Contadme un poco cómo llegáis a gestionar este proyecto del OFF Latina, ¿cómo decidís afrontar esta aventura?
R. T.: A causa de un accidente fallece el entonces propietario, Cayetano Lucena. El teatro OFF Latina iba a cerrar. Fueron días muy confusos. Ninguno de los responsables del momento quiso hacerse cargo, de forma que era obvio que se perdería el que era el lugar de trabajo de tantas personas. Yo en ese momento trabajaba en el espacio programando La Trinchera Cultural. Sabía de las dificultades pero no podía dejar de darle vueltas a la idea de que no se perdiera tantos años de esfuerzo. Me planteé la posibilidad de hacerme cargo del proyecto y, tras una reunión con mis compañeros de sala, decidimos dar un paso adelante.
¿Cuánta gente forma parte del proyecto? ¿Cómo os organizáis?
A. G. y R. T.: Actualmente somos un equipo de 11 personas, incluyendo los cuatro socios (Roberto, Alejandra, Riki y Jota). Cada uno está especializado en una parcela profesional, pero como todo proyecto relativamente pequeño, colaboramos con el resto de secciones desarrollando otras funciones. Contamos con departamentos de programación (Roberto Terán con la programación teatral y Álvaro Ayuso con los conciertos), coordinación (Alejandra González), administración (Muriel Peral), hostelería (Ricardo Romero), técnicos de sala (Julio Díaz y Sergio Olmeda), taquilla (Laura Perea) y mantenimiento del espacio (Ionela Banu).
¿Qué balance hacéis de este año y medio?
A. G.: Ha sido un proceso de aprendizaje muy bestia. Podemos decir que en esta última época nos hemos dedicado a hacer un máster de gestión y economía mientras dábamos vueltas en una montaña rusa con muchos loops.
R. T.: Mi conclusión de estos últimos años es que se puede. Lo importante es rodearte de gente activa, que quiera hacer bien su trabajo y que aprecie este mundo. Así claro que se puede. Esto el público lo huele nada más entrar en el local.
¿Qué tipo de programación ofrecéis? ¿Qué puede encontrar alguien que vaya por primera vez a vuestra sala?
R. T.: Priorizamos textos de nueva creación. Creo que nos ha tocado a las salas de pequeño formato defender el texto contemporáneo en este momento. Nos interesa lo original, también en los espacios sonoros de las funciones y en la capacidad de hacer mucho en muy pocos metros cuadrados. Estamos rodeados de gente capaz de volarte la cabeza en un escenario de 6×5 metros. En teatro, en los conciertos u otras artes. Entendemos el teatro alternativo como un lugar en el que se damos visibilidad a artistas que no encontrarían hueco en los circuitos comerciales (o lo que sea que signifique eso que tanto repetimos). La programación se estructura en tres niveles: Una programación general, La Trinchera Cultural para un público más especializado y los espectáculos familiares que tantas alegrías nos dan.
En vuestra web encontramos un apartado en la programación que se llama ‘La Trinchera cultural’, ¿qué podemos encontrar ahí? ¿quizás el refugio para manifestaciones artísticas que no encuentran hueco en otros lugares?
R. T.: Es el rincón acogedor para cualquier forma artística que investigue los límites de los asuntos que de verdad importan: Lo leve de todo esto, Lo Importante que es urgente que discutamos o la abstracción como forma de expresión. Es decir, para todo aquello que por temática o forma sea necesario dedicarle un poco más de cariño.
Sois una sala especialmente preocupada y ocupada en temas de género programando obras como Nosotras o No es país para negras… ¿Consideráis que el teatro debe ser un motor de cambio para la sociedad en ese sentido?
R. T.: Es que el target varón, católico, hetero, blanco y de actitudes primarias ya estaba copado por el fútbol, así que…
A. G.: Ahora en serio, nos parece fundamental incidir en este tema. No queremos hacer un festival anual de la mujer exclusivamente el 8 de marzo (que también), si no dar visibilidad a las voces femeninas todo el año. Mujeres haciendo grandes cosas hay muchas y siempre las ha habido, sin lugar a dudas.
