Chest Press, en exlímite
Por Alberto Morate
Por los siglos de los siglos. Abocados a morir, aunque no pensemos en ello. Piensen en ello. Ayer precisamente escribí un poema sobre la muerte. Memento vivere (Acuérdate de vivir, que vas a morir). La muerte formando parte de la vida. El origen del mundo, lleno de color y de magia, de naturaleza y especies animales, de estrellas y luminarias, del día y la noche y todos los minutos que los integran, el agua, la tierra, el fuego, el aire, para después… acabar en la nada. La nada más absoluta, proceso inverso del pato que se convierte en cisne, porque aquí uno acaba antes o más tarde, pero acaba.
Y la asunción de los pecados, si asumimos que somos pecadores, Jesús que viene redimirnos, aunque maldita la falta que nos hace. Hoy en día, rendimos culto a otras cosas, al cuerpo, por ejemplo, a las redes, al dinero, al éxito, pero no nos acordamos que nos acecha la muerte.
El esfuerzo físico que supone cualquier objetivo, tocar el violín, desplazarse de un lugar a otro por una cinta mecánica que no llega a ningún sitio, y nuestras propias relaciones con los demás, que nos entiendan, que nos rechacen o nos acojan, que nos venzan o que nos señalen con el dedo. Tirar de la cuerda sin conseguir nada, no se habla de la libertad, porque ofende.
Paralelismo entre religión o creencia y filosofía de vida, lo que se aprende por experiencia, lo que no se comprende. Todo son dudas, aunque no. Todo es válido, en realidad, ¿quién es quién para decir lo que compete?
La propuesta de Chest Press a través de La Nomai (No Más Drama), es un ir hacia adelante, dar la cara, construir el texto a medida que se hace la acción, ser cuerpo en movimiento, pero no huir, correr sin destino, pasajes de La Biblia, y contar las parábolas, sabiendo que la carne es débil. Pero el espectador echará una mano, que entenderá el reto, que si se reparte el esfuerzo todo se consigue, o no, pero que la humanidad crece.
Intentarlo siempre, aunque estemos rodeados de fracasos, de condenas, nadie es inocente, tú y ellos, y ellos y nosotros, los espectadores, y la dirección y dramaturgia de Mattis G. de la Fuente, y los siete actores más uno y una coreografía de Alberto Ferrero que es un entrenamiento coordinado.
¿Habrá juicio final? ¡Quién lo sabe! La cuestión ahora es hacer caso a nuestro corazón rítmico y acompasado, a nuestra propia corona de espinas, a creer o no en la multiplicación de los panes y los peces, a observar los gusanos destinados a comernos cuando ya no estemos, o a las cenizas que seremos, porque Dios nos ha escrito que en principio fue el Verbo y después fue la muerte. Destinados a intentar tocarnos, aunque materialmente sea imposible, fuera del límite, exlímite, fuera de las lindes del cuerpo, en el espíritu de nuestra conciencia.
Y de cuerpo a cuerpo, entre el sacrifico y la muerte, y al final, inertes. “Quizás es eso. No es mucho, pero es lo único. Es eso y seguir”, hasta dar con “la intersección entre estos dos mundos aparentemente dispares pero, al mismo tiempo, tan similares”.