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Microteatro: 15 años de teatro urgente y cercano

  • septiembre 16, 2025
Por Ka Penichet

Verónica Larios: "Seguimos ayudando a reflexionar sobre nuevos modelos de creación"

15 años después de iniciar su aventura en un antiguo prostíbulo, Microteatro celebra aniversario convertido en un referente cultural que cambió la manera de ver teatro: piezas de 15 minutos para 15 espectadores en salas de 15 m². Su cofundadora y directora gerente, Verónica Larios, recuerda cómo aquel experimento, sin apenas medios, logró revolucionar el panorama cultural madrileño. Hoy, Larios sigue reivindicando la vigencia de este formato breve y cercano.

 

 

Foto de portada: A la izquierda, Jaime Aranzadi, socio fundador y administrador de la empresa; en el centro, Verónica Larios, cofundadora y directora gerente; y, a la derecha, Miguel Alcantud, creador del formato Microteatro y director artístico de la sala. ©Valentina Ricci

¿Recuerdas el momento exacto en el que supiste que aquello que habíais creado en un burdel en la calle Ballesta no era solo un experimento, sino algo con futuro?

Todo salió adelante de una forma bastante inconsciente. No éramos del todo conscientes de lo que estaba pasando, aunque sí veíamos que la respuesta era muy buena y que la gente quería más. El boca a boca funcionaba y cada vez venía más público. Fue entonces cuando empezamos a darnos cuenta de que aquello no era solo un experimento, sino algo que podía tener recorrido.

 

Para los lectores que no lo sepan, cuéntanos cómo fue ese comienzo.

Hicimos 13 historias sobre la prostitución en un antiguo prostíbulo en la calle Ballesta, 4. Participamos como unas 50 personas. La premisa era por dinero, porque hablaba de la prostitución y en ese momento las historias no podían durar más de 10 minutos. La gente se enteró por redes sociales que estábamos haciéndolo de manera gratuita y atrajo una cola tremenda. Tuvo un éxito tan grande que decidimos abrir este espacio de manera estable.

 

Verónica Larios.

¿Fue un poco como tirarse a la piscina o me lo parece?

Sin lugar a dudas, porque en su momento participamos unos veinte socios, algunos de los ya habíamos participado en este experimento y otros al ver que aquello tenía buena pinta se unieron después. Todo se desarrolló muy rápido. Cada uno puso lo que pudo e hicimos una serie de comisiones de valoración para diferentes departamentos, pusimos el de programación, el de arte, el de bar, el de finanzas, el de programación infantil… yo formaba parte de todos menos el de decoración que se me da fatal. Arrancamos y una vez abrimos la puerta dijimos: “¿Y ahora qué?”. No habíamos hecho números, ni nada de esto que se suele hacer antes de abrir un negocio. Nuestro plan era ponernos cerca de la puerta y reír muy fuerte cuando pasaba gente para que pensaran qué bien nos lo estábamos pasando.

 

¿Y cuál fue el punto de inflexión en que si notasteis un cambio?

Al principio, casi todas las obras eran nuestras, aunque desde el primer momento abrimos convocatorias. El verdadero punto de inflexión llegó a los tres meses de abrir, cuando nos invitaron a participar en el Gastrofestival que organiza el Ayuntamiento de Madrid. Preparamos cinco obras relacionadas con la gastronomía y, por primera vez, participó alguien de fuera de nuestro entorno gracias a esa convocatoria. Además, al aparecer en los folletos del Ayuntamiento, dentro de la programación del festival, la propuesta llamó mucho la atención. Recuerdo que un día llegué y había una cola inmensa en taquilla, fue un antes y un después. Nosotros abrimos a finales de octubre o principios de noviembre de 2010, y esto ocurrió en febrero de 2011. La verdad es que el éxito llegó bastante rápido. Creo que se debió a que el formato es muy cercano, muy divertido, siempre en constante cambio… y eso hace que la gente quiera volver.

