“A diferencia de Shakespeare, Lope apuesta por la comedia y por hacer un canto a la vida y el amor”
Tras el éxito de Lehman Trilogy y La cocina, Sergio Peris-Mencheta se embarca junto a su compañía Barco Pirata y la CNTC en llevar a escena Castelvines y Monteses (Teatro de la Comedia. Del 16 de abril al 13 de junio), obra ‘menor’ de Lope de Vega basada en la historia de los famosos amantes de Verona. Una comedia musical con un joven y talentoso elenco que promete ser una auténtica fiesta. Hablamos con él de este montaje, de los 10 años que cumple en mayo su compañía y de su otra faceta, la de actor.
Sergio Peris-Mencheta, de mal espectador a amante del teatro
Por David Hinarejos
Fotos Bárbara Sánchez
¿Al Sergio de 15 a 18 años le hubiera gustado este montaje?
Yo creo que sí, de hecho, de eso se trata, de acercar a Lope a los jóvenes. Siempre en todo lo que hago como director tengo en cuenta a ese Sergio que maltrataba a los actores desde el patio de butacas y que era tan mal espectador. También intento llevar a escena historias que podrían entretener a mis hijos, que tengan algo de cuento, que llamen al niño de cada uno.
¿Hay previstas funciones escolares o acuerdos con institutos?
Sí. Tengo un listado de todos los profesores que van a traer a sus clases, como 25 institutos, y voy a llamarles para proponerles algunas actividades y poder visitarlos, así los chicos cuando vengan al teatro lo entiendan mejor y se sientan más identificados. Es un pretexto estupendo para poder hablarles de Lope, de la obra, del oficio de ser actor y para que entiendan que el teatro está hecho para ser actuado, a ver si profesores y alumnos se animan a escenificar la obra, aunque sea un par de escenas. Yo creo que hay una pedagogía importante que hacer ahí, como digo siempre «antes de llenar los teatros de colegios hay que llenar los colegios de teatro». Es la primera vez que la Compañía Nacional de Teatro Clásico lleva a cabo esta experiencia y yo creo que vamos a servir un poco de conejillos de indias para ver cómo funciona. A mi modo de ver el teatro comparte muchas cosas con una misa, hay un estrado o escenario donde alguien hace que todo el mundo comulgue con una experiencia común, pero la diferencia fundamental es que cuando uno va a la iglesia en un pueblo o en un barrio la gente ya se conoce entre ellos. En el teatro no ocurre así normalmente, y eso es precisamente lo que es mágico. Por eso, cuando tú haces teatro eres mayoría encima del escenario y la historia que se va a contar pasa a través de ti y el público va a conocerse entre comillas, compartir algo, gracias a eso. Pero cuando viene un colegio ya vienen conocidos de casa y ellos son mayoría y generalmente pasa lo que pasa, que suele ser una experiencia dura para los actores y nada enriquecedora para ellos.
¿Cuándo surgió en ti el amor por el teatro?
A mi me llegó tarde la pasión por el teatro. Apareció ya cuando estaba estudiando en el Liceo francés, que tiene un teatro fantástico. Empecé a entender el teatro con una obra que vi allí de la compañía Dram.Bakus que se llamaba Opération Fu. Era una obra llena de imaginación, muy pirata, muy lo que luego hemos intentado llevar a cabo en Barco Pirata. Me fascinó y fue la primera vez que me quede pegado a la butaca y deje de ser ese tipo de espectador inaguantable que luego tanto he tenido que sufrir. Desde ahí ya recibí el teatro de otra manera.
¿Y por la dirección teatral?
Para mí hay un antes y un después de La trilogía de los dragones de Robert Lepage, sin duda un paso más en esa idea de teatro imaginativo que hace que el espectador esté muy participativo. Y como importante también el momento en el que decido tomarme la dirección en serio con Incrementum, donde me quito un poco ese miedo al rechazo al artista polifacético que hay en este país. Ese pensamiento de “si ha salido de Al salir de clase ¿cómo va a dirigir teatro?”. Eso fue gracias a Manuel, un tipo que es numerólogo, que me djio 5 años antes que tenía que dirigir y al que tras hacer El Capitán Trueno vuelvo y me insiste en que invierta el dinero que había ganado haciendo esa peli en lanzarme a la dirección en un proyecto con mi chica, la actriz Marta Solaz.
10 años de Barco Pirata
Se cumplen ahora en mayo 10 años de aquello y del nacimiento de vuestra compañía Barco Pirata. ¿La ilusión y las ganas se mantienen?
