Isis Martín es la autora y una de las directoras, junto a Aleix Fauró, de La punta del iceberg, la nueva creación de La Virgueria. Se trata de un espectáculo inmersivo y sensorial, protagonizado por Paula Bargalló y Paula Jornet, sobre la importancia del placer, en el que el público vivirá de primera mano historias y situaciones basadas en experiencias reales que le permitirán preguntarse sobre su propia vida erótica.
Podrá verse en la Sala Mirador del 27 al 29 de junio.
¿Quiénes formáis parte de La Virgueria y qué tipo de teatro os interesa?
Actualmente y de forma estable somos Júlia Ribera, Aleix Fauró y yo. En cada proyecto nos reunimos con muchas colaboradoras habituales. Algunas de ellas, como Patrícia Bargalló, que está en el espectáculo, llevan colaborando más de diez años en nuestra labor como compañía.
Creemos en la suma de energías y el diálogo constante desde los diferentes puntos de vista de la creación escénica. En el trabajo en equipo encontramos la base a partir de la cual crecer y transformar la poesía textual en poesía visual mediante la energía de los actores, la plástica de la imagen y de los objetos, la música, los silencios y la fuerza de los cuerpos. Nuestros espectáculos son, sobre todo, un viaje emocional que lleva a los espectadores para devolverlos agitados a sus butacas. Los trabajos de La Virgueria nacen de la necesidad de expresar con un lenguaje propio aquello que nos incomoda o nos conmueve de la realidad. El teatro como altavoz para dar presencia a nuestras inquietudes que, al mismo tiempo, son también las de nuestro público. La Virgueria se nutre habitualmente de muchos colaboradores que participan en cada proyecto, formando un colectivo de actores y actrices, dramaturgos, músicos, escenógrafos, productores… todos ellos movidos y unidos por una misma inquietud, expresarse a través del teatro. Expresar nuestra perspectiva, nuestros sentimientos y nuestras emociones.
¿De dónde nace la inquietud de hacer una obra como La punta del iceberg?
Percibíamos cierto silencio en torno a la vida erótica de las mujeres, inquietud y ganas de hablar de ella, de compartir y romper tabús, acabar con la culpa y la vergüenza que tan a menudo crece en la sexualidad femenina. Nace, también, de la necesidad de superar el consentimiento y hablar de deseo de placer, de situar la sexualidad femenina en el papel activo donde nosotras la ubicamos, y huir del papel de objeto de deseo, implícitamente pasivo, que a menudo se le otorga tanto en la ficción como en la realidad.
Queríamos, a la vez, celebrar todo lo que sí que es en nuestras vidas eróticas, huir de la narrativa aleccionadora y limitante de todo lo terrible que nos puede pasar si nos mostramos libres y deseantes. Impulsar la revolución del placer como herramienta de transformación social.
¿Cómo es la puesta en escena que habéis elaborado?
Desde el principio imaginábamos un ambiente acogedor e íntimo, un jardín simbólico en el que crece la vida y el agua corre. Queríamos que las actrices fueran artífices de todo lo que sucede en escena y habilitar un espacio en el que el público se sintiera abrazado y cómodo, que facilitara que pudieran mirar sus propias vidas eróticas y observarlas con otros ojos, escuchar las preguntas y mirar el propio deseo abriendo nuevas puertas. A la vez queríamos mantener el espacio del misterio, encontrar recovecos, darle espacio a la rasgadura en todas sus formas y con todas sus posibles interpretaciones. A la vez, queríamos despertar otros sentidos aparte del de la vista: la música era importante, la proximidad, el tacto, el gusto, los olores. Posibilitar que el público pudiera experimentar plenamente.
La obra se nutre de unos 200 testimonios de mujeres que habéis recogido de forma anónima. ¿Qué cosas son las que más os han sorprendido al ir leyendo dichos testimonios?
Lo primero que nos sorprendió fue la cantidad de mujeres que respondieron al cuestionario. No eran preguntas sencillas, implicaban contar y redactar y ahondar en la memoria, y aun así recibimos respuestas de un montón de mujeres que no conocíamos y que, muy generosamente, compartieron sus experiencias con nosotras. Nos sorprendió la necesidad y las ganas de hablar sobre deseo y placer femeninos.
También nos sorprendió, y esto no es tan positivo, lo imbricada que estaba la violencia en todas las vidas sexuales de las mujeres que nos escribieron. Muchas relataron situaciones abuso, situaciones de violencia. La culpa y la vergüenza se descubrieron como herramientas de control y de opresión a la sexualidad femenina a través de todos los testimonios.
¿Hay diferencias notables sobre cómo se desea según tu edad, tu etnia, tu estrato socioeconómico o tu origen cultural?
