero nosotros, que no hemos vivido esa censura, sentimos que tenemos el deber de intentar restituir el honor y la memoria de las víctimas del franquismo. Para nosotros es de vital importancia conocer esta realidad pasada y acercarnos lo máximo posible a ella. Estamos atravesando un momento en el que se están dando voz a muchos testimonios que llevaban ocultos más de cincuenta años, y nos gustaría que nuestro granito de arena a aportar fuese esta obra de teatro. Queremos que estas historias no caigan en el olvido y que nuestra generación y las futuras sean conscientes de dónde venimos.
Julián Grimau fue el último ejecutado del franquismo por delitos cometidos durante la Guerra Civil. Gracias a la Ley de Memoria Histórica se han abierto procesos de revisión de casos como este. Sin duda, un avance, pero con una ley que llega muy tarde. ¿Qué opináis de que todavía en este país no hayamos juzgado estos crímenes de lesa humanidad? Y que, en cambio, en otros países como Argentina sí que se han iniciado esos trámites para ser juzgados allí?
Reconocemos los pasos que se están dando hacia la reparación y reconciliación y nos brindan esperanza, así como que ocurra en otros lugares del mundo como Argentina. En concreto, el caso de Julián Grimau atraviesa el argumento de …Y pusieron esposas a las flores representando dramáticamente la injusticia que se vivió en aquellos días de 1963. El mes pasado se cumplieron sesenta y un años de su asesinato y aunque ahora de nuevo es un tema mediático, creemos que aún no ha recibido la dignificación que su figura merece.
¿Qué tenéis que decirle a esta gente con discurso manido que interpela a los jóvenes con frases como: “qué sabréis vosotros que no habéis vivido durante el franquismo”?
Entendemos que puede chocar y que no hemos vivido esa época, sin embargo, consideramos que forma parte de la historia de un país que también es nuestro y que todo el mundo tiene tanto el derecho como el deber de estudiar su pasado y poder construir su punto de vista.
¿Cómo habéis decidido abordar la dirección de esta pieza y cómo es realizar este trabajo a dúo?
Como base de nuestra dirección, trabajamos desde la investigación y el estudio de la época, dejándonos aconsejar por nuestros referentes, visitando distintos enclaves históricos relevantes para el proyecto y estando lo más documentados posibles; todo ello para intentar no faltar al respeto a la historia que estamos contando. También ha sido clave la relación con Fernando Arrabal, no sólo los encuentros que hemos tenido la suerte de tener con él, sino su continua disposición a abrirnos las puertas de su imaginario, que en un primer momento nos resultaba tremendamente desconcertante. Somos un dúo de directores que disfrutamos poniendo atención a cada detalle, y nos gusta estar pendientes de lo que ocurre en todos los departamentos. Resumidamente, afrontamos la dirección desde una visión global, donde todo es relevante, desde el plan de promoción que se va a seguir hasta el pendiente que lleva la actriz en la oreja izquierda.
Hemos encontrado el uno en el otro un entendimiento y una química que se arraiga en el diálogo y en el espacio seguro para compartir puntos de vista. Juntos en todo desde el inicio, consideramos que crear en equipo es más nutritivo, tanto para nosotros como para el proyecto. Nosotros también somos actores, y tener esa experiencia previa nos ha ayudado mucho a la hora de poder transmitir a los actores los matices que queríamos, o darles las herramientas para acercarse a ellos. Igualmente, aunque en muchas de las ocasiones tenemos las mismas opiniones o ideas, nuestras miradas se enfocan de forma diferente o en campos diferentes, y eso hace que el proyecto tenga más volumen. Mientras que Daniel se vuelca más con los actores e imagina toda una línea de pensamiento del personaje con ellos, Nuca aporta más en cuanto a la estética de la escena o a las referencias visuales. Somos un tándem con muchas facetas.
¿Qué nos podéis desvelar de la puesta en escena?