Siento que me puede salir mejor o peor, puedo estar más acertado o menos, puedo abarcar más de lo que puedo apretar, pero siento que es lo mío. Con la interpretación no me pasa tanto. Me explico. Cuando dirijo no tengo ningún proceso de sufrimiento, ni siquiera en relación con el resultado, sin embargo, como actor hay varios momentos del proceso donde sufro: el aprendizaje del texto es un sufrimiento y un coñazo, es complicado dar con un proyecto donde uno vaya todos los días con ilusión a hacer el trabajo y más en lo audiovisual donde el actor casi no forma parte del hecho creativo. Como director cuento las historias que quiero y como me da la gana, rodeado de la gente que me apetece. Estoy jugando en casa, eso lo he sentido siempre. Además, mi faceta como director casi nace a la vez que la de actor. El grupo universitario en el que empecé con la interpretación perdió enseguida a la directora y yo dije “pues me lanzo”, como era el capitán en esa época de la Selección Española de rugby pensé que debía ser parecido. Me puse a dirigir y conecté con una especie de facilidad para no estar en la duda permanente, el miedo, en la crítica, sino en la seguridad de querer contar algo de una manera determinada. Luego ya es una suerte si esa visión gusta. Yo es que realmente pagaría por dirigir, y es que realmente no me gano la vida como director.
¿Cómo de importante es tu trabajo como actor para la supervivencia de Barco Pirata?
Es fundamental, actualmente sin mi trabajo en la serie Snowfall en Estados Unidos no podría estar dirigiendo en España dos obras: Castelvines y Monteses y Una noche sin luna. Y mucho menos la primera con 13 actores, con el pulmón que necesitamos para eso y el tiempo que me requiere.
Y las dos girando a la vez… porque Una noche sin luna ya está en algunos escenarios de la Comunidad y en junio llegará al Teatro Español. Danos una pincelada de lo que nos encontraremos en este montaje.
Es un homenaje al poeta que ha escrito y protagoniza Juan Diego Botto, pero no solo al poeta sino a todos los desaparecidos durante la dictadura. Juan sigue escribiendo sobre los desaparecidos igual que hizo En un trozo invisible de este mundo. Creo que muchos van a a descubrir algunas facetas de Lorca y, sobre todo, con sus conferencias y escritos todos podemos aprender muchas cosas sobre España.
¿Qué obra ha marcado un antes y un después en vuestra andadura?
En un primer momento Un trozo invisible de este mundo que vino de la mano de Juan Diego Botto tras ver Incrementum. Y luego, por ser ya creación 100% mía y la importancia en la supervivencia de la compañía gracias al éxito, La cocina.
Hay un nombre fundamental en la trayectoria de Barco Pirata: Nuria Cruz-Moreno.
Nuria es mi compañera, mi amiga, mi confidente, mi gestora también (risas). No me cansaré de decirlo, realmente Nuria es Barco Pirata, es quien se encarga de mantener el barco a flote.
La imprescindible aportación de José Carlos Menéndez
¿Cómo te llega este proyecto y el texto?
Pues se remonta a 2014. Helena Pimenta me propone dirigir a la Joven Compañía de Teatro Clásico y le ofrezco realizar una versión de Castelvines y Monteses junto a José Carlos Menéndez. Carlos, que falleció lamentablemente en 2019 sin poder ver el montaje en pie, fue quién me lo descubrió. Me pareció el texto perfecto para hacer con actores jóvenes porque es una historia sobre cómo superar esos muros que levantan los mayores y las puertas que trata de abrir en ellos el amor. Lo que pasó entonces es que me surge la opción de hacer la serie Snowfall y no pude rechazarlo. En la CNTC tuvieron la deferencia de guardar el texto para que lo pudiera dirigir yo en un futuro. Cuando se retoma para esta temporada cambia el formato, entrando ya como coproductores con Barco Pirata y no se ha realizado con la Joven Compañía, aunque el elenco elegido bien podría pertenecer a ella, incluso algunos han formado parte en años anteriores.
¿El texto original en sí se ha tocado mucho?
Se ha respetado completamente, pero sí se han recortado partes porque el original podría durar cerca de 4 horas. Para eso fue fundamental la labor de Carlos, que era un experto en la época, guiándome en todo momento para que la dramaturgia se sostuviera. Por ejemplo, a la hora de querer cortar esto o aquello me decía cómo debía respetar la métrica, etc.
La obra de Lope se inspira en el mismo relato de Matteo Bandello en el que lo hizo Shakespeare para su Romeo y Julieta. Sin embargo, está considerada una obra menor del madrileño.
