Es sólo tu segunda obra como director tras La coartada. Con tu experiencia como actor, habiendo realizado casi una decena de versiones de obras y participado como productor en muchas más, parece lógico este paso.
Llevo 18 obras producidas desde Talycual y hay muchas personas que debido a mi implicación en los proyectos, ya que estoy muy encima, me dicen mucho eso de: “Pensaba que habías dirigido más obras”. Sin embargo, sobre todo en los últimos años, he realizado labores de productor, sí que se puede decir que soy más un productor creativo, porque al final tú tienes el montaje que quieres en la cabeza y por eso contratas a un director u otro, porque puede seguir esa línea que buscas. Obviamente, el director tiene la decisión final sobre cómo va a ser el espectáculo, pero en la idea general vamos en sintonía. Es lo que me pasa con Juan Carlos Rubio, que podría decirse que es el director de cabecera de mis producciones y con el que más he trabajado, tenemos una confianza mutua muy grande y el desarrollo creativo es conjunto, aunque la última palabra siempre la va a tener él. En términos legales, el productor es, por decirlo de alguna forma, el dueño de lo que se está haciendo, pero eso no debe interferir en el reparto de las responsabilidades.
¿Cómo ha sido ponerse el traje de director en este proyecto?
No hay dos proyectos iguales y es, entre otras cosas, porque el proceso de poner en escena una obra es algo muy vivo. En mi caso, sé donde quiero llegar, pero me dejo sorprender en el camino que debo recorrer con los actores. Para mí es fundamental ser lo bastante flexible como para ir incorporando todo lo que me van dando en los ensayos y lo que va surgiendo. Es muy gratificante experimentarlo así. Al final, el resultado es la acumulación de muchas capas que vamos descubriendo en los personajes y el texto, y que comprobamos que funcionan.
Ser productor teatral o cinematográfico es una labor de alto riesgo y, sobre todo en el primer caso, poco reconocimiento y escasos alicientes. Con tu productora Talycual Producciones habéis levantado a lo largo de 15 años más de 30 proyectos entre largometrajes, cortometrajes, documentales y, sobre todo, obras de teatro.
Es la labor de un equipo fantástico que incluye un grupo de profesionales fijos que trabajan para diferentes departamentos a nivel general y coordinan las diferentes producciones, como otras personas que se encargan específicamente de cada una de las producciones.
¿Cuáles son las características comunes de las obras que escogéis producir?
Yo intento producir textos que a mí me gustaría ver como espectador en España. Creo que lo estoy consiguiendo desde la primera obra que produje que fue El pez gordo, del premiado autor norteamericano Roger Rueff. Esto tiene que ver con mi trayectoria personal, ya que mi formación teatral fue primero en EEUU y, después, la completé en Madrid y Sevilla. Empecé como actor, luego ya vendría la producción y la dirección. Fue estando trabajando como actor cuando leí el texto de Rueff y supe que quería traerlo a España. Esa decisión marcó todo lo que vendría después. Fue una experiencia maravillosa, conseguimos ir incluso a New York con el montaje en español y estando allí, en el día libre entre las dos funciones que teníamos, pude ver Razas de David Mamet. Me quedé impactado y pensé: “Esto es lo que yo quiero hacer, quiero seguir descubriendo este tipo de textos a los espectadores españoles”. A partir de ahí, establecimos muy buena relación con el representante de Mamet, que nos ha permitido montar otros tres textos suyos después y, como también llevaba a otros autores, nos permitió acceder a gente como Tracy Letts. Sin duda, esta línea de grandes autores americanos contemporáneos es la más característica de la productora, a los que se suman otros que voy descubriendo cuando viajo a Londres o New York y autores españoles como Juan Carlos Rubio.
Son textos que abordan temáticas muy actuales y universales.
Sin duda, abordan problemáticas a los que la sociedad actual se enfrenta. Se tratan a través de diferentes géneros, pero son la base de la historia. Al final va de la mano lo que lees, te toca y quieres montar, con que sean textos sobre asuntos que estás viendo a tu alrededor. Hechos y faltas, por ejemplo, pone sobre la mesa un tema que en el momento de elecciones que hemos vivido no podría estar más de actualidad: cómo es la construcción del relato de los hechos. Lo hemos visto en los medios hace nada, el mismo debate analizado por uno o por otros refleja distintas realidades. Es algo que cada día ocurre, se desechan ciertos hechos para adaptar lo que ha sucedido a una narrativa.
¿Qué palos en las ruedas os encontráis ahora mismo los productores?
