“El teatro me ayudó a encontrar una sanación emocional. Ahora soy muy feliz interpretando”
Imán Velasco es una actriz -y directora- que dejó su vida ‘convencional’ para dedicarse a su gran sueño: interpretar. Se ha curtido en los escenarios independientes de esta ciudad y dignifica su profesión cada día, haciendo su trabajo con la mayor ilusión y entrega posible. Ahora podemos verla en la obra Abierto al público que se representa en La Encina Teatro.
Es un texto escrito y dirigido por Sergi Manel Alonso e interpretado por Álex Jiménez, María Asensio, Imán Velasco, Daniel Retuerta y Ángela Puertas que habla de las miserias de todo aquel que alguna vez se ha sentido frustrado por ver machacado o subestimado su ego. ¿Qué estamos dispuestos a hacer para conseguir nuestras metas?
Imán Velasco en Abierto al público
Por Sergio Díaz
¿Cómo empezó todo? ¿Cuándo descubriste tu vocación artística?
Yo empecé tarde a dedicarme a mi vocación artística. Yo he trabajo en multinacionales y no me hacía feliz. Luego me puse como autónoma, abrí mi propia empresa que la mantuve durante 10 años y ahí me quemé mucho y yo siempre he tenido una vena artística que siempre canalicé a través del baile, pero nunca me planteé hacer nada a nivel actoral, quizás porque en mi educación, un poco chapada a la antigua, esa puerta no se me enseñó que existía. Pero el no expresarme, porque soy una mujer con mucha energía, me hizo enfermar. Y buscando mi sanación emocional fui entrando en el teatro. Empecé con 38 años y hasta ahora. Fue una vocación tardía, pero en cuanto entré supe que era algo que no iba a dejar nunca. No sabía a dónde me iba a llevar pero sabía que era iba a ser mi vida. Y me lo tomé muy en serio, y busqué profesores muy profesionales para aprender.
¿Y con quién te formaste?
Mi primer profesor jue Jorge Eines, luego estuve con David Amitin y después he estado muchos años con Pape Pérez. Yo ya tenía mi formación pero quise trabajar también la cámara y vi que con Pape podría aprender. Con él estuve 8 años y una vez que me fui formando también trabajé en su escuela. También he hecho todos los monográficos que he podido. Como te digo me he tomado esta profesión muy en serio y he intentado aprender de mucha gente.
Imagino que Pape Pérez será la persona que más te ha marcado
Sí, porque he trabajado mucho con él y me ha dirigido y tenemos mucha confianza.
¿Recuerdas ese día en el que te subes a un escenario por primera vez?
La primera vez que pisé un escenario fuera de lo que es la escuela fue en Karpas Teatro y me cogieron para ser cover de Mariana Pineda, que me la aprendí toda entera la obra y no pude llegar a hacerla finalmente. Pero me cogieron también para hacer el papel de Angustias, de La casa de Bernarda Alba y me hizo mucha ilusión la verdad. Y a partir de ahí no paré.
Y de todos los trabajos que has hecho, ¿Cuál te ha marcado más?
He tenido papeles protagonistas de mucho peso, he sido Amanda en El zoo de cristal, he sido la profesora Ruth Steiner en Relatos escogidos, una diva increíble en Sexualmente hablando, en la obra Y si Dios fuera mujer de Karlos De Matteis me atreví a cantar, que para mí era un reto muy grande. Hacer de Petra en Las amargas lágrimas de Petra von Kant fue algo muy especial porque yo adoraba esa película y pensar que yo podría llegar a hacerla fue algo muy bonito. Y quedó muy bien esa obra, pero tuvo muy poco recorrido. Y luego estoy muy contenta con mi trabajo en Deshacer la casa. Hacer esa obra fue un antojo mío porque el tema me toca a nivel personal y fue una obra muy complicada con un duelo de dos actrices en el escenario tremendo. No sé, cada papel que he hecho ha tenido algo especial.
Ahora estás con Abierto al público en La Encina Teatro, una de las obras más corales en las que has trabajado. ¿Cómo te llega este proyecto?
