«Encontrar la belleza en personas rotas o imperfectas nos libera de estereotipos y postureos»
La sala Nueve Norte Teatro acoge el nuevo texto de Paula Guida, de quien ya pudimos ver Noche de juegos en este mismo espacio. Ahora presenta Garbage, una comedia aparentemente romántica dirigida por Eva Egido en la que Paula y el actor David Tortosa, dan vida a dos animales heridos que buscan a alguien que les devuelva el lado más esperanzador y luminoso de la vida. ¿Serán capaces? ¿Qué precio deberán pagar por ello?
Una tarde de cafés y risas nos dio para hablar con Paula Guida y David Tortosa sobre esta propuesta que, después de muchos años de amistad entre ellos, los reúne por fin sobre el escenario. Una charla que nos plantea una mirada muy personal sobre el teatro, que busca el lado sanador de la adversidad y que, sin duda, nos deja clara la pasión y las ganas de seguir creando que tienen estos dos artistas.
Enfrentarse a las consecuencias de nuestros actos
Paula, David, toda una vida siendo grandes amigos, los dos dedicados a la misma profesión y no es hasta ahora que os reunís en el escenario.
David Tortosa: Realmente no es la primera vez. Hace años hicimos una performance para Microteatro por Dinero y dos funciones de un par de infantiles.
Paula Guida: Sí, pero lo que es ponernos a trabajar un texto y hacer un proyecto de verdad y sacarlo adelante, esta es la primera.
D. T.: Ella y yo nos conocimos en un curso de interpretación frente a la cámara en el año 2005, y fue amor a primera vista.
P. G.: Nadie apostaba por esa amistad porque ya sabes que en esos cursos todo el mundo se hace muy amigo, se acaba el curso y se acaba todo. ¡Pero aquí estamos 16 años después!
¿Y cómo se da la circunstancia de que sea con Garbage?
D. T.: ¡Lo curioso de todo esto es que Garbage ya tenía un Alex desde el inicio!
P. G.: Yo, en Noche de juegos, trabajaba con Esteban Ciudad, y cuando escribí Garbage se lo ofrecí. Lo que pasa que había algo como que recordaba de alguna manera al anterior proyecto y él mismo me dijo que si los dos mismos actores hacíamos algo que tuviera una energía tan similar, aunque después no tuviera nada que ver, corríamos el riesgo de que la gente comparase. Y decidí que le propondría esto a otra persona.
Confieso que siempre quise trabajar con David, pero no quería proponerle este proyecto porque yo sé que él vive de esto y necesita proyectos más solventes. No quería ponerle en el compromiso de tener que decir que sí a algo cuando yo sabía que no le iba a aportar económicamente prácticamente nada. Se lo propuse a otro actor, me dijo que sí, pero en el último momento le empezaron a salir cosas y no pudo comprometerse. Y ahí fue cuando pensé que lo tenía que intentar, porque realmente es la persona que sé que puede hacerlo. Creía que era el momento y me apetecía hacerlo con él.
David, esto supone tu regreso a los escenarios después de un año y medio alejado del teatro.
D. T.: El confinamiento ha sido muy difícil para todos, para mí ha sido como volver a la casilla de salida. Aunque no soy el mismo chaval que hace 21 años, la sensación de volver a comenzar es la misma. Desde que pasó todo esto, me salieron dos proyectos de teatro que no se llegaron a materializar por diversos motivos. Estaba cansado, quería trabajar. Tenía mucha necesidad de volver al escenario. Ya había leído Garbage y me gustaba, me veía haciendo ese personaje y me apetecía mucho trabajar con ella; así que, una tarde de esas en las que estaba tan quemado y con tanta necesidad de trabajar, pensé: “Mira, David, esto va a ser una forma de volver a la profesión y qué mejor manera que volver de la mano de una amiga tuya que te ha acompañado siempre y que sea ella la que te vuelva a dar la oportunidad de estar frente al público”. Me pareció tan bonito y necesario que no tuve ninguna duda. Supe que era la decisión correcta desde el momento que le dije que sí. Lo hice sin pensar.
La necesidad que sentimos por recuperar lo que perdimos después de marzo del 2020 nos lleve incluso a agarrarnos a proyectos que económicamente no son rentables por el hecho de continuar en activo. Esto, además, destapa un tema que siempre se ha hablado con la boca pequeña que es la cantidad de artistas que tienen un trabajo “alimenticio” que les permite continuar creando a pesar de todo.
P. G.: Yo siempre he sido una peleona y aunque la gente no me conoce apenas, no he hecho muchos castings, soy una persona que se ha ido generando el trabajo constantemente. He sido una obrera de la profesión siempre y no me siento avergonzada de mi trabajo alimenticio. Ahora soy formadora en una empresa, pero antes de ayer era teleoperadora comercial, y he trabajado en Telepizza y cuidando niños y limpiando casas. ¡No importa! Porque todas esas cosas me han sumado como artista y me han enriquecido como persona y, a la hora de escribir, me da herramientas emocionales para contar cosas que pueden interesar. El camino que me ha tocado es el que tengo, lo manejo, lo transformo y sigo; y creo que, si no llego a estar nunca en la tele, me va a dar igual porque me siento mucho más rica así, como persona y como creativa, que es como me siento, porque lo soy hasta en mi trabajo alimenticio. Soy creativa en las cosas que hago en mi día a día, nunca he tenido problema en decir que también trabajo en otras cosas.
