El pasado sábado 6 de junio, Paula Quintana se convirtió en la primera bailarina en actuar en un teatro después del confinamiento. Fue en el Teatro Guiniguada de Las Palmas de Gran Canaria, ante 40 personas, con su espectáculo unipersonal Las Alegrías. Así lo vivió la intérprete tinerfeña.
Por Álvaro Vicente / @AlvaroMajer
¿Cómo fue? ¿Tuviste que cambiar algo del espectáculo, adaptar alguna cosa?
No, afortunadamente no, porque es un solo, estoy sola en escena. Pero, por ejemplo, el montaje fue más largo, tuvimos que montar en dos días en vez de en uno, por la cuestión del distanciamiento, que lo ralentiza todo. Y luego hubo que dejar el teatro cinco horas antes de la función para la desinfección.
¿Tienes relación visual con el público en esta función, puedes ver su disposición? ¿Cómo lo viviste sobre el escenario?
Reconozco que tenía un poco de miedo, porque al ser un aforo limitado y con distanciamiento, me daba cosa, no tanto por mí, sino porque para el espectador fuera muy frío, con la mascarilla y tal. Pero luego estaba todo el mundo con tantísimas ganas del directo, de romper con lo digital, con la pantalla después de estos meses, que el ambiente estaba cargado de emoción. Había un 30% de aforo, unas 40 personas, y sí, yo veo el patio de butacas, tengo mucha luz de contra, pero iba mentalizada, sabía que iba a ser un poco chocante.
Más allá de verlos o no verlos, esa energía que se genera entre el patio de butacas y el escenario, ¿la sentiste diferente?
Sí, muy diferente, era más frío pero fue como de tú a tú, era una sensación como de compartir algo muy de cerca. A mí esto me gusta, actuar para pocos espectadores no me frena, no me condiciona, y lo viví como un acto íntimo.
¿Personalmente sientes que has cruzado una especie de límite, de frontera? Porque el cuerpo, especialmente para una bailarina, te pide acción…
Sí, yo en el confinamiento lo pasé mal, por todo, por la situación en sí, y las semanas antes de la función hablaba con mi madre, le decía «he perdido fuerza». Pero fue llegar al teatro -no me lo esperaba, ¿eh?-, entrar en el teatro y echarme a llorar. Sentí de pronto todo lo que somos capaces de hacer, de superar, nos podemos sobreponer a situaciones que ni nos imaginábamos, y aquí estamos otra vez, en mi caso en mucho menos tiempo de lo que esperaba, me había hecho a la idea de que se me había caído la gira entera, tenía por delante un año muy interesante, que llevas tiempo armando y deseando tener, y se cae. Y de repente, qué rápido otra vez aquí. Y no me pasaba a mí sola, todo el equipo del teatro, toda la gente… esto ha servido para unirnos más a todo el sector. Y esto no debería pasar desapercibido, la fuerza que tenemos, lo que somos capaces de hacer.
Durante el confinamiento, ¿tú te has sometido a algún tipo de entrenamiento, has hecho vídeos bailando en la cocina…?
No, no, no he subido vídeos bailando en la cocina porque era incapaz, estuve en estado de shock y con una sensación de no poder generar, era una necesidad más de observar, ver, entender… no he sido una de esas personas con crisis creativa que se han puesto a hacer lo que fuera, sino todo lo contrario, no tenía ganas de crear nada. Yo me desbordo de energía, o me muevo o me ahogo. Y no he parado dentro de los límites que podía, he hecho algo todos los días, moverme como podía, y desde que tuve la oportunidad de salir, pues corriendo, pero no tanto por mantenerme físicamente por lo profesional, que lo dejé a un lado, sino por mi necesidad vital de mover el cuerpo. Pero también ha habido mucho de reflexión, de mirar dentro, de gestionarme.
La danza, como cualquier otra de las artes del cuerpo, ha sufrido este constreñimiento severo. Ha habido comentarios sobre que nada volvería a ser como antes, he oído como en algunas compañías europeas están ensayando por grupos, espacios delimitados, distancias… ¿será provisional todo esto, no?
