¿Qué significa para ti interpretar a Jardiel Poncela en un teatro como el Infanta Isabel en el que el mismo autor estrenó hasta cinco textos?
Casi has respondido tú con la pregunta. Supone revisitar y encarnar a alguien a quien admiro muchísimo. Jardiel siempre me ha parecido un autor excelente y extraordinario que me ha hecho reír. No sólo forma parte de la historia del teatro español del siglo XX, sino que abrió un camino. Pertenece a una generación brillantísima. El hecho de poder darle vida y prestarle mi cuerpo para que él se encarne y vuelva a un escenario como el del Infanta Isabel supone casi un ejercicio de espiritismo. Entre Jardiel y yo, aunque él no lo sepa, hay una vinculación enorme. Me gusta muchísimo, siempre me he reído con él y he recomendado a todo el mundo que lo leyera, tuviera o no tuviera que ver con el teatro. Es una persona que ayuda a vivir porque, cuando uno lee sus textos, mejora su estado de ánimo y, por lo tanto, su salud. De hecho, él tiene un libro precioso que se titula El libro del convaleciente que es muy recomendable para cuando uno se encuentra postrado en el lecho del dolor.
¿Crees que él llegó a imaginar que, con el paso del tiempo, alguien se subiría a un escenario para encarnarlo?
Apostaría que sí, porque era un hombre con mucha intuición y creo que él sabía que el tiempo le haría justicia, aunque sus últimos años fueron malos porque lo pasó fatal y estaba muy relegado, prohibido y censurado. Como era tan imaginativo y, además hablaba directamente con Dios en esa ‘tournée’ de vida maravillosa, pues intuyo que seguramente lo imaginó alguna vez. De hecho, su epitafio es: “Si queréis los mayores elogios, moríos”. Ya anuncia que él sabía que una vez que se muriera iban a empezar esos elogios. De ahí, a pensar que un nieto suyo algún día escribiría sobre él, pues no hay tanto trecho.
¿Qué cosas crees tú que tienes en común con él?
Diría que el talento no, pero el amor al teatro sí. Él amaba el teatro por encima de todas las cosas. Incluso, tuvo la oportunidad y empezó haciendo cine en Hollywood. Esto es algo que, además, se cuenta en la función. Él sabía que el teatro era su sitio y si tenía que reflexionar y elegir entre ambos, no dudaba, era el teatro porque le fascinaba. El teatro es la madre de todas las artes dramáticas, luego está el cine y la televisión, pero el teatro es un lugar que lleva prácticamente sin cambios desde hace milenios. Se han ido introduciendo elementos tecnológicos importantes que lo han hecho evolucionar, pero básicamente es la palabra y el texto. El texto, la palabra dicha y la conexión entre el público y actor, es una conexión directa, una vivencia, es casi una especie de ritual que sigue haciéndose igual que se hacía en la época griega o que se ha hecho en otras culturas, como la china o la africana, es decir, la narración, el contar la palabra viva entrando a través del oído del espectador y proferida por un actor o una actriz. Eso no ha cambiado. Jardiel y yo apostamos claramente por el teatro más allá de otras posibles actividades. No estoy despreciando el cine. Simplemente, que si tengo que elegir, pues me quedo con un teatro.
Ramón Paso escribe un texto centrado en su vida amorosa, ¿qué tipo de relación mantuvo con Josefina Peñalver?
Jardiel enamorado, que es el título de la función, resume el contenido, pero cuando hablamos del amor, Jardiel ama muchas cosas: desde mujeres como su madre y Josefina Peñalver, a multitud que pasaron por su vida, pero también ama el teatro, la vida, a sus hijas, a su perro, que le acompañó hasta el final de su vida. La obra no solamente relata historias de amor propiamente dicho. La relación con Josefina es la columna vertebral de la función porque fue, según Ramón Paso, la mujer de su vida. Por un lado, esa es la gran inspiración y, por otro, es el gran dolor por el hecho de haber vivido una historia preciosa que se trunca. Le ha provocado dolor no solamente a él, sino también al espectador. Es una grandísima historia de amor y, lamentablemente, como la mayor parte de las historias de amor hermosas, pues acaban mal o no transcurren de la forma tranquila que las haría más deseables.
A la hora de abordar la dramaturgia, ¿cuánto peso le pone Ramón Paso a la ficción y cuánto le da a los hechos biográficos?
