Laura, tú ya realizaste esta obra hace un tiempo por algunos microteatros de Madrid, ¿por qué decidiste que Sara te acompañara?
Laura Balo: Cuando vino a verme al Teatro Soho Club vi que se emocionó mucho, venía a verme a todos los pases que hice y pensé: algo hay que hacer aquí. A mí me apetecía mover esta obra y le propuse que escribiera una parte que a ella le interesara y la pudiéramos introducir a lo ya creado sobre el tema, que escribiera cómo sería su personaje. Me mandó un primer borrador, lo leímos, y luego cambiamos el texto e hicimos la obra mucho más centrada en lo que es la historia principal. A partir de ahí, nos pusimos a ensayar hace seis meses y a despegar.
Vosotras os habéis formado como actrices en muchos lugares como Cuarta Pared, Estudio Work in Progress o la Joven Compañía, donde os conocisteis. Este ha sido vuestro debut como directoras, ¿cómo se vive la obra como actrices, y cómo se hace desde la dirección?
L.B.: Bueno yo ahora estoy haciendo también el máster de dirección en Cuarta Pared. A mí me gusta verlo a través de la idea de actriz creadora: he escrito esto, ahora lo voy a poner en pie y, a la vez, pensar en cómo se ve desde fuera, cómo lo concibe el público…
Sara Perogil: Yo la verdad es que no he notado una gran diferencia entre directora y actriz, si no que ha sido todo más cohesionado. En mi caso era cómo pasar de escribirlo a interpretarlo, porque a la hora de escribirlo sabía muy bien qué quería decir, pero me costaba encontrar las palabras, ya que es algo que lleva mucho tiempo, y luego a la hora de interpretarlo tienes que hacerte a la idea de que el hecho de haberlo escrito no te lo va a hacer más fácil.
Beatriz Rivas, que dirige coralmente junto a vosotras esta obra, se unió al proyecto cuando este ya tenía un recorrido andado. ¿Qué ha aportado a la obra?
L.B.: Nos ha dado muchísimo. A parte de tener una visión desde fuera, porque ella sí que solo ha sido directora; viene siempre a nuestras funciones y nos va transmitiendo la evolución de la obra. Ella y yo somos un poco como el ying y el yang, a mí me encanta el drama y ella siempre tira por comedia. Y Beatriz sabe perfectamente cómo dirigir una parte cómica, tiene mucha facilidad para encontrar siempre ese punto justo de comedia, sin que se vaya al clown, algo que me parece realmente difícil.
S. P.: Ella lo hace sencillo, te encuentra la comedia sin buscarla, la extrae de la cotidianeidad de la vida, y eso es maravilloso.
En esta obra habláis de prostitución, ¿hay una tendencia social a romantizarla para evitar enfrentarnos a la realidad que viven estas mujeres?
L. B.: Creo que hay una tendencia a dar datos generalizados para no meterse de verdad en el fondo de las historias. Cada vez que hablan de la prostitución, o se las juzga a ellas, no a la sociedad, o simplemente son datos superfluos que se han recopilado y que realmente no aportan nada. Es muy difícil hablar de esto, para mí lo más importante era hacer algo que ellas pudieran ver y no se sintieran ofendidas. Creo que la gente no habla desde ellas.
¿De dónde nace esta historia?
L. B.: Quería hablar sobre la violencia de género. Realmente todo empezó porque tenía que hacer un trabajo de clase. La violencia de género es un tema que siempre ha estado en mi vida, y creo que en la de toda mujer, y justo cuando yo empecé con esto estaba el caso de La Manada, y ante esto mi intención era tratar este tema, pero desde otro punto. Empecé a leer y me encontré con un libro que se llama Las Malas, de Camila Sosa Villada, que es una exprostituta transexual de los 90, y me interesó muchísimo porque es un libro muy biográfico de su historia. Me di cuenta que había muy pocos libros y obras de teatro sobre la prostitución que estuvieran escritas por mujeres, y dije, me apetece mucho hincarle el diente.
¿Quiénes son Dolores y Esperanza?
S. P.: Esperanza es para mí una mujer que le mete mucho humor a la vida porque no le queda otro remedio, y le gusta mucho toda la intimidad y cercanía que mantiene con Dolores, es como si fuese el amor de su vida porque no tiene otra cosa. Tiene mucha necesidad de dar amor y no quiere que lo que el mundo dice que ella es le cale dentro, pero inevitablemente le cala. Por mucho que ella se intente hacer feliz, a veces la realidad es otra.
L. B.: Dolores es mi parte más adolescente. Siempre he pensado que ante la vida hay dos opciones: gritar o callarte, y yo suelo ser la segunda. Dolores para mí es un grito constante, y aunque se tenga que justificar y eso le suponga dolor, no se va a callar ante la injusticia que está viviendo. En muchas partes de mi adolescencia yo me he sentido así.
