"Es muy necesario reivindicar Ñaque o de piojos y actores en estos tiempos acelerados que vivimos"
Joan Martínez Vidal y Javier Godino forman Teatro a Primera Sangre, una compañía que ha nacido al calor de este proyecto, levantar una nueva versión de Ñaque o de piojos y actores, el conocido texto del gran José Sanchis Sinisterra.
El propio maestro y Daniela De Vecchi dirigen esta obra tan necesaria en los tiempos que corren, tiempos difíciles para dedicarse a las Artes Escénicas.
Ñaque o de piojos y actores podrá verse los días 29 y 30 de noviembre en Teatro del Barrio.
¿Quiénes sois Teatro a primera Sangre?
Joan Martínez Vidal: Teatro a Primera Sangre es una productora nacida ex profeso para llevar adelante este proyecto y fue en un primer momento montada por Javi y por mí. A día de hoy podemos afirmar que es básicamente mi productora pues he acabado asumiendo yo ese rol. Veremos si en el futuro sigo así o qué estructura tomamos.
Javier Godino: Joan y yo nos conocimos en clases de esgrima organizadas por la Unión De Actores, y el ‘duelo a primera sangre’ termina cuando uno de los duelistas resulta herido, incluso cuando la herida es leve. El teatro duele (risas).
Joan Martínez Vidal: La intención es que este sea el inicio de un largo camino y que esta plataforma me permita tirar adelante proyectos que me interesen personalmente pero siempre con una vocación popular, que no comercial. Quisiera hacer obras de calidad que hablen de cosas. Piezas que no sean frívolas, que vayan más allá, pero que a la vez sean artísticamente interesantes y entretenidas. Creo que de momento con este Ñaque o de piojos y actores hemos logrado este punto medio. El tipo de teatro que me interesa hacer es un teatro de texto, teatro de autor, principalmente contemporáneo aunque también soy un enamorado del teatro en verso, renacentista y barroco. En ese sentido, creo que no había mejor obra para aunar todos estos intereses que la que hemos escogido. De todas formas ya estoy trabajando en el próximo proyecto, y casi seguro que será de creación, así que la horquilla es muy ancha.
Contadme cómo ha sido este proceso de 20 años de duración para montar Ñaque.
Joan Martínez Vidal: No es que hayamos estado 20 años ensayando esta obra, por descontado (risas). Estos 20 años se cuentan desde el momento en que yo descubrí la dramaturgia de José Sanchis Sinisterra. Tendría unos 21 años cuando montamos Los figurantes como taller final de 2º curso de interpretación en el Col·legi del Teatre, que es donde yo me formé. A raíz de eso, y como a mí siempre me gusta investigar más sobre los autores, compré la edición de Cátedra de ¡Ay Carmela!, que es la obra más conocida de José, y esa edición traía también Ñaque. Ese texto me enamoró profundamente esa obra. A ver me enamoraron todas las obras de Sanchis, pero esa me pareció especialmente golosa. Mientras la leía me veía haciéndola, y estas cosas funcionan así, uno tiene una visión, o una proyección de sí mismo y eso se queda como un germen, una semilla en tu cabeza, y te va guiando sin darte cuenta hasta que puede florecer. Durante muchos años, cada vez que encontraba un actor con quien creía que tenía afinidad me imaginaba en mi cabeza si haríamos un buen Ríos y Solano.
Javier Godino: Joan y yo coincidíamos en clase y nos hicimos muy amigos. Un día me dijo: “¿Por qué no te vienes a casa que te quiero enseñar una obra?”. Él ya me había comentado que le interesaba montarla, y cuando la leí junto a él sentí que el texto me había elegido. Nos lo pasamos genial y ya en esa primera lectura se transmitía la obra. Tenía una calidad y un ritmo que me parecía profesional y artístico. Para mí, fue como una certificación ‘celestial’ de que teníamos que hacerla.
Joan Martínez Vidal: Cuando conocí a Javier me pareció ideal para acompañarme en esta locura, es muy buen actor. Somos muy amigos, así que se lo propuse y le gustó, pero desde que lo hablamos por primera vez hasta que arrancamos de verdad el proyecto, creo que pasó más de un año. Todo se disparó cuando supimos que la Sala Beckett iba a organizar el ‘Otoño Sanchis’ en Barcelona. Eso nos dio gasolina para ponernos manos a la obra. A medida que íbamos ensayando íbamos encontrando todos esos puntos en el texto que nos interpelaban todavía en el 2023: la precariedad, el amor al teatro, a lo artesano, la amistad… Y, ahora sí, cada vez nos parecía más pertinente montarla. En estos tiempos de aceleración y tecnología, la reivindicación de Ñaque es muy necesaria.
