VAGA es el primer montaje de Plexonía Teatro. ¿Quiénes formáis esta compañía y que os ha hecho encontraros?
Plexonía Teatro somos Esther Acevedo y yo. Nos conocemos desde la pubertad, somos manchegas del mismo pueblo, conocimos el teatro juntas. Nos reencontramos en Madrid después de muchos años y nunca nos hemos perdido la pista. Pese a tener vidas completamente diferentes. Siempre hemos coincidido y trabajado juntas en distintos proyectos. Pero ha sido ahora cuando estamos en el mismo momento en relación con la profesión. Se puso en contacto conmigo y me pidió un texto. Le envié varios proyectos que había intentado levantar y que siempre por algún motivo no he conseguido poner en pie. Resulta que ella es lo que necesitaba, Esther tiene una energía tan avasalladora que a base de insistir consiguió que comenzase a escribir un nuevo texto para ella. Durante el proceso nos dimos cuenta de que somos un gran equipo. Yo puedo soñar en voz alta, escribir y ella mientras empuja y hace que todo sea posible. Decidimos (pase lo que pase y antes de estrenar) que sería la primera obra de teatro que haríamos juntas, pero no la última. Y en eso estamos. Mientras escribía el texto apareció un nuevo personaje, hicimos un casting y encontramos a la actriz Begoña Miranda que llegó como un soplo de aire fresco a darle un nuevo color al proyecto.
¿El nombre hace referencia a algo concreto?
Como buenas manchegas de carácter en el momento en el que nos encontramos nos apetecía ser un insulto. Entonces recordé como subrayé y llené de notas y garabatos el libro Diccionario de los sentimientos, un ensayo de José Antonio Marina y Marisa López Penas donde descubrí y me enamoré de palabras que nunca habría conocido si no hubiese leído el libro, y Plexonía es una palabra que ya no existe y que no pude encontrar en el infinito mundo de internet. En este libro la rescatan de los griegos que utilizaban esta palabra para designar con desprecio los excesivos anhelos. Refiriéndose a esa historia de los deseos humanos que durante siglos se consideró que era necesario controlarlos. Se lo comenté a Esther (Acevedo) y pensamos que era perfecta dado que queremos hablar de lo que no nos queremos callar. Estamos muy a favor de visibilizar lo que no gusta.
Las dos, Esther y tú, tenéis vuestra propia y amplia trayectoria escénica a nivel individual. ¿El objetivo de uniros es para poder crear con más libertad, para sacar adelante proyectos que de verdad os interesan?
Exacto. Parece una locura dadas las circunstancias comenzar con un proyecto teatral tanto artística como empresarialmente, no es adrede, comenzamos hace un año pero es ahora cuando el cuerpo nos pide no parar, cuando nos obligan las circunstancias resulta que es nuestra manera de defender nuestra creatividad, seguir dando vida al teatro como espacio revolucionario donde reflexionar y contar historias, queremos revelarnos y la mejor manera es aguantar y seguir haciendo teatro sean bajo las medidas y circunstancias que sean porque durante toda la historia siempre ha sido así. Estamos tan acostumbradas a la precariedad de las artes escénicas y los baches de la profesión que la pandemia solo nos tiene que afectar para fortalecernos. Hay muchos temas que nos conmueven, que conocemos y que queremos compartir.
¿Y cuáles son esos proyectos que queréis llevar a cabo con Plexonía? ¿Qué temas queréis abordar?
Queremos trabajar temas reales, que nos preocupan, reflexiones sobre lo que no gusta, lo que no se quiere decir en voz alta, en el trabajo, en la familia, con los amigos. Queremos hablar de lo que no se muestra en esta nueva sociedad que está bajo la tiranía de la felicidad, de las irrealidades donde nadie es lo que parece en las redes sociales. Y VAGA es el comienzo de lo que queremos sea una trilogía, además tenemos alguna obra clásica en mente, pero siempre y cuando se traten temas que necesiten tener voz.
Y ese tipo de teatro es el que podemos ver en VAGA. ¿Cómo surge en ti la necesidad de crear este texto? ¿En qué te has inspirado para crearlo?
