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Blanca Li

‘Le Bal de Paris’, la realidad (virtual) según Blanca Li

“Me da la vida meterme en algo que no he hecho antes sin saber qué va a salir de ahí”

Presentarla como coreógrafa sería quedarse sólo en la superficie del vasto universo creativo que abarca su trayectoria. Cineasta, performer, cantante, actriz… lleva toda la vida triunfando por el mundo con sus espectáculos y una energía desbordante y contagiosa. Hablamos con ella en estas páginas sobre el estreno absoluto de su revolucionario (no podía ser de otra forma) espectáculo en realidad virtual, Le Bal de Paris, y sobre su labor como actual directora de los Teatros del Canal.

 

Por David Hinarejos

 

La constante búsqueda de nuevos retos profesionales y nuevos lenguajes

 

En diciembre entramos de lleno en el grueso de la programación que has preparado para esta temporada. Supongo que estás entre cruzando los dedos y deseando que lleguen muchas de las propuestas.

Va a ser una temporada difícil, vamos a tener que ser muy flexibles y estar abiertos a todo tipo de cambios y sustos. Para mí lo más importante es seguir y tener el teatro abierto proponiendo espectáculos, aunque se realicen cambios puntuales. Por ejemplo, hemos podido reprogramar prácticamente todo lo que se canceló desde marzo. Hemos hecho esta promoción con muchísimo cariño y lo que más deseamos es que puedan llevarse a cabo todos los montajes.

En cuanto a la situación respecto a la COVID-19, ¿durante estos meses ha habido momentos en los que habéis estado cerca de echar el cierre al público?

Hay muchos sitios de España que como está ocurriendo en Madrid se ha respetado el hecho de que la cultura es necesaria y está demostrando ser segura. En otros países no es así y la verdad es que me da mucha pena. Las medidas de seguridad por parte de los espacios y la responsabilidad del público está siendo ejemplar. Cuándo estás sentado en tu butaca no necesitas hablar, está todo el mundo con mascarilla, no hay ningún tipo de intercambio. Realmente un sitio seguro, hoy en día, es un teatro o un espacio cultural.

Obviamente, para los teatros públicos es mucho más sencillo porque para los privados las limitaciones de aforo complican mucho la continuidad.

Por supuesto, estoy que decirlo también. Un teatro privado no se puede permitir estar al 50 % durante ciertos meses, pero en los teatros públicos tenemos la responsabilidad de que la cultura pueda seguir adelante. Es importante, vemos como el público en esta situación valora aún más el esfuerzo que hacemos.

 

¿Hay pensada una alternativa, un plan b, por si sucede el peor escenario?

Es importante lo primero dar tranquilidad a los artistas, sobre todo los que vienen de fuera de España, que tienen mucho miedo por todo lo que se dice en sus países respecto a lo que pasa aquí. Preferimos no ponernos por ahora en el peor de los casos aunque como se hizo en marzo hay alternativas para mantener cierta actividad si llega el caso de tener que cerrar.

Durante toda la temporada Teatros del Canal alberga danza, teatro, circo, magia… Dar cabida a distintos formatos y géneros responde a la función social que crees que debe tener un teatro público o es por gusto propio, dada tu multidisciplinar trayectoria.

Un teatro público de las dimensiones de Teatros del Canal y que además tiene tres salas tan diferentes entre sí tiene la posibilidad de ofrecer cosas muy diversas y para todos los públicos. Aparte yo soy una persona que llevo muchísimos años fuera y viajando por todo el mundo y he trabajado con profesionales de muchos ámbitos, he trabajado en ópera, teatro, cine… Tengo un amor muy particular por la diversidad, creo que hay cosas maravillosas en lo tradicional y lo clásico, como lo hay en lo contemporáneo y en todo lo que es vanguardia.

¿Qué es lo que más te sedujo de poder dirigir una institución como Teatros del Canal?

Yo quería que el Canal no solo fuera un espacio de exhibición sino también de creación. Estamos llevando acabo muchos proyectos, en el Centro Coreográfico tenemos 30 compañías residentes te están llevando a cabo muchas creaciones y tenemos en marcha distintas coproducciones teatrales vamos a hacer este año. Y estamos llevando a cabo varios ciclos, por ejemplo Canal Connect que van a ser 10 días en el que canal se va a llenar de ciencia y tecnología por todas partes y no solo en los escenarios. Con mesas redondas en, encuentros, talleres, una exposición de obras que van a estar por todo el edificio de artistas que crean a partir de la tecnología para hacer sus proyectos. También está Canal Street, que es muy parecido pero centrándonos en artes urbanas. Me gusta mucho esa idea de que no solo sea un teatro sino un espacio en el que sabes que vayas cuando vayas están pasando cosas.