 

De alguna manera, os podéis considerar pioneros en esto que está tan de moda ahora del ‘speedwatching’ o consumo rápido…

En ese momento no lo pensamos así, fue sin planearlo. No hicimos ningún estudio previo ni nada parecido. Después nos dimos cuenta de que, de manera inconsciente, estábamos respondiendo a esa necesidad de la sociedad relacionada con el consumo rápido de todo. Nuestra idea era plantear un tema y mostrarlo desde diferentes puntos de vista. En lugar de pasar hora y media viendo la mirada de un único autor, el público podía ver cinco miradas distintas sobre un mismo asunto. En aquel momento teníamos cinco salas, ahora son cuatro, aunque con diferentes sesiones, y eso permitía ofrecer un abanico mucho más amplio. Además, estaba la libertad de elección: la gente podía pagar por ver una sola obra o ver las cuatro, tomarse algo o no hacerlo. Tú decidías el tiempo y el dinero que querías invertir. Podías pasar solo quince minutos o quedarte hora y media. Ese formato, tan flexible y a la vez tan intenso, resultaba muy llamativo.

 

¿Qué retos conlleva este modelo para un equipo de programación y producción?

Claro, ahí es donde viene lo complejo. Este modelo requiere una organización impecable, cumplir plazos y coordinar todos los procesos para poder renovar la programación cada mes. Desde el principio me consideré una persona bastante organizada, así que establecí una serie de pasos y tiempos a seguir que fui cumpliendo. Al inicio lo llevaba todo yo sola, pero poco a poco pude delegar, se fueron incorporando más personas y finalmente se crearon departamentos. Esa estructura se ha mantenido hasta hoy. Es verdad que no trabajamos con tanta antelación como los teatros convencionales, que a veces programan con dos años de margen. Nosotros, como mucho, lo hacemos con siete u ocho meses. La convocatoria se publica en la web, la gente envía sus propuestas, obras inéditas que se escriben expresamente para el tema que planteamos, y a partir de ahí comienza el proceso: un comité de valoración las lee, se reúne, selecciona y se comunica tanto a los elegidos como a los que no. Después se envían los documentos de contratación y se pasa a la fase de ensayos, comunicación, puesta en escena y coordinación en sala. Todo eso lo hemos mantenido siempre con muchísima rigurosidad. En Microteatro no puedes dormir en los laureles, la organización estricta es lo que hace posible que el modelo funcione.

 

¿Qué volumen de propuestas que soléis recibir?  

La gente siempre responde, aunque más que por el tema en sí, depende mucho de la temporada. Por ejemplo, en agosto puede que no lleguen suficientes propuestas. En esos casos lo que hemos hecho ha sido alargar la programación de julio y adelantar la de septiembre. Pero nunca nos ha pasado quedarnos sin obras para un tema. El número varía sobre todo según el mes. Hemos llegado a recibir hasta 200 propuestas para una misma temática, y en el extremo contrario, lo mínimo suele rondar unas 40. Como te digo, no tiene tanto que ver con si el tema resulta atractivo o no, sino con la época del año en la que se convoca.

 

Imagen de la obra Metro 13 de Kike Maíllo, programada dentro de un especial del canal Calle 13.

 

En un sector en el que muchas salas dependen de tener un ‘cabeza de cartel’ para atraer público, ¿cómo habéis conseguido que Microteatro genere un público propio, fiel al formato más que a los nombres? ¿Crees que este modelo ha servido también para acercar nuevos espectadores al teatro y dar visibilidad a creadores y actores emergentes?