Javier Godino: Además, es una obra que te hace sacar lo mejor de ti como actor. Y yo estaba buscando textos que pudieran servirme para expresar con todo mi cuerpo, con todo mi corazón y con toda mi cabeza.
Es una obra que el maestro Jose Sanchís Sinisterra estrenó en 1980. ¿Por qué ahora habéis decidido traerla de nuevo a escena?
Javier Godino: Los textos buenos necesitan ser representados muchas veces. Y este texto conecta con el sentido del teatro. En estos tiempos es necesario recordar que el anhelo del teatro, un arte en equipo para un público, nos puede llevar al éxtasis social (risas).
Joan Martínez Vidal: Es muy necesario también que las nuevas generaciones puedan ver esta obra en directo, no sólo leer el texto. Ningún joven ha podido ver el montaje original del 1980, y es una pena. Yo, por ejemplo, descubrí el texto cuando la obra ya no se representaba. Y cuando por el 25 aniversario de la Sala Beckett se volvió a hacer con el reparto original lo gocé que no te imaginas. Esperamos ver gente de todas las edades en el público, pero a mí personalmente me haría una inmensa ilusión que gente de la generación Z se acercara al teatro a vernos.

Se dice de ella que es una joya teatral sobre cómo vivían dos cómicos del Siglo de Oro español. ¿Acaso no sigue siendo un retrato de cómo viven los intérpretes en el siglo XXI o en cualquier época?
Joan Martínez Vidal: A ver… piojos, en principio. los actores ya no tenemos, pero sin duda hay muchas partes del texto que lamentablemente van intrínsecas al oficio. En el último siglo, el glamour y la abundancia del cine han hecho creer a la gente que la de actor es una vida espléndida pero la realidad es que la gran mayoría de la profesión viven -y vivimos- en condiciones muy precarias o compaginando con otros trabajos e invirtiendo el tiempo y dinero que nos sobra en hacer teatro.
Javier Godino: Desgraciadamente, la mayoría de compañeros y compañeras no pueden vivir de la actuación y menos del teatro. Los presupuestos y los sueldos son bajos, es difícil acceder a los castings, si es que los hay. Y el público no está yendo al teatro tanto como debería. Yo me siento afortunado por haber podido tener una carrera en cine y en teatro interesante, pero creo que necesitamos activar la cultura en el Estado español y hacer que vuelva a ponerse de moda. Porque al final los artistas son más recordados que los Reyes y que los políticos. Por ejemplo, ¿quién es más conocido ahora: Goya, Velázquez, o los reyes que los financiaban? ¿Miguel Ángel o los papas?
Joan Martínez Vidal: Yo he de decir que me siento muy identificado con Ríos y Solano porque vengo de un sitio bastante similar. Ya me gustaría tener una carrera la mitad de buena de la que ha tenido Javi, pero yo me he tenido que mover siempre en el lodo. Llevo ya 20 años de profesión y he pisado todo tipo de trincheras: teatro escolar, infantil, furgoneta, hoteles mugrientos, sueldos miserables, animación de calle, en fiestas, en hoteles, pasajes del terror… Lo que sería el equivalente a esos piojos pero en el siglo XXI, que es la realidad de la mayoría de los actores. Eso cuando no se cansan y lo dejan. A ver, alguna migaja de la mesa de los mayores también me cae de vez en cuando, no me quejo. Pero cuando eso viene es como un espejismo, no sabes cuándo volverá. Los piojos siempre están allí esperando.
¿Vuestra versión ha cambiado mucho con respecto a la original o se ha respetado completamente?
Joan Martínez Vidal: Ha cambiado bastante, sí. Hace poco me encontré con Manel Dueso, que hacía el personaje que hago yo en la versión del 80 y me comentaba que la pieza original duraba más de dos horas. Y nuestro último pase duró hora y diez, así que imagínate.
Javier Godino: Hemos recortado algunas partes, un par de entremeses muy divertidos, pero era necesario hacerlo. Creo que el público necesita que las obras sean vivas y salvajes, pero toda la esencia de la obra original está.
Joan Martínez Vidal: Puede que en el futuro recuperemos alguna de las piezas eliminadas y volvamos a la hora y media, ya que no es un proceso cerrado, pero lo que está claro es que tanto Daniela De Vecchi (la directora) como el propio Sanchis apostaron por el desapego a la primera versión siempre que fuera en favor de mejorar el ritmo de la obra.