Ramón ha sabido combinarlos muy bien porque, sin traicionar la esencia de Jardiel, hay sucesos y momentos que él se ha inventado con la intención de ilustrar. Hay huecos en la biografía de Jardiel, momentos y conversaciones que no se sabe exactamente cómo pudieron ser, pero que él ha querido imaginar haciéndolas partir de lo que sabe y todo lo que ha oído en la familia acerca de su bisabuelo. Creo que hay una gran fidelidad. La función empieza, de algún modo, diciendo: “Esta es la historia de mi vida y puede que haya cosas que no sean como las voy a contar”. Puede que algunas sucedieran antes, otras después, puede que todo esté desordenado, pero realmente nada es mentira y, además, es mi camino y lo voy a hacer a mi manera, como hizo Jardiel todo en su vida. Era un hombre valiente, original, inteligente y vivió como quiso, salvo en los últimos años que lo pasó muy mal. Desde ese espíritu es desde donde ha construido Ramón esta función. Habría que escuchar a Jardiel y que dijera: “No, esto no fue así. Aquí estáis patinando y aquí habéis fantaseado demasiado”, pero también para eso está la ficción del teatro.
Háblanos del trabajo de lxs compañerxs que te acompañan en escena.
Tienen muchísimo trabajo porque representan decenas de personajes y son cinco: Ángela Peirat, Ana Azorín, Inés Kerzan, Sergio Otegui y Rafa Ramos. Están constantemente entrando y saliendo de escena, cambiándose de vestuario y de registro. Tienen un trabajo complicado, mientras yo me mantengo durante toda la función haciendo un solo personaje. Ellos representan a personas como José López Rubio, Catalina Bárcenas, los empresarios Tirso Escudero, Ruiz Castillo, Josefina Peñalver, la madre de Jardiel, sus hijas… Su labor va a consistir en hacer virguerías en el escenario y fuera de este porque van a tener que cambiarse muy rápido. Va a ser una especie de ejercicio casi malabarístico y de travestismo constante.
He leído que a Jardiel se le criticó por misógino, por cómo retrataba a las mujeres en sus textos. ¿Cómo crees que escribiría si le trajéramos a nuestro tiempo?
Hay que tener en cuenta la época en la que él escribía. Hay textos, fragmentos, frases o expresiones que ahora mismo rechinan si no los contextualizas, de la misma manera que cuando lees textos clásicos puedes llegar a detectar unos momentos que hagan que te levantes de la silla. Él era un hombre de su tiempo. Si viviera hoy, seguramente no lo haría de la misma manera. No sé si era misógino, supongo que no, porque se le ha podido colgar el sambenito, que probablemente sea cierto, de seductor porque le gustaban mucho las mujeres y no perdía ocasión de flirtear, pero en ningún momento creo que se le ha podido tachar de acosador. La elegancia con la que escribe hace pensar en otro tipo de persona. Por lo que yo sé, por lo que creo y quiero creer, no tenía nada de misógino. De la misma manera que hoy todavía seguimos haciendo comentarios machistas que se nos escapan y nos tenemos que corregir a nosotros mismos, seguramente él corregiría textos de escritos de aquella época para poder contar lo mismo sin herir a nadie y sin faltar al respeto.
Dicen que a título póstumo publicó Misterio femenino, en el que al parecer confesaba que nunca fue feliz pese haber estado con las mujeres más inteligentes y bellas que España y Hollywood. No sé si esto se refleja de alguna forma en la obra.
La obra, en ese sentido, recoge que es un hombre insatisfecho. Es un hombre que nunca encontró la paz, ni la plenitud en el amor. Con la persona con la que más se acercó a eso fue con Josefina, pero como la historia no terminó bien, pues el resto de las relaciones podrían haber sido, desde una interpretación posterior, una especie de búsqueda de consuelo y de olvido de algo que había perdido y que quería, pero que nunca volvió a encontrar. Nunca más volvió a amar como lo hizo. La insatisfacción creo que es la palabra que podría definir la relación de Jardiel con el amor a las mujeres.
Hay gente que dice que el teatro del absurdo está pasado de moda. ¿Qué vigencia tiene hoy en día?
