"Nuestra forma de entregarnos a la danza es a través de un compromiso físico extremo"
Levantar la mirada para poder ver. Luego, entender. Y de paso, si se puede, escuchar, oler, tocar… tal vez incluso empatizar. Sobre recuperar todo esto, anestesiado por el dominio de las redes sociales, la tecnología, las pantallas… discurre la nueva obra de Lucía Montes y Mado Dallery, IM/PASIBLES, que se verá en el Centro Danza Matadero. Una pieza para tres bailarinas (ellas incluidas) que reclama la proximidad emocional y se verá los días 12 y 13 de diciembre dentro del ciclo Nuevos Creadores.
Conscientes del momento que vivimos, esta especie de apocalipsis deshumanizado atravesado por la anestesia, desde lo general y desde lo concreto, Lucía Montes y Mado Dallery, se han parado a preguntarse por la posibilidad de darle la vuelta y reconectarnos. Como especie, como personas, como humanos dolientes en busca de la verdad. A través del cuerpo y de la proximidad emocional. Que cuando una pregunte “qué tal estás”, lo haga porque esté dispuesta a escuchar la respuesta. Que la respuesta desprenda calor. O simplemente, que se llegue a hacer y a responder la pregunta. “La proximidad física que tenemos no es algo que conlleve una proximidad emocional. Nos encontramos con mucha gente y casi nunca levantamos la mirada; nos llega mucha información, pero no terminamos de conectar”, explican en entrevista para Godot, y describen al mismo tiempo el mundo que construimos. “Si llevamos la investigación hacia lo físico nos encontramos con un cuerpo muy tenso, impermeable, que también está bloqueado por esas barreras emocionales que nos separan de los demás”. Y de esta manera, las creadoras ponen el dedo en una de las mayores llagas sobre las que segrega la actualidad. “El proceso de individualidad que se viene llevando a cabo es cada vez más extremo. La hiperproductividad que se nos pide, todo esto conlleva a una alienación de las personas, del capitalismo, del cuerpo que se trata como una máquina de rendimiento. Que no para, porque no puede parar, en una velocidad inhamana. Que no sabe si la tecnología forma parte de una o al revés”.
Adentrarse en un proceso de creación para afrontar lo colectivo desde un cuestionamiento tan amplio y real, y por lo tanto doloroso, conlleva el acabar contra las cuerdas. Las del silencio por respuesta, las de la dificultad de la coherencia, las de l doble discurso… todas esas que envuelven el credo vivencial que se normaliza sin pudor. “La normalización y la costumbre que desencadena la repetición de una imagen. Cómo es posible que nos acostumbremos a las imágenes de Gaza, de Sudán… Que tu cerebro asimile en 30 segundos de Instagram niños asesinados y el teaser de la nueva pieza de alguien”.

¿Y cómo se crea durante un genocidio, cómo lo recorre el cuerpo?
Es algo que está, que se siente y de lo que no puedes escapar aunque quisieras hacerlo. Las imágenes, toda esa violencia se manifiesta en nuestros cuerpos. Aunque ahora ya no se hable tanto, el genocidio sigue existiendo. Y nos atraviesa. No de una manera directa, porque creemos que abordar el genocidio en Gaza como tal, solo deberían hacerlo artistas palestinos y el resto, escucharles mucho porque están silenciados. Pero todo ese dolor te traspasa y se refleja. Hemos intentado encontrar la humanidad perdida en la libertad de la danza, en reconocernos como humanos y reivindicar unos cuerpos que existen a pesar de que el mundo te conduzca a lo contrario.
La obra que se verá los días 12 y 13 de diciembre se llama Im/Pasibles, “del latín impasibilis, que no puede parecer o sentir. Y partimos de tres personajes en escena que no parecen ni sienten, pero que a lo largo de la obra, van a buscar esa posibilidad de hacerlo”. Serán ellas dos junto a la bailarina Beatriz de Paz, con quien yan han trabajado y conectado en ocasiones anteriores. “Compartimos una forma de ver la danza y de entregarnos a ella”, declaran.
¿Y cuál es esa forma?
Un compromiso físico extremo, que también puede ser extremo en la quietud. En la creación nos interesa el compromiso, tal vez con cosas sencillas, pero hasta el final. Es una implicación y una profundidad que se busca todos los días hasta llegar a ese lugar que no conoces de antemano y que es muy importante. Nos interesa el estado de cuerpo por encima del propio movimiento. Crear un lugar concreto más allá de lo que se espera que sea bonito.
Lucía Montes y Mado Dallery se terminan las frases una a la otra, al otro lado del teléfono, con esa complicidad que da todo aquello que nos aterriza en la humanidad. Trabajan juntas desde antes de formar su propia compañía en 2021, cuando estrenaron la versión corta de In-side, una pieza que ha girado mucho y se ha llevado numerosos reconocimientos (la versión escénica de 45 minutos llegó al año siguiente). Y cuentan que se conocieron en una terraza de Madrid sin saber que eran bailarinas. “Mado trabajaba de camarera”, cuenta Lucía. “Habíamos trabajado juntas con Antonio Ruz y en 2020, estábamos como intérpretes en otros proyectos cuando nació la inquietud de ver si podíamos hacer juntas. Entonces llegó la pandemia y nos dejó encerradas en la misma casa. Fue perfecto para seguir creando y descubriendo y desarrollar un trabajo previo de investigación. El hecho de parar en este mundo en el que no paramos, hizo que entráramos en la esencia de nuestra creación. Y todo esto lo contamos siendo muy conscientes de nuestros privilegios en una época aquella en la que tantas personas no los tuvieron”.
Ya en 2023 llegó Moda no soy, una obra de 45 minutos con coreografía y danza de Mado Dallery y creación de música en directo de Lucía Montes, y en noviembre de 2024 la pieza After the drop, una obra que reconocen como origen o semilla de esta Im/Pasibles. A este estreno se le suma otro nombre destacado de la escena de la danza, el de Agnès López-Río, vinculada a la compañía Kor’sia como intérprete y creadora, pero también, catedrática de análisis y práctica del repertorio de la danza contemporánea, investigadora y autora. En Im/Pasibles firma la asesoría artística. “Ha sido la primera vez que tenemos un ojo externo y ha resultado muy útil para conversar, lanzarle preguntas, referencias y salir del encierro”, cuentan Dallery y Montes. “Fue muy interesante, una vez que ella estuvo en el proceso, hacer una reunión y ver que donde nosotras dudábamos ella también, y muchas veces aportaba una propuesta que coincidía con algo que ya habíamos pensado. Hubo una conexión real y nos ha ayudado mucho”, concluyen.