El texto nace durante un momento personal de mucha incertidumbre. Antes del maldito Covid-19 tuve que dejar el piso donde vivía (y no era la primera vez). En ese momento las reuniones que tenía con Esther me salvaban, después de cada reunión llegaba a la casa de un amigo, donde me alojaba entonces, y pese a la falta de ilusión y sin tiempo real no podía parar de escribir, lo hacía en las interminables horas en transporte público, mientras buscaba piso, trabajaba, inmobiliarias… Siempre corriendo y esperando a la vez, me gusta mucho el teatro del absurdo y era un momento vital en el que me sentía como un personaje de Beckett o de Fernando Arrabal. Es entonces cuando comienzo a reflexionar sobre la importancia que en ese momento tenía para mí la palabra ‘hogar’, sobre las personas indigentes, sobre esos días en pleno invierno después de pasar mucho tiempo a la intemperie cuando el frío te cala por dentro y no te suelta, ese placer de poder llegar a una casa cálida y sentir cobijo, y sobre todo entender y reflexionar sobre qué nos hace sentir desamparadas. De ahí llegó Diana, un personaje que rescaté de otro proyecto y que apareció mientras escribía y no me pude resistir, quería saber qué podía pasar si se cruzaba con Eva, la protagonista.
Eva, el papel que interpreta Esther, nace de experiencias personales y vivencias que hemos tenido las dos, las pusimos sobre la mesa de trabajo en un acto de sinceridad y con la idea de hablar siempre desde nuestra realidad, además hemos tenido testimonios muy cercanos que me dieron la clave porque sin esa verdad habría sido imposible tratar y hablar de lo delicado que es ser hija de una mujer que ha sufrido malos tratos. Y así, de lo más íntimo a la más indomable ficción llegó la idea y nació VAGA.
¿Y por qué el nombre de VAGA?
Estaba en mi cabeza desde el principio y todos los significados que hay en el diccionario de ‘vaga’ tienen relación con la obra. Como nombre femenino es un hilo que queda flojo formando una lazada en un tejido o que queda suelto en un tejido de punto y también un hilo que pasa por más de uno de los otros hilos del tejido que van en dirección contraria. Definiciones que podrían ser una metáfora del personaje de Eva. Como adjetivo tienen varios significados los que ya conocemos: que carece de oficio conocido, que es impreciso, indeterminado o poco claro y que no tiene un objeto o fin determinado. Para entender las conexiones supongo que hay que ver la obra…
VAGA es una reflexión sobre la soledad de las víctimas de la violencia machista. Como sociedad no estamos siendo capaces de acabar con esta lacra de los asesinatos machistas. ¿A nivel individual también fallamos al dejar desamparadas a las mujeres que han sufrido esa violencia? ¿Las supervivientes son doblemente víctimas?
Sí, y es necesaria esa reflexión. En mi opinión todo empieza desde la falta de conocimiento real y del compromiso individual con los vecinos, con tu comunidad, con cómo colaboras y cómo ayudas, pero mientras sigan existiendo partidos políticos que niegan y que no reconocen una realidad incuestionable que es que todos los días una mujer es víctima de las agresiones de un hombre, no podemos avanzar, no podemos educar, no podemos trabajar para que no pase. No tengo respuestas, solo preguntas. ¿Por qué se permite que hoy en día teniendo los datos y la información que tenemos se siga permitiendo que haya partidos políticos que niegan la violencia machista? Pero si no empezamos desde la base, desde educar en valores, en emociones para entender la empatía, en la tolerancia. Seguirán los hombres matando mujeres. Nuestra protagonista Eva es hija de una mujer que ha sufrido malos tratos y ya en la madurez no es capaz de seguir adelante porque hay un muro de dolor que no puede, ni sabe afrontar. ¿Qué ayudas tienen las hijas y los hijos que han sufrido las agresiones de su padre a su madre? ¿Qué pasa cuando son adultos? ¿Como se relacionan con sus parejas? ¿Y en el trabajo? ¿Y con sus hijos? ¿Se repiten patrones? Y si se sabe ¿Quién los protege de ellxs mismxs?