Madrid, como ciudad, ¿también te atraía especialmente?

Sí, es una ciudad que me encanta yo vivido aquí gran parte de mi vida. Es un poco homicida también. He tenido relación con muchos artistas de la ciudad, pero también estoy descubriendo a toda una generación que no conocía. Siempre ha sido una de las ciudades de Europa con más energía y desde el canal siento que puedo ayudar mucho a ser una especie de motor de creación para canalizarla.

Supongo que especialmente esto es muy importante en el caso de la danza.

Claro, imagínate, con lo que yo amo la danza y teniendo el canal como tiene nueve estudios de danza. Es muy raro encontrar algo así y se puede aprovechar mucho para la profesión. No solo albergamos a las 30 compañías residentes sino que ofrecemos un espacio para compañías de Madrid que necesitan lugares para ensayar. Al final se juntan tantos creadores que se está convirtiendo en un poco la casa de la danza. Yo muchos días me paseo a ver un poco como van y es precioso ver la energía que se está generando.

Blanca LiPrimera mujer coreógrafa a la Academia de Bellas Artes francesa y multipremiada internacionalmente. En España, aunque has recibido ciertos reconocimientos como la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, ¿te gustaría que tu trabajo como coreógrafa, pero también como cineasta por ejemplo, fuera más conocido por el público?

Lo primero que hay que decir es que el público de la danza en España es minoritario. Eso es lo primero que habría que cambiar. Hay muchísimos espectadores que no ha ido en su vida a ver un espectáculo de danza hay otros aspectos como que el hip hop apenas ha llegado a los teatros, que no se pueda ver a las grandes compañías clásicas en muchos escenarios fuera de Madrid o Barcelona… muchos programadores tienen miedo a la danza porque creen que a la gente no le va a gustar y al final la gente no puede descubrirla. En cuanto a mí, es normal cuando estás muchos años fuera que se te conozca menos o estés fuera de foco.

En las actuales circunstancias, quedémonos con cosas positivas. Como creadora, ¿qué momento es el que más disfrutas a nivel personal? Y como gestora, ¿cuál es el más satisfactorio?

Como creadora al momento que más me gusta es este el que en el que estoy creando, es como una droga. No puedo vivir sin crear. Puedo dedicarme a muchas cosas pero siempre tengo que en un momento de mi vida la creación está presente. Cuando estoy con mis bailarines con mi cuaderno, imaginando, pensando es el momento más mágico. Como gestora, como soy tan creativa lo que me encanta es recibir constantemente propuestas de artistas que están en el mismo momento que yo. Me cuentan sus sueños, y eso es precioso.

 

«Le Bal de París supera en complejidad a todo lo que he hecho hasta ahora»

 

Por poner algunos ejemplos: Macadam Macadam (1999), un espectáculo de hip hop que se ha convertido en referencia de la street culture; Robots! (2013), que introducía en escena máquinas inteligentes como parejas de los bailarines; Diosas & Demonias (2015), con la estrella del Bolshoi ballet Maria Alexandrova; o Elektrik (2017), una sorprendente aproximación al Electrodance. Está claro que lo tuyo no es repetirte, ¿Buscas constantemente explorar nuevos lenguajes y jugar con distintos elementos?

Sin duda, es que para divertirme tengo que estar con la excitación de lo desconocido. Me encanta saber que me estoy metiendo en algo que no he hecho antes sin saber qué va a salir de ahí. Es lo que me da la vida. No me gusta la sensación de repetirme. En el caso de Robots! creía que había sido lo más difícil que había realizado nunca, pero Le Bal de París creo que le está superando en complejidad.

En esta última producción vuelves a plantear un montaje rompedor, metiendo en escena la realidad virtual. ¿De dónde nace esta idea?

Surge porque yo soy una amante de la tecnología: voy a festivales y ferias, conozco a artistas que trabajan inventando nuevas maneras de narrar a través de ella… bueno y ya había abierto esta puerta en Robots! y con una película que rodé en 360°. Lo que quiero decir es que llevo años sumergida en ese mundo, realmente he tenido que esperar a que llegaran los avances que necesitaba para llevar a cabo lo que tenía en la cabeza. Sólo buscar la tecnología correcta para este espectáculo nos ha llevado un año de trabajo.