¿Sabes lo que pasa? Que nosotros tenemos un público. Hay una cosa que hicimos desde el principio y me hace ilusión contártela. Yo estudié Publicidad, Interpretación y he hecho másteres de otras cosas, pero para mí era muy importante que no se vendiera que aquí estaba trabajando tal o cual persona, sino que la gente viniera por lo que supone Microteatro en sí. Porque, si no, siempre íbamos a estar ligados a la necesidad de tener, como en los teatros más comerciales, una “cabeza de cartel” para llenar la sala. Creo que en eso acertamos desde el principio, o al menos elegimos bien la forma de comunicar. También porque el formato gusta, la ubicación es buena, estamos en el centro y viene mucha gente de fuera. Pero sobre todo porque lo llamativo era el propio formato y no quién actuara en él. Eso ha hecho que siempre haya un público que viene simplemente porque existe Microteatro, porque sabe que aquí se programa algo y le da igual lo que se encuentre. A veces incluso se llevan la sorpresa de ver a alguien conocido de una serie, y eso siempre ha pasado. En los primeros años, cuando nacimos en 2010, en plena crisis, especialmente audiovisual, muchos directores de cine o profesionales con una trayectoria amplia no solo venían a ver obras, sino que también participaban: escribían, dirigían… Y gracias a ello conocieron a actores que hoy tienen un gran nombre, porque siguieron trabajando juntos. También hubo intérpretes que estaban empezando, o que ya habían hecho cosas pero querían probar el micro, y que hoy son figuras reconocidas en cine y series. Lo cierto es que, participen o no grandes nombres, los actores y actrices que suelen trabajar en Microteatro son, por lo general, profesionales con mucho nivel. Quizá también porque hemos tenido la suerte de crear un público fiel y de convertirnos en un lugar apetecible para trabajar. En ese sentido, estamos muy contentos. Además, es un formato que ha acercado nuevos públicos al teatro, especialmente a quienes no estaban acostumbrados a ir. Al fin y al cabo, son solo 15 minutos y un precio asequible: ahora son 5 euros, al principio eran 3. Mucha gente prueba pensando “a mí no me gusta el teatro, pero me han dicho que este formato es divertido y ameno”. Y yo creo que sí: hemos acercado a nuevos espectadores, que quizá después se animan a ver obras de formato convencional. No tengo estadísticas, pero intuyo que ha sido un poco así.

 

A pesar del éxito de Microteatro, no parece que hayan surgido muchos espacios en Madrid que repliquen el formato con la misma fuerza. ¿Por qué crees que es tan difícil de copiar o mantener en el tiempo? ¿Y cómo ves el uso del término ‘microteatro’ que se ha extendido más allá de vuestra sala?

El éxito no es fácil de llevar; es muy complicado de gestionar, te lo digo yo. Hace falta ponerle mucho cariño y muchas ganas, porque es un formato en el que hay mucha gente involucrada, imagínate. Sí que han surgido cosas similares o incluso intentos de copia. Nosotros tenemos un sistema de licencias de uso y derechos de explotación de la marca, y a través de esas licencias hemos trasladado nuestra forma de organizar y de hacer. Así se han abierto micros en diferentes partes de España: en Málaga, Barcelona, Valencia, Donosti, donde sigue abierto todavía, bajo el nombre de La Farándula, que pertenece a la red de Microteatros, o en Almería, aunque allí tuvieron un problema con la licencia y duró muy poquito tiempo. En Barcelona, por ejemplo, funcionó hasta el año pasado. Es verdad que Madrid es un lugar especialmente propicio para que este formato funcione, porque hay mucha gente en constante creación y movimiento. Eso también ha sido importante para que aquí se consolidara. ¿Por qué no se ha replicado más en Madrid? Pues porque no es tan fácil de gestionar. Han surgido iniciativas, pero no es sencillo. Y luego está el tema del término microteatro. No sé si lo sabes, pero antes de nosotros esa palabra no existía. Nosotros registramos la marca y el logotipo, “Microteatro por Dinero”. Pero con el tiempo el término se ha desvirtuado un poco: para nosotros, microteatro es lo que ocurre en nuestra sala, alrededor de un mismo tema, con funciones en sesión continua varias veces al día. Sin embargo, hay gente que monta una obra de una hora y media en un bar con gente cenando y ruido de fondo y lo llama “microteatro”. Y claro, eso no es lo mismo. A veces alguien te dice: “sí, yo vi un microteatro una vez en tal sitio” y resulta que eran veinte personas viendo una función larga que nada tenía que ver con nuestro formato. Yo ya he dejado de explicarlo, porque al final el término se ha extendido y usado de maneras distintas, pero para nosotros sigue siendo importante reivindicar lo que fue y lo que sigue siendo nuestro Microteatro.

