Cuando una se enfrenta a la escritura de un texto periodístico, no se contempla (o no se debería contemplar) la posibilidad de que el estado de ánimo o el humor que atraviesa a quien escribe, interfiera de manera directa en el contenido. El periodismo va, precisamente, de todo lo contrario: de ceñirse a unos hechos en la medida de lo posible; de dejar a un lado aquello que no se ajuste a lo informativo y provoque un agujero negro en la credibilidad de la firma. Luego están los géneros de opinión, benditos sean, y dentro de ellos el de la columna, que va de todo lo contrario. Es decir, de despejar el camino para que la primera persona del singular campe a sus anchas.

En este momento, en estas palabras, convergen una y otra cosa. Mi ánimo, fabuloso, ante la perspectiva de iniciar un nuevo lugar para la danza dentro de las páginas de Godot; y el poder contar el nacimiento de este nuevo espacio que arranca con nombre propio y en el que en cada número se desgranará la actualidad de la creación contemporánea del movimiento, en Madrid.

No se trata de la primera vez que se escribe de Danza en este medio, los compañeros de la publicación y yo misma desde hace unos años invitada por ellos, abordamos el lenguaje del cuerpo y su actualidad de diversas maneras periodísticas. Pero ahora llega con vestido nuevo. Y rojo. Y todo pasa por un intento de los colegas que hacen esta revista por ofrecer un espacio algo más digno a la que, a veces parece la menos digna de las Artes por la invisibilidad que sufre.

Así que, hola, ¿qué tal?, me llamo Mercedes, escribo de Danza desde hace veinte años y estoy feliz de formar parte de esta nueva aventura.

Mientras escribo todo esto pienso en cómo será la próxima temporada de Danza en las carteleras de Madrid. Aun no se han presentado. Y me encuentro imaginando que de repente, porque se ha asumido de una vez la importancia de la presencia de la Danza en las programaciones, para cumplir con el derecho fundamental de poder disfrutarla y poder mostrarla, los espectáculos ocuparán, por ejemplo, más de dos días en cartel, que es lo habitual, aunque alguno se salga de esta injusta norma no escrita.

La Danza necesita de tiempo, de espacios, pero también de la confianza que la invite a quedarse un poco más. Pienso en mis amigas ajenas a la profesión de la Danza, pero voraces y entusiastes espectadoras cuando me dicen que así no hay manera de ver nada, que cuando se enteran de algo ya ha desaparecido de la cartelera. Por ejemplo, Jimena, que me cuestiona una y otra vez, con toda la razón, cómo es posible que tal o cual espectáculo fabuloso, que ha mantenido el aforo prácticamente al completo, desaparezca a los dos días del cartel. “No me da tiempo de avisar a más amigas”. Y tiene razón.

Queda inaugurada esta columna y esta nueva sección con un deseo, el de mayor visibilidad para la Danza, y un agradecimiento el que lanzo a mis colegas por elegirme para desarrollar este pequeño gran proyecto juntos.

Bienvenidas a Godot Danza.

 

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