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Metateatro shakesperiano en el Lara

«La comedia surge de ver las miserias y el patetismo del otro»

 

El director y dramaturgo Miguel Ángel Cárcano presenta Mañana y mañana y mañana, la nueva propuesta que podremos ver en el Teatro Lara a partir del 4 de marzo; una comedia sobre la tragedia de montar una obra de teatro. En ella descubriremos a cuatro peculiares personajes que tratan de poner en pie su propia versión de Macbeth, descubriendo en mitad del proceso creativo que su locura parece superar a la del propio Macbeth.

Hemos querido que sea el propio director, junto al actor Guillermo Barrientos, quienes nos hablen sobre este espectáculo que promete dosis de risas mezcladas con una agria verdad: no existe nada más trágico que la vida de un intérprete.

 

 

Una vuelta de tuerca a la locura de Macbe

 

Por Marta Santiago

 

Miguel, ¿de dónde nace la necesidad de crear una propuesta como la de Mañana y mañana y mañana?

M. Tiene que ver con un proceso natural que se fue decantando con años de jugar mucho con el metalenguaje (tanto teatral como cinematográfico), eso me dio la idea de la estructura: jugar con la tragedia y con otro género que, en este caso, es la comedia.

Básicamente, la frase que define un poco la obra es: «Una comedia sobre la tragedia de montar una obra de teatro». Jugar, por un lado, con el texto de Shakespeare, que es Macbeth, pero descontextualizado. Descubrimos que ese montaje, un plano donde una compañía de teatro trata de montar esta tragedia, y otro plano de realidad que es la comedia, que es un poco la vida de los creadores, actores, directores, dramaturgos… Una vida que es una «trágica comedia» como digo yo. Así que empezó así: «Quiero jugar con estos dos géneros y con estos dos planos de realidad».

 

¿Por qué habéis elegido Macbeth como base para construir la trama del espectáculo?

M. En este caso, la coautora [Inés González] y yo somos pareja, y hablamos mucho de Shakespeare. Ella es una estudiosa de él y ha hecho el trabajo de traducir el texto del inglés antiguo, un trabajo muy particular. No cogemos el texto de Shakespeare y lo ponemos en la obra, nosotros traducimos el texto y hacemos una versión muy particular de ella: un Macbeth que ocurre en un hospital psiquiátrico. Luego esa obra se metió dentro de otro texto. Es un trabajo de muchas capas y muchos matices.

La idea del proyecto era jugar con el género de la comedia y tragedia y Macbeth nos parecía como lo más representativo. Y, además, es una de las obras más emblemáticas e icónicas de la dramaturgia. La tragedia más profunda, visceral, sangrienta y oscura contra lo que se supone que es la realidad luminosa, que de luminosa no tiene nada. Es un juego de espejos: esa realidad mísera de los actores intentando montar Macbeth se parece mucho a esa ficción shakespeariana.

G. Hay un cosa que a mí me gustó mucho que no sé si tuvo algo que ver…. Cuando Miguel e Inés se pusieron con esto, que es esa famosa parte de la obra: «Mañana y mañana y mañana», también conectaba mucho con el tema de la pandemia y el confinamiento y cuándo se acaba todo esto… Y cuándo se acaba el virus… Y mañana, y cómo va a ser mañana. Esta parte, y el título de la obra, conecta mucho con lo pandémico. Más allá de eso, no tratamos nada de la situación pandémica.

M. A todo esto, una pequeña curiosidad: os lo juro, el texto de Shakespeare que adaptamos (al contexto del hospital psiquiátrico) es previo a la pandemia y llamamos al texto Macbeth confinado. Os lo juro, y no se hablaba de confinamiento, era un término que no estaba, como ahora, de moda. Luego quisimos alejarnos de todo ese universo tan complejo que tiene que ver con el virus. Creemos que ir al teatro tiene que ser un momento de evasión.

 

 

La obra, de alguna forma, se alimenta de la tragedia que están viviendo los propios personajes llegando a la conclusión que no hay algo más trágico que un intérprete.

