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La vida como espectáculo

Gastón Palermo: «Este proyecto nace de la desilusión. Me desilusioné de mí, del mundo del teatro y la interpretación, los cuales creía sagrados»

Gastón Palermo usa el escenario para revelar ante su público los secretos de su profesión. Despliega un exhibicionismo tan falso que sus mentiras revelan verdad y su realidad, ficción.

Esta es la premisa de Basada en hechos reales, una obra que podrá verse los días 7, 14 y 21 de febrero en El Umbral de Primavera dentro del X Ciclo de Teatro Argentino.

 

En muchos libros y películas se pone la frase: “Basada en hechos reales”. ¿Por qué algo basado en hechos reales tiene más poder de atracción?

Porque conecta directo con tu instinto de supervivencia. Al saber que una historia ocurrió en el mundo real, se activa una curiosidad innata por comprender el mundo que habitamos. Y después por empatía y morbo… identificarte con alguien real o ver por el ojo de la cerradura la vida de otro parece validar mas la experiencia por sobre la ficción.

 

Así se titula tu obra. ¿De dónde nace este proyecto?

Pues este proyecto nace de la desilusión. Me desilusioné de mí, del mundo del teatro y la interpretación, los cuales creía sagrados. Era jovencito y terminaba de cursar la carrera de licenciatura en teatro e interpretación y simultáneamente comenzaba a trabajar profesionalmente. En ese transito percibí que la realidad de mi oficio estaba atravesada fuertemente por un comportamiento exhibicionista, banal, en todas sus esferas, eso me producía muchísimo desasosiego, no sabía cómo posicionarme… y empecé a canalizarlo dramatúrgicamente. Luego vi que ese comportamiento trascendía mi oficio y se manifestaba como conducta social, que la intimidad se volvía espectáculo, mercancía… El mal de nuestra época.

 

¿Entonces la obra surge para poder recuperar el valor de la poesía ante la exposición de lo cotidiano?

Sí, de la poesía y paradójicamente también de lo real. El realismo, como movimiento estético, es fallido por naturaleza, especialmente en un tiempo donde corroborar hechos o referencias se ha vuelto casi imposible. Encontrar algo auténticamente real hoy es, en sí, un milagro.

 

Esta obra nació en 2011. ¿Cómo ha cambiado al autor desde entonces?

Pues ahora le doy menos importancia a todo, dramatizo menos. Atiendo principalmente a convocar palabras y acciones que invoquen la presencia en cada instante, que nos traigan aquí, a la vida.

 

¿Y el personaje que se ve en escena ha cambiado algo desde entonces o la esencia es la misma?

Nada, sigue siendo el mismo idiota.

 

Dices que vivimos una época de exacerbación de lo biográfico. ¿Qué opinas del teatro verbatim o de la autoficción?

Encuentro mucho poder y belleza en ellos. Mi inquietud no está en el género, el estilo o la proporción de realidad y ficción, ya que ambas siempre habitan lo escénico. Lo que me parece exacerbado es cuándo lo autobiográfico se transforma en exhibicionismo. Sin darnos cuenta, hoy es una ley de mercado que termina por auto-esclavizarnos.

 

 

¿Y qué opinas de la necesidad de la gente de ser protagonistas del espectáculo? De ahí el gran éxito de espectáculos de stand up comedy en el que se deja interaccionar al público.

La interacción con el público me parece mágica, una potencia que solo es posible en el teatro. La necesidad de protagonismo es otra cosa, es sacarnos una selfie con la obra de arte, con el paisaje que intentamos contemplar.

 

¿Tiene todo esto que ver con el auge de las redes sociales y la necesidad de exponerse y opinar constantemente?

Totalmente. Ahora mismo no hay cultivo del silencio ni de una introspección real. Las mismas redes sociales te lo dicen en la cara, como las gráficas del tabaco… funcionan más como anestesia que como prevención.

 

Tú también haces al público protagonista, ya que grabas la obra en directo y se va viendo en una pantalla. Sé que es un tópico que se dice siempre, ¿pero esta obra coloca al público, verdaderamente, frente a un espejo?

Sí, completamente. En ese espejo se van reflejando nuestras falsedades.

