Los amigos de la revista Godot me piden unas palabras que acompañen el estreno de Misericordia. Me resulta difícil hablar de esta obra por la cantidad de emociones que ha venido a despertar, muchas más de las esperadas. Podría situar las primeras anotaciones de este texto el 15 de mayo de 2022, pero en realidad fue meses antes, el día en que el CDN me convocó para pedirme que escribiera una obra nueva y desde cero, cuando empezaron a aparecer las primeras imágenes y personajes: Darío Duarte, dramaturgo que por primera vez enfrenta un estreno en la sala grande del María Guerrero; sus dos hermanas tan distintas, Delmira, la mayor, psicoanalista entregada al estudio de la cábala, y Dunia, la menor, cosplayer cautivada por el personaje de Yuna en Final Fantasy X; y también el incomparable Dante, contrapunto cómico de la función.
Yo al principio no estaba. No pretendía cobijarme bajo el paraguas de la autoficción, sino inventar una ficción pura protagonizada por una familia uruguaya y exiliada como la mía. Pero empezaron a pasar cosas. La vida urde sus propios planes y encuentra, a veces, sus propias maneras de sacudirte, para bien y para mal, generalmente las dos cosas juntas. De repente empecé a parecerme y a la vez a diferenciarme cada vez más de ese Darío dramaturgo uruguayo, acomplejado, resentido, bastante envidioso y también bastante más exitoso que yo, con su estreno en la sala grande, incluso siendo más joven. De pronto se hizo evidente que la única manera de seguir escribiendo pasaba por exponer mi propia frustración profesional y mi propio exilio en la obra. No fue nada fácil y me dio mucho miedo, pero repito, era la única forma que encontré para seguir escribiendo sin mentirme a mí misma. Era eso o dejarlo correr.
En esta obra aparece una escena donde esa parte de mí que teme y lo deja correr ayuda a Darío Duarte a recordar el acontecimiento más importante de su infancia. Aparece, también, la parte de mí que se atreve siempre y que sobrevive a todo. Aparece a través de Darío, de Delmira, de Dunia, de Dante y, cómo no, a través de esa niña que a sus nueve años emprendió un viaje de regreso que todavía no ha terminado.