El colectivo Circo Interior Bruto se junta de nuevo, tras 20 años de su creación, para mostrar una pieza escénica basada en la lectura crítica de Así habló Zaratustra de Friedrich Nietzsche. La pieza podrá verse del 14 al 16 de junio en Naves Matadero.
En 1999, doce artistas se reunieron bajo el nombre Circo Interior Bruto en un espacio autogestionado de Lavapiés para dedicarse en cuerpo y alma a la investigación creativa multidireccional, independiente y autónoma dentro del ámbito de la performance, el teatro experimental, la polipoesía, el happening y el arte de acción.
Eran Jesús Acevedo, Belén Cueto, Marta de Gonzalo, Rafael Lamata, Luis Naranjo, Eduardo Navarro, Kamen Nedev, Publio Pérez Prieto, Teresa del Pozo, Rafael Suárez, Jaime Vallaure y François Wimberg. Arrancaron con un proyecto titulado La Creación del Mundo en 11 Funciones, que debería desarrollarse a lo largo de un año. Lo primero que pensaron fue: “Lo mismo hacemos una función y somos más nosotros que los que vengan a vernos”. Pero no. Se quedó gente fuera del local y sus acciones performativas comenzaron a estar en boca de todos. Lo que sucedía allí no había sucedido antes. Eran vanguardia en estado puro.
El colectivo tenía una estructura horizontal y sin roles fijos asignados. Desarrolló múltiples actividades tanto en su propio espacio como fuera de él y estuvo en activo hasta 2005, año en que decidieron seguir cada uno su camino (aunque Rafael Lamata y Jaime Vallaure ya habían fundado Los Torreznos en el año 2000). “El CIB fue un lugar de disidencia personal, creativa y política, una red de afectos que existió en torno a una ficción sostenida por la pura voluntad de hacer y experimentar, de reinventarnos como seres sociales y de cambiar nuestra relación con el mundo”, explica Belén Cueto, miembro de CIB.
En 2018 se reunieron para crear una pieza performativa a partir del texto clásico de Esquilo Prometeo encadenado y mostrarla en Teatro Pradillo. Y en 2019 se cumplen 20 años de la primera vez que se creó el colectivo y se han juntado de nuevo para proponer una pieza escénica basada en la lectura crítica de Así hablo Zaratustra de Friedrich Nietzsche y lo explican así: «Cuando Friedrich Nietzsche escribió Así habló Zaratustra, ¿pretendía salvar a la humanidad? ¿Escribir una historia de terror? ¿Hablar sobre la soledad? ¿Hacer algo irrepetible? ¿O simplemente enseñarnos cómo era su cabeza por dentro? Los sesenta discursos que componen la obra nos describen imágenes, a modo de fogonazos, de una realidad que solo él parecía percibir. El camino, la montaña, el abismo, el puente, el ocaso, la tierra, el árbol, la isla… son los lugares por los que Dios, los sublimes, el niño, el caminante, los transmundanos, el mago, el amigo, los muchos, el camello… experimentan la pesadez, el saber, la transformación, la virtud, el cuerpo, el baile, la soledad, el desprecio, la nada…
Todo un viaje hacia la transformación definitiva, en la que los espíritus libres acaban con Dios para poder plantear su relación con el mundo, desde un nuevo orden en el que repensar el ser y el vivir. Arder en la propia llama para renovarse después de convertirse en cenizas. Un éxtasis del aquí y ahora en bucle, que nos anima a convertir cada instante en algo que se desee vivir eternamente, una afirmación rotunda y emancipadora de la vida a través de lo único, lo diferenciado, del ‘yo lo quiero así’.
El Circo Interior Bruto coincide con Nietzsche en entender la vida como un continuo experimento, en un vivir por vivir. No vamos a rendirnos ni a pasar de largo, tampoco vamos a permitir que nos roben el cuerpo. En eso andamos, considerando perdido el día en el que no se haya bailado, tanteando algo, que hasta el mismo día de la presentación estará cuestionando cuáles son las mejores acciones para ser vividas eternamente».