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La estupidez que retrata a toda una generación

“Estamos llenos de argumentos gracias a las redes sociales”

 

Darío Facal escribe y dirige Elogio de la estupidez, coproducción entre el Teatro Español y su compañía Metatarso, que coge el nombre del libro de Erasmo de Rotterdam y se inspira libremente en la genial obra Bouvard y Pécuchet de Flaubert. Una apología de la estupidez inevitable y la indefensión de todos los que tenemos que vivir confundidos en el caos ideológico de la sociedad actual. La obra estará en Naves del Español del 3 al 27 de noviembre. 

 

Una divertida farsa sin discursos moralistas

 

Por David Hinarejos

Fotos: Coral Ortiz

 

¿Cómo reconocemos la estupidez, qué caracteriza a este rasgo de comportamiento?

Gran pregunta. Es difícil porque solo se reconoce a la perfección con el paso del tiempo y en muchos casos se enmascara. Lo que hoy nos parece estúpido podría no serlo cuando miremos atrás pasados unos años y viceversa. La obra aborda la estupidez de una forma ligera y profunda asumiendo que, en definitiva, todos somos estúpidos, ya que vivimos en una sociedad llena de mensajes confusos, paradójicos y contradictorios. Me parece que la estupidez sería una buena forma de retratar a nuestra generación y el tiempo que estamos viviendo.

 

¿Todos participamos activamente de ella?

No participar casi es lo que para los demás nos definiría como estúpidos.

 

¿Somos responsables de vivir así?

Yo no diría eso. Personalmente creo que al final somos unos animalitos sobre un planeta intentando hacer lo que podemos. En ese sentido intento escapar de discursos muy moralistas que paradójicamente quieren condenar al ser humano, pero le dan capacidades de dios. Por ello, como se refleja en el texto, yo simplemente intento hablar de la ternura, de la confusión general, de lo inválidos que estamos y de lo fácil que aceptamos discursos absurdos que no soportan análisis profundos. Tiene mucho de lo que estamos viviendo en los últimos años.

 

La obra se presenta como, entre otras cosas, una carta de amor y desprecio hacia el ‘cuñadismo’. ¿Presenta diferencias con la estupidez?

Me parecen bastante similares porque, además, la estupidez que me interesa es una bastante ilustrada aparentemente. Todos estamos llenos de argumentos y reflexiones gracias a las redes sociales, ya no hace falta ni leer para tener recursos para apoyar una idea y hay expertos en todo. Es interesante cuestionar todo este ‘cuñadismo’ sustentado en informaciones fragmentarias.

 

La falta de profundidad, conocimiento y análisis que traen consigo este tipo de actitudes es carne de cultivo para los populismos y de ahí a los extremismos no hay mucha distancia. ¿Es más peligroso de lo que parece?

Sin duda, pero la obra no ahonda tanto. Sólo refleja de alguna manera el germen inicial. No pretende nada más en ese sentido. Personalmente, en este momento estoy muy cansado del arte como discurso aleccionador y me interesa más explorar los temas desde el lado humano y poético.

 

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¿Qué te impulsó a revisar Bourard y Pécuchet, la obra de Flaubert?

La obra me fascina, puedes ver en una historia de mediados del siglo XIX cómo sucede lo mismo que hoy en día: cómo sus protagonistas se asombran por multitud de temas de los que encuentran informaciones contradictorias en los libros y de los académicos. Es decir, que el mal endémico de la sociedad se ha mantenido más allá de ideologías o cambios en el acceso a la información. Por eso es tan importante la lectura de los clásicos, te das cuenta que los males contemporáneos son los males de la humanidad de siempre. En ese sentido la obra de Flaubert me parece inspiradora, es la gran novela sobre la estupidez, pero al final en el texto sólo lo he utilizado lo que me interesaba como punto de partida: amigos que viven juntos, que tienden al bien, y como eso va evolucionando a un retrato con mucho humor sobre el tema que da nombre al montaje.

 

¿Qué comparten estos amigos con los de Flaubert y qué les diferencia?

Inicialmente, comparten la situación en la que están y la relación que tienen entre sí, pero luego los nuestros se han ido separando cada vez más, en gran parte simplemente por ser más contemporáneos y también porque la historia es diferente.

 

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Mario Alonso y Agus Ruiz son los protagonistas masculinos de la obra, ¿qué papel juegan las mujeres interpretadas por Bárbara Santa‐Cruz y Ana Janer?

Pues importantísimos, Bárbara interpreta a una mujer que va a vivir con ellos en la casa y va a ser un elemento fundamental de pensamiento introduciéndose en un núcleo formado por dos hombres heterosexuales. Ana, por su parte, es la protagonista de una trama romántica con uno de ellos que tendrá mucho que ver con la evolución que va a experimentar.

 

¿Ha cambiado mucho el texto en los procesos de ensayo?

Hasta el estreno constantemente. Siempre he funcionado así, nunca he escrito una obra en casa que luego condicione radicalmente los ensayos. El trabajo con los actores y la puesta en escena alimenta tanto al texto como al contrario. Creo que es el equilibrio correcto.

 

Supongo que a la gente en un primer momento le va a hacer mucha gracia las peripecias de estos personajes, pero también nos van a poner un espejo delante en el que vamos a ver mucho de lo que somos.

Esperamos que las risas ayuden al público a revisarse. Los primeros que están poniendo un espejo delante de su propia estupidez somos nosotros. Supongo que habrá algunos a quiénes se les tuerza más la sonrisa que a otros, y entre los que no, siempre existirán los que se creen con una superioridad moral, uno de los grandes problemas con los que convivimos. En ese sentido, la obra establece un espacio privado en el que se habla de muchos temas que en público se abordan de una manera o no se abordan y de puertas adentro de otra.

 

 

Con tu anterior trabajo, La realidad, abordabas temas como la manipulación en la época de la posverdad y de los perezosos intelectuales. Enlaza perfectamente con esta nueva propuesta.

Sí, es abordar algunos aspectos planteados ahí, pero desde el otro lado. Al final uno escribe en base a sus inquietudes y actualmente me preocupan estos temas de intentar recuperar la palabra y espacios en los que respetuosamente se pueda hablar y reír.

 

Como creador, ¿cómo te nutre estar tan activo en tu faceta docente trabajando con las nuevas generaciones de artistas?

Me influye, obviamente, me paso el día con ellos y lo que me termina interesando es lo que veo que le interesa a la gente que tengo alrededor. Perder de vista las inquietudes de los jóvenes es perder de vista nuestro futuro, por suerte llevo muchos años sin dejar de estar cerca de esa realidad.

 

Hemos seguido muy de cerca el nacimiento y rápido crecimiento de Work in Progress, la escuela de interpretación que diriges en Madrid, ¿en qué momento dirías que os encontráis una vez superada la pandemia?

Pues en un momento extraordinario. La escuela llena con mucha anticipación, lista de espera para entrar y, lo más importante, muchos actuales y antiguos alumnos están trabajando en diferentes medios. Estamos muy agradecidos por la confianza que ponen en el proceso que les planteamos y en un claustro de profesores que realmente está luchando permanentemente por dar una buena formación.

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí

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