 

Microteatro parece haber reunido todas tus vocaciones: gestión, interpretación, crítica… ¿Qué papel ha jugado en tu desarrollo personal y profesional?

Para mí ha supuesto muchísimo, porque le he dedicado 15 años de mi vida. Llegué a Madrid unos años antes, después de haber estudiado interpretación y de haber vivido en México, en Estados Unidos y también en Barcelona. Lo cuento en una charla TEDx que se llamaba Microteatro, de un prostíbulo a un nuevo género teatral. Fue en la Universidad de Deusto, en Madrid en 2016. En esa charla explicaba que yo llegué a Madrid, estudié interpretación en la escuela de Cuarta Pared, hice cursos, me fui formando… y, de repente, cuando terminé, me encontré con la típica pregunta: “¿Y ahora qué hago?”. Con algunos compañeros intentábamos montar obras largas, de una hora u hora y media, ensayando en mi casa o en espacios culturales que nos cedían. Yo pensaba: “Esto no puede ser, no hay posibilidades reales para todos los que estamos estudiando con ilusión y ganas de salir adelante en esta profesión”. Porque, claro, ¿cómo llegas a formar parte de un elenco del Teatro Español, por ejemplo, si mientras tanto tienes que trabajar en mil cosas para sobrevivir? Ya sabes cómo es la vida del actor. En ese sentido, Microteatro para mí supuso una auténtica revolución. Dio oportunidades a muchísima gente. Era más accesible: no necesitabas buscar un texto que te gustara, pagar derechos, ni complicarte tanto. Bastaba con reunir un grupo de gente creativa, escribir una historia alrededor de un tema propuesto, mandarla a Microteatro y, si te seleccionaban, tenías la oportunidad de estar un mes en cartel. Y lo más importante: te veía un montón de público, porque por allí pasaba muchísima gente.

 

Imagen de Sade in memoriam de Yolanda Barrasa.

 ¿Qué ha sido lo más difícil de sostener en estos 15 años y qué ha sido lo que más te ha motivado a continuar?

La mayor crisis, sin duda, fue mantenernos después de la pandemia. Creo que fuimos de los primeros en cerrar, incluso antes de que decretaran el confinamiento. Íbamos a estrenar el 11 de marzo, pero todo el mundo estaba asustado. Hicimos una reunión y decidimos: “Vamos a cerrar y ver qué pasa”. A la semana siguiente ya estábamos haciendo teatro en streaming. Fue como una necesidad de no parar. Me puse en contacto con gente que vivía junta y les propuse: “¿Podéis recuperar alguna obra? Solo necesitáis una webcam y nosotros lo emitimos desde nuestro canal”. Incluso llegué a hacer una función desde mi propia casa, con mi pareja. No recuerdo cuántas obras se representaron en streaming, pero fueron muchas. Eso sí: no nos dio prácticamente nada económicamente, aunque al menos nos mantuvo activos, con trabajo y en movimiento. Cuando volvimos a la sala, buscamos fórmulas para seguir. Encontré unas lámparas de desinfección con ruedas, que metíamos después de cada función y eliminaban cualquier partícula en el aire. Imagina: funciones de 15 minutos con mamparas de metacrilato, el público con mascarilla, en lugar de 15 personas, máximo 7 y, al terminar, la lámpara desinfectando. Funcionó tan bien que incluso, en casos en que un actor había contagiado a su pareja fuera del teatro, dentro no se producían contagios, porque el contacto en escena no pasaba de los 15 minutos y la máquina limpiaba el ambiente. Estábamos muy seguros de lo que hacíamos, pero lo realmente difícil fue convencer a la gente de volver al teatro. Eso fue lo más duro.

 

¿Qué importancia tiene el equipo humano que os rodea en el alma de Microteatro?