Siempre tengo bastantes precauciones con el tema de las modas. Las modas van y vienen, pero hay una serie de elementos tanto en el teatro, como en la política, como en el trato con los demás, que son universales y atemporales. La mirada hacia el mundo con esa ironía del teatro del absurdo me parece que no solamente no ha desaparecido, sino que sigue muy vigente. En mi caso, además de actor de texto teatral soy payaso, vivo constantemente con un personaje que se caracteriza por lo absurdo que resulta, tanto él como sus planteamientos. Trabajo con una silla, hablo con ella y no sé cerrarla, y me relaciono con los objetos como si fueran seres humanos. No sé si está fuera de la moda actual, pero desde luego que funciona y sigue teniendo resultados a la hora de contactar con el público, de provocar la risa y de llevar también a la reflexión. La propia vida es absurda. El teatro del absurdo no puede pasar de moda hasta que no desaparezcamos todos de la tierra. El comportamiento absurdo no solamente no pasa de moda, sino que no nos va a abandonar nunca. Somos muy absurdos y no vamos a poder escapar de ello.
Ramón Paso tiene muchísimas obras que comercialmente funcionan muy bien y además, se mantienen mucho tiempo en cartelera, ¿cuál crees que es el secreto de este autor y director?
Ramón es una persona que trabaja muchísimo, que dedica muchas horas a la escritura, a la dirección, a ver teatro, a leerlo… Esa pasión que siente por el teatro es como una esponja que absorbe estímulos por todas partes. Además, tiene una capacidad de trabajo muy grande como para escribir permanentemente. No todos sus textos serán buenos, pero en cada una de las cosas que escribe está aprendiendo y se está forjando como autor. Es muy joven, todavía tiene muchísimas cosas que hacer y decir. Es uno de los autores con bagaje cultural y recorrido más grande que tenemos. El secreto está en el trabajo.
Sigues teniendo en cartel de manera intermitente Encerrona en el Teatro del Barrio y has estrenado Los Milagros de Nuestra Señora, ¿qué nos puedes contar de estos proyectos?
Estoy metido en muchas cosas. Encerrona continuará siempre porque es uno de mis unos trabajos referentes. Últimamente, también estoy con recitales de música y poesía en los que trabajo con distintas personas como Los Milagros de Nuestra Señora, de Gonzalo de Berceo, acompañado por la arpista Sara Agueda o La risa en verso, junto al barítono Luis Santana. Aparte de estos recitales y de Encerrona, estoy grabando una serie para Movistar Plus+ titulada La vida breve, sobre el reinado de Luis I de Borbón.
Me gustaría saber ¿qué opinión tienes sobre eso de que el humor esté en los genes? En el caso de Jardiel, pues ya vemos el legado que ha dejado y en tu caso también tienes a tus hijos siguiendo tu estela.
Supongo que la genética marca mucho, pero en el caso del sentido del humor y de la comicidad pesa más la vivencia como aprendiz. Más allá de lo que pueda atraer genéticamente pienso que es la convivencia que se aporta en el diálogo. Nunca fui un niño gracioso, he ido aprendiendo como cómico. Me gustaba mucho, empiezas a jugar y a relacionarte con ello y vas encontrando el placer, que es el motor de este asunto. Puedes tener un padre muy gracioso, pero si no practicas la comedia o si no te dan muchos palos, después en la vida a lo mejor esa vena no despierta.
El filósofo Santiago Alba Rico dice que “hay que ser pesimista para defender la ingenuidad”. En tu faceta personal, estás involucrado en muchas causas sociales y me gustaría saber: ¿cómo gestionas emocionalmente la frustración?
Santiago es mucho más inteligente que yo y se expresa también mucho mejor. No debemos perder el tiempo con el pesimismo, porque nos desarma. Aunque seamos muy conscientes de que lo que podemos hacer no es demasiado, no hay que dejar de hacerlo. Por eso hay que pensar que siempre cambia algo. Trabajo en Payasos sin fronteras y lo que podemos hacer en lugares en conflicto es muy poco pero cuando ves que ese poco sirve de mucho, es decir, que las personas, pasados los años, todavía siguen recordando aquel momento, pues la huella de lo que hago, que aparentemente desaparece, no sólo no lo hace sino que sigue alimentando la esperanza de aquellos niños y aquellas niñas que un día vieron que los adultos no solamente son agresivos, sino que también pueden ser graciosos y entretenidos. Eso hace que diga: “¿Sirve para algo lo que hago?” Siempre digo que sí. ¿De mucho? No lo sé, pero dejar de hacerlo es lo que no sirve para nada. Nos lleva directamente a la destrucción. Prefiero estar activo porque por lo menos siento que estoy haciendo algo y que estoy en movimiento. Quiero seguir trabajando así, haciendo cosas en las que creo, sintiendo que no he entregado el alma y continuar apostando por un mundo poco mejor.
Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí