«La improvisación ha sido el regalo más grande de mi vida porque me ha hecho viajar en mi cabeza»
Michel López, Santiago Sánchez, Carles Castillo, Carles Montoliu y Víctor Lucas o lo que es lo mismo, L’om Imprebís presentan a partir del 1 de septiembre, Hoy no estrenamos en el Teatro Alfil. Una escuela de teatro de barrio es el lugar en el que se dan cita hasta 12 personajes muy diversos interpretados por Carles Castillo y Carles Montoliu, pero ¿cuáles son los motivos por los que estas personas llegan hasta allí?
Carles Castillo nos da algunas pistas sobre el espectáculo en esta entrevista y nos cuenta las claves del éxito de esta prestigiosa compañía que rinde tributo al teatro a través de esta disparatada comedia.
Cómo hacer Hamlet y no morir en el intento
Por Ka Penichet
Todos los personajes tienen en común que van a clases de teatro ¿nos queréis plantear la posibilidad de hacer teatro como alternativa a la terapia?
La mayoría de los personajes que se apuntan a esa escuela de teatro son personas mayores. Hay un militar, un torero, una enfermera vasca cansada de las urgencias de hospitales después de la pandemia… La dignidad de todos es increíble, la parte íntima de cada uno es la menos divertida, pero a la vez la más humana. Lo bonito de todo es que durante todo el tiempo se van preparando las clases de teatro que Santiago Sánchez, que es codirector de la obra, hace de director de la escuela y tiene que hacer como un poco de terapia con los personajes porque cada uno es de un padre y una madre. Al final, como trabajo de fin de curso cada uno tiene que interpretar a un personaje de Hamlet. Imagínatelos intentando hacer un Hamlet (risas). Es muy bonita, tierna, divertida y estoy muy contento de haberla retomado.
¿Qué te parece que una persona se apunte a clases de teatro aficionado?
Para mí una persona de 50 ó 60 años que decide levantarse un poco del sofá y apagar un poco la tele e ir dos días de la semana a clase de teatro, aunque sea solo hacer gimnasia y recitar un poema me encanta. Para mí un pensionista más de teatro es un militar menos viendo la tele.
A la hora de escoger estos personajes ¿qué criterios se usaron?
Al empezar los ensayos, Michel López tenía seguramente una pequeña idea y se preguntó quién se podría apuntar en una escuela de teatro. Hicimos una selección entre más de 40 personajes. De ahí fuimos filtrando qué personajes podrían aportar que fueran muy dispares a la vez, pero con cierta cercanía. Algo muy extremo es que un torero se apunte a una clase de teatro. Contrastan mucho los problemas que solemos tener con la imagen de las personas. Carles Montoliu y yo interpretamos 6 personajes cada uno durante la obra y, solo con un objeto, la gente identifica qué personaje es, bueno y por la voz y la manera de hablar.
¿Cómo se levantó la dramaturgia de la pieza?
Nosotros empezamos a trabajar la dramaturgia a partir de las emociones de los personajes. No puedo hablar de qué emociones partían mis compañeros, pero creo que lo bonito es que fueran personajes muy normales pero que nunca pensarías que se fueran a apuntar a una escuela de teatro. La parte humana de cada uno de los personajes es lo más interesante de la obra. Yo creo que nuestros personajes se apuntaron a estas clases de teatro por soledad, para conocer gente y, otros, vete tú a saber.
Y ¿cómo se pone en común la propuesta dramatúrgica con el trabajo de dirección?
La dramaturgia parte de la improvisación y grabamos todas las sesiones de 4 ó 5 horas diarias con video y audio y luego se transcribe todo y de ahí vamos seleccionado qué entra en el texto. Hay un trabajo detrás de mesa muy grande y muy exhaustivo. Eso es lo que la gente no ve.
Cuando te iniciaste en esta profesión, ¿lo hiciste para resolver conflictos personales?
Yo creo que los actores sin querer hacemos terapia con esta profesión. Estamos muy mal de la cabeza. Estamos en la lista negra de los psicólogos (risas). Si se le tiene que llamar terapia, pues terapia. Me da igual. Nos divertimos mucho, ensayamos mucho, estudiamos mucho. Hay mucho esfuerzo y mucho rigor en cada cosa que hacemos. Y hay diferencias como en todas las compañías de teatro, pero tanto Carles Montoliu, Santiago Sánchez, como yo llevamos más de 30 años juntos, algo habrá. Más que paciencia, tenemos que escucharnos más. Ya sabemos quiénes somos y no hemos cambiado tanto, o sí y dejarte llevar y ya está. Yo creo que eso es un poco la magia que hace que llevemos tanto tiempo juntos. A este espectáculo se ha unido Víctor Lucas que ya trabajó con nosotros en Imprebís.
Llevando tantos años haciendo comedia, ¿qué balance haces de este género a lo largo del tiempo?