Dolores, atrapada en una vida que no soporta y con una familia desestructurada, y Esperanza, una mujer que no se atreve a ser madre porque es lo que le ha hecho creer el sistema, ¿en qué os inspirasteis para crearlos?
L. B.: Para mí fueron muchas cosas. Leí muchísimos libros y vi muchas películas de geishas que no pensaba que me ayudarían tanto (risas). Y de todo esto me empecé a imaginar el mix de lo que quería que fuera Dolores. Yo quería gritar contra esto, pero de una manera personal, con la que me sintiera cómoda. En mi mente Dolores era fuerza, dureza…
S. P.: Yo también hice trabajo de investigación con muchos libros y también de introspección para ver qué tenía que ver yo con el tema de la prostitución. Ante esto me encontré con la idea de que muchas veces todas las mujeres nos hemos sentido insuficientes, culpables por dejar escapar a alguien. Yo eso lo veía en mí y sentía que de alguna manera me conectaba con ese mundo y con mi personaje. Me inspiró muchísimo un concierto de Rosalía al que fui (risas), porque me ayudó a escribir y me transmitió la idea de ese carácter que parece que debes tener para conseguir algo siendo mujer.
Sin hacer ‘spoiler’, durante la obra vemos escenas que son realmente duras, pero están tratadas con un ápice cómico. Yo confieso que me reía a la misma vez que me sentía incómoda en muchas ocasiones, al ser consciente de lo que estaba ocurriendo realmente. ¿Es un problema si no somos conscientes de la crudeza de ciertos momentos?
S. P.: Creo que así vamos un poco por la vida. Te quedas con la parte de humor sin fijarte en todas las capas que hay por debajo. De hecho, eres de las primeras personas que nos dicen que has sentido esta incomodidad. El resto del público se ha reído, pero no sé si se han sentido incómodos o no.
L. B.: Si alguien se para a analizar la situación se debe dar cuenta de la crudeza del momento. Esos momentos están tratados desde la comedia por el hecho de que no se llega a ver lo que está ocurriendo de verdad, simplemente queda en la imaginación de cada uno. Según lo que interpreten unos o interpreten otros, ahí estará el problema.
¿Qué sensaciones queréis que calen sobre el público con esta historia?
L. B.: Queremos que el público reflexione, que piensen. Aunque la obra tiene momentos de respiro y de comedia, es importante que el público se vaya con ciertos pensamientos rondando su cabeza.
S. P.: Yo quiero que el público vea como, a pesar de todo, el personaje tiene la voluntad de estar bien aunque la realidad sea otra muy distinta. La dualidad entre la realidad y la voluntad interna, que al final eso es un espejo de todos nosotros.
Como mujeres, ¿cómo es a nivel personal encarnar estos personajes?
S. P.: Aunque como actriz y mujer, durante la obra hay momentos duros, cada día es más fácil diferenciarme a mí de Dolores, porque cuando te apagan las luces del escenario y ves a tus amigos en el público, es fácil reconectar y decir: vale ahora es Laura la que está y me voy a tomar unas cervezas. Al principio era muy difícil, en los primeros ensayos había días en los que pedía no hacer ciertas partes porque entrar ahí significaba irme fatal a casa. Sobre todo, porque hay que buscar al personaje: su crudeza, su malestar, la dureza que vive… y muchas veces buscándola a ella te encuentras contigo.
¿Es utópica la idea de erradicar la prostitución?
S. P.: Bajo mi punto de vista, para que eso pudiera pasar, o les proporcionamos un trabajo digno, una formación y un soporte, o va a existir siempre y peor. Es necesario un compromiso por parte de los Ministerios encargados, que se centre solamente en esto porque es realmente complicado. Si no hay iniciativa, y de momento no la hay, no dejará de ser utópica.
Después de este proyecto, ¿está en vuestra cabeza volver a conducir un montaje?
S. P.: Un sí rotundo, la experiencia ha sido completamente positiva.
L. B.: Yo ya estoy maquinando algo que sale en mayo con mi compañía, que acabamos de crear ahora, Enredadera, así que pronto estaremos de nuevo en el ruedo.
¿Qué mensaje le enviáis a todas aquellas mujeres bajo las yagas de la profesión más antigua del mundo?
L. B.: Que no están solas. Es muy difícil poder ayudarlas, no nos vamos a poner una venda en los ojos, porque es realmente complicada la situación en la que se encuentran, pero creo que cada año se avanza más, somos un poco más conscientes, e intentamos ayudar, apoyar y hacer lo que podemos.