Antoñita, viuda de Ruiz. Ese es el nombre con el que aparecía en las fichas artísticas de los espectáculos la caracterizadora Telesfora Galeana Fernández. Tomó el apellido de su marido, al que conoció en el taller Casa Ruiz, donde entró con 14 años como aprendiza. Con 94, se jubiló siendo responsable de peluquería del Teatro Español de Madrid.
Precisamente en este mismo coso, Antoñita ha sido homenajeada recientemente en el espectáculo Arder y no quemarse. La actriz Mikele Urroz la imita con cariño en una de las escenas de este montaje que celebra los 440 años del teatro en activo más antiguo de Europa.
La estela que la mítica Antoñita ha dejado tras de sí a lo largo de su carrera la siguen con admiración muchos de los profesionales que hoy se dedican a la caracterización en el teatro.
Esta revista ha conversado con Garbiñe Insausti, Núria LLunell y Chema Noci para tomar el pulso a un sector que no siempre recibe el reconocimiento que acredita. Ahondamos en qué consiste esa parte del trabajo que el público no ve y nos interesamos por aspectos como la formación, carencias, logros y expectativas de futuro.
CREACIÓN DEL PERSONAJE
Miembro del equipo de caracterización del Teatro Español desde hace 23 años -“Tengo el honor de ser discípulo de la gran Antoñita, viuda de Ruiz”-, Chema Noci define su trabajo como “ese procedimiento de la peluquería y el maquillaje que da lugar a la creación del personaje, complementado por el vestuario”. Núria Llunell, que desde 2005 ha participado en más de 150 proyectos escénicos como caracterizadora, apunta que “es como construir el personaje”. En el caso de Garbiñe Insausti, cofundadora de la compañía Kulunka Teatro (Premio Ojo Crítico de Teatro 2017), su tarea como caracterizadora va más allá, pues se encarga de crear las máscaras que ya son la seña de identidad de esta formación desde el estreno en 2010 de la exitosa André y Dorine.
VOCACIÓN, FORMACIÓN, CASUALIDAD
Cuando indagamos para conocer cómo ha llegado cada uno de ellos al mundo de la caracterización, no siempre aparece en la conversación el camino reglado de los estudios académicos o el impulso de una temprana vocación.
Garbiñe Insausti no posee “una formación específica en la construcción de máscaras, pero tuve la suerte de que mi madre tuviera un taller de Bellas Artes durante muchos años. Eso propició que desde niña accediera a distintos materiales y a jugar mucho con las manos. Creo que, de alguna manera, facilitó que, cuando la compañía pensó en crear un espectáculo utilizando el lenguaje de la máscara (André y Dorine), me lanzara de una forma inconsciente y autodidacta a explorar en ese mundo de la construcción de máscaras, aun sin tener experiencia previa”.
En el caso de Núria LLunell la llegada al mundo de la caracterización se puede tildar como una de esas “casualidades de la vida”. Tras licenciarse en Arte Dramático en la especialidad de Gesto en el Institut del Teatre, se dio cuenta de que “lo pasaba muy mal encima del escenario”. Se apuntó a un curso de caracterización en la escuela de maquillaje profesional Stick Art Studio en Barcelona. La casualidad propició que una profesora de Producción Teatral del Institut acabase siendo su vecina y que le propusiera trabajar en un espectáculo para la inauguración del festival Grec. “Me dijo: ‘¿Te atreves?’. Y le contesté: ‘Sí’. Empecé allí y ya no he parado”. No ha parado y todo ese trabajo se lo están reconociendo, de hecho, acaba de ganar Premio Butaca a la Mejor Caracterización por Golfus de Roma.
También como actor se preparó el gaditano Chema Noci, estudios a los que sumó la Formación Profesional de Peluquería y Estética en Valladolid, “sin ninguna aparente vocación, en principio. Cuando comenté en mi casa que quería ser actor, me dijeron: ‘Muy bien, respetamos tu opinión, pero nos gustaría que trajeras un titulito a casa”. Ahí descubrió “la estrechísima conexión entre la interpretación y la caracterización”.
Juan Antonio Quintana le hizo unas pruebas para el Aula de Teatro de la Universidad de Valladolid y le contrató como actor para su primer espectáculo, Romeo y Julieta. Esa carrera profesional la desarrollaría durante ocho años. Paralelamente, con la mujer de Quintana, la pintora, escenógrafa y figurinista, Mery Maroto, “mi primera gran maestra”, se encargó de la caracterización de las funciones. “Me dejaron meter mano ahí y aprender mucho”.