Nos gustaría desvelar lo menos posible, pero sí podemos decir que la inmersión de los espectadores es una de nuestras mayores apuestas. Aprovechamos una escenografía sencilla para jugar a la confusión e invitar a la imaginación. La planteamos como teatro pánico, subgénero al que pertenece esta pieza y que representa una amplia parte de la obra dramática de Fernando Arrabal, para lograr una ceremonia donde intentamos deshacer la oposición actor-espectador, donde la fascinación por el mito de la vida y el teatro se hacen uno. Desde el momento en el que entra a la sala, el público pasa a formar parte de un todo, como testigo, rehén o verdugo, en situaciones que ponen bajo tela de juicio la condición humana. Nuestra intención es que sienta que pertenece a esta historia, y que la sienta como suya.
¿Con qué herramientas contáis para lograr ese grado de inmersión que comentáis?
Usamos un diseño sonoro dirigido expresamente a la inmersión del espectador. Tanto este como la música, pieza clave en la obra, es una banda sonora original compuesta por Miguel Valriberas, que la ha creado con detalle y cariño específicamente para cada una de las escenas. Nos gustaría que el espectador pueda navegar entre las melodías clásicas, marchas militares, tango, jazz e incluso música circense para tener un viaje sensorial más allá del argumento y la estética de la obra. En el ámbito lumínico, cuyo diseño corre a cargo de Luis del Valle, se crean diferentes espacios, desde realidades oníricas y fantásticas hasta la más cruda y dolorosa realidad carcelaria. La luz estroboscópica va a jugar también un papel importante. Nuestro deseo es alimentar todos los sentidos del espectador, que pueda captar cada uno de los estímulos que le enviamos y que pueda asociarlos con algo de su propia vivencia.
¿Qué podéis destacar de cada uno de los actores conforman esta pieza?
Es difícil hablar individualmente de cada uno de ellos, pero tienen muchas cosas en común; como nos hemos formado en la misma escuela, nuestros códigos y nuestro lenguaje son los mismos. Esto es una gran ventaja para dirigir y para crear un buen equipo de trabajo. Desde que empezaron los ensayos, los siete han mostrado absoluta entrega, tanto al texto como a sus personajes, trabajando con detalle y buscando referencias que les ayudaran. Han confiado en nosotros plenamente, no han dudado en ningún momento de que el esfuerzo de levantar este montaje merecía la pena. Son actores y actrices comprometidos y sensibles a las historias que cuentan, dispuestos a trascender a través de su interpretación, como se puede apreciar sobre el escenario.
Sorprende mucho el número de personas involucradas en este proyecto para ser en una sala Off, ¿sentís algo de vértigo ante este estreno? ¿Cómo imagináis que recibirá el público de La Mirador esta pieza?
Es verdad que puede sorprender el número de actores y personas implicadas para ser un proyecto independiente, pero aunque eso haya sido una pequeña complicación en algunos momentos, ha sido increíblemente nutritivo. Todos somos jóvenes que nos morimos de ganas por contar historias, y esa unión lo hace todo más sencillo.
Evidentemente, siempre se siente algo de vértigo ante un estreno, además de que después de trabajar en el proyecto tan intensamente durante un tiempo bastante prolongado, estamos deseosos de ver el resultado. No tenemos expectativas concretas de cómo el público va a recibir la pieza o qué es lo que va a sentir, lo que sí nos gustaría conseguir es que el espectador viva una experiencia completa, que no se quede indiferente, que le movilice emociones y sentimientos que le puedan hacer reflexionar sobre los conflictos que tratamos en la obra. Esto, que es para nosotros, lo más bello del teatro, ya resulta muy complicado, y si lo consiguiéramos, estaríamos mucho más que satisfechos.
Sois ex alumnos de la Escuela Cristina Rota, ¿cómo valoráis la oportunidad que os dan de poder estrenar en su sala, La Mirador?
Desde que comenzamos con la producción, siempre tuvimos presente La Sala Mirador ya que es un espacio ideal para esta obra, por eso fue el primer teatro al que presentamos el proyecto. Más allá de esto, tenemos hacia la Sala Mirador un cariño especial ya que es el lugar en el que muchos de nosotros hemos actuado por primera vez y en el que hemos crecido como actores y actrices. Nos hacía una tremenda ilusión volver a ella como compañía y realizar allí el estreno.