La obra me llegó después de todo el terrible momento que vivimos en la pasada primavera -y que desgraciadamente parece que no acaba-. Yo lo pasé bastante mal, perdí a mi madre en junio, no por Covid, pero fue bastante triste y dramático ese momento y la verdad es que estaba bastante baja de moral. De hecho pensé que no iba a volver a hacer teatro, no veía la luz, estaba muy perdida. También porque yo tenía una obra para estrenar el 27 de marzo, un montaje que me había currado yo por completo, que estaba producida por mí, con toda la escenografía encargada y hecha y que no he podido utilizar, con el autor y director –Santiago Serrano- que venía de Argentina y todo eso me desanimó bastante. Y en agosto me llegó un mail de Sergi Manel Alonso, a quien yo no conocía, que es el autor y director de Abierto al público. Él buscaba una actriz y por compañeros que me conocían salió mi nombre, vio mis trabajos en vídeo y pensó que yo podía dar el perfil que buscaban para dar vida a Greta. Me pasó el texto y me cautivó, así que le dije que sí. Y me hizo mucha ilusión, fue como volver a la luz.
Greta vino a salvarte un poco…
Pues sí, en cierta forma así ha sido, ha sido un gran regalo. Y pocas veces me han llegado cosas así, porque normalmente soy yo la que se busca las obras y los papeles. Y la verdad es que la obra es muy original, muy fresca, es otro registro más actual, que también tenía yo ganas de hacer algo más contemporáneo. El proceso de trabajo ha sido complicado, como te puedes imaginar, pero hemos conseguido poder llevarlo a buen término y es que hay una energía muy bonita en este grupo de trabajo, hay muchas ganas, mucha ilusión. Ilusiones renovadas por mi parte.
¿Cómo es esa Greta de la que hablamos?
Greta es una actriz que tuvo mucho éxito en su momento y que ha caído en el olvido y ha sido rescatada y este es su reencuentro con el público, su oportunidad de volver a ser esa diva que lleva dentro y a querer que todos los focos la iluminen a ella. Es una mujer fría que sólo lucha por su objetivo, pero también en la obra descubres sus razones para ese comportamiento. Y ella está en una compañía de teatro, que es lo que le ha tocado en estos momentos para poder trabajar, pero ella tiene la fuerza suficiente como para sacar todo adelante y volver a brillar.
El propio título lo indica, ¿La obra es una ventana abierta para que el público vea lo que se esconde en una producción teatral?
Sí, bastante. Más allá de lo que se ve desde fuera, cuando rascas un poquito en esta profesión somos personas con muchas inseguridades, con muchos altibajos, exponemos nuestras emociones y eso no siempre es fácil de gestionar y en esta obra se ve un poco de esas cosas que vivimos y nos pasan en este trabajo que tenemos, tan maravilloso, dicho sea de paso también.
Desde fuera sí que parece maravilloso, una profesión idílica la vuestra
Pues en muchos aspectos sí que lo es, claro. Cada vez que terminas de trabajar lo normal es que te aplaudan, cosa que no le suele pasar a casi nadie, aprendes muchas cosas con cada personaje que interpretas, es como vivir muchas vidas, conoces mucha gente interesante, viajas, te hacen entrevistas (risas). Luego tiene sus claroscuros, por supuesto, cosas de las que hemos hablado arriba, la incertidumbre del trabajo, la precariedad para la mayoría de compañeras y compañeros del sector. Puede ser una paradoja, pero creo que hay que tener los pies muy en la tierra para dedicarse a esto. Yo, quizás, por haber empezado un poco más tarde de lo que suele ser normal, pues tengo esos cimientos bien sólidos.
¿Hay que tener la piel muy dura para sobrellevar esa constante exposición?
Hay que trabajar mucho con esos aspectos, claro. Yo tuve un padre que me decía que no había que dejar que nada se me subiese a la cabeza y eso lo llevo a rajatabla, quizás demasiado a veces porque me cuesta creerme las cosas. También te digo esto porque a mí no es que haya sonreído el éxito profesional, a un gran nivel me refiero. Satisfacción personal toda la del mundo y feliz con cómo me van las cosas, pero no me he visto en la tesitura de otras compañeras de profesión que sí que han triunfado, así que si eso me pasara no sé cómo lo viviría, ya te contaré… (risas).
¿Y cómo te enfrentas a una mala crítica entonces?