Roberto, en tu obra Chicas del montoff, abordas la realidad del Teatro Off, ¿Nos podrías dar tu diagnóstico sobre cómo ves esta realidad teatral?
R. T.: Nuestra realidad no deja de ser una sintonía de fondo en la obra, el rato que aprovechas para susurrar un mensaje semi cifrado al espectador mientras se desternilla de risa. En Chicas del montoff esto es importante en cuanto sujeta el hilo conductor de una historia (que, por cierto, no deja de ser muy triste) y hace de telón para aforar. Pero si no nos reímos de nosotros mismos es que no hemos entendido nada. Y eso Luna Mcgill y Mónica Miranda saben hacerlo muy bien.
Otra de tus obras, El Turbio caso de Miranda T, ha sido un gran éxito en la cartelera, ¿Qué tipo de teatro te interesa a la hora de escribir?
R. T.: Creo que lleva tres años en cartel. Me parece increíble. Fue un trabajo muy personal que desarrollé con Mónica Miranda, un laboratorio de unos tres meses en casa de nuestro productor musical Diego Montoto. Es un montaje muy íntimo, donde Mónica defiende con uñas y dientes un texto muy difícil por lo libre que es (lo más libre que he escrito nunca), sin sangrías temporales o espaciales, con coreografías, con canciones… Muy como somos Mónica y yo. La conclusión es que mientras haya espectadores no podemos dejar pasar la oportunidad de mostrarnos tan así. A mí me sigue sorprendiendo. Es muy grande Mónica.
¿Qué nuevos trabajos tienes en mente?
R. T.: Este año habrá nuevo proyecto, aunque todavía es pronto y me tengo que morder la lengua.
Alejandra, trabajo en la sombra pero muy importante. Vienes de Nuevo Teatro Fronterizo, ¿cómo es el día a día del trabajo en el OFF Latina? Háblanos un poco de tu trabajo como gestora cultural, por favor.
A. G.: Es intenso. No ha sido fácil conseguir que funcionara, pero sí ha sido y es gratificante sentir que vamos por el buen camino. Contando con las dificultades con las que se encuentran los nuevos espacios (bueno, y los que llevan tiempo, al fin y al cabo no somos fábricas de tornillos), podemos darnos con un canto en los dientes a nivel interno. Si entramos a hablar de los apoyos que hemos recibido, la cosa cambia. Pero es algo que no nos puede limitar a la hora de conseguir nuestros objetivos. De no ser por las personas que nos acompañan y nos han acompañado en este periplo, no sería viable. A todos ellos, gracias.
La verdad es que los últimos años que pasé en NTF me enseñó muchísimo sobre los retos diarios con los que se encuentra el mundo de la cultura. De Sanchis Sinisterra pude aprender la pasión por el teatro y la entrega (entre millones de cosas), y que sobre todo, la tenacidad de luchar por hacer las cosas en las que uno cree. Y eso me ha servido muchísimo para enfrentar este proyecto OFF Latina, que aunque son muy diferentes, comparten esa dedicación absoluta.
Cuando te dedicas al arte, obviamente la parte económica interesa porque hay que subsistir, pero ninguno estamos en este ‘negocio’ para forrarnos, queremos vivir dignamente de las artes escénicas, que es a lo que dedicamos todo nuestro tiempo. De todos modos cuando uno reflexiona sobre la precariedad de la profesión, se le hace un nudo en el estómago. Se debe encontrar una figura que realmente proteja tanto a los creadores y creadoras (incluyo a todas las profesiones que hacen posible el mundo del teatro) como a los espacios de exhibición.
¿Cómo queréis que la gente identifique el OFF Latina?
A. G. y R. T.: Como un lugar de encuentro.
Para finalizar ¿Cómo veis el futuro?
R. T.: El futuro debe ser un arma cargada de poesía.
A. G.: Traduzco el plagio: Sabemos que tenemos mucha guerra por delante, pero hemos encontrado una trinchera desde la que defender nuestras posiciones.