Invitamos a la dramaturga Vanessa Espín, autora de 400 días sin luz, que actualmente podemos ver en el CDN -hasta el 13 de noviembre-, a que nos hablara de manera personal del cómo y el porqué nace la idea de poner en escena la situación precaria en la que viven los vecinos de La Cañada Real, un tema que como ciudadanos nos apela y sobre el que nos invita a empatizar y reflexionar.
Comenzó en un taxi
Por Vanessa Espín
Foto de portada cortesía del CDN
Antes de que nadie me propusiera escribir esta historia yo ya quería contarla. Una tarde de noviembre del 2021 íbamos en un taxi: mi madre, mi hijo, el taxista y yo. El ayuntamiento de Madrid había encendido las luces de Navidad. Yo dije: “Qué despropósito y en La Cañada llevan un año sin luz”, y mi madre dijo: “Normal que no tengan luz, allí no hay más que delincuentes que plantan marihuana”. El taxista se puso de parte de mi madre y estalló una bronca épica mientras mi hijo me daba codazos para que me callara, un clásico. Ese día, la presidenta de la CAM había hecho unas declaraciones sobre La Cañada Real. Por lo que se ve, su relato había calado.
Poco después y gracias a una serie de casualidades, me llamó Raquel Alarcón para proponerme escribir una historia sobre La Cañada. Pero realmente esto comenzó en un taxi. Esas palabras me convocaron en ese preciso momento. Sin que yo supiera nada, la obra me estaba llamando para cambiar el relato de la presidenta.
¿Con qué ojos miramos al otro para contar su historia? ¿Qué frustraciones compartimos? ¿Qué miedos nos atraviesan? Escuchando lo que me contaban, comprendí que las personas que viven allí no se quieren sentir ni víctimas ni marginadas, pero por desgracia todo apunta a ese lugar. ¿Qué haría yo? ¿pondría el cuerpo para luchar y defender mi vida y la de mis hijos o saldría corriendo en dirección contraria? ¿Y si no se puede salir corriendo?
Haciendo estas preguntas entendí que hablando de esto también hablo de gente que conozco y que quiero. Hablando de Cañada hablo de cosas tan simples como vivir, amar, trabajar, pertenecer, hablo del derecho a tener una casa y una vida digna. El derecho a tener luz, el derecho a la luz, con todo lo hermoso que encierra la metáfora. Hablo de los barrios, hablo de mi barrio. Hablando de Cañada hablo de toda la gente que quiere todo eso. Tener derecho a una vida digna, a una casa, a pertenecer a un barrio. Entendí también que si tocan a Cañada nos tocan a todas, si ellos pierden, perdemos todas. Y eso es lo que cuento en 400 días sin luz. La vida de las personas que viven en un barrio y que luchan tener un futuro mejor. En definitiva, el cruce de caminos donde se juntan todas las vidas.