D. T.: Hace mucha falta sentirte en activo y sentir que estás dedicándote a tu profesión. Aparentemente parece algo sencillo, pero muchas veces no tienes la posibilidad o la creatividad para canalizar todo y volcarlo en algo. Días antes de la pandemia, esta señorita me había acompañado a la entrega de premios de la Unión de Actores donde yo estaba nominado como actor de reparto, con todo el subidón que suponía estar en un punto profesional maravilloso; acababa de finalizar una gira extensa con #Malditos16, había terminado también con El curioso incidente del perro a medianoche, estábamos disfrutándolo y, de repente, todo se paró. Ese año y medio para mi ha supuesto un salto brutal, de desconectarme de muchas cosas, de darme cuenta de las cosas que me faltan, las cosas que descuido, qué es lo que dejamos de lado, qué cuidamos más y darnos cuenta de que lo importante son las cosas pequeñas que parecen menos importantes. La profesión deja de ser el sueño, el fin, y te das cuenta de que hay mil cosas más que están por encima de eso. Como que mi vuelta sea justo con la persona con la que estaba en el momento que todo paró.
Escribiste Garbage durante la pandemia, ¿qué fue lo que te empujó?
P. G.: Cuando comenzó la pandemia se bloqueó todo. Estaba en un momento muy malo y necesitaba contarlo. Estaba en paro, siendo madre soltera, sin pareja… Mi hijo, que tiene TDAH, y yo pasamos la pandemia solos. Además, murió mi abuela. Los dos últimos años fueron terroríficos para mi madre, llegó un punto que ni la propia familia sabíamos cómo gestionar su dolor, cómo ayudarla, era muy frustrante. Y sentía la necesidad de soltar todo eso, soltar toda esa basura; así es cómo me vino el nombre de la obra. Y a partir de ahí surgió todo seguido. Tardé cuatro días en escribirla. Necesitaba soltar, fue liberador poder escribirlo. Y después viví cagada hasta le día del estreno porque pensé que eso no le iba a interesar a nadie. (Risas)
D. T.: Cuando Paula escribió Garbage y me lo contaba, pensé que lo que estaba escribiendo era una locura. Fui muy escéptico con la historia, pero fue callándome la boca a lo largo de los ensayos. Todos los cuadros y el viaje tienen todo el sentido. Me parece magia porque no pensaba que era creíble y ahora me lo creo por completo. Hay mucha gente así, que se quedan anclados en su tragedia. Hay gente que vuelve una y otra vez a sus dramas. Y me parece muy real que haya personajes a los que les ocurra lo que sucede con estos personajes. El teatro es la vida. Y la vida es muy jodida.
Siempre hablamos de la inseguridad del que se pone delante del público, pero exponer algo que ha salido de ti tampoco debe ser sencillo.
P. G.: Las noches antes del estreno lloraba pensando en dónde me había metido. Quería cancelar y no por la obra, porque todo es maravilloso, pero tenía pánico por las expectativas con las que la gente venia de mi anterior obra. Pensaba que a nadie le iba a interesar la culpa y los cuarenta; y al final, todo eso que me angustiaba, es lo que ha conectado con el público y me ha demostrado que tengo que confiar más en que cuando uno es honesto consigo mismo no tienes nada que temer.
Garbage es una comedia romántica en la que dos personas se conocen de manera fortuita y arrancan una relación, ¿qué nos lleva a abrirnos con más franqueza ante un desconocido que con la gente de nuestro entorno?
D. T.: Porque hay menos prejuicios, menos límites que marcan los caminos de ambos. Que una persona no te conozca y quiera saber más de ti es algo casi utópico en estos tiempos de sobreinformación y redes sociales, por eso, cuando ocurre, como por ejemplo cuando acudes a un terapeuta o un especialista, uno tiene poco que perder y quizás mucho por ganar.
Mi trabajo ha sido encontrar la manera de mirar a una desconocida y como ir conectando desde ese personaje que tiene una personalidad tan arrolladora y combinarla con esa parte oscura, con todas esas piedras que tiene en su mochila. Tiene un problema con la culpa muy grande que no le permite disfrutar. Y ve en ella después de mucho tiempo una posibilidad de agarrarse a alguien y ser feliz. Me ha tocado colocarme en sitios donde no he tenido que ponerme hasta ahora.
¿Como cuáles? ¿Qué retos os ha supuesto este espectáculo?
D. T.: Es un reto porque me toca colocarme en el punto de que es el de alguien que no conoce a esa persona y yo conozco a Paula desde hace 20 años. Eva Egido, nuestra directora, incidía mucho en eso: “chicos no os conocéis”.