 

En la propuesta también interactúas y rompes la cuarta pared. ¿De qué forma haces eso? ¿Cómo te acercas al público?

Les digo que soy fan de mis fans. Que si me siguen les sigo… y la mayoría se entrega con gusto.

 

Has representado la obra ya en muchos países. ¿Encuentras diferencias notables en esos momentos de intercambio según se trate de un país u otro? ¿O incluso cada noche?

El sentido del humor varía increíblemente de un país a otro. Bolivia, por ejemplo, fue una experiencia interesante ya que tomaban tan en serio al personaje y sus disparates que cada enunciado se recibía con una solemnidad descolocante. Recuerdo pensar mientras actuaba: «¡Qué mal lo están pasando!». Sin embargo, la respuesta al final fue excelente.

 

La puesta en escena es mínima, es casi un escenario vacío. ¿La interpretación es el sostén de todo?

La interpretación, el vestuario y el uso de la cámara lo son todo. Su decadencia lo exige ya que mantiene el espíritu de esa obra pobre tan propia del teatro independiente.

 

¿Es una obra sobre el oficio de actuar?

Parece que sí, pero no. Va sobre la mentira y la verdad, sobre cómo se construyen ambas y a partir de ellas creamos una realidad.

 

¿Cómo es mostrarte cada noche delante de un público desconocido, sacrificando tus emociones propias para encontrar la verdad? ¿Cómo te hace sentir eso después de cada función?

Pues es dulcemente cansado. Es como la sensación que queda tras reír mucho, llorar o confesar, es un agotamiento que libera.

 

¿Es una obra que convence al espectador por mostrarte tan transparente? ¿Ahí radica su éxito?

No sé si la buena recepción del publico se deba a mostrarme transparente. Si algo lo convence, creo, es el hecho de que mientras avanza la obra, a pesar de darse cuenta que todo es artificio e idiotez, se conmueve igual.

 

¿Al final, el objetivo de la obra es ver en la ficción sensibilidad real?

Ese es mi anhelo, sí.

 

¿Y cómo te sientes cuando logras conmover?

Un hijo de puta maquiavélico… me encanta.

 

La vida como espectáculo en Madrid
Gastón Palermo

 

¿Qué papel juega el ego en alguien que se dedica a las Artes Escénicas?

Es imposible el anonimato como actor. Tu cuerpo es tu herramienta y empresa. Ese hecho le da al ego y a la sociedad que lo acompañe la oportunidad de jugarte una mala pasada. En mi experiencia, para mantenerme saludable me sirve pensarme desdoblado: “Mi ego y yo vamos juntos al trabajo” (risas).

 

¿Y el deseo de trascender?

¿Cómo pretendía Dalí? ¿Existir después de la muerte en su obra? Creo que buscar que la escena trascienda, en lugar del artista, es más interesante y sano motor. Siento que la verdadera trascendencia está en la presencia. Por ejemplo, mis maestros, dejaron una huella tan profunda en mí, que sus conocimientos trascendieron… y ellos no son reconocidos.

 

¿Qué es verdad y qué es mentira en esta obra?

La verdad no está en los hechos.

 

¿Y qué es verdad y qué es mentira en la vida de Gastón Palermo?

Esa pregunta es para un famoso, y yo, por ahora, no lo soy. Si lo fuese trataría de responder algo que me diera dinero.

 

¿Qué diferencias encuentras entre la escena teatral de Buenos Aires y la de Madrid?

La necesidad de expresión. En Argentina el off es efervescente y caldo de cultivo de toda la escena. En Madrid percibo que hay más sosiego, más equilibrio, no hay mucho caldo, hay mas cultivos sin tanta urgencia. También observo aquí que la palabra es poderosa, en Argentina lo es más el cuerpo.

 

¿Cómo te hace sentir el formar parte de este Ciclo de Teatro Argentino que organiza El Umbral de Primavera en Madrid?

La verdad que me da mucho gusto, me conmueve. No tengo pensamiento patriota y trato de borrar fronteras todo lo que puedo, pero el cuerpo me avisa, al conmoverse, que las raíces son importantes, y eso me hace reflexionar.

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí

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