M. En la obra hay escenas enteras en las que no sabes realmente qué estás viendo, no se sabe si es un ensayo a la italiana, si es una prueba, si es la realidad de los personajes como actores hablando… De pronto, ese límite de realidad y ficción se ha desdibujado y los actores hablan como los personajes y hay otro plano de realidad que tiene que ver con nuestra profesión y con una cosa mísera, triste, oscura. Encontrarte con todo lo demás, lo luminoso que es contar historias y crear arte. Pero encontrarte con esa otra cara de nuestra realidad. También tiene que ver con hasta qué punto la gente se toma en serio lo que hacemos; hasta dónde el Ministerio de Cultura se toma en serio lo que estamos haciendo nosotros. Tiene que ver con esa realidad, con esa tragedia.

G. Es que es eso… La comedia sobre la tragedia de montar una obra de teatro. No se está buscando una comedia fácil, los personajes realmente no buscan hacer una comedia. Pero, si funciona, la función va a ser cómica por sus circunstancias. Al final, muchas veces, la comedia surge de ver las miserias y el patetismo del otro.

 

¿Podéis presentarme un poco a estos personajes tan peculiares?

G. Mi personaje es Marcos, el actor más mediático. Es el famoso, el que lleva una carrera meteórica en la televisión. Con muchísimos seguidores y con un objetivo fundamental: él no se quiere quedar en eso y tiene la inquietud de demostrar que puede subirse a las tablas de un escenario. Lucha por ser algo más que el guaperas que vuelve locas a las chicas. Antonio, el director, le brinda la oportunidad de entrar en este montaje.

El personaje de Miranda (Marian Zapico) es una actriz de renombre y el personaje de Antonio (Fran Leal) no deja de ser… Una especie de ser un tanto histriónico y peculiar. Que tuvo una carrera como actor en su época y que trata de seguir en el medio. Luego está Fernando (Walter de la Reta), que es un ser bastante inquietante, un tipo que no se sabe muy bien de dónde viene. Parece que él quiere hacer un trabajo exhaustivo de investigación y de probar cosas que nos vuelve a todos un poco locos. Es como esta gente que no sabes muy bien por dónde va a salir, que no sabes si a lo mejor tiene un punto psicópata…

M. La idea era ponerles elementos un poco dispares para ver que reacción química ocurre. Son elementos muy reconocibles. La realidad es que cada personaje tiene sus motivaciones por las que decide hacer esta obra. El propio director que los convoca también tiene un pasado bastante mísero: fue actor, tuvo momentos de brillantez, pero no lo ha logrado mantener.

 

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El elenco de ‘Mañana y mañana y mañana’. Fran Leal, Walter de la Reta, Marian Zapico y Guillermo Barrientos

 

Y todas estas ideas, ¿cómo se traducen a la hora de ponerlas sobre el escenario? ¿cómo es la puesta en escena?

G. Hay mucha economía de medios, pero no por una cuestión de que no queramos gastar. Es que la obra no pide tampoco estar muy vestida ni tener mucha complejidad en cuanto a la escenografía. Hay muy pocos elementos y a mí, a nivel particular, el teatro cada vez me gusta más desprovisto de cosas. Me gusta más el texto y una honestidad a la hora de afrontar el trabajo y de querer conectar con el público que viene a verte. Lo básico es, por otra parte, y que es lo bueno de esta función, una elección dentro de la propia ficción, es decir: la compañía está montando un Macbeth y el director, Antonio, no quiere invertir mucho dinero en la producción. Eso conecta mucho con la realidad y es muy inteligente por parte de la autoría, porque todo tiene un sentido: la escenografía es poca y no es casual que lo sea, tiene que ver con la historia que estamos contando.

M. Sí, la escenografía es prácticamente nula y cada vez hay menos. Lo que pretendemos que veas como espectador/a es un ensayo, y en un ensayo no elementos prácticamente más que una silla, una mesa con caballetes… Una economía de recursos muy grande. Probablemente es la obra más despojada de todo y más cruda que haya hecho hasta ahora. Todo esto está justificado en la historia.

G. Está todo tan conectado que llega un momento que no sabes si estás hablando de ti, de las vidas de los personajes… Es interesante ese juego de capas de realidad y es un reto donde el público se va a preguntar: «¿En qué están ahora mismo? ¿La convención teatral? ¿La vida misma?». Esta obra va a funcionar si somos capaces de hacer que, en algunos momentos, el público se quede verdaderamente desconcertado.