Pues al principio, cuando te falta experiencia lo pasas mal porque lo llegas a interiorizar, te lo crees y te genera inseguridades y no hay nada peor que una actriz o un actor tenga inseguridad a la hora de salir a actuar. Tú tienes que salir a defender tu personaje desde el trabajo que has hecho previamente y eso lo he ido aprendiendo con los años, que a lo mejor mi perspectiva de un personaje, desde donde yo lo he trabajado, no coincide que los que te vienen a ver y no pasa nada. Es verdad que las críticas destructivas de por sí pues sí que fastidian, sobre todo aquellas que se piensan que porque actuamos en salas independientes o de pequeño formato somos aprendices y por supuesto no es así. Trabajar en el off es mucho más difícil, sobre todo porque tratamos de dignificar la profesión de igual manera que alguien que actúa en espacios mucho más grandes, pero lo hacemos con menos medios. Un actor, una actriz, muestra que lo es siempre que se mete en la piel de un personaje, independientemente de dónde lo haga.
Luego ya está la cuestión de lo que te recompense económicamente
Claro, eso sí, pero incluso si hablamos de arte puramente, cuando no hay remuneración quiere decir que estás ahí por la primaria necesidad de expresarte y eso adquiere todavía más valor si cabe. Porque ahora lo vemos todo a nivel crematístico, pero ¿cuántos artistas hay a lo largo de la historia que vivieron toda su vida pobres pero que no dejaron de expresarse? Y si hablamos de mujeres es aún más sangrante ya que ellas sí que no han tenido ni siquiera reconocimiento posterior por su trabajo.
Volviendo un poco al papel del público, que es parte fundamental de la obra, ¿Qué respuesta recibís al terminar la función? Y sobre todo me refiero en estos tiempos de pandemia. ¿Notas algo distinto?
Pues mira, la obra es una tragicomedia, pero hay bastantes momentos de carcajadas y con las mascarillas pensábamos que iba a ser más difícil, porque no dejan de ser una barrera al fin y al cabo, pero para nada, la gente se ríe mucho y eso nos llega. La obra es una obra muy humana, que trata de relaciones entre personas y a la gente le saca de la situación que estamos viviendo, así que en cada función se crea una comunión muy especial entre el público y nosotros que satisface mucho. Estamos muy felices de que la gente venga a vernos a La Encina Teatro y más con todo lo que está pasando.
¿Esa energía que desprende el público se nota mucho en cada función? ¿Y te condiciona?
Sí, claro que se percibe esa energía en cuanto sales a escena. Nunca hay dos funciones iguales, aunque suene a tópico, es así. Yo hay momentos en los que hablo al público y eso te condiciona en la misma medida que cuando hablas con una persona. Ves si te hacen caso, si llamas la atención, escuchas su silencio, oyes su risa… tú sigues metida en tu papel haciendo tu trabajo, pero es verdad que según cómo veas a quién te diriges pues tú reaccionas de una forma o de otra. En un ensayo eso no existe, notas ese frío, ese vacío de la nada, cosa que en una representación con público no existe, aunque todo sea silencio nunca hay un vacío. Por eso ahora que estamos viviendo momentos complicados, en los que nos tenemos que adaptar a nuevos formatos, el teatro en una pantalla es otra cosa, pero no sé si teatro. Y por eso el teatro no puede morir, porque esa comunión, ese rito creado desde tiempos inmemoriales entre público e intérpretes es un hilo maravilloso que no se podrá romper jamás. Yo soy una actriz con mucha energía y si a mí no me vives en directo a lo mejor a través de una pantalla quedo grotesca en ese mismo registro teatral, así que el público lo cambia todo, sí.
La obra habla también del ego. ¿El ego es un aliado o un enemigo?
Cuando tú te subes a un escenario no puedes salir ‘humilde’ como me decía mi padre. En un escenario te lo tienes que creer, a tu personaje y lo que estás haciendo, digo. Tienes que ser consciente de que te van a observar y de que eres el centro de atención… por eso somos intérpretes también porque tenemos cierto punto de exhibicionismo emocional, de necesidad de expresar… Ahí arriba eres la más porque has trabajado para ello. Entonces ese ego es muy importante. Pero cuando te bajas del escenario, cuando estás aprendiendo, cuando te están dirigiendo, cuando estás trabajando en equipo ahí tienes que ser humilde, escuchar y abrirte, si no lo haces así entonces ya ese ego sí pasa a ser un enemigo. Hay que saber jugar con ese ego, vaya.
¿Desde dónde trabajas los personajes?