Para esta versión nosotros partimos de la versión americana que hizo José cuando la obra se estrenó en Latinoamérica y que ya estaba muy reducida. Recuperamos algunas de las partes originales más repetitivas que se habían eliminado entonces, pues nos parecía que contenían la esencia más ‘beckettiana’ de la pieza. Incluimos algún guiño a la actualidad y nos quedamos con lo esencial para que la obra tuviera un ritmo adecuado para el público actual. Para bien o para mal, la capacidad de concentración del público hoy es mucho más limitada que en el 1980, además, nunca está de más eso de ser fiel al lema “menos es más”. En cualquier caso creo que esta versión prioriza la relación Ríos-Solano, que al fin y al cabo es la espina dorsal de la pieza.
El propio José Sanchis es el encargado de dirigiros, junto a Daniela De Vecchi. Es un lujo poder contar con la mirada cercana del maestro, ¿no? Él, que habrá visto tantas versiones de esta obra, ¿qué os ha comentado para llevar a cabo vuestro montaje? ¿Por dónde os ha hecho transitar?
Joan Martínez Vidal: Sanchis siempre nos dice: “más tosquedad” y “menos es más”. Bueno, nos dice muchas más cosas, pero me gusta esa capacidad que tiene para sintetizar lo que busca en lemas cortos. Para mí ha sido un sueño hecho realidad que haya sido tan generoso de querer implicarse en este proceso. Realmente era un sueño de juventud poder trabajar con él.
Javier Godino: Es emocionante que alguien con tanto talento y tanta experiencia haya confiado en nosotros para recuperar su texto.
¿Y cómo ha sido el trabajo con Daniela?
Javier Godino: Para mí, ha sido un placer que espero repetir. Joan me la presentó y he aprendido muchísimo de su paciencia, de su seguridad, de su disfrute en los ensayos y de los inspiradores ejercicios de sistemas y actemas (unidades mínimas de acción) que ella me ha enseñado a trabajar. Su confianza en el actor en escena es sorprendente.
Joan Martínez Vidal: Yo llevo como 15 años trabajando con Daniela, hemos hecho obras de teatro escolar, como 5 obras juntos en la compañía LAminimAL en Barcelona, talleres, colaboraciones… Trabajar con Dani es casa, es amiga, es como familia, y le tengo una confianza artística absoluta porque sé de su talento. Es una directora con una sensibilidad extraordinaria y además me conoce muy bien, así que sabe cómo llevarme para que yo pueda dar mi mejor versión. Aun así, es curioso que pese a que Daniela ha sido colaboradora de José durante décadas y el trabajo de LAminimAL se basaba en una estética propuesta por José esta sea la primera pieza larga de José que Daniela dirige, así que me alegro de haber estado implicado en este momento tan bonito.
Es una obra que bebe mucho de Agustín de Rojas, escritor, actor y dramaturgo español del Siglo de Oro. ¿Cómo creéis que se percibe una obra de teatro con vocabulario de hace 400 años?
Javier Godino: El público la goza. No se siente anticuada porque la genialidad del autor logra que esos textos se sientan actuales. En realidad no tiene un lenguaje tan complejo, ya Sanchís hizo una adaptación exitosa.
También está influenciada por Samuel Beckett. ¿Qué paralelismos tiene con Esperando a Godot?
Javier Godino: Esperando a Godot nos parece una obra maravillosa, creo que se parece en el diálogo rítmico y misterioso, pero Beckett es más simbólico y espiritual. Yo creo que Sanchis Sinisterra nos muestra inteligentemente que desde el teatro más tosco se puede llegar a lo más sagrado.
Joan Martínez Vidal: Hay incluso guiños explícitos a Beckett que el público conocedor de Esperando a Godot sabrá ver.
Se trata de una obra aparentemente sencilla en la forma, pero en el fondo es muy compleja. ¿Dónde radica la dificultad de llevarla a cabo?
Joan Martínez Vidal: Es una obra dificilísima de hacer a nivel actoral, pero la gracia es que parezca que es fácil. El texto es inmensamente complejo. Tiene vocabulario en desuso. Tiene verso. Tiene frases muy anodinas donde es fácil cambiar una palabra por otra sinónima, pero si haces eso la cosa puede acabar mal. Tiene muchas partes que se repiten y si te despistas te puedes saltar tres páginas o volver al principio de la obra cuando una misma réplica se dice en distintos momentos. Tiene canciones también y múltiples personajes. Y lo más importante es que el ritmo de comedia es transversal a toda la pieza, por tanto estas réplicas tan complejas tienen que ir muy picadas o la obra no funciona como debe.