¿Qué quieres provocar en los espectadores que vayan a ver vuestra obra?
Me gustaría que el público al salir se lo cuestione todo, incluso lo que acaba de ver y sobre los temas que las protagonistas plantean. Tengo mucha curiosidad por cómo el público afrontará el final. Quiero dejar claro que no es un drama porque hay muchas formulas escénicas para hablar del dolor y en este caso no he querido que el público pase un mal rato sino todo lo contrario. La obra es un viaje y como todo viaje habrá aprendizaje, o no, pero viajar, viajas.
En tu precioso libro de poemas, Vergüenzas sin(con)pasión si hay un tema recurrente es el amor, pero también lo son la soledad y el abandono, algo que también abordas en VAGA. ¿Son dos temas que te remueven especialmente?
Posiblemente y no siempre (Risas). Con los poemarios de alguna manera me vacío, cuando termino un poemario siento que ya ha pasado e incluso me cuesta en las presentaciones recitar los poemas en público porque hay emociones que he escrito que han dejado de pertenecerme. En el teatro supongo que es distinto porque está vivo porque ya sea una emoción, un recuerdo, una anécdota que no es ficción y de la que te desprendes deja de pertenecerte para estar en voz y razón de un personaje que ya no eres tú. Al quitarte ese peso de ser el sujeto en primera persona te das el permiso de abrir un abanico de posibilidades. Me temo que la soledad siempre estará presente. El porqué es muy largo de explicar y tal vez si vienes a ver la obra te de alguna pista o no…
En tus libros, tu teatro… también hay un tema central que es la mujer y sus luchas y avances cotidianos. ¿Aún siguen quedando muchos tabúes que derribar en torno a la feminidad?
Sí, y es uno de los motores que encienden mi imaginario. Plexonía Teatro somos mujeres con mucho que contar y sin nada que callar.
Eres actriz, autora, directora, bailarina, poeta… ¿Qué inquietud artística nació antes en ti?
Con cuatro años le dije a mi madre que me llevara a un colegio de artistas y lo único que había en mi pueblo de la rama artística era el ballet, fue lo primero, pero nunca ha sido mi pasión. Como actriz he trabajado la mayor parte de mi vida hasta que paré en seco por trabajo y muchas dudas, además desde que empecé a trabajar en los equipos de dirección de asesora de movimiento y de coreógrafa me di cuenta que me faltaba algo. Borja Rodríguez, director y amigo con el que trabajo bastante, cuando estaba en pleno caos profesional me dijo: “Has encontrado tu propia voz”. Entendí que sí que tenía una especial manera de ver las cosas. Escribir lo he hecho siempre, pero hasta hace un par de años no descubrí que pudiera interesarle a alguien. Rolando San Martín, también director, me empujó a escribir y experimentar con la poesía en escena durante un proyecto muy loco, Club Privado Escena, donde conseguí lanzarme y crear historias y personajes. Y me encantó la experiencia. Y seguí escribiendo.
¿Y en estos momentos de tu vida lo que más te pide el cuerpo para expresarte o relacionarte con el mundo qué es?
Escribir mucho y dirigir lo que pueda. Creo que nunca podré dejar de ser actriz porque ha ocupado un gran espacio en mi vida, por lo que no descarto ilusionarme con algún proyecto en el futuro. Pero por ahora la ilusión por actuar digamos que está en un rincón dormida.
¿Es muy diferente dirigir un texto tuyo que cuando el texto es de otra persona?
Sí, es diferente y no es mejor dirigir tu propio texto. Cuando he dirigido textos de otros autores mi imaginación abre muchos y distintos caminos de posibilidades para la puesta en escena, me lo permito todo, solo si el autor no está vivo porque si lo está y además tienes que hacer una dramaturgia puede que no sea tan fácil (Risas), pero siento más libertad. Porque cuando dirijo mi texto quiero ser muy fiel a lo que he escrito a las primeras acotaciones que inspiraron el texto, surge inseguridad y dudas y millones de borradores pero lo que es peor en realidad es lo mejor porque si estás contenta con el texto hay veces que dejas de ser objetiva porque estás embobada viendo cómo tus palabras cobran vida y esa sensación es de lo mejor que he tenido en mi carrera, cuando surge la magia y todo cobra vida. Cuando los actores dan vida a tu texto, es algo indescriptible la verdad.