La comedia que se hacía antes, bajo mi punto de vista, estaba toda escrita por autores y compañías considerables. Era un tipo de comedia desde los típicos bulevares a espectáculos de comedia como podía hacer Lina Morgan o la gran Esperanza Roy a la que quiero muchísimo, Lola Herrera, Terele Pávez, con la que tuve la suerte de trabajar más de 5 años en gira. Imagínate tener yo a esa mujer enfrente cada día, todas las noches. Era un trabajo ya hecho. En el caso nuestro, esta comedia ha sido escrita y se ha trabajado a partir de improvisaciones para luego confeccionar toda la dramaturgia. Creo que hoy en día hay otras compañías que seguramente hayan escrito sus propios espectáculos en dirección a la comedia a partir de improvisaciones. Yo creo que ha valido la pena. Tiempo para hacer los clásicos siempre hay, pero también tiene que haber tiempo de abrir una ventanita más.
¿Consideras que ahora estás más expuesto a la autocensura que en tus inicios?
Depende del día (risas). Hay días que soy bastante autónomo y otros que no. Cuando un texto te entra a la primera y en los ensayos te sale bien, te relajas y te crees más estupendo y a lo mejor no va en la línea de lo que es el trabajo y te relajas demasiado. Hay días que yo me exijo mucho, me pongo nervioso en los ensayos, con los compañeros y me vengo a casa un poco frustrado, pero a lo mejor ese día el trabajo ha valido más la pena porque me ha hecho abrir los ojos al personaje. Hay mucha censura y sino ya estamos los compañeros para censurarnos a los otros.
¿Cuál es la receta mágica de esta compañía para mantenerse siempre en la cresta de la ola?
No hacernos caso (risas). Somos muy amigos a nivel particular. Podemos tener diferencias encima de los escenarios, en los ensayos en todo lo que quieras. Hemos hecho muchos kilómetros, recorrido infinidad de países, pero cuando acabamos nos preguntamos: «¿Dónde cenamos?». Y nos vamos a cenar o a tomar una copa. A veces hay un punto de desunión, que no se me entienda mal, también hay un punto unión para juntarnos otra vez. Cada uno somos de un padre y una madre. Tantos años juntos no es fácil pero tampoco es un esfuerzo. Si ninguno quisiéramos estar aquí, no estaríamos.
¿Cómo se triunfa en teatro viniendo desde la periferia?
Nosotros fuimos una compañía pionera en traer la improvisación profesional a España. No fue una acogida fácil porque empezamos en Valencia, mucha gente dudaba y pensaba que estaba todo preparado. Luego te das cuenta que cuanto más duda la gente es genial porque cuando viene a verte se da cuenta que no está nada preparado y es la primera persona que antes te criticaba y ahora la que hace arrastrar a todo el mundo. Es la mejor publicidad. Conseguirse ese hueco en España y en Madrid precisamente, ha sido a base de trabajo, trabajo, esfuerzo y somos bastante cabezotas en no bajar la guardia y estar ahí. El Teatro Alfil es nuestra segunda casa, aunque hemos estado en muchos teatros. Hay que ganárselo día a día. No hemos hecho un acto heroico, ha sido fácil encajar en el sentido de que han valorado mucho el trabajo y se ha facilitado el volver.
Sin duda alguna, eres un actor bastante entrenado para enfrentarte a cualquier papel e incluso has hecho callo, pero ¿a qué miedos te enfrentas cuando te subes a un escenario?
Ya no hay miedo, hay responsabilidad. Llega un momento que forma parte de tu vida. Si no estás ensayando, estás de gira. Si no estás encima de un escenario y si no estás viviendo cada día que te levantas y tienes que hacer el espectáculo de cada día que es salir a la calle a comprar y a hacer tu personaje que te guste o no, eres tú. Es un poco responsabilidad. Cuando estrenas siempre hay más miedo, pero cuando llevas un rodaje todo coge el ritmo.
Háblanos del trabajo que haces en Improasistencia.
Ahora no estamos trabajando por el tema de la pandemia, pero estoy pendiente de retomarlo a corto plazo. Estoy en el área de oncología con pacientes en fase terminal. También hago quirófano para mantener el estado de ánimo del paciente y que pueda convivir con su enfermedad desde el lugar más positivo posible. Es un trabajo muy humano. Intento saber escuchar y estar donde tengo que estar. También participo en conferencias de médicos sobre técnicas de comunicación: cómo dar malas noticias, qué hacer cuando no hay nada que hacer…
Definitivamente, y para cerrar la entrevista, ¿animas a la gente a que se apunte a clases de teatro?
Me gustaría animar a cualquier persona de cualquier edad a apuntarse a clases de teatro para que disfruten de una faceta nueva, conozcan nuevas personas. La improvisación ha sido el regalo más grande de mi vida porque me ha hecho viajar por todo el mundo y viajar en mi cabeza. No sé si solo lo hubiera logrado con una mayor sensibilidad, una mayor tolerancia, una mayor locura. Creo que mi nivel intelectual cada día está peor, cosa que de la que me alegro mucho. Eso me hace ser feliz, ser creativo, ser surrealista…luego cada uno, como dicen en el pueblo, entierra a su padre como quiera. Siempre con humor, el humor es fundamental.