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Los nocturnos, música, amor y despedida

“Concebí esta pieza como una sinfonía para despedir a mi padre”

 

La actriz y dramaturga canaria, Irma Correa, nos presenta Los Nocturnos, un texto que ahora llega al Teatro Español, del 23 de junio al 17 de julio, dirigido por Magüi Mira e interpretado por Marta Etura y Jorge Bedoya, que ahonda en los últimos días de Chopin y su relación amorosa con George Sand.

La despedida y la reconciliación se unen en una melodía teatral que estrecha lazos con el mundo íntimo y personal de su autora, y que nos desgrana con generosidad en esta conversación.

 

Aprender a despedirse de un ser querido

 

 

Por José Antonio Alba

 

Irma, el Teatro Español cuenta en su programación con Los Nocturnos, un texto que habla sobre la historia de amor entre Chopin y George Sand, ¿cómo se gesta?

Esto surge como un encargo del Teatro Pérez Galdós, acababa de hacer un montaje maravilloso allí que era una visión muy particular y libre de la Tristana de Galdós: Ana, también nos llevará el olvido, dirigida por Mario Vega. El último día nos fuimos a cenar y Manuel Benítez, antiguo director artístico del teatro, se vino con nosotros. Me habló del ciclo y me preguntó si me apetecía participar; me contó un poco en qué consistía y se trataba de hacer una especie de recital homenaje a un compositor de la historia y me salió sobre la marcha el «sí» porque sabía todo lo que quería contar, se lo conté y me dijo que adelante. Esta versión del Español es verdad que está un poco modificada, ampliada, con respecto a la otra.

 

Dices que tu fuente de inspiración suele ser una noticia o un hecho cercano y con Los Nocturnos lo confirmas, un hecho personal dio pie a contarla.

Sí, aunque la historia ya existía, las cosas de la vida hicieron que, al mismo tiempo que yo escribía este texto, mi padre viajara hacia esa otra dimensión. Es curioso, el monólogo que empieza y cierra el montaje, que le da una estructura circular, lo escribí al día siguiente de enterarme de que mi padre estaba bastante grave. Para mí ha sido un camino hacia el descubrimiento, hacia el acercamiento, no solo a mi padre sino al hecho de despedirte de alguien querido, que está directamente relacionado con tu infancia, con lo que tú eres ahora mismo. Se te remueven muchas cosas. Una vez más el arte es una puerta para estar cerca de lo que te pasa y poder caminar junto a esto. Yo tuve la oportunidad de escribir un texto sobre dos personas que vivieron en otro tiempo distinto al mío, que tuvieron una historia de amor, que es lo que yo tuve con mi padre, y en lo único que difiere es que ellos no se pudieron despedir y yo sí. Mi relación con la distancia, no solo en vida de mi padre, sino una vez que te despides, pues es básicamente lo que trabajé en este texto. Está el amor, la muerte, pero creo que el hilo conductor de todo es la despedida.

 

Me gusta mucho lo que comentas sobre la reconciliación y la permanencia porque es el sentimiento que prevalece al leer Los Nocturnos.

De alguna manera sí que siento que la gente cuando se va, permanece; es una dualidad con la que vivo desde que mi padre se fue. Digamos que el legado que nos dejan estas personas, que no es un legado físico, sino emocional, esa herencia emocional, de valores, siempre te acompaña y resuena, para mí, con más fuerza una vez que se van porque cuando suceden estas cosas, paras, revisas y pasas por otros lados. Es como cuando vives en una ciudad con mar y no te das cuenta del tesoro que tienes hasta que te marchas. En mi caso es despedirme de un padre tan maravilloso como el que yo tuve y darle las gracias por todo lo que dejó.

 

La ensoñación, la poesía, sobrevuelan Los Nocturnos, sucede en un espacio casi irreal y da la sensación que más que un acontecimiento, es una emoción, como sucede cuando se escucha música. ¿Qué lugar ocupa la música, además del evidente, dentro del espectáculo?

Siempre concebí esta pieza como una breve composición musical, una sinfonía que compuse para despedir a mi padre. Chopin era uno de sus compositores favoritos. En sus últimos momentos, el médico nos dijo a mi madre y a mí que siguiéramos hablándole porque la escucha aparentemente es lo último que se pierde. Nos vamos yendo, apagándonos, pero el cerebro sigue registrando sonidos, seguimos recibiendo información hasta que nos vamos. Yo le seguí hablando hasta que ya no hubo más que decir, y le puse Los Nocturnos. Así que mi padre se fue literalmente escuchando a Chopin.

 

<i>Los nocturnos</i>, música, amor y despedida en Madrid
Marta Etura y Jorge Bedoya protagonizan Los Nocturnos.

 

Otro punto que conviene señalar en Los Nocturnos es George Sand, una mujer que viste y se hace llamar como hombre para poder caminar con tranquilidad y disfrutar de la vida parisina. Todo un homenaje a esas creadoras que tuvieron que “camuflarse” de alguna forma para poder ser como realmente eran.

El personaje de George Sand siempre me ha parecido fascinante y muy representativo de muchas mujeres, no solo en el plano de la literatura, sino de todas las mujeres que han tenido que estar ocultas, o bien tras un nombre masculino o bien tras su marido; no estando de una manera orgánica y visible en primera línea porque no se les permitía. Para ejercer su poder de expresión en cualquier vertiente, muchísimas mujeres han tenido que ocultarse. George Sand siempre me ha recordado muchísimo, por personalidad y genialidad, a Emilia Pardo Bazán. Creo que son dos tótems y dos fuerzas de la naturaleza que eran el centro alrededor del que giraba la cultura de su época. George Sand era amiga de Delacroix, de Alejandro Dumas, y era deseada por todos. Hacía fiestas, reuniones, su trabajo es ingente, lo mismo que Emilia. Fueron dos defensoras del derecho de la libertad de la mujer y de poder expresarse en toda su amplitud, no solo a nivel profesional, había una reivindicación en vestirse de hombre para poder acceder a ciertos sitios, y era el hecho de decidir hacerlo porque reivindicaba el derecho a estar en todos los lados y decidía hacerlo de esta manera.