Te has formado como actriz. ¿Ese aprendizaje te ha ayudado a la hora de ponerte a dirigir? ¿Sabes lo que los intérpretes quieren de ti a nivel de dirección escénica?
Espero que sí, conozco la vulnerabilidad como actriz al exponerte en cuerpo y alma durante los ensayos, las inseguridades, las dudas e intento ser buena compañera, pero está siendo un nuevo aprendizaje en el que me equivocaré, pero es donde quiero seguir explorando. Creo que lo que me ha ayudado más para afrontar el trabajo de la dirección es haber trabajado como asesora de movimiento escénico al lado de muy buenos directores. Porque puedes tener mucha experiencia, pero cada proyecto es un viaje distinto con personas muy diferentes y que según el momento vital que tengas así lo transitas. “Solo sé que no sé nada”, como dijo Platón sobre Sócrates. Cuando comienzo un nuevo proyecto siempre lo siento como una primera vez.
Has escrito dos libros de poemas hasta el momento, el mencionado antes Vergüenzas sin(con)pasión y Suicidio a una sumisa. Vía Crucis de La Dolorosa. Publicar un libro ya me parece tremendamente meritorio. Y si es de poemas aún más. ¿Te resulta más fácil expresarte a través de poemas? ¿Te planteas escribir novelas de ficción?
Me resulta más fácil expresarme a través de poemas, sin duda. La poesía me nace sin querer, casi siempre que anoto cosas son poéticas. Soy un poco intensa. La poesía con el teatro va de la mano y me siento más segura.
Y la segunda cuestión no me la tengo que plantear porque ya estoy en ello desde hace tiempo. No sé si conseguiré terminar mi ‘intento de novela’, pero ahí voy como una hormiguita, poco a poco retándome. Además, se me cruzan otros proyectos y ya tengo en mente la siguiente obra de teatro, pero sí que me gustaría poder terminar mi novela de ficción.
Te formaste en la ESAD de Córdoba junto a gente como Inma Cuesta, Luz Valdenebro, María Morales, Álvaro Morte… casi nada. Vaya demostración de talento tenían que ser esas clases. Y conociendo a alguno y alguna de las citadas. Os lo pasaríais bien ¿no?
Estudiar en Córdoba fue lo mejor que me pudo pasar. Pertenecemos a una generación muy apasionada de la profesión, unos más conocidos que otros. Somos muchos los que estamos intentando dar guerra. Pero tengo la suerte de haber disfrutado de todas ellas y de él y la verdad es que no tengo ni un recuerdo de esa época en el que no me haya reído y eso ya es mucho.
Con Álvaro Morte trabajaste en Tres sombreros de copa. No sé si has coincidido después con más compañerxs. Cada una, a vuestra manera, estáis construyendo una gran carrera profesional. En esos recesos entre clase y clase, ¿Os imaginabais lo lejos que podíais llegar?
Yo creo que ninguna. Había una intuición, cuando conoces a alguien especial a veces pasa que sabes que llegará lejos y luego el talento que tienen cada una por separado, la constancia, la perseverancia… claro, tenía que ser así, no podía ser de otra forma. Tenía que pasar. En mi caso no creo que haya llegado tan lejos como ellas en el mundo de la interpretación, pero sí que entonces ni me imaginaba que habría publicado dos poemarios y mucho menos que acabaría escribiendo teatro. En los pasillos de la escuela de Córdoba lo que había era mucho arte y buen rollo.
Y volviendo por último a VAGA para terminar por todo lo alto… ¿El dolor es una de las emociones de las que es más difícil desprenderse?
Sin duda, en mi opinión es una emoción que se transforma, pasa por distintas fases, formas y lugares porque el dolor no es siempre el mismo. Pero desaparecer no desaparece. Siempre está ahí acechando.
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