 

Metateatro, Shakespeare, tragicomedia… ¿cómo es ese reto con el que se va a encontrar el público? ¿Cómo creéis que la recibirán?

M. Lo que el público verá es un ensayo, los entretelones de lo que es una función. Espían, como si fueran voyeurs, lo que es una obra de teatro. ¿Qué vemos? ¿Vemos glamour? No, vemos las miserias del ser humano y de este grupo tan particular que son los actores y el director. Los personajes responden a un cliché: los «típicos» actores y el «típico» director, pero… Esto del cliché… Es que la vida es así. Cuando se estudia dramaturgia o guión se habla mucho de «cliché», no un elemento nada despreciable, es el rector de las historias a la hora de definir personajes. Es el intento de una compañía de teatro por montar Macbeth, pero no le sale.

G. Yo, la verdad, es que tengo que verlo cuando estrenemos… Tengo que hablar con mis amistades y con la gente que venga, tenemos que testear. Yo creo que durante la primera función vamos a estar muy bien arropados… Pero, ¿la comedia va a funcionar? Realmente hasta que no estemos ahí, ninguno tenemos la certeza de cómo va a responder el público y cómo lo va a percibir. Yo creo que la obra, en el buen sentido, es un poco desconcertante porque comienza la función con una parte de Macbeth y, de repente, eso se corta y entra un plano de realidad. Las capas tienen que estar muy bien diferenciadas y, cuando estamos jugando a que estamos ensayando, tiene que ser con la máxima naturalidad, organicidad y honestidad, que no haya ningún artificio. La propia versión de Macbeth que, en la ficción, está montando la compañía es en un código nada engolado ni sobreactuado. Tomándonos muy en serio que podría ser una versión que nosotros mismos quisiéramos montar.

M. Yo le decía a los chicos que el proyecto tiene algo de experimental. No estamos haciendo nada rupturista, nada que no se haya hecho antes; pero, sí es verdad que hay algo experimental en cuanto a cómo van a funcionar estos dos planos de realidad, la tragedia y la comedia. Y, sobre todo, cómo el público va a recibir eso. Hay un tercer plano: la realidad, el público. ¿Qué va a pasar con el público? Eso para mí es un misterio y estoy con mucha ansiedad por saber cómo va a responder.

 

Antes habéis hecho referencia a la situación pandémica actual. No puedo evitar preguntaros: ¿cómo veis el futuro de las artes escénicas?

M. No lo sé. Quiero creer que volveremos a la normalidad, que estamos viviendo un período histórico muy particular y cíclico (ya se ha dado en algunos momentos en la historia), pero que ahora se está dando de una manera diferente. Yo no dejo de pensar en la posibilidad de que esto acabe, de que volvamos un poco a la normalidad. No a la «nueva normalidad», a la normalidad real. Que esto, de alguna forma, nos deje algún tipo de enseñanza, algún tipo de recuerdo, quizá, más o menos oscuro… Pero que hayamos aprendido algo.

En cuanto a las nuevas formas de comunicar, de contar historias… Esto del «teatro streaming» que ha surgido en este momento pandémico, me parece maravilloso; pero, la esencia del teatro se pierde. Contar una historia de esa manera no es cine, no es teatro, es tele y no (porque lo puedes ver en un móvil)… Todo eso me parece fascinante, súper interesante. Me parece que, sobre todo, tiene que reinar lo democrático en todo esto, las diferentes posibilidades de contar historias. Pero la esencia del teatro es algo que yo no perdería de vista. La liturgia de ir al teatro, prepararte, sentarte, escuchar la respiración de los actores y que todo termine en la barra del bar debatiendo sobre lo que acabas de ver y, en el mejor de los casos, de pronto ver que tienes al lado al director de esa obra o alguno de los actores y poder dialogar. Yo anhelo el volver a esa dinámica.

G. Se volverá y se volverá fuerte. Yo creo que cada vez cobra más fuerza el hecho de que esto nos tiene muy apretados y estamos deseando salir. Eso, paradójicamente, hace que nos metamos otra vez en una ola. En el momento en que esto esté controlado, va a ser un momento de explosión en todos los sentidos. Creo que a nivel teatral, sin duda, hay muchas ganas de hacer, de contar.. Y todo esto va a dar mucho impulso para que surjan proyectos.

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