Nosotros producimos cine y teatro y es curioso, porque en algunas cosas beben de la misma fuente, pero en otras son muy distintas. El productor de teatro va a pecho descubierto y a pulmón desde que coges los derechos de una obra hasta que se estrena. A no ser que vayas con el apoyo de un teatro público, que son casos contados, uno empieza completamente solo. Si tienes cierta trayectoria puedes contar con tener después ciertas ayudas a la gira, pero la cantidad es simbólica y no llega hasta final de año. Al contrario que el cine, que cuando recibes una ayuda te la dan enseguida para que empieces, en el teatro no es así. Además, en otros países no tienen una única convocatoria de ayudas al año, otro de los errores en mi opinión. ¿Qué quiere decir esto? Pues que no puedes condicionar tus producciones a las ayudas porque ni siquiera sabes cuándo van a sacar la convocatoria. Esta sería una de las grandes dificultades: tienes que tener siempre un colchón propio bastante grande para tirar para adelante.
La segunda dificultad es algo post-pandemia. Veníamos de 2018 con muy buenos resultados, pero desde entonces el público se ha repartido de una forma distinta. Lo números dicen que estamos volviendo al nivel de espectadores de antes, pero se concentra en las grandes producciones y eventos; y obras que antes eran un éxito de miércoles a domingo, ahora pueden dar gracias si llenan viernes y sábado.
En todo caso, estoy seguro que esto es un ciclo que pasará, no hay que obsesionarse y hay que seguir sacando buenos trabajos mientras tanto. No es una cuestión que esté en nuestras manos cambiar.
Es muy habitual que te encargues personalmente de realizar las versiones de los textos, en Hechos y faltas vuelves a hacerlo.
Es algo que me encanta y como, en muchos casos, es la primera vez que se hacen esos textos fuera de EEUU, no hay versiones más allá de la original en inglés. Mi primer proyecto en este sentido fue Razas de David Mamet y creo que salió bastante bien, sobre todo porque resultó un ejercicio de aprendizaje muy positivo y me ayudó a perder el miedo a intentarlo con otros autores.
Supongo que surge de manera natural, porque para elegir el proyecto tienes que haber leído el texto y te sumerges en él para ver sus posibilidades. Al final, casi lo tienes que ir versionándolo mentalmente para comprobar si puede funcionar en España.
Sin duda, pero también tengo que decir que siempre me ha dado tranquilidad saber que contaba con Juan Carlos Rubio en la dirección, ya que al ser también dramaturgo me ha ayudado y asesorado mucho.
Viendo tu implicación en varias facetas, en esta obra se puede intuir que te ha enganchado mucho. ¿Cómo te llegó?
A través de un amigo y compañero actor que se llama Óscar Hernández. Me dijo que era una obra que había estado en Broadway protagonizada por Daniel Radcliffe y que podía interesarme. Lo leí y me fascinó porque tiene justo todo lo que yo busco en un texto ya que es muy entretenida, porque estamos ante una comedia hilarante y se puede disfrutar sin más, o puede dar lugar a un debate posterior muy interesante.
Presenta posiciones diferentes muy bien defendidas, como espectador vas pasando de uno a otro bando constantemente. Esto es así porque está muy bien escrita y pensada.
Conseguir los derechos resultó algo curioso porque cuando hablé con el representante correspondiente en EEUU me dijo que los derechos para España ya estaban adquiridos. Me sorprendió mucho y le pedí que le dijera a quién los había comprado que si podía ponerse en contacto conmigo para ver si le interesaba coproducir juntos. Me respondió que era un productor mexicano y que tenía los derechos para México, Argentina y España, que me conocía y que ya le había comentado la idea de ofrecerme la coproducción. Más tarde ya descubrí que era Morris Gilbert de Mejor Teatro que ya ha participado en otras obras en España. Así fue como finalmente nos conocimos y sacamos adelante este proyecto.
El recorrido de esta historia basada en hechos reales, que a su vez habla de la verificación de los hechos en los artículos, es muy significativo. Los protagonistas, el escritor John D’Agata y el joven verificador Jim Fingal, realizaron una versión de lo ocurrido, con varias licencias, en un libro. Y a su vez, la obra de teatro escrita por Jeremy Kareken, David Murrell y Gordon Farrell, realiza una adaptación del mismo. ¿Qué queda realmente de lo que pasó?
Mi intención era realizar una versión con algunos cambios de escenarios y personajes a ciudades y periodistas españoles, pero en EEUU me dijeron que no se podía porque estaba basado en hechos reales. A mí me sorprendió porque realmente el libro que generó todo el debate, y sobre el que está basada la obra teatral, no cuenta los hechos como ocurrieron realmente. La crónica en sí original se escribió y antes de publicarla se inició la correspondencia por mail entre John y Jim para llevar a cabo las correcciones. A partir de ahí crearon un blog donde publicaron esta batalla de argumentos entre ambos y vieron que tenía tantas visitas que decidieron ponerlo bonito en un libro. Ahí se cuenta todo el proceso vivido, pero fantaseando con que fue a través de encuentros entre los dos, entre otras cosas. Es decir, al final hacen algo muy parecido a lo que hizo John en su crónica, tomarse licencias para hacer llegar mejor el mensaje. Es algo muy raro, como metaperiodismo literario o algo así (risas).