PROCESO DE INVESTIGACIÓN
El día a día de un diseñador o diseñadora de caracterización no es muy distinto al de cualquier otro profesional del ámbito de la iluminación, sonido o escenografía, por ejemplo. “Hacemos una primera lectura del espectáculo todos juntos, nos reunimos con dirección, producción y vestuario para ver qué estética vamos a dar al espectáculo. Con toda esa información, me pongo a buscar imágenes y comienza mi proceso de diseño”, aclara Núria Llunell, quien ha participado en los montajes, ahora en cartel, El lector por horas (Teatro de la Abadía, del 24 de noviembre al 17 de diciembre) y Love love love (La Villarroel, hasta el 3 de diciembre).
Chema Noci, que además de las producciones del Teatro Español participa en otros muchos espectáculos como los exitosos musicales Mamma mia! o Matilda, defiende con convicción esa primera reunión con dirección, escenografía y vestuario, una vez leído el texto. “Me importa mucho que las cosas empasten, no me gustan los lucimientos por separado. Creo enormemente en el trabajo en equipo, una forma muy americana de trabajar. Los españoles somos un poco más individualistas, pero aquí también hay grandes equipos”. Tras esas primeras tomas de contacto, “empiezo a bocetar, me gusta mucho la investigación. Ahora con Internet, tenemos una herramienta fantástica porque me puedo situar en una época en pocos minutos. Y ya no es solo el peinado concreto de cada época, sino de cada personaje. El peinado y el maquillaje tienen que hablar también del personaje. Yo lo concibo como un personaje más”.
“El proceso de construcción de máscaras en mi caso -puntualiza Garbiñe Insausti (Premio Ceres 2014 a la Mejor Caracterización por André y Dorine)- es muy intuitivo porque, aunque tenga una idea en mente o algunas imágenes que me puedan inspirar, no suelo comenzar el proceso de modelaje con un dibujo o con un diseño previo, sino que el taller se convierte en un espacio de exploración donde probar, cambiar, errar, frustrarse a veces, sorprenderse otras, y, en algún momento, que no suele ser fácil, dar por terminada la pieza. Acto seguido, comprobamos en la sala de ensayos si sentimos que ese rostro o esa máscara puede encarnar las emociones que transitará el personaje a lo largo de la obra y qué te sucede como espectador cuando esa máscara te mira y te comparte su emoción”.
WORK IN PROGRESS
En el caso de Garbiñe, que también en Kulunka Teatro produce, escribe y actúa -fue finalista en los Premios MAX 2017 como Mejor Actriz Protagonista por su interpretación de Edith Piaf. Taxidermia de un gorrión-, “el trabajo de construcción de máscaras no finaliza en la sala de ensayos, ni siquiera en el estreno. En ocasiones, incluso después de haber estrenado la obra, he tenido que volver al taller para sustituir alguna máscara porque no nos funcionaba, no llegaba a expresar lo que buscábamos”.
Durante los ensayos, Núria Llunell prefiere dejar al equipo trabajar para que se vayan concretando más cosas hasta llegar al “diseño óptimo que aprueba todo el mundo”.
Y en todo ese tiempo no hay que olvidar un eslabón fundamental, que es la actriz o el actor que va a ‘defender’ determinada caracterización en escena. Chema Noci es partidario de “no imponer nada, sino de razonar: por qué hago un peinado y no otro, esto lo negocio mucho con los actores. Y cuando tienes un actor de verdad, lo entiende y se deja”. Con todos estos aspectos y voces que tener en cuenta, Noci procura no dar nada por sentado, “esto es un work in progress”.
MAQUILLADORES, PELUQUEROS… Y PSICÓLOGOS
Maquilladores y peluqueros, sí, pero también se sienten un poco psicólogos a la hora de tratar con los actores y las actrices. No tanto en el caso de Garbiñe, que se centra en las máscaras, pero sí en el de Chema -“es fundamental, trabajamos con ellos más estrechamente”-, y en el de Núria -“entiendo muy bien el sitio del actor y de la actriz porque sé por dónde pasan”.
Una parte bonita e interesante de este trabajo es “que se crea una relación muy especial, muy íntima, con las actrices”, confiesa Núria Llunell -también estilista y vestuarista-, “y hay que tener mano para saber cómo estar ahí porque surgen muchas inseguridades”. Tiene su lógica, “ya que el diseño en realidad es trabajar la psicología del personaje, hay que entender cómo somos las personas para poder diseñar: por qué lleva un peinado o un vestuario y no otro”.
La catalana ha tenido “la suerte de trabajar con actrices legendarias como Núria Espert (La isla del aire, Teatro Español, del 8 de diciembre al 14 de enero) o Monserrat Carulla, que en el proceso de concentración durante el maquillaje me decía: ‘Cuanto más mayor me hago, más nerviosa me pongo’. También me lo comentaba Carme Elías”.