El equipo humano ha ido cambiando con los años, evidentemente, pero siempre me he sentido muy satisfecha con la gente que colabora con nosotros. Siempre hemos contado con una persona de coordinación. Como directora gerente, me ocupo de que las cosas avancen: repartir tareas, supervisar, hacer contratos, gestionar subvenciones, ayudas y todo lo demás. Tenemos también a una persona de administración y otra responsable de comunicación. Ahora, además, contamos con alguien que se encarga de la fotografía. Creo que somos la única sala que hace fotos de todas sus obras. Yo misma lo digo siempre: voy a actuar a otra sala y allí nadie hace fotos; las compañías tienen que buscárselas por su cuenta. En cambio, nosotros hacemos fotos, reels y cuidamos mucho la imagen de la sala. Preferimos hacerlo así para facilitar a las compañías un material de calidad, con buena luz y buena presentación, que les sirva para comunicar su trabajo. Además está la persona de regiduría, la de taquilla, y el coordinador, que se ocupa de todo el engranaje: desde organizar ensayos hasta montar y desmontar escenografías y coordinar la puesta en escena. Y, por supuesto, el personal del bar, que para nosotros también es fundamental, porque bar y teatro son dos actividades prácticamente unidas en nuestra forma de entender Microteatro.

 

¿Cuáles son las claves para que el público sienta que Microteatro también es ‘su’ casa?

Es algo bastante mágico. Eso sucede tanto con el público como con las compañías, quienes vienen a Microteatro suelen decir que se sienten en casa, y eso para mí significa que los tratamos con cariño. El público disfruta de la experiencia. El hecho de subir, bajar, entrar, salir, reconocer los espacios, pedir algo en el bar, encontrarse de repente con un actor o una actriz, charlar con el director o la directora de una obra… todo eso crea un ambiente muy familiar. El espacio es pequeño, pero precisamente esa cercanía es lo que lo hace tan especial. Además, se genera un clima de encuentro muy curioso: muchas parejas repiten varias funciones en una misma noche y terminan coincidiendo con otras parejas que no conocían. Al final, bajan juntos al bar, comentan lo que han visto y acaban compartiendo la experiencia. Eso crea un ambiente distendido y agradable que hace que Microteatro se sienta, de verdad, como ‘su’ casa.

 

Antes adelantabas un poco lo del eje temático por mes. ¿Qué criterio seguís para elegir el eje temático de cada mes? ¿Cuál ha sido el más complejo o polémico hasta ahora?

Al principio seguíamos un criterio muy sencillo: tener en cuenta las fechas y las celebraciones del mes. Por ejemplo, en febrero solíamos programar ‘Por amor’ o ‘Por sexo’, coincidiendo con San Valentín. En octubre, que es nuestro aniversario, siempre elegíamos ‘Por dinero’. En junio o julio, con motivo del Orgullo, hacíamos “Por orgullo”. En marzo mantenemos todavía ‘Por ellas’, por el Día de la Mujer. Y en noviembre solemos escoger temáticas relacionadas con la muerte o Halloween. En verano buscamos motivos más ligeros, que evocan a las vacaciones o los viajes: ‘Por vacaciones’, ‘Por tierra, mar y aire’, ‘Por el camino’… Ese ha sido un poco el criterio que hemos seguido a lo largo de los años. Desde 2020, además, tenemos editorial propia. Ese año publicamos nuestro primer libro y desde entonces sacamos cada año nuevos volúmenes, muchos de ellos monográficos o colectivos. Ya llevamos 11 publicados. En abril, dedicamos la programación a esos libros: se reponen obras ya editadas y cualquier compañía puede elegir un texto y montarlo. Funciona muy bien porque son piezas ya testadas y de gran calidad, y es muy enriquecedor ver cómo diferentes puestas en escena sorprenden incluso a los propios autores. En cuanto a los temas más polémicos, quizá ‘Por sexo’ ha sido el que más debate ha generado, porque depende mucho del enfoque de las propuestas y hay visiones que se repiten. A veces, después de varios años, notas cierto cansancio con los mismos planteamientos. También hemos tenido discrepancias internas al elegir entre unas obras u otras, ya que muchas podrían encajar en distintas temáticas. En cualquier caso, el listado de temas es largo: lo iniciamos hace más de una década en un brainstorming colectivo durante un viaje a Segovia, llevamos ya 12 años colaborando allí, en la Cárcel de Segovia, junto con el ayuntamiento y, cuando se me acaban las ideas, siempre vuelvo a esa lista.