Es una batalla entre los hechos sin modificar contra el arte de contar los hechos.
Sí, pero sería el arte de contar los hechos con el fin de comunicarlos mejor. Ese para mí es el matiz que genera el gran debate. He de confesarte que a día de hoy yo no sabría dónde posicionarme.
John retuerce y modifica los hechos en su artículo para “conseguir mejor ritmo”, por ejemplo. Algo que Jim es incapaz de admitir como válido.
Son dos formas de afrontar la vida. Uno se aferra a la literalidad y el otro más abierto, más flexible, para conseguir un fin. También es la idea del periodista joven, más idealista, y el articulista pasado de vueltas que cree saber lo que realmente es importante. John busca la emoción con ese ritmo, imágenes y metáforas porque sabe que eso es lo que hace que el mensaje se instale en tu memoria. Si sólo trasladas datos, eso se olvida enseguida.
Uno de los momentos en que la balanza se inclina más por el punto de vista de John es cuando afirma que la madre del chico que se suicida le dijo que la crónica reflejaba perfectamente cómo era su hijo.
Eso es. Y lo magnífico es que cuando Jim se lo rebate con otros argumentos vuelves a estar de su parte.
Uno de los argumentos de Jim es que no se puede ser ajeno al momento que estamos viviendo, en el que cualquier dato incorrecto puede dar lugar en las redes sociales a una marea de críticas que pueden poner en duda la credibilidad de todo el artículo y del medio que lo publica.
Es fantástica también esa parte porque te plantea preguntas como: ¿A partir de cuántas licencias literarias o datos maquillados deja la historia de ser real como conjunto? ¿Merece la pena que pongan en duda todo tu trabajo por cambiar ciertos aspectos menores?
Estamos asistiendo a eso constantemente, cómo se agarran unas corrientes de opinión u otras al más mínimo error para echar por tierra cuestiones más amplias.
Efectivamente, es nuestro día a día, pero siempre ha sido así en la historia. La directora de la publicación, Emily, el tercer personaje en la función, también intenta hacer ver a John este aspecto porque ella, como Jim, tiene la perspectiva de a qué se enfrentan los medios de comunicación tradicionales y está muy conectada con lo que está pasando en el mundo actual.
Cuentas con un gran reparto para trasladar esta historia a los escenarios con Ángeles Martín, Antonio Dechent y Juan Grandinetti.
A Ángeles la conozco desde hace muchos años porque es íntima amiga de Juan Carlos Rubio, con el que llevo trabajando la friolera de 29 años. A Antonio le conocía porque ambos somos andaluces y nos hemos encontrado repetidamente en eventos del sector desde años. Esto es un arma de doble filo porque uno no conoce realmente a alguien hasta que viaja y trabaja con él y esto en el teatro se da a la vez al tener que compartir escena y carretera. En este caso puedo asegurar que el resultado ha sido positivo, hemos reforzado el vínculo.
En el caso de Juan fue una apuesta a ciegas que ha salido muy bien. Acababa de llegar a Madrid de Buenos Aires, vi los trabajos que había hecho tanto en España como en Argentina, tuve un encuentro personal con él y me gustó su energía. Además, curiosamente el actor que hizo su personaje en la producción original de Broadway, Daniel Radcliffe, es británico y lo interpretó con su acento natal, mientras que los otros personajes eran estadounidenses. Sin haberlo buscado habíamos replicado el mismo esquema de personajes original. Él ha hecho teatro en Buenos Aires, pero este es su primer trabajo escénico en España lo que constituye todo un reto. Tener a su lado a dos “perros viejos” como Antonio Dechent y Ángeles Martín ha añadido peso a este reto y sin duda no sólo ha salido airoso sino que ha demostrado que ha llegado a los escenarios españoles para quedarse por méritos propios.
En la puesta en escena has querido que la correspondencia por mail tenga cierta presencia a través de una pantalla.
Sí, porque me permite realizar un juego muy divertido porque en pantalla vemos cómo escriben las cosas, de manera educada y respetuosa; y luego está lo que dicen, que es lo que piensan realmente. Eso no está en la obra original, pero me gusta mucho el planteamiento. Ahora estoy pensando que estoy siendo un poco John también reinterpretando la versión teatral. (risas)
Supongo que la idea es girar tras estar en Madrid.
Tenemos Valencia, Alicante, Sevilla, Zaragoza… sí, ya tenemos varias ciudades y esperamos que salgan muchas más. Y antes de Madrid, estrenamos en agosto en Avilés.