En el programa de mano (de pantalla, habría que decir desde hace unos años) de SHINE, sobresale una frase que agrupa la clave de esta pieza, o al menos, el punto de partida, y además da una gran pista de cómo se articula el discurso léxico y social de la Compañía LASALA: “¿Cómo brillar cuando ya no podemos creer en nosotres mismes?”. Por un lado, adelanta esta pregunta uno de los grandes cuestionamientos de la realidad virtual (la que se vive a través de las redes sociales, donde se persigue destacar por encima de todo, brillar, como indica el título del espectáculo con cierta ironía); por otro, plantea esta pregunta la necesidad de un lenguaje inclusivo que deja ver la preocupación de esta formación y su directora, Judith Argomaniz (Donostia, 1983) no sólo con lo coreográfico, con lo corporal para manifestarse ante el mundo, sino también a través de la importancia de la palabra. Tal y como reflexionaba Virginia Woolf, “cómo combinar las viejas palabras con formas nuevas para que sobrevivan y puedan contar la verdad”. “Este espectáculo nació con la palabra ‘libertad’ encima de la mesa”, explica Argomaniz a esta revista. “A partir de ahí trabajamos varios subtemas alrededor de este modelo de autoesclavitud en el que andamos, de sociedad turbocapitalista, del cortoplacismo para todo, de la adoración del cuerpo y la búsqueda de la evasión. Nos preguntamos cómo encontrar la libertad en mitad de todo esto. Y en este sentido hicimos un trabajo muy amplio hacia dentro porque el resultado escénico de la pieza es muy hacia fuera”.

Si se conoce la trayectoria de LASALA, nacida en 2013 y con 15 trabajos a sus espaldas y un buen puñado de reconocimientos y premios desde su primer montaje (Hooked, un dúo que acumuló bolos por todo el Estado y galardones), se estará familiarizada con el cuidado argumental, estético y coreográfico que envuelven sus espectáculos. Se da en las producciones de esta agrupación un multifoco hacia todo lo que envuelve una producción de danza. Desde lo corporal, por supuesto, en una búsqueda constante de la perfección, físico y exigente, trepidante hasta la extenuación, hasta el argumento o sinopsis de la pieza, pasando por una estética puntera y el cuidado de la música, escenografía etcétera. En este sentido, cuenta Argomaniz que con SHINE se ha dado un paso más: “Ha habido mucho trabajo, muchísimo, siempre lo hay. Pero en esta ocasión, desde muchas direcciones; en cada una de las disciplinas que forman parte de un espectáculo. Afinando mucho la escenografía, la dramaturgia, por supuesto, la coreografía, etc. Y siento, que de alguna manera, se ha dado un paso adelante en la trayectoria de la compañía con este trabajo”.

 

La sociedad turbocapitalista en clave de rave en Madrid

 

LA LITURGIA Y EL ÉXTASIS

Dice Argomaniz que esta pieza es muy hacia fuera. Y seguramente se consiga por dos planteamientos fundamentales que hace que la persona que recibe el espectáculo desde su butaca, se sienta especialmente conectada con lo que ocurre en escena. Por un lado, la claridad expositiva con la que SHINE aborda las preocupaciones que comenta su coreógrafa y directora, pero a través de una liturgia particular capaz de crear todo un universo propio y concreto por el que transcurren las preguntas sin respuesta. “Hacemos una similitud entre cualquier cosa que solemos poner en los altares, que puede ser un cura o un gurú, con la adoración a un DJ, el guía espiritual de este espectáculo. Y a partir de ahí creamos nuestra propia religión, nuestra propia oración: el dios elegido es un DJ y el ritual que desarrollamos, una rave. Jugamos con elementos escenográficos como una cabina que puede representar un confesionario o el lugar en el que el DJ se dirige a sus fieles”. En este sentido, explica la coreógrafa, es muy importante el doble (o múltiple) significado de todo lo que se plantea, que es mucho. No dejan de pasar cosas continuamente. “Hay gente que repite viendo el espectáculo y cuenta que descubre cosas diferentes. Eso era importante, que quien mira tenga libertad para hacerlo donde quiera y encontrar diferentes significados. El éxtasis a través de lo religioso, pero también del mundo del arte con escenas como la última cena o la piedad”.

 

PERFECCIONISMO EN ESCENA

El otro aspecto que conduce a esa conexión desde el patio de butacas se corresponde con la rigurosa y casi sobrehumana interpretación, dancística sobre todo, que los ocho intérpretes (Jone Amezaga/Inês Costa, Ángela Arrieta, Puy Barral, Seth Buckley, Garazi Etxaburu, Ioar Labat, Daniel Mendez, Leire Otamendi) desarrollan junto a una música donde prima el techno, creación de Fernando Epelde, que también participa en la dramaturgia del espectáculo junto a la propia Argomaniz y Puy Barral. “Se trata de un lenguaje muy físico, muy técnico, casi buscando la perfección. Y se ha trabajado mucho para que todo resulte muy afinado. Creo que es lo que el espectador se merece. Cuando yo veo un espectáculo de danza me gusta vibrar cuando estoy en la butaca. Y la gente sale de la pieza con ganas de bailar”. Destaca también, y dice muchas cosas al respecto, la presencia de Ángela Arrieta, intérprete de 69 años, que extiende hacia fuera de lo normativo en la danza, la propuesta de SHINE. “Empezamos muy arriba, con un lenguaje extremadamente físico y en este sentido se ha trabajado muchísimo. Pero también con la dramaturgia desde la interpretación. Los intérpretes se pegan un viaje increíble en escena. Se embriagan desde la rave para acabar en el declive”, declara Argomaniz.

 

 

Un viaje del todo pertinente para esa búsqueda de posicionamiento existencial que plantea este trabajo en el que se afrontan todos esos mensajes que llegan continuamente desde las redes sociales. “Hay una figura que es la gurú y representa a esa voz interna y machacona que dicta discursos autodestructivos. Desde el más obvio hasta ese buenismo tan imperante de que todo tiene que fluir, que si deseas algo con fuerza lo consigues… Afirmaciones peligrosas e igual de negativas en el fondo”.

Tras una gira que les ha llenado la agenda de actuaciones desde su estreno en 2023, “gracias al Circuito Concertado de Euskadi y a su director, Nando Piñeiro, persona que cuida la danza”, aclara la coreógrafa, SHINE se verá por primera vez fuera del País Vasco en el próximo Festival Internacional Madrid en Danza. “Cuando estrenamos la pieza en el Teatro Victoria Eugenia de Donostia, y en el recorrido que ha tenido después, intuíamos que se iba a conectar muy bien con el público joven, pero no sabíamos la reacción que podría tener otro público más mayor. Pero se acercan, preguntan… estoy contenta”, concluye.

 

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