Ambos caracterizadores coinciden en resaltar el amor por el trabajo y el oficio de las grandes actrices y divas de la escena, que saben valorar y respetar las tareas del resto del equipo “porque el teatro les da la vida”, asegura Llunell. “Gloria Muñoz siempre me dice: ‘Gracias, Chema, porque hemos hecho el personaje juntos”, recuerda Chema Noci.
Consideran que en cierto modo las grandes figuras cuidan de su oficio porque la mayoría de ellas han vivido los tiempos en que los teatros tenían en plantilla maquilladoras y peluqueras, como es el caso del Teatro Español o el María Guerrero.
AQUÍ TAMBIÉN LA PRECARIEDAD
Pero parece que pasaron a la historia esos tiempos gloriosos en los que Antoñita contaba con presupuesto para elaborar pelucas a medida con cabello natural. Salvo en los grandes musicales, en los que el trabajo de caracterización “es absolutamente necesario porque la velocidad es trepidante”, reconoce Chema Noci, “en Madrid solo hay caracterizadores en nómina en los teatros del INAEM (Teatro de la Comedia, María Guerrero, Valle-Inclán y Zarzuela) y en los municipales Teatro Español y Naves en Matadero”.
Como todo al que no le falta trabajo hoy en día, los tres protagonistas de este reportaje se podrían considerar unos privilegiados frente a muchos otros de sus colegas. Sin embargo, son conscientes de las dificultades y la precariedad que vive hoy su sector.
Garbiñe Insausti, pese a “recibir ofertas por parte de otras compañías y no descartar colaboraciones puntuales”, dice tener “dificultad para poder compaginarlo con el volumen de trabajo en distintos frentes, como productora, actriz y creadora de máscaras, que le procura Kulunka Teatro”, por lo que en la actualidad está “mayormente centrada en su propio proyecto”.
Precisamente el 29 de noviembre estrenará Forever en el Teatro María Guerrero, una coproducción con el Centro Dramático Nacional, el Teatro Arriaga de Bilbao y el Teatro Victoria Eugenia de Donosti. Contar con un mayor presupuesto no significa, sin embargo, emplear más recursos porque sí, “el lenguaje cinematográfico que tiene Forever, con un escenario giratorio, propicia la multiplicidad de espacios, pasar de uno a otro con mayor fluidez y, dramatúrgicamente, elaborar una narración más compleja, con escenas breves, que de otra manera sería muy difícil. Por otro lado, gracias a la combinación con el lenguaje de la máscara, permite que haya un personaje en dos espacios a la vez, para lo cual hacen falta dos actores con dos máscaras idénticas. En la obra utilizamos unas 15 máscaras, pero algunas de ellas son dobles, precisamente para facilitar este tipo de juego de espejos”.
En el lado opuesto a una producción en la que participa algún teatro público, se sitúan la mayor parte de los montajes que se levantan cada temporada. “Cada vez me cuesta más encontrar gente y que producción quiera poner dinero para ello; por eso, estos oficios de peluquería y maquillaje en el teatro van desapareciendo”, se lamenta Núria LLunell. Y añade: “Me piden que diseñe algo para que lo hagan los actores, y es muy cansino esto”.
SALARIOS DIEZMADOS
Otras dificultades a las que, como freelance, se enfrenta Núria Llunell, pasan por sentirse obligada a “estar en tres espectáculos a la vez”, cuando preferiría abordarlos de uno en uno. Su caballo de batalla este año es luchar por unas mejores condiciones salariales. “Basta ya, porque cuando se hace el reparto del dinero, la diferencia para caracterización es abismal. Mis horas valen 10 veces menos que el resto del equipo”, denuncia en referencia a sendas conversaciones que ha mantenido últimamente con un par de productoras. “Es muy injusto”, asevera, y expresa con contundencia su empeño en conseguir remuneraciones más equitativas.
Esta falta de presupuesto en la mayoría de los montajes les exige, salvo en los teatros públicos, diseños de caracterización sencillos para que los puedan aplicar los propios actores durante las funciones, ya que no tendrán asistencia para ello.
A esta precariedad económica se suma que “no hay personal suficientemente bien preparado”, apunta Chema Noci. “Hay gente que está formada en peluquería, por un lado, o maquillaje, por otro. Además, a los jóvenes les falta trayectoria. He tenido gente maravillosa en prácticas, que ojalá pudiera seguir, pero las leyes son así. Y están dispuestos a aprender muchísimo, y con unos años llegarían a un nivel muy bueno. Pero hay que tener ganas y apostar por el conocimiento, porque mucha gente estudia peluquería o maquillaje y solo quieren centrarse en eso. Cuando les explico que todo va mucho más allá, ver mucho cine y mucho teatro, se desbordan”.