Teniendo en cuenta que una parte fundamental de la producción era crear el entorno virtual, ¿en quién te has apoyado para realizar esa parte técnica?

Principalmente en BackLight Studio, una empresa de París dedicada a la realidad virtual que conocí en el Festival de Venecia cuando sólo tenía puestas por escrito las líneas generales de lo que quería hacer. Recuerdo que cuando me reuní con ellos me dijeron que era una locura, que no se había hecho antes, pero que ellos creían que podían ayudarme a llevarlo a cabo.

Puedes concebir el proyecto más revolucionario, pero luego hay que conseguir que mucha gente confíe en él. En este caso han participado entidades de cinco países diferentes (España, Francia, Alemania, Luxemburgo y EE.UU). ¿Cómo se hace eso?

Ha sido muy muy muy complicado. Lo cierto es que muy poca gente entendía el proyecto hasta que desarrollamos un primer test en el que invitamos algunas personas para que comprobarán que la tecnología que proponíamos funcionaba. Ya con algo de material para enseñar empezamos a tener los primeros fondos para crear el primer piloto. Con él, eso fue hace un año, pudimos mostrar esta versión corta del espectáculo y conseguir coproductores y entidades colaboradoras.

Uno de esos colaboradores ha sido ni más ni menos que Channel.

Al final todos los aspectos del espectáculo se han trabajado como en cualquier otro, es decir, hay que trabajar la luz, el decorado, la música… lo que pasa es que se materializan de manera diferente. Para el vestuario yo tenía en mente desde el principio que los vestidos y los trajes que aparecen en la realidad virtual fueran algo especial, auténtico y muy parisino, acorde al espacio maravilloso que va a recorrer el público. Me planté en Channel y les planteé la opción de crear una colección virtual exclusiva para que los participantes pudieran elegir su indumentaria. Lo increíble fue que les encantó la idea (risas). Nos han ayudado muchísimo porque además las prendas deben tener cierto movimiento y poder reaccionar a tu cuerpo. En esto también el equipo de grafistas con el que trabajamos de Luxemburgo ha hecho un trabajo fantástico.

En pocas palabras, ¿cómo explicarías lo que es Le Bal de París para que el público pueda hacerse una idea?

Realmente es como si fuera un musical, hemos escrito una historia de amor, en la que nos sumergimos en una fiesta y recorremos distintos espacios siguiendo a los actores protagonistas de la narración.

¿Y cómo es la mecánica en cada función?

Lo primero decir que debido a la COVID-19 el comienzo de la función ha cambiado un poco. La idea era que llegara el público y en una especie de bar bailaran y se relacionaran antes de entrar en la fiesta virtual. Esto por ahora lo hemos descartado. Así que, en diciembre lo que va ocurrir es que cada espectador va a llegar y se le va a equipar directamente con el casco de realidad virtual; una especie de mochila con un ordenador a la espalda y cuatro captores, en las manos y los pies, que hacen que cuando se mueven por el espacio se cree una imagen virtual en tiempo real de su cuerpo, su movimiento, su ropa, etc. Los participantes se ven unos a otros, pero lo que están viendo es la proyección, o un avatar si quieres llamarlo así, de cada uno. En cada función entran 10 personas que comparten la experiencia con tres bailarines que hacen de los personajes principales y llevan la narración.

¿Es importante que los asistentes interactúen?

Pueden o no participar. Con la pandemia hemos limitado los bailes en los que se cogían de la mano y cosas así. Pero pueden seguir bailando e interactuando con la distancia requerida.

¿Cuántas funciones se desarrollan al mismo tiempo?

En el Canal hemos montado 5 salas y en cada una hay 3 bailarines diferentes.

No podemos olvidar la importancia de la danza dentro del espectáculo. ¿Qué estilo has buscado en las coreografías?

Lo primero que tuvimos que tener en cuenta era que las coreografías se pudieran realizar con todo el equipo tecnológico que tenían que llevar a cuestas. A partir de ahí hemos creado un lenguaje corporal para cada personaje y después las coreografías responden a las necesidades de cada escena, a modo de musical. Hay tres actos y en cada uno hay músicas diferentes, todas han sido creadas por mi colaborador habitual Tao Gutiérrez. El primero es como un gran vals, con lo cual las coreografías beben más de lo clásico; el segundo es como una Garden Party, en la que se desarrollan una especie de danzas tradicionales que nos hemos inventado; y el último acto es más como tipo cabaret.

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