 

¿Te ha sorprendido alguna historia que se haya contado en una microobra por la forma en que abordaba el tema? Imagino que tu listón cada vez estará más alto…

Hay veces que veo al público emocionarse con algo y pienso: “Jo, ya no me sorprendo como antes”. Es cierto que con los años el listón se va haciendo más alto. Aun así, recuerdo con muchísimo cariño algunas de las primeras obras, sobre todo porque antes trabajábamos mucho más a fondo el tema de las escenografías. Por ejemplo, tuvimos una obra de Kike Maíllo, cuando acababa de ganar el Goya por Eva, dentro de un ciclo especial que hicimos con Calle 13, el canal de televisión, para su 13º aniversario. Ellos quisieron celebrar con dos semanas de programación en Microteatro y llegamos a una colaboración. En aquella ocasión, Kike propuso una historia que ocurría en un vagón de metro. Y construimos un vagón en la sala 3, pero tal cual: con ventanas, asientos, todo. Una de las personas de nuestro equipo, directora de arte en cine, se encargó de la escenografía y fue espectacular. Incluso grabaron imágenes reales en el metro durante el tiempo que duraba la obra: se proyectaban en una pantalla que parecía una ventana, de manera que el espectador tenía la sensación de estar viajando de verdad. Al fondo de la sala había otra pantalla vertical que simulaba el vagón contiguo. Fue impresionante. Y además estaban en escena Roberto Enríquez y Celia Freijeiro. También hemos tenido propuestas muy potentes desde el punto de vista escenográfico: recuerdo una pieza en la que el público se tumbaba en el suelo mientras dos actores, sujetos con arneses, representaban que caían en paracaídas desde un avión. Visualmente era impactante. Pero no todo ha sido cuestión de escenografía. Hay una obra que guardo con especial cariño, que reestrenamos hace un par de años: Una chica especial. Me marcó sobre todo por la interpretación. Contaba una historia dura pero tristemente real: la de un hombre que conoce a una mujer trans en un bar y, al descubrirlo, termina asesinándola por pura violencia machista. La obra estaba escrita y dirigida por Diego Ramírez el propio actor que interpretaba al personaje trans, y su trabajo fue absolutamente sobrecogedor.

 

Cuéntanos si hay alguna iniciativa de la que te sientas especialmente orgullosa a lo largo de estos 15 años?

Hace poco lanzamos una iniciativa de la que estoy especialmente orgullosa: Microteatro Films, una plataforma audiovisual de obras de microteatro, gracias a unas ayudas europeas. La idea es ir completándola poco a poco, subiendo más obras grabadas con calidad, en localizaciones reales, que ya se habían estrenado en Microteatro, tanto aquí en Madrid como en otros espacios que se han abierto fuera, como por ejemplo en Lima. La plataforma lleva un par de años activa, funciona con usuario y contraseña, y casi todo el contenido está abierto. En un principio pensé en poner un precio simbólico, pero luego decidí que era mejor dejarlo gratuito hasta que tuviéramos un catálogo más amplio. Así, lo importante es que la gente pueda ver estas obras. Además, también hemos subido algunos cortos que nacieron como microobras y que, después de su paso por festivales, hemos recuperado para la plataforma. Todo lo que está ahí tiene su origen en Microteatro. De hecho, una de las piezas que quería grabar era Una chica especial. La recuperamos con esa intención, pero el actor, que interpretaba a la persona trans, se metía tanto en el papel que, al terminar, me dijo: “No puedo volver a hacerlo”. Y finalmente no llegamos a grabarla. Me dio muchísima pena, porque era realmente impresionante.

 

Y ahora que mencionas Lima, Microteatro se ha exportado a otros países. ¿Cómo se adapta o se transforma este formato según el contexto cultural?

