Juan Carlos Pérez de la Fuente acaba de cumplir un año como Director Artístico al frente del Teatro Fernán Gómez CCV, y le visitamos para conversar sobre las líneas de su proyecto y el inminente estreno de La señorita de Trevélez, un clásico de Carlos Arniches que promete no dejar indiferente a nadie, por su nueva perspectiva, por su reparto y por descubrirnos un componente social fuertemente conectado con nuestra realidad.
Te puede gustar más o te puede gustar menos, puedes ser más afín o menos, te puede saturar o puede fascinarte, o todo a la vez, ¿por qué no? Es como un crío entusiasmado, incontrolable, divertido, y gamberro -seguramente algo consentido-. Escuchar a Juan Carlos Pérez de la Fuente es como tener enfrente una enciclopedia viviente sobre la historia más reciente del teatro español, hablándote de su relación con Lina Morgan, con Arrabal, Buero Vallejo, Nieva, o Fernán Gómez, de quien está escribiendo sus memorias. Entrevistarle es dejarte llevar por un torbellino regado de anécdotas, fotos, chascarrillos, aspavientos, risas, y también algún conato de lagrima. Es inabarcable e insaciable. Tú vas con tu cuestionario preparado, y en cuanto arranca el encuentro, sabes que no te va a ser de ninguna utilidad porque ahí el que maneja los tiempos, si de verdad quieres vivir “La experiencia Pérez de la Fuente”, es él. Y a mí no me parece mal, todo lo contrario, porque no es lo mismo ver un caballo salvaje trotar desbocado al aire libre que en un picadero. En una época en la que todo el mundo mide hasta el último milímetro de cuanto hace o dice en pos de la corrección, ver a alguien en plena libertad y con el desparpajo que él se gasta, es de agradecer. Y estoy convencido que vale más por lo que calla que por lo que cuenta, pero… ¡Madre mía!
Otra cosa es que ahora yo sepa plasmar todo eso en un artículo medianamente coherente, saber trasladar ese torrente de información sin orden ni concierto es un auténtico reto que os confieso me divierte. Vamos a ver lo que sale, ¿no?
VOLVER A DIRIGIR UN TEATRO
“Quiero ser un jubilado, un señor aburrido”, me dice nada más sentarnos en la mesa de su despacho. Una frase que no se cree ni él, pero que sirve para contarme que el mismo día que tomaba posesión del cargo como Director Artístico del Fernán Gómez, 8 de febrero del 2024, la Tesorería del Estado le comunicaba que podía dejar de pagar la Seguridad Social. El día que cumplía 65 años. Y, sin embargo, ese día entraba por la puerta de este mismo despacho donde tenemos el encuentro. “Soy el director artístico más mayor de los que estamos actualmente y el año que viene seré el que más tiempo lo ha sido en teatros españoles”.
Pasó ocho años al frente del CDN. Él fue, por ejemplo, quien creo la Sala de la Princesa. Después estuvo dos años y medio dirigiendo el Español, hasta que el gobierno de Carmena lo destituyó, “por esta especie de enfado, este ruido que ha infectado toda la sociedad, de que desde que llegas a un teatro ya eres de los unos o de los otros”, y quien puso nombre a las salas de las Naves de Matadero. “Soy el señor que pasa por los sitios poniendo nombres”. Y ahora llega al Fernán Gómez, tras haberlo rechazado anteriormente dos veces, donde promete convertir en espacio escénico hasta los retretes. “¿Y sabes lo que más me gusta? -me dice-. Comprobar que sigo teniendo la misma ilusión que el primer día. Eso sí, aquí acaba la carrera de Pérez de la Fuente dirigiendo”. Ya veremos…
Hace unas semanas el periodista Julio Bravo decía de él que “no puede estarse quieto”. Y él, divertido, lo justifica: “Pero vamos a ver, es que los teatros públicos hay que dinamizarlos de verdad. Y lo digo igual para la televisión pública y la radio pública. Si nosotros nos parecemos a cualquier empresario, posiblemente lo estemos haciendo mal. Tiene que haber otro ritmo, otra cosa. Si quieres una programación convencional, entonces no me mires a mí”. Y si no, que se lo digan a su equipo, que en estos días ha tenido que acondicionar el hall del Fernán Gómez como una sala más, de la que en breve sabremos su nombre, para el estreno de Los gigantes de la montaña que ha estrenado AlmaViva Teatro y van a llevar a cabo el montaje de la primera producción que va a dirigir Pérez de la Fuente estando en el cargo: La señorita de Trevélez. Una función que, según él, es todo un desafío y promete no dejar a nadie indiferente. “No soy mesurado, soy follonero. Luego el público decide o no acompañarte, pero eso forma parte de este cotarro, no creer que lo tienes ganado”.
PRESERVAR EL REPERTORIO
Alguno de los objetivos que se ha planteado para estos años son, por ejemplo, acercar el repertorio, principalmente el del siglo XIX y XX, a los más jóvenes, “no aprenden de los maestros, se van a buscarlos fuera. Tenemos una responsabilidad frente a nuestros autores, a nuestros creadores, y es que se conozcan. El problema es que se han ido olvidando, no debería pasar que desaparecieran autores y eso es responsabilidad de cada director”, y su intención es convertir al Fernán Gómez en ese nexo de unión entre públicos diversos y creadores del gran repertorio. Le pregunto por el lugar que queda para la creación contemporánea y me remite a otros espacios del ayuntamiento, «Matadero y el Español son su lugar. Aquí tenemos que caber todos, no puede haber una disputa entre jóvenes, nuevas voces y las otras voces. El teatro soñado es en el que los maestros convivan con los jóvenes y no tan jóvenes. Pero nunca va a llover a gusto de todos, y si llueve, sospechan”. Y redobla su apuesta con el deseo de convertir al Fernán Gómez en una unidad de producción, “pero de verdad, no esa especie de ‘bueno, produzco una obra y el resto repertorio’, no. Estoy harto de teóricos. Hay que ir a las cocinas, con lo positivo y lo negativo, con los errores y la ilusión. Y sé que no es fácil. Todo eso forma parte de este cotarro. Esto va de sumar”.