 

¿Tú, como creadora, has tenido que hacer algo similar a lo largo de tu carrera?

No he sentido que me haya tenido que camuflar, ni que haya tenido que dibujarme de diferente manera. Pero sí que he sentido que hay una apertura y un interés por leer y descubrir historias contadas y protagonizadas por mujeres que hace relativamente pocos años no había. Aunque nos queda mucho por andar, yo como mujer no he sentido nunca que haya tenido que callarme o que disfrazarme, y he contado lo que he querido contar en el tiempo en el que lo he querido contar.

 

Al inicio del texto Chopin dice que se siente observado cuando escuchan su música, ¿tú te sientes observada cuando el público ve en escena alguno de tus textos?

¡Qué pregunta más buena y tan bonita! No sé si observada, pero evidentemente sí que hay algo de mi en todas las obras que sí que se muestra. Hay algo de un poema de Raymond Carver en sus últimos días que dice algo así como: “¿Conseguiste lo que querías en este mundo? Si, lo conseguí. ¿Y que era? Sentirme amado sobre la Tierra”. Todos queremos sonar en una frecuencia de amor y de compartir humanidad, al final, es el espejo y la herramienta básica del teatro, el saber mirarnos y compartirnos en nuestras luces y nuestras sombras; porque todo esto es lo que somos, todo lo que se ve en un escenario es lo que somos. Abrazamos de una manera muy fácil lo bonito y lo luminoso, y rechazamos todo lo oscuro, pero somos todo. Este es el poder de las historias y del teatro en concreto.

 

La versión que llega al Teatro Español está dirigida por Magüi Mira e interpretada por Marta Etura y Jorge Bedoya, ¿estás formando parte del proceso en la puesta en escena?

Magüi me ha hecho partícipe en todo momento y estoy muy ilusionada, estamos poniéndole mucho corazón y amor a este montaje. Creo que no hay nada más bonito que sea así.

 

Irma, Los Nocturnos es una función para dos actrices y un actor, sin embargo, la versión que veremos cuenta con una única actriz y un actor… ¿cómo se resuelve esto?

¡Ya lo verás! (Risas)

 

Además de Los Nocturnos, también estás de actualidad por la emisión de la serie Alba. ¿Qué diferencias señalarías tú entre escribir para audiovisual y para teatro?

Al final es contar una historia para ambas narrativas, pero hay muchas diferencias. Son otros códigos narrativos. Trabajar con un equipo o en solitario, aunque también he trabajado a cuatro manos y a seis en teatro, pero es distinto. No es lo mismo un largo que una serie, o una serie de tres capítulos que de dieciséis. Luego entras en el concepto. Creo que cada formato tiene su magia y su poder, al fin y al cabo, estás contando historias y son muy poderosas. Es muy retador, tanto trabajando sola en teatro como trabajando en equipo en el audiovisual, poder llegar al mismo fin, poder llegar a contar una historia de la manera en la que la tenemos en la cabeza. Personalmente disfruto muchos ambos procesos.

 

<i>Los nocturnos</i>, música, amor y despedida en Madrid
La actriz y dramaturga Irma Correa, autora de Los Nocturnos.

 

¿Cómo influye a la hora de escribir el que también seas actriz?

Para mí influye muchísimo porque además yo toqué en mi formación dos técnicas muy distintas; por un lado estudié con Corazza y por otro la Técnica Lecoq con Mar Navarro. Es decir, tengo una formación gestual y una formación más clásica del método, y los tengo muy presentes a la hora de escribir. Lo que pasa que en los últimos años me he dedicado más a la escritura, pero no por eso he abandonado la interpretación, está ahí esperando.

 

Cuando escribes, ¿piensas en la escena o eso supone un obstáculo para el flujo de la creación?

Yo plasmo de una manera literal lo que tengo en mi cabeza, en mi corazón y en mis vísceras. Me parecería como egoísta, o no generoso, o no coherente con lo que estoy viendo. Si no lo plasmo todo, si no me vinieran imágenes, un referente o una clara estética o línea de movimiento u objetos, no lo pondría; y si me viene, no sé por qué no ponerlo. Tengo un mundo, un imaginario, que plasmo en el texto y ese imaginario que propongo a veces coincide con la visión del director o la directora, otras no, pero eso se complementa. Al final, como siempre, prima la historia, independientemente de la lectura que se haga de eso. Igual que me vienen músicas, movimientos escénicos…

 

¿Y cómo ves este interés actual que hay por las autorías contemporáneas? Parece, al menos desde fuera, que son muchos los espacios que ponen el foco en este asunto, ¿tú lo vives así?

Sí, y aquí sí que te digo que han cambiado mucho las cosas. De hace 15 años para acá ha cambiado mucho porque era muy difícil que apostaran por la autoría contemporánea, se hacía, pero un mínimo reducto, y sí que sentía que era algo puntual y que teníamos que luchar mucho por esto, una batalla por librar. Nuestra puerta era la adaptación de clásicos, como si dijéramos que era nuestra visibilización, nuestro trabajo fundamental. Pero, de un tiempo a esta parte, nuestras historias también son escuchadas, son demandadas y tenemos todo que contar. Nuestra contemporaneidad también tiene que ser contada, no solo a través de clásicos, sino a través de nuestra mirada.

 

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