Yo estoy trabajando los personajes desde el minuto uno que me dan el texto hasta que acaban las funciones. Yo sigo leyendo el texto cada día y siempre aparece algo, matices sobre los que poder trabajar. Greta sigue creciendo en cada función, por ejemplo. Yo, además, necesito descifrar cada palabra y cada coma del texto, no puedo meter una frase si no sé lo que vive la persona que lo está diciendo, no lo que significa esa frase simplemente, si no lo que mi personaje está sintiendo al decirla. Yo he hecho obras muy complejas en las que tienes que estar descifrando muchísimo y es lo que a mí me apasiona realmente. Mi aprendizaje con Pape Pérez me ayudó a no sufrir con los distintos papeles que tuviera que abordar. Él me enseñó el trabajo sensorial, que es que si tú tienes una emoción, esa emoción se pone en tu cuerpo y ¿qué le produce al cuerpo? pues puede ser un dolor, un retortijón, un chirriar de dientes… entonces tú trabajas con algo sensorial que te produzca lo mismo y con experiencia pues es algo que surge rápido. Lo difícil de todo esto es encontrar el estímulo sensorial adecuado, es sobre lo que hay que trabajar en los ensayos. Al principio de hacer un personaje pues todo cuesta un poco más y vas más despacio, pero luego ya entras y sales de diferentes situaciones de forma muy rápida, casi automática.
Yo practico mucho la observación también, me fijo mucho en la gente y en lo que pasa alrededor y a partir de ahí puedo trabajar ciertas cosas e incorporarlas en un momento determinado. Y con todas estas cosas, con este trabajo que vas haciendo pues ya vas encontrando la esencia de tu personaje, vas descubriendo lo que piensa, te vas metiendo en su piel y eres capaz de romper el discurso… Yo no puedo pensar lo que digo, porque si lo hago estoy subrayando, yo tengo que romper lo que digo para conseguir que el espectador pueda descifrar lo que le pasa a mi personaje, porque lo que dices lo está entendiendo, pero tiene que saber por qué mi personaje hace lo que hace.
¿Los personajes te acompañan mucho tiempo una vez que sales su interpretación?
Cuando estoy en ensayos y buscando sí, a veces ahí sí que me meto más a fondo en esa búsqueda de la esencia de mi personaje, quiero decir que a lo mejor sí que lo llevo todo el día conmigo. Por ejemplo con Ruth Steiner en Relatos escogidos me costó mucho y entonces sí que me puse con el bastón en casa y haciendo que estaba enferma…
¿Y por la calle has estado metida en tu papel?
Por la calle también lo he hecho alguna vez, sí. Me acuerdo una vez con Daniel Dimeco, una obra que estuvimos ensayando, que me puso el ejercicio de ir desde mi casa hasta su casa metida en personaje, que era una psicópata e iba vestida de otra época y en el metro, fue algo bestial. En determinados momentos sí que puede venir bien porque encuentras cosas, pero siempre con mesura, claro, no se puede ir haciendo de psicópata en el metro como si nada (risas).
¿Interpretar a un determinado personaje te puede llegar a modificar un concepto o un pensamiento predeterminado?
Pues sí, en muchos momentos ocurre. Yo soy una persona demasiado empática, todo me duele, lo mío me duele pero me duele más lo ajeno y entonces siempre tiendo a comprender a todo el mundo y cuando investigas para hacer un determinado personaje pues claro que acabas comprendiendo actitudes o pensamientos que tú no tenías porque no te lo habías planteado quizás. Interpretar es una forma de aprender constantemente, tanto de tu propia profesión como de la vida en general.
¿Si te llega algún papel que va en contra de tus principios, lo haces?
Yo me considero una persona muy abierta y respeto a todo el mundo y como te he dicho muy empática, trato de comprender siempre a los demás. Los principios son algo muy personal y entiendo todo de primeras. A ver, a lo mejor algún papel que transmita algo muy nocivo y malo pues me lo pienso, pero la verdad es que hasta ahora no me ha pasado. Si la obra está bien escrita y tiene sentido no tengo problema. Podría hacer Roberto Zucco incluso.
¿Ser directora es una evolución natural en ti?