A mí me parece que sobre todo la primera parte no tiene nada que envidiar a Shakespeare, lo que pasa es que a partir de ahí, a diferencia de éste que tira hacia lo trágico, Lope claramente apuesta por la comedia, por darle más importancia a los personajes cómicos y hacer un auténtico canto a la vida y al amor dotando a la historia con cierto carácter mediterráneo. Además, es significativo que él no la llama Roselo y Julia sino que le pone el nombre de las dos familias, de los dos bandos. Lope se ríe un poco de todo este odio entre familias. Hay que tener en cuenta en el tono que impone Lope que estamos en pleno Siglo de Oro y están muy presentes las fiestas barrocas y esto aportaba una mirada irónica sobre las tragedias clásicas.
La escenografía remarca muy bien esta rivalidad, con dos muros enfrentados.
Me inspira mucho una canción de Carlos Varela que tiene unos versos que dicen: “Desde que existe el mundo hay una cosa cierta, unos hacen los muros y otros las puertas”. Le planteé desde el principio a Curt Allen Wilmer una escenografía un poco en esa línea porque me facilitaba poder contar la historia de unos jóvenes que realmente buscan la unión.
¿Cómo se superan aquí la venganza, el odio, esa parte del mal llamado honor tan dañino?
A través del peso del personaje de Roselo que se salta las normas. Hay que tener en cuenta que aquí no es fortuito el encuentro de Roselo y Julia, como si lo era el de Romeo y Julieta en un baile de máscaras. Roselo toma las riendas de su vida y harto de las desavenencias y luchas entre las familias decide colarse en una fiesta de los Castelvines para provocar un cambio.
La música tendrá un peso esencial, tanto para aportar ese tono festivo que tiene el montaje como para contextualizar la historia.
Al comenzar un proyecto siempre intento empezar por buscar una música que me inspire en el proceso, vaya a estar presente después o no. En este caso fue esa música italiana que escuchaba cuando iba con mis padres a la playa de los 60, 70 y 80: Franco Battiato, Domenico Modugno, Rita Pavone, Renato Carosone… Al final la hemos terminado utilizando en la función para contextualizar la acción en una Italia muy ‘sorrentiniana’, tipo La grande belleza, con ecos del Gato negro, gato blanco de Emir Kusturica. Hemos convertido a los Castelvines en los dueños de un restaurante llamado El castillo de los vinos y a los monteses de una taberna llamada El gato montés.
También veremos baile o elementos circenses combinados con el verso. A los 13 jóvenes intérpretes no se les puede pedir más.
Hacen de todo, los 13 cantan, bailan y tocan instrumentos formando una verdadera orquesta. Y a la vez trepan muros y trepan versos. Es alucinante su trabajo. Aunque sea un tópico ¡cómo vienen las nuevas generaciones!
¿Cuántas veces os habéis planteado abandonar el proyecto ante la situación con la pandemia teniendo un equipo tan grande?
Muchas veces. Incluso antes de la pandemia al ser una producción muy complicada para girar. Tiramos para adelante y una vez hechos los castings, y con parte de los chicos que eran de fuera de Madrid con casas ya alquiladas, aparece el Covid 19. Y no solo pasa eso, sino que además tenemos un brote en la compañía. Aún así decidimos seguir sobre todo por no dejar en la calle a 20 personas, incluso cuando después el protagonista decide no continuar. Hemos tenido que superar varias crisis.
Como actor en EE.UU.
Se acaba de estrenar la temporada 4 de Snowfall. ¿Habrá quinta?
Sí. Está confirmado, empezamos a rodar en septiembre. Una de las cosas positivas entrecomillas de la pandemia es que ahora mismo es más fácil que se caigan proyectos nuevos que otros que ya están montados. También es verdad que cada temporada está teniendo mayor repercusión en Estados Unidos, sobre todo entre la población afroamericana. Es una serie de estas de a fuego lento y en la cuarta temporada florecen muchas de las semillas que se plantaron en la primera y en la segunda.
https://youtu.be/4cJChxOVAac
A nivel interpretativo, ¿cómo es la experiencia de formar parte de una gran producción como ésta?
La suerte es que en Estados Unidos a partir de la segunda temporada el actor es casi un solo Showrunner de su personaje y de su línea argumental. A mi me preguntan constantemente, me reúno con el equipo de guionistas y me proponen opciones para que opine como lo veo. En el set ocurre lo mismo porque los realizadores no saben más que tú de tu personaje. Eso es una gozada para un actor.
¿Estás dejando pasar propuestas al estar sumergido en la serie y el teatro?
Por un lado, el contrato con la serie me impide hacer algunas cosas y por otro tampoco tengo mucho tiempo. Aún así, tengo pendiente de estreno una serie que hecho en México muy muy divertida que se estrenará en Halloween de este año’ donde soy protagonista y creo que durará más de una temporada, y también se estrenará en breve una película para Netflix.