Por lo que nosotras hemos podido percibir, no solo desde el formulario, sino también a través de los centenares de mujeres que nos han visitado en las funciones, el deseo muta con la edad, según la cultura… Es una evidencia quizá, pero lo que es más interesante es que esta mutación no es homogénea, todo lo contrario. En las respuestas que recibimos en las entrevistas anónimas pudimos observar, sobre todo, diferencias en referencia a la edad, pero nos sorprendió descubrir que en muchos casos la diferencia venía más por la influencia más o menos fuerte de la religión en el despertar sexual y en la experiencia sexual. Y, nos guste o no y a riesgo de repetirnos, viene muy influenciada por las distintas violencias que cada mujer o persona socializada como mujer ha tenido que afrontar.
El placer como revolución es una de las premisas de la obra. ¿Sentir placer es algo revolucionario? ¿Lo es sobre todo en la piel de una mujer?
El placer es revolucionario en tanto que es lo opuesto a las condiciones opresoras del sistema capitalista, que no propone placer sino consumo. Si nos centramos en las cosas que nos dan placer, desde el respeto y el consentimiento, pero también desde el deseo, estamos anteponiendo las relaciones humanas a las relaciones comerciales. Y eso el sistema que soportamos no puede vencerlo.
¿Por qué, a lo largo de la historia, han querido limitar la capacidad de las mujeres de sentir placer?
Eso lo va a responder mejor aquel que lo ha intentado. El placer de la mujer da miedo en tanto que significa empoderamiento e independencia. Significa abandonar las labores tradicionalmente asignadas a la mujer y desmontar el sistema patriarcal, en el que se fundamenta el capitalismo.
¿Lo verdaderamente empoderador, transgresor y revolucionario contra el Patriarcado es vivir la sexualidad en plenitud?
Es una de las herramientas que nos empodera, que transgrede lo establecido. Pero no es la única, por supuesto. El patriarcado no se plantea la sexualidad de la mujer como un hecho más allá del reproductivo. En tanto que salimos de esta lógica, el sistema tiembla porque se sustenta en todos esos trabajos y esas curas que la mujer dedica a cambio de sacrificar su sexualidad a favor de las estructuras familiares clásicas.
¿Si lo personal es político, la sexualidad es también una cuestión política?
¡Absolutamente! ¿O acaso no intentan regularla todos los partidos políticos? ¿Acaso no es tema de debate constante entre las religiones y las ideologías?
¿Es el autoconocimiento la puerta de entrada al placer?
Es una puerta imprescindible. Hasta hace muy pocas décadas, nadie había publicado un estudio sobre el clítoris. ¿Cómo vamos a sentir placer si ignoramos el único órgano exclusivamente dedicado al placer en el cuerpo humano?
En muchas de las entrevistas, y eso también era algo muy influenciado por la época y la influencia de la religión, contestaron muchas mujeres a las que no se les había permitido explorarse, descubrirse. La curiosidad por el propio cuerpo estaba moralmente juzgada, y eso impide el autoconocimiento, básico para poder saber qué nos gusta, qué nos disgusta, qué nos deja indiferentes, qué nos vuelve locas o qué nos hace vibrar hasta límites insospechados.
Algo que afecta de forma notable a las mujeres es la presión por la belleza física, la presión por cumplir años, la presión por… ¿Se logra en algún momento romper con todas esas ataduras impuestas?
Si algo hemos aprendido con el espectáculo es que, en menor o mayor medida, todas las mujeres sienten alguna presión durante toda su vida. Suponemos que habrá mujeres, o eso queremos creer, que han superado todas esas ataduras, pero nosotras no las hemos conocido todavía.
El éxito de la presión estética es que todas las mujeres, prácticamente todas sin excepción en las entrevistas realizadas, hasta las más canónicas y normativas, se sienten insatisfechas con su aspecto físico. Y el éxito mayor es que gastemos todo nuestro tiempo, nuestra energía y nuestro dinero en intentar arreglar partes de nuestro cuerpo que no nos gustan. Tenernos insatisfechas nos baja la autoestima y merma nuestra capacidad de lucha contra otras opresiones o injusticias. La industria invierte mucho dinero en hacernos sentir no válidas, no merecedoras, no aptas. Es realmente difícil escapar de esa trampa, porque los inputs diarios por todos los canales son realmente abundantes, variados, más sutiles o más descarados, pero se convierten en cultura, y formamos parte de nuestra cultura.
Aunque es realmente difícil escapar de ese prisma, se puede intentar cambiar la narrativa, se puede cambiar el foco, seguir otras cuentas, tener otros referentes, poner la mirada en el propio placer y no en el placer de quien me mira… Es difícil, pero se puede, y creemos que la revolución del placer es uno de los caminos.
No sé si es algo reciente o ha existido siempre, pero es sorprendente, ¿hay también un canon de belleza del coño?
Es muy fuerte, pero existe, efectivamente. Por eso es tan sano visitar páginas de IG como The Vulva Galery.
A lo largo de la historia se ha deshumanizado la divinidad femenina. ¿Es el momento de recuperarla a través a través de la sororidad, de los cuidados, de las caricias… huyendo de una cultura eminentemente falocrática?