Espero que sí, porque no tiene sentido. De hecho, circula una propuesta para considerar a las compañías como unidad familiar, lo cual me parece muy lógico. Yo tengo la particularidad de que trabajo sola, la mayoría de las veces, en este tipo de montajes, y tengo ese margen de movimiento, me adapto mejor a las circunstancias y genero el material teniéndolo en cuenta. En ese sentido me veo menos afectada en lo personal, pero tengo compañeros que sí, ensayan por turnos, cada día ensayan cuatro… es un poco loco, imagino que será cuestión de meses. A mí me da miedo una cosa, que esta desescalada va a varias velocidades según donde estés, hay sectores en los que se van a poder adaptar muy rápido y no me gustaría que en la cultura nos quedáramos atrás, hay que actualizar determinadas medidas porque no nos sirven. Esto no es un bar. Que se abra un teatro no significa que haya compañías que puedan ir, o no es rentable, o no puedes levantar una gira de la noche a la mañana. Son particularidades que esperemos se tengan en cuenta.
En el caso de esta pieza, Las alegrías, que ya estaba hecha antes de que llegara la pandemia, ¿ha cambiado algo en ella al atravesar este tiempo o se ha resignificado de alguna forma?
Justo esta pieza se estrenó hace un año y durante 2019 fue muy bien y para este 2020 teníamos, como te decía, una gira que se empezaba a armar, con bolos fuera, en Alemania, en Reino Unido, y se ha pospuesto en principio para 2021, aunque yo hasta que no me den un día concreto, para mí está cancelada. Las alegrías no habla de representar la alegría, ni habla de fiesta, sino de un lugar muy íntimo y poderoso, de esa alegría interior que te empodera, la potencia que genera el saberse capaz de la alegría y de compartirla, que es una cosa muy revolucionaria. Y creo que en este momento, de repente cobra más significado que nunca, un cuerpo que se levanta y genera, y el poder que da y lo que se contagia, porque parte de uno, desde lo personal y particular de cada uno. Estéticamente es una pieza muy contemplativa, muy lenta, y venimos todos de este momento como lento y espeso y eso ayuda a la pieza. Tanto a nivel contenido como a nivel formal, acompaña bastante bien.
¿Y crees que de esta experiencia del confinamiento, de la pandemia, te nacerá una pieza nueva inspirada en esto o todavía no crees que haya llegado el momento?
Pues mira… justo antes del confinamiento estábamos ya presentando un nuevo proyecto, que se llama La carne, y que habla de la elevación de los cuerpos, del empoderamiento de la carne, que la carne es el pueblo, la necesidad de que la carne ocupe su lugar, y claro, de pronto cobra un sentido nuevo sin dejar de ser lo que era cuando la pensamos.
Es casi visionario…
Totalmente, y era enero cuando lo presentamos, es increíble. Ha fraguado y ahora tendremos el estreno en septiembre en Ibiza. O sea que nos metemos ya, hemos pasado del confinamiento al trabajo enseguida, de cero a cien de repente.
Oye, el sábado, cuando acabaste la función, ¿hablaste con alguien? ¿Cómo lo vivió el público?
Sí, me escribió gente. Yo tardé bastante en salir, pero la gente que me escribió estaba muy emocionada, y es una pieza que por su tempo lento, como que la gente estaba muy agradecida. Pasará como me pasó a mí al entrar al teatro, que me eché a llorar sin esperármelo, que tenemos más acumulado dentro de lo que imaginamos, ha sido un tiempo de ponerte el nudo en el estómago y tirar para delante, y a nada que podamos relajarnos y abrir un poquito, va a empezar a desfilar víscera que nos vamos a volver locos. Mi sensación fue esa, que la gente empezó como a descomprimir despacito.
¿Eres optimista?
Sí, sí, tengo el mal del optimismo incluso, confío mucho en que esto sirva para colocar a la cultura en otro lugar, para reenganchar a la gente. Esto no es ocio, no es algo anecdótico, hace falta hacernos cargo de esto. Y mi sensación tras esta primera función es que va a ser más catártico de lo que pensamos.