Javier Godino: La obra es un desafío hermoso. Y los actores necesitamos ser mejores cada noche, en cada papel, cada año, en cada obra. Si no, este trabajo no tiene sentido.
Joan Martínez Vidal: Es muy difícil, pero todo lo que tiene de difícil lo tiene de placentera cuando va bien, es una obra muy divertida de hacer y eso creo que también se transmite, es hipnótica.
En estos tiempos de hipertecnología, individualidad, pérdida de empatía… ¿Es más necesario que nunca recuperar obras así, que son la esencia más pura del teatro?
Joan Martínez Vidal: Desde luego.
Javier Godino: El teatro es tan inabarcable y ancestral que nunca podrá ser hecho por una IA. Los actores y actrices, hijos de Dionisos, aspiramos al éxtasis colectivo y a la iluminación grupal.
La picaresca es algo que siempre acompaña al carácter español, que se supone que nos define. ¿Pero creéis que nos define para bien o para mal?
Joan Martínez Vidal: Yo creo que para ambos. La picaresca es nuestra manera particular de ser subversivos en nuestro día a día, y creo que eso está bien. En los países más del norte, por ejemplo, no son tan así, pero sin duda nos ha traído y nos trae muchos perjuicios. Lo mejor de la picaresca es que incluso en su versión más maligna, no puede dejar de hacernos sonreír. Por ejemplo, está claro que nos hierve la sangre escuchando los últimos desfalcos de nuestra clase dirigente, pero ¿acaso no se nos escapa media sonrisa al escuchar hablar de chorizos y lechugas con ese morro? Esa infame y torpe triquiñuela para salir indemnes ¿no es eso también picaresca?
Javier Godino: A mí sí que me fastidia que nuestro carácter cultural se haya definido por el hambre y la pobreza de unos, o por la falta de escrúpulos y la codicia de los otros. Hace poco escuché a alguien decir que le daba cierta vergüenza que la picaresca en nuestro país se hubiera convertido en un género literario. Creo que la pobreza es el mayor mal que sufre la sociedad y que el problema es casi siempre responsabilidad de los más ricos, de los patrones y sus secuaces.
¿Cómo sentís que se recibe el Arte Teatral en estos tiempos?
Javier Godino: Siento que el Teatro ahora mismo está infravalorado, y anhelo que el público vuelva a buscar el hecho teatral con fervor y asiduidad. Me acuerdo mucho de la frase de Federico García Lorca cuando dice que «un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo». Y me tranquiliza pensar que, ante la llegada de nuevas tecnologías y de la inteligencia artificial, la experiencia de que te cuenten una historia en directo es inmejorable. También creo que el Teatro tiene que salirse de esa burguesía acomodada y volver a convertirse en un acto revolucionario o al menos apabullante. Y esa responsabilidad es de los artistas.
Joan Martínez Vidal: Yo soy de la opinión que el Teatro como medio y como Arte no va a morir nunca pese a los avances técnicos y a toda la competencia que tiene y tendrá, siempre va a haber gente que se sienta atraída por el encuentro en vivo, la asamblea que el Teatro ofrece. Ahora, hasta que punto va a quedar como algo marginal o no y, sobre todo, cuán vivo va a estar este Arte, eso ya es harina de otro costal.
A nivel de público es muy desesperante saber que la gran mayoría de la gente no pisa un teatro en su vida, y si además estás intentando llenar una sala alternativa ni te cuento. Pero en ese sentido yo, que llevo unos años viviendo un poco a caballo entre Barcelona y Madrid, todavía no he perdido del todo la esperanza pues veo algunos signos alentadores. Es un tópico, pero en Madrid la gente va al teatro sí o sí, eso no significa que su teatro sea necesariamente mejor, pero el acto en sí forma parte de la rutina del ‘salir’ en la vida de mucha gente. Eso en Barcelona se ha perdido, allí cuesta mucho más movilizar al público. En Madrid además es un público muy intergeneracional, lo cual es maravilloso.
Contradiciendo lo que acabo de decir, los números oficiales dicen que estos últimos años han sido los mejores a nivel de público en Barcelona, y por extensión Cataluña, pero eso para la salud teatral del teatro catalán me parece un espejismo, uno o dos espectáculos comerciales pueden maquillarte los números de un año entero y eso no significa que las propuestas que se están gestando tengan ningún interés, ni que exista un buen circuito para compañías y autores. En cualquier caso, me da la sensación de que hay poco riesgo, hay mucha inercia. Creo que tanto el público como las personas en posiciones de poder dentro el sector deberían ser más militantes, ir a buscar esa propuesta que no se conoce, esa sala pequeña, ese autor del que nunca oíste hablar, ese actor o actriz que tal vez nunca viste en la tele pero que te puede sorprender. Es un pez que se muerde la cola, si los programadores no toman esos riesgos, el público nunca saldrá de terreno conocido, pero si cuando sí lo hacen nadie va a ver estas propuestas, pues seguirán haciendo lo que consideran que les funciona, están en su derecho.
Ñaque es un texto, de 1980 recordemos, en el que se hace participes de forma directa a los espectadores, no indirecta, como en la mayoría de los casos. Que en estos tiempos los espectadores quieran ser cada vez más parte activa de los espectáculos, que quieran vivir la experiencia como protagonistas, ¿cómo os hace sentir a dos actores profesionales como vosotros?
Javier Godino: A mí, como espectador, me pone incómodo cuando me miran los intérpretes y me desconcierta pensar en esa temida posibilidad de que de pronto el personaje me increpe y me pida una respuesta. Me siento como en un examen. Por eso, mi manera de enfrentarme a los espectadores en Ñaque es muy inocente. Lo prefiero así. Ese encuentro con el público está en el texto, por supuesto, y trato de convertirlo en un juego ingenuo. Cuando hacía Hoy no me puedo levantar, creo recordar que retaba al espectador, quería que sintiera mi dolor y algo de vergüenza. Y cuando veo ahora el éxito de mi amigo Juan Dávila, alucino, y es en parte porque veo que, efectivamente, muchos espectadores quieren ser protagonistas. Pero añado que ese ansia de protagonismo desvergonzada se parece más al fenómeno televisivo, o de redes sociales, que al teatral.
Los personajes de Ríos y Solano, buscan entender cómo funciona eso del teatro y lo de repetir cada día la misma función. ¿Se llega a comprender alguna vez?
Javier Godino: Yo me aburro repitiendo. Por eso cada día trato de encontrar pensamientos y acciones que me lleven de una manera artística o lógica a la siguiente frase. Y reconozco que me cuesta hacer todos los días las mismas entonaciones y los mismos movimientos exactos. Por supuesto, cuido de mi compañero y respeto sus necesidades y su texto. Cuando trabajaba con José Sacristán, que es un actor preciso, bello, y un maestro con el movimiento escénico de su cuerpo, recuerdo verle disfrutar conmigo. Cada día, yo trataba de encontrar un matiz nuevo, una direccionalidad de la acción y una profundización en el carácter del personaje sin saltarme las marcas del director ni las necesidades de mi compañero, y eso se agradece.
He podido leer unas palabras de Jose Sanchis sobre el proceso de creación de esta obra: “El caso es que nuestra situación era tan precaria, que había que inventarse un espectáculo tremendamente barato y con capacidad de adaptación a cualquier espacio. Viable de representar en Institutos de Bachillerato, Centros Cívicos, al aire libre, etc. y a un precio irrisorio”. ¿No define a la perfección la escena teatral independiente contemporánea?
Joan Martínez Vidal: Desde luego. Lo que a mí me parece alucinante es la distancia que hay entre el teatro independiente y el teatro oficial. Mientras ciertas piezas se hacen con millonadas hay otras que se hacen con nada o menos que nada, y eso creo que no debería ser así, aquí es ‘todo o nada’ a todos los niveles. No sé cuál es la solución, pero a mi entender se está creando un submundo muy clasista donde todos queremos estar en ciertas plazas simplemente por querer salir de la precariedad. Mientras lo verbalizo me doy cuenta de que es exactamente lo mismo de lo que hablan Ríos y Solano cuando explican las diferencias entre las formas más pobres de compañía como el Bululú, el Ñaque o la Gangarilla en comparación con las más holgadas, léase Farándula o Compañía.
Javier Godino: Gracias a los dioses, ahora tenemos uniones, sindicatos y nos precede el esfuerzo de muchos compañeros que pudieron conseguir derechos laborales y un convenio que nos protege a todos y todas. Me consta que se está trabajando por el estatuto del actor y espero que eso nos ayude a salir de la precariedad. Aunque también me gustaría que se volvieran a fortalecer las compañías independientes y los grupos de teatro que nacían en los centros culturales y en las universidades. Ñaque tiene la virtud de que se puede representar en casi cualquier lugar donde haya tan solo una persona de público.

En esa misma conversación, hablan de que hicieron una función en el Teatro Español y que no funcionó. Don Pedro, el gerente del Teatro Español en esos momentos, les dijo: “El suyo es un espectáculo de calidad, pero no para el Primer Coliseo de España”. ¿Es una obra que se entiende mejor en contextos muy concretos y para un público determinado o ha conseguido hacerse universal?
Javier Godino: Yo veo que la obra es un éxito allá donde va, y si estuviéramos en el Teatro Español, en La Abadía, en el Valle-Inclán o en el María Guerrero, sería uno de los espectáculos clave de la temporada.
Joan Martínez Vidal: Es una pieza completamente universal a mi entender, las únicas flaquezas de universalidad que le veo son la lengua y el medio; para entendernos, no veo claro si funcionaría en cine o en otro idioma, desconozco si ha sido traducida, es muy complejo con todo el material original del Barroco español que trae. Pero para un público castellano-parlante y de teatro, creo que es una obra que se puede hacer en cualquier lado, desde en un rincón de calle hasta el primer Coliseo de España o dónde sea. Yo no conozco al tal Don Pedro que mencionas, pero opino que ahí no estuvo muy afortunado, con todo el respeto; me hubiera encantado ver Ñaque en el Español. De todos modos, sin lloriquear ni apuntar con el dedo, ya te digo que nosotros hemos sufrido a veces este tipo de reacciones en ciertos espacios que gastan humos similares y a su vez hemos recibido entusiasmo en otros. Lo bueno de Ñaque es que se puede hacer en todos ellos así que no vale la pena relamerse las heridas por la incomprensión de algunos, no se puede gustar a todo el mundo.
¿Cómo de complicado es mantener un Ñaque o cualquier tipo de compañía teatral hoy día?
Joan Martínez Vidal: Complicadísimo. Es todo lo complicado que era antes sumándole que hay que saber de infinitas cosas que antes no existían: subvenciones, programas y redes, producción, marketing… Es un infierno. En mi breve experiencia como productor, todo pasa por el dinero, ya sea tuyo, prestado o subvencionado. Si tienes dinero vas a tener capacidad para contratar gente que domine de estos temas y eso te va a generar más dinero para que tu compañía crezca. Si no lo tienes, más te vale aprender a hacerlo tú mismo, y eso son unas capacidades que no necesariamente van ligadas a ser un buen actor, director o dramaturgo. Creo que las escuelas de teatro deberían formar más a sus actores en ese sentido porque les va su futura supervivencia, a no ser que tengan mucha suerte y entren en Élite con 20 años. Y eso tampoco se sabe cuánto dura. También creo que los procesos de selección de proyectos debieran ser más transparentes, y los programas de apadrinamiento de proyectos más abundantes.
¿Qué es de la gente que os dedicáis a las Artes Escénicas si nadie os recuerda?
Joan Martínez Vidal: Bueno, lo mismo que la gente de cualquier otro ámbito. Aunque alguien nos recuerde, ese alguien también va a caer tarde o temprano en el olvido y así sucesivamente. Así que creo que es una lucha perdida. Pero no quiero sonar pesimista, hay que seguir luchando por eso de ‘dejar huella’. Algo habrá que hacer mientras estamos aquí.
Javier Godino: La gente que venga a vernos hacer Ñaque en el Teatro del Barrio nos va a recordar.
Joan Martínez Vidal: Eso seguro (risas).
Y en un país como este, que a veces no trata bien a sus hijxs más notorios, ¿creéis que se recordará a José Sanchis Sinisterra como merece?
Javier Godino: Repito: la gente que venga a vernos hacer Ñaque en el Teatro del Barrio nos va a recordar y a su autor más todavía.
Joan Martínez Vidal: Yo realmente lo espero, pero el tiempo dirá. El ritmo vertiginoso de la época actual y la superficialidad imperante hacen muy difícil ser optimista. Pero Sanchis tiene algo que los intérpretes no tenemos: él quedará negro sobre blanco, quedará escrito, registrado, en papel o en el soporte que sea. Sólo hace falta que una persona lea esas palabras en 10, 100 ó 1.000 años para que sea recordado y su Arte reviva en ese instante. Así que, pensándolo bien, para él sí que soy optimista.