Yo he estado con Pape Pérez ocho años en total, desde que empecé en su escuela y luego ya trabajando dando clases. Y cuando das clases estás como dirigiendo de alguna manera y la verdad es que tenía ganas de probar dónde me podía llevar la dirección escénica. Mi primera dirección fue Mía, una obra sobre los malos tratos a mujeres, y fue un proyecto que me encargaron. Era un monólogo y creo que supe buscarle las vueltas a la obra para que fuera un montaje con ritmo y estoy contenta con el resultado final, además la actriz estaba estupenda.
¿Una buena dirección es fundamental?
Por supuesto, como actriz lo primero que quieres cuando te embarcas en un proyecto es que haya una buena dirección, es muy importante tener a alguien que te proteja, que te acompañe, que te guíe en el proceso a sentirte perdida y sola. Un buen director coge a un intérprete mediano y puede hacer una gran obra. Un mal director coge a un buen intérprete y puede hacer una mierda de obra.
¿Cómo eres como directora?
Soy muy exigente y minuciosa, igual que como actriz. Doy mucha importancia a la parte técnica de un montaje, a las luces, el espacio sonoro, la escenografía… cuido mucho todos esos aspectos porque creo que suma. Es verdad que cuidar esas partes es dinero, claro, y no siempre es fácil, pero hay que intentar cuidarlo también, que muchas veces se olvidan. El texto es una parte fundamental, por supuesto, es el pilar básico sobre el que se sustenta una obra, pero en teatro es muy racional, te exige como público estar con una gran atención cerebral y es muy difícil estar una hora y media que dura la obra solamente atento a un texto. Por eso cada vez que tú metes un elemento de sonido o de luz provocas que la atención de los espectadores se renueve. Igualmente lo puede hacer el actor o la actriz con un silencio o con algo imprevisto… rompiendo de alguna manera el ritmo y eso me gusta cuidarlo y es en lo que me gustaría seguir investigando, sobre creaciones más contemporáneas.
Un/a director/a al final es un gestor de grupos y volviendo al tema del ego, ¿Para conformar un proyecto prefieres que prime el talento o prefieres generar un buen ambiente de trabajo?
Yo prefiero que prime la confianza para trabajar. Cuando tú decides entrar en un proyecto tienes que confiar en la gente que está alrededor y que te va a acompañar en ese viaje. Yo necesito que se confíe en mí, como actriz y como directora y no siempre es fácil generar ese clima. A mí me ha costado a veces. Pero por eso estoy tan feliz ahora con Abierto al público, porque lo tenemos.
¿Cómo ves la salud teatral de nuestra ciudad? Sobre todo de la independiente, que es donde tú te mueves.
Es verdad que se hace mucho teatro y hay de todo, pero encuentras cosas maravillosas, textos muy buenos, grandes intérpretes que tienen un peso escénico tremendo en salas off, gente que brilla y que te llena, todo eso se puede encontrar en las salas independientes de nuestra ciudad.
¿Qué balance haces de tu carrera? ¿Ha merecido la pena dar el giro a tu vida que diste?
Pues me siento orgullosa de la actriz que soy. No te puedo decir si soy buena o soy mala, no voy por ahí, porque eso lo decide el ojo de quien te ve. Yo trato de dar lo mejor de mí y disfruto como nadie haciendo este trabajo. Cada nuevo reto es para mí un chute de adrenalina, me hace crecer a todos los niveles como persona… Y todavía tengo muchísimo que aprender y eso me hace sentirme joven. El teatro es un alimento de mi alma. Ya sólo falta que me alimente bien el cuerpo y sería todo perfecto (risas).
¿Y cuáles son tus metas o tus sueños?
Yo soñaba con tener un teatrito, pero nunca pudo ser y ahora estaría sufriendo mucho, como los y las valientes que mantienen sus salas abiertas, que se lo merecen todo. Ahora el sueño es seguir haciendo teatro, es suficiente con la que está cayendo. Que viva el teatro y que viva siempre y lo que no han podido quitar en 2000 años que no lo termine un virus ni nada.
Y para terminar, volviendo al tema que se trata en la obra. ¿Qué estarías dispuestas a hacer por conseguir tus sueños?
Intentaría no vender mi alma, la verdad. Ahora mismo me siento libre y feliz y quiero seguir por este camino. Quiero seguir avanzando, paso a paso y con los pies en el suelo. A estas alturas ya sólo quiero algo sencillo como te he dicho, quiero seguir haciendo teatro, un teatro vivo, trasladando mensajes de humanidad y de emociones.