Me confiesa que le da cierta envidia cómo los ingleses rinden homenaje a sus creadores y creadoras, “en España no convive el repertorio como en otros países. El nacimiento de un teatro público va unido siempre a la dramaturgia y a los creadores de tu país, de tu ciudad o de tu comunidad, y eso no tiene ideología. Sí, tenemos que ser un poquito egoístas algunas veces en esas cosas, y no pasa siempre”.
ARNICHES SIEMPRE SOCIAL
Después de haber dirigido un Nieva como Pelo de tormenta o las Pingüinas de Arrabal, montajes que marcaron su paso por los espacios que dirigió anteriormente, ahora, siguiendo la premisa de preservar el repertorio, pone su foco en Arniches y La señorita de Trevélez. “¡Porque es la leche! Ese pulso que mantiene entre la comedia y el drama me pone -exclama entusiasmado- Es inquietantemente atractiva desde este lugar que es lo tragicómico, la tragedia grotesca”, de la que señala que bebieron Lorca para su Doña Rosita la soltera, Mihura y La bella Dorotea, e incluso Valle-Inclán que retuerce el concepto hasta convertirlo en el esperpento que acabó por identificarle. “No se puede entender a Valle si no es pasando por Arniches”.
La señorita de Trévelez gira en torno a una broma cruel llevada a cabo por un grupo de amigos hacia Florita Trevélez, una mujer soltera de cierta edad que sueña con el amor, haciéndola creer que un joven apuesto la corresponde. Una mentira que según va creciendo, irá desenmascarando la mezquindad y superficialidad de la sociedad. La obra, con la que Pérez de la Fuente explica que dialoga con La naranja mecánica, conecta con nuestra sociedad. “Detrás de Arniches aparece una preocupación social. Llegar a esa conclusión de que es de derechas es no saber nada. Estamos hablando de una manada, del peligro de unos chavales ociosos, del bullying, de la locura”, y sin desvelar demasiado, me cuenta que en la versión de Ignacio García May el final ha variado, “aunque los derechos están liberados, he hablado con la familia”, para que la crueldad de todo el entramado creado sea aún más crudo si cabe, subrayando que la culpa no solo es de quien ejecuta sino del que es testigo y consiente. “La catarsis forma parte de la tragedia y el patio de butacas lo va a vivir. Creo que es la vez que más me estoy mojando desde las emociones con un final espectacular”. Y me confiesa que, si todo va como está ideado, incluso tendría que venir la policía al final de cada función. “El teatro es el lugar donde puede pasar de todo”, me dice con una sonrisa divertida, disfrutando solo de pensar en la que se puede liar.
CASTING ABIERTO PARA EL ELENCO
La producción cuenta con la particularidad de que se convocaran audiciones abiertas desde un teatro público para elegir a parte de su elenco. Llegaron cerca de 1.600 currículums, se hicieron casi 300 pruebas, para cubrir 8 de los 13 papeles que finalmente interpretarán Silvia de Pe, “va a sorprender muchísimo. Es una Quijota”, Daniel Albaladejo, Daniel Diges -quien se enfrenta por primera vez al teatro de texto-, Críspulo Cabezas, Noelia Marló, Marta Arteta, Óscar Hernández, José Ramón Iglesias, Rodrigo Sáenz de Heredia, Edgar López, Julia Piera, Natán Segado y Juan de Vera. “Tengo la compañía soñada. Necesitaba actores que supieran latín para poder saltar de género y que entendieran que tras la máscara de la comedia hay drama”.
Y para rematar la visita, me invita a bajar a la sala de ensayos para mostrarme la maqueta de la escenografía creada por Ana Garay, “he mandado construirla en Valencia, por lo mal que lo están pasando”. De la manera en que Juan Carlos mira, y explica, la maqueta da a entender que hace tiempo él ya vive ahí adentro, y me muestra un espacio escénico enorme, va a ser la primera vez que se van a utilizar los 23 metros de boca del Fernán Gómez, “esto es como Mérida”. donde se desplegará una espectacular escenografía llena de significados que invadirá el propio patio de butacas con un árbol inmenso, “simboliza España”, y que será movido como un paso de Semana Santa por los propios actores; habrá tormentas, un jardín fastuoso, una mesa de billar, una luna gigante, “antes de que formara parte de Lorca, la Luna también fue de otros”. Y me cuenta que, de muchas de las cosas que veremos en La señorita de Trevélez, nos dio las claves en la presentación de temporada: “Todo tenía su porqué ese día”.
Llegados a este punto, su agenda y su teléfono no dejan de reclamarle, así que nos despedimos con la curiosidad por las nubes por ver materializado todo lo contado sobre el escenario. Podremos estar más o menos de acuerdo en muchas cosas -eso es lo que hace todo más interesante-, pero lo que no se puede negar es que encontrar alguien con la energía, el entusiasmo y la osadía con la que Pérez de la Fuente afronta cada una de sus batallas, es siempre de agradecer.
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