La historia y el personaje de Pepita Jiménez resuenan con fuerza en la memoria de las letras de nuestro país. Una mujer nacida de la pluma del cordobés Juan Varela en 1874 que, desde la Andalucía donde se sitúa la novela a la que da nombre, ha sabido conquistar los corazones de millones de lectores, y después espectadores, con su salto a los escenarios, al cine y la televisión. En Madrid, incluso, tiene su propia estatua en el Monumento a Valera situado en el Paseo de Recoletos, frente a la Biblioteca Nacional de Madrid.
Pero lo que aquí nos ocupa, es la versión lírica de su relato, aquella que escribió el inglés Francis Money-Coutts para que su amigo Isaac Albéniz compusiera la partitura. El estreno de la zarzuela resultante se realizó en el Liceu de Barcelona en 1896 en italiano, y no fue hasta 1964 cuando se pudo disfrutar en castellano en el Teatro de la Zarzuela. La puesta en escena original ha sufrido diferentes cambios desde entonces, siendo la versión realizada por Pablo Sorozábal, mucho más trágica y con un final nefasto para su protagonista, la elegida para la nueva producción del Teatro de la Zarzuela que presentamos.
UNA NUEVA PRODUCCIÓN
Con dirección musical de Guillermo García Calvo, dirección de escena de Giancarlo del Monaco, escenografía de Daniel Bianco, vestuario de Jesús Ruiz e iluminación de Albert Faurá, Pepita Jiménez volverá a traer a la cartelera madrileña la historia de esta joven viuda que, a pesar de tener numerosos pretendientes, solo tiene ojos para el hijo de Don Pedro, Don Luis, un guapo y joven seminarista que a pesar de amarla, quiere resistir a la tentación.

Aparte de la fuerza y emoción de la historia, el éxito de este título viene de la mano de las composiciones realizadas por Albéniz que, para García Calvo, tienen una esencia profundamente española: «Albéniz viste la novela de Juan Valera con una partitura rica en melodías cálidas y ardientes, donde la orquesta no solo acompaña, sino que pinta el ambiente andaluz y el drama interior de los personajes». Asimismo, el maestro madrileño recalca que «el compositor utiliza ritmos y giros melódicos propios del folclore español, pero con una sofisticación y un lenguaje armónico que revelan la influencia de su etapa europea, creando una obra de gran lirismo y colorido orquestal». El director considera que no es solo una ópera; va más allá: «es un diálogo musical entre la tradición española y la ópera europea de finales del siglo XIX, donde la pasión, la religiosidad y el conflicto humano se entrelazan con una belleza cautivadora». En definitiva, estamos ante «una obra esencial para comprender la evolución de la ópera en España». García Calvo compartirá el foso con la Orquesta de la Comunidad de Madrid, Titular del Teatro de la Zarzuela.

Y haciendo ilustre equipo con él, está el maestro de registas Giancarlo del Monaco. Creador único que en sus propuestas escénicas siempre busca lo que se esconde bajo la piel. Con esta premisa como base, afirma que en ‘Pepita Jiménez’ básicamente vemos cómo sus personajes «encarnan la tensión dramática entre el deber moral y la fuerza irresistible del deseo.
Después de reflexionar largamente sobre cómo abordar la escena con la dirección del Teatro, y sobre todo con Daniel Bianco o Jesús Ruiz, su equipo de trabajo habitual y predilecto, con quienes ha creado desde las entrañas, y a través de la herramienta mágica de la psicología, numerosas producciones como Tosca, Madama Butterfly o Elektra, hoy todas modelo y memoria indispensable de su quehacer artístico, después de este largo proceso de introspección compartida, surgió una idea. Considerando cada valioso aspecto en torno a la obra: la partitura, el viejo film, el originario final feliz de Albéniz, el final dramático propuesto por Sorozábal…, sumando toda esta más que apreciable información general, advirtió que la manera de sacar adelante óptimamente Pepita Jiménez era presentarla apuntalada con todos los ingredientes que de forma visible o subterránea la convierten en una crónica de los bajos fondos –tan complejos– del ser humano; «de su, a veces, tan oscura idiosincrasia, su singularidad, su carácter más soterrado que sale a la superficie –con alma homicida, fratricida– en el momento más inesperado. Con sus dosis de pasión, de amor, de necesidad o cinismo, de locura, que la hacen ciertamente humana», concluye del Monaco.

El reparto cuenta con tres ‘Pepitas’ de altos vuelos, que cobrarán vida gracias a las sopranos Ángeles Blancas, Carmen Romeu y Maite Alberola; el joven seminarista objeto del conflicto será interpretado por los tenores Leonardo Caimi y Antoni Lliteres; a Antoñona, nodriza de Pepita, la encarnarán las mezzosopranos Ana Ibarra y Cristina Faus; el papel de Pedro Vargas, padre de Luis, será interpretado por el barítono Rodrigo Esteves; el bajo Rubén Amoretti hará las veces del vicario confidente de Pepita, y el barítono Pablo López del conde de Genazahar, pretendiente de la joven. El tenor Josep Fadó y el barítono Iago García Rojas (ambos oficiales al servicio del conde), completan el singular elenco.
Además de los citados Bianco, que firma una escenografía repleta de sorpresas, poesía y suspense, y Ruiz, que hace lo propio con el vestuario, la producción cuenta también con ese maestro de la iluminación que es Albert Faura, perfecto para erigir esos contextos de hipnosis e incertidumbre que requiere el montaje de Del Monaco, para quien lo más interesante de la obra es lo peculiar de la historia, la belleza de la música, y «cómo una mujer moderna para su tiempo, libre en su deseo pero también consciente de las normas sociales, mezcla la sensualidad con la bondad y lo humano con lo moral».
En las funciones participa asimismo el elogiado Coro Titular del Teatro de la Zarzuela dirigido por Antonio Fauró, además de un cuerpo de diez bailarines-figurantes.