Desde La Virgueria reivindicamos que los cuidados son absolutamente revolucionarios. Atrevernos a pensar en un mundo más amable es difícil, pero no es una utopía. Y si lo es, nosotras caminamos hacia allí y algo conseguiremos. Estamos hasta el toto de las distopías. Atrevámonos a imaginar un mundo por el que valga la pena luchar.
¿Cuando desaparecieron la culpa y la presión de satisfacer el orgullo de otra persona llegó el orgasmo femenino?
Bueno, no han desaparecido ni la culpa ni esta presión. Pero se trabaja en este camino y cada vez más mujeres, no necesariamente más jóvenes, encuentran el camino hacia sus orgasmos y su placer real, en sintonía con una misma y con sus posibles parejas sexuales.
¿Pero algún día se logra acallar con esa culpa que está asociada al placer? Es algo que viene de serie en nuestra cultura…
Es algo que viene de serie en la cultura patriarcal y nuestra herencia judeocristiana. Pero de los defectos de serie también se sale. Hablar de ello, compartirlo y ser conscientes nos ayuda a ahuyentar la culpa y la vergüenza.
¿Seguís sintiendo que cuando una mujer disfruta libremente de su sexualidad se enfrenta a críticas tanto de su familia, como de su entorno y de la sociedad en general?
Dependerá de cada caso. Pero, desgraciadamente, estas críticas y prejuicios siguen muy vigentes en la mayor parte de estratos sociales. Tampoco somos expertas en sexología, nuestra propuesta es hablar y poder compartir el dolor para poderlo dejar de lado y celebrar el deseo, lo que nos despierta ganas, atrevernos a morder, a comer… ver que la culpa no es una cosa individual, que viene en la cultura, nos ayuda a librarnos de ella y a gozar más libremente, alimentando nuestra energía y nuestras ganas de todo.
Ante la conocida frase de que «Las mujeres tienen menos deseo sexual que los hombres»… ¿Qué tenéis que decir?
¡Cómeme el coño! (risas). Yo tenía un muy buen amigo que solía decirme eso. Le dije muchísimas veces que no lo creía así y que revisara sus relaciones, si había generosidad en sus encuentros sexuales, si había energía por su parte o había una creencia inconsciente de que la mujer estaba para satisfacerlo a él y el placer de ella quedaba en segundo lugar. Cuando nuestro placer no entra en juego es posible que nos dé pereza, por supuesto. Pero no es que haya menos deseo o menos ganas; es que en según que encuentros nos aburrimos y no nos da la gana de repetir. Evidentemente, no creo para nada que esa frase sea cierta. Creo que es una protección de los hombres que no se sienten deseados. Pero mi muy buen amigo no escuchó mucho y seguramente sigue pensando que las mujeres deseamos menos. He dejado de hablar de esto con él.
¿Qué es todo lo que hay debajo de esa punta de iceberg que sobresale?
Todos los silencios, las agresiones… pero sobre todo todos los deseos, los placeres, los sueños… Pero habrá que venir a Sala Mirador para descubrirlo y, por encima de todo, compartirlo. Cuando el hielo se derrite el agua corre, el agua es vida. El movimiento es vida.
Decís que esta pieza es la primera de una trilogía escénica. ¿En qué aspectos os vais a centrar en las dos siguientes?
La punta del iceberg nace de la idea de realizar una gran instalación museística pero dentro de una sala de teatro. Delante de la imposibilidad de acceder a un teatro público en Catalunya que diera apoyo a esto, nos planteamos empezar por una pieza de pequeño formato como la que presentamos por fin y muy felices en Madrid. Hay muchos temas que quedaron fuera, como la maternidad o ahondar mucho más en la sexualidad a partir de los 60 años. Tenemos material de sobra para realizar un espectáculo de medio formato y terminar, si todo va bien, en esta pieza entre la instalación y la obra de teatro. ¡Seguiremos intentándolo porque queda mucho de lo que hablar!
¿Morirse de un orgasmo es una buena forma de morir? Puestas a elegir, ¿elegiríais esa?
¿Por qué no? Es una forma hermosa de dejar este lugar. Pero un orgasmo en solitario, quizás mejor. Imagínate las personas que están al otro lado del orgasmo cómo se quedarían (risas).
A pesar del tono de muchas preguntas, porque la sexualidad femenina siempre ha estado escondida, perseguida y castigada, ¿vuestra obra, La punta del iceberg quiere ser una celebración, una fiesta?
Sin duda. Hay que celebrar lo que somos y podemos ser para luchar contra todas las ataduras que menoscaban nuestra posibilidad de gozar, de sentir con toda la intensidad. Es una revolución a golpe de sexo.
Revista GODOT es una revista independiente especializada en información sobre artes escénicas de Madrid, gratuita y que se distribuye en espacios escénicos, además de otros puntos de interés turístico y de ocio de la capital.