CÓMO HEMOS LLEGADO HASTA AQUÍ
A pesar de todas estas piedras en el camino, son capaces de echar la vista atrás y reconocer con satisfacción el tremendo aprendizaje y los muchísimos logros.
“Siento que, a lo largo de estos 13 años, desde las primeras máscaras de André y Dorine, he ido evolucionando, adquiriendo mayor destreza y depurando la técnica y el estilo. Pero también te diría que cada espectáculo y cada personaje es un reto en sí mismo porque, aparte de lo puramente técnico, al final lo que busco es ese componente mágico inasible que hace que una máscara, junto con el trabajo del actor y del espectador cuando la mira, cobre vida y nos comunique”, desvela Garbiñe Insausti.
Sobre su evolución como artista, Núria Llunell resalta haber adquirido “mayor seguridad”. Y como tiene la suerte de que “no tengo que llamar, me llaman”, para colaborar en nuevos montajes, se puede permitir pensar “qué voy a aprender en cada proyecto”. Del mismo modo, considera un logro propio de la experiencia poder elaborar “diseños exprés” cuando las circunstancias lo requieren.
Que “la edad es un grado” a la hora de adquirir mayor “capacidad resolutiva y seguridad”, también lo defiende Chema Noci. Cuando llegó al Teatro Español ya atesoraba grandes conocimientos de lo que es el teatro, por lo que “tenía mucho adelantado”. Pero sí reconoce haber ganado en estos años “una gran habilidad en el trato con el actor. Y en la rapidez, porque los cambios tienen que ser en tiempo récord. Nos está invadiendo el lenguaje cinematográfico -no sé si esto es bueno o malo- y a veces me piden transformaciones inmediatas que son imposibles”.
UN PROYECTO PARA ENMARCAR
Quizás no fue el mejor valorado por la crítica o el que más entradas vendió en algún caso, pero la memoria de cada uno de estos profesionales de la caracterización rescata un proyecto escénico que dejó huella por encima del resto.
Renard o el libro de las bestias, un espectáculo infantil que se estrenó en el Teatre Lliure, es la pieza elegida por Núria Llunell. “Me enamoré de ese vestuario”, tarea que acometió junto a la caracterización. “Fue una experiencia muy divertida, aprendí muchísimo”, rememora.
Son muchas las alegrías que André y Dorine ha regalado a Kulunka Teatro, así que no es de extrañar que Garbiñe Insausti la rescate por encima del resto de montajes. Acumula alrededor de 600 funciones, en más de 30 países, y continúa recibiendo premios y aplausos allá donde se presenta.
Parece que también en el caso de El bar que se tragó a todos los españoles confluyeron las variables del éxito a todos los niveles. Chema Noci, que ya colaboró con Alfredo Sanzol en La ternura y repetirá en La casa de Bernarda Alba (Teatro María Guerrero, del 9 de febrero al 31 de marzo de 2024), recuerda los “muchos halagos” que recibió por este montaje. “La historia era muy bonita, la época de los 60 me gusta mucho, y tuve tiempo para hacer un trabajo muy minucioso”.
MÁS ALLÁ DE LA CARACTERIZACIÓN
Cuando, como en el caso de Chema Noci, en camerinos se ha trabajado codo con codo con Antoñita, viuda de Ruiz, se sabe lo que es la “excelencia usando pelucas naturales para cada actor”. También uno puede pensar que ha tocado techo si ha compartido proyectos con “maestros como Juan Antonio Quintana, Mario Gas, Pérez de la Fuente, Pérez Puig, Juan Carlos Rubio, José Troncoso, Carme Portaceli…”.
Pero el perfeccionismo y el deseo de mejora no son fáciles de satisfacer. “Mi gran reto sería tener el presupuesto y el tiempo suficiente para crear. Me encantaría hacer alguna incursión en el cine de algo muy cuidado, muy de época”, fantasea Chema Noci.
También muestra su interés por el cine Núria Llunell, aunque reconoce que le costaría “bloquear cinco o seis semanas para no hacer otra cosa”. Y se suma a la apetencia de que caiga en sus manos un vestuario “de época”.
Y en la estela de ese minucioso trabajo manual que actualmente realiza con las máscaras, Garbiñe Insausti reconoce que se animaría con los “títeres a escala humana y también en pequeño formato”. Como le ocurriera con las máscaras, el hecho de no poseer formación específica no es algo que frene la inquietud de dar rienda suelta a su talento.
Aquí queda esta lista de deseos. Ojalá se cumplan.