El primer Microteatro que se abrió fuera de España fue en Miami, alrededor de 2012. Uno de nuestros socios se fue allí y puso en marcha Microteatro Miami en el Centro Cultural de España. Lo montaron en el patio central, utilizando contenedores industriales de barco: intervinieron seis, los pintaron y decoraron por fuera, y los acondicionaron por dentro con luz, electricidad y todo lo necesario. Fue un proyecto muy original y, de hecho, sigue en pie, aunque ya no está en el Centro Cultural de España pero continúa funcionando en esos contenedores de cinco por seis metros. Allí también tenían un bar y la taquilla, todo en un patio grande, manteniendo la esencia del formato tal como lo concebimos en Madrid: un bar, las obras, una temática concreta, convocatorias mensuales… Después vino Lima, aunque ese Microteatro cerró durante la pandemia; ahora están intentando reabrirlo. En Argentina la experiencia fue muy potente: primero en Buenos Aires que, la verdad, es precioso e incluso más grande que el nuestro y después en Rosario, en Córdoba y en Mar del Plata. En México también se abrió en Ciudad de México, aunque tras unos años no terminó de funcionar y cerró. Actualmente, sigue activo el de Orizaba. Siempre que hemos exportado el formato, se ha mantenido la estructura original, pero cada ciudad le ha dado su propio color y adaptación cultural.

 

¿El formato de Microteatro sigue sorprendiendo al público después de tantos años? ¿Y a ti, todavía te sorprende?

Sí, sigue sorprendiendo. Y lo que más me sorprende es que todavía haya tanta gente que no conoce el formato. Lo que me gustaría es que este formato se expandiera más, que pudiera hacerse Microteatro en muchas más ciudades. Es cierto que requiere un esfuerzo grande, pero al menos me encantaría que existieran compañías que pudieran salir de Madrid y girar por todo el país, como ocurre con la mayoría de los teatros en España. Ojalá el futuro vaya por ahí, con más espacios públicos dedicados al Microteatro. Un ejemplo precioso es el de Segovia, donde se hace en una antigua cárcel rehabilitada como espacio cultural y las funciones se representan en las celdas. Siempre llenamos allí; vamos tres fines de semana al año, dos días cada vez, y todas las sesiones se agotan. Es increíble.

 

Después de 15 años, ¿sientes que Microteatro está en un punto de madurez o aún queda mucho por reinventar?

Está en un punto de madurez, sin duda, porque sabemos muy bien cómo mantener el formato y cómo llevarlo día a día. Pero también creo que queda mucho por hacer, no solo en la sala, sino en lo que este formato puede llegar a ser en el futuro: un modelo recurrente en muchos espacios, con compañías que se profesionalicen en microteatro igual que lo hacen en el teatro convencional. No significa que se dediquen solo a esto, sino que lo combinen y, de ese modo, podamos girar más con esas compañías. También hay retos pendientes en el terreno político, ya que las ayudas y subvenciones no tienen en cuenta las características del microteatro y eso nos dificulta mucho el acceso. Es un formato que todavía no se ha considerado lo suficiente, pero espero que el hecho de que Microteatro se mantenga y se expanda a otras ciudades ayude a reflexionar sobre la necesidad de adaptarse a los nuevos formatos de creación y participación. En ese sentido, aún nos queda mucho por hacer.

 

¿Cómo vais a celebrar el 15 aniversario? ¿Hay alguna programación especial o algún tipo de evento?

Tenemos muchos proyectos abiertos, entre otros un podcast de entrevistas, que nos gustaría lanzar. Relacionado con esto, también nos gustaría exportar obras de Microteatro al formato de podcast, de hecho, ya tenemos algunas grabadas. El aniversario va a arrancar desde finales de octubre de este año hasta la temporada siguiente, así que iremos sacando cosas poco a poco que ya se irán descubriendo. En octubre y noviembre se pondrán obras recuperadas, obras que han tenido mucho éxito en temporadas anteriores. En diciembre volvemos a los musicales y luego cada mes queremos recuperar obras grandes, nombres que han pasado por la sala, intentar hacer un homenaje a estos 15 años de formato.

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí

Celia Freijeiro, Jaime Aranzadi, Kike Maíllo, Microteatro, Microteatro por dinero, Miguel Alcantud, Roberto Enríquez, Verónica Larios
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