P. G.: Soy una persona muy emocional y muy conectada con el presente, fluyo con lo que tengo, con lo veo con lo que hay, no va a ver nunca una función igual por mi parte. La obra es tan personal que mi dificultad está en ver cómo me desvinculo de ella. Lo que más nos costó fue colocarnos en el lado de unos animales heridos. Es un viaje emocional muy bonito de vivir.
La obra cuenta con muchas reminiscencias a la cultura popular ochentera, ¿la nostalgia es buena o es una especie de tierra movediza que no nos permite avanzar?
P. G.: Esa es la intención. Mis ochenta, mi infancia es lo que me conecta con mi parte más emocional. De hecho, tengo tatuada la luna de E.T. porque hay algo de ese momento que te hace conectarte con mil estímulos. Eso nos lleva a un lugar que es inevitable que te mueva. Utilizamos eso como arma para que te vayas dejando y acabes en esas arenas movedizas.
D. T.: Tenía una amiga que nos decía una frase que me hacía mucha gracia: «Superad los 80 de una vez». Sí que es cierto que los recuerdos de la infancia y la juventud siguen marcando el ritmo de mucha gente: yo por ejemplo escucho música de los 80 y de los 90 a día de hoy y no quiero dejar de hacerlo. Cuando esa nostalgia está bien llevada y es más estimulante que castrante, puede ser una gran aliada en el día a día. Porque si uno se ancla en el pasado, en lo que tuvo y ahora no, los recuerdos se convierten en piedras que llenan nuestra mochila haciéndola más pesada y así no hay manera de caminar hacia adelante.
Decís de vuestros personajes que son animales heridos, con mochilas cargadas y necesidad de encontrar a alguien. Y a todo esto se le suma haber cumplido los 40, ¿Qué tienen los 40 que siempre se plantean como un punto de inflexión en la vida?
P. G.: Creo que el punto está en que cuando llegas a los 40 sigues sin saber lo que quieres en la vida, pero ya empiezas a saber lo que no quieres. Te coloca en un punto menos prepotente, te das cuenta que te queda mucho por aprender y que sabes mucho menos de lo que pensabas y eso te vuelve una persona más reflexiva. Llegas como a la mitad del camino y empiezas a tomar las riendas, aunque no sepas hacia dónde vas.
D. T.: Pues digamos que somos más conscientes de los cambios, no solo los físicos sobre todo los emocionales. En concreto mi vida giró poco antes de cumplir los 40 así que me tocó centrarme en qué y quién es prioritario en mi vida. Cuidarme más. Estoy de acuerdo con Paula en que nos volvemos más reflexivos al pasar de década, eso sí, la ilusión se mantiene inalterable aún, así que vamos bien. Que no me toquen la ilusión.
Paula, ¿cómo es que otra persona, en este caso Eva Egido, sea la que dirija tus pasos como actriz por una función que has escrito tú?
P. G.: Yo lo que quiero es que esto funcione y aparco el ego. Creo que el quiz de la cuestión es dar con el director adecuado. Desde el minuto uno supe que Eva iba a hacer era sumar. Hubo tal conexión emocional que me rendí a ella. Eva limpió mucho el texto. Probamos y fuimos haciendo. Le agradezco la valentía de aceptar un proyecto en el que ha tenido que dirigir a la dramaturga. El objetivo es querer contar una historia y saber darse en favor al proyecto.
Tanto la composición musical de Jorge Ahijado, como el diseño de vestuario de Lluís Ruiz o la escenografía de Beatriz Almendros (#elalmacendeatrezzo) e incluso el cartel diseñado por Daniel Gonzalo, dan un punto muy cinematográfico a la puesta en escena. ¿Cuáles son las referencias sobre las que se ha construido?
P. G.: Cuando escribía Garbage iba viendo las imágenes. Siempre he sido muy cinematográfica a la hora de crear. Para mí los neones, la noche, los sintetizadores, los 80… recrean un espacio misterioso, ambiguo, romántico, ecléctico. Es tan claro el ambiente que se genera que, para mí, era el lugar perfecto para contar esta historia. My blueberry nights o Drive… películas íntimas y con un punto de magnetismo que a mí me encanta.
El nombre del bar, ‘Wabi-Sabi’, hace referencia a un término japonés que habla de la belleza de lo imperfecto. ¿Cómo está aplicado ese concepto dentro de Garbage?
P. G.: Cuando estaba buscando el nombre del bar quería que, aunque nadie se diera cuenta, para nosotros la palabra tuviera un significado. Busqué mucho hasta que encontré esta palabra que, de por sí, me encantó como nombre para un bar. Y cuando entendí lo que significaba me pareció perfecta. Ali y Álex son dos personajes que bien podrían ser dos jarrones rotos, y lo que les sucede en Garbage es lo que les transforma. Al final descubrimos que todas las personas están rotas por algo, y que todas las personas son tremendamente bellas. Encontrar la belleza en personas rotas o imperfectas nos libera de estereotipos y postureos. Somos hermosos tal y como somos.