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El poder, la sociedad y lo normativo según Foucault

“Hay que derribar el prejuicio de que la filosofía es pesada, yo creo que bien compartida es liberadora”

 

Entrevistamos a Andrea Garrote que dirige, junto a Rafael Spregelburd, Pundonor, un texto que ella misma escribe y protagoniza con la filosofía de Michel Foucault como referente. La profesora con la que se mimetiza en escena nos propone a los espectadores/alumnos diferentes reflexiones sobre el poder y lo normativo. Ella es Claudia Pérez Espinosa, Doctora en Sociología, que vuelve a dar clase tras una baja por un episodio en redes sociales que dañó su reputación. Durante una clase de introducción a la obra de Foucault, la filosofía de éste se mezcla con su situación personal y profesional. Entre otras cuestiones la obra nos plantea: ¿cómo podemos luchar contra la centralización del poder si somos reproductores constantes de sus mecanismos? Estará en el Teatro de La Abadía del 10 al 20 de marzo. 

 

La lucidez reflexiva de una electrizante profesora

 

Por David Hinarejos

Fotos: Sandra Cartasso

 

Querías poner en escena un monólogo y supongo que no es gratuito haber elegido a una profesora como protagonista, ya que tanto tú como diferentes miembros de tu familia tienen una relación estrecha con la docencia. Pero, ¿qué te hace decidirte por esta historia que pone a la filosofía y a Foucault en el centro de la trama?

Yo quería, como actriz, volver a hacer un monólogo- que para un intérprete es como nadar en aguas abiertas- y escribirlo, un vicio bastante recurrente por estos lares. Como dramaturga necesitaba resolver el gran problema del monólogo; que no es el simple: ¿A quién le habla? Es el problema de la acción dramática y el presente escénico. Para que salga del modo relato, alguien cuenta algo que ya le sucedió, no. La idea es cómo hacer que el personaje habite una situación conflictiva que lo lleve a un riesgo, a tomar decisiones, a una transformación. Y sí, doy clases, no en este formato de gran teórico, pero recordé mi paso por la UBA por Letras, a los docentes que dictaban clases en las aulas magnas llenas de alumnos. Recuerdo sus capacidades histriónicas, la valentía de sostener esas performances de más de dos horas. Y ahí, casi a la par con esa decisión, apareció Foucault. La profesora vuelve después de casi un año de licencia a su cátedra, que aunque no existe podría existir, titulé: Análisis y producción de conceptos de normalización en la sociedad moderna. Foucault y su pensamiento sobre la sociedad disciplinaria es troncal. Y permite la peripecia de que ella se explique y a la vez se arriesgue a ser juzgada contando su versión de los hechos que se le adjudican.

 

¿Enlaza esta elección con un momento personal determinado?

No con un momento particular, es personal el tema en la medida en que siempre me inquietó. ¿Cómo es posible que normalicemos con tanta velocidad conductas tan ciegas, tan carentes de pensamiento crítico, y que nos adaptemos por ejemplo a comportamientos competitivos y narcisistas que tan sólo unos años atrás eran vistos como reprobables? ¿Qué nos pasa que en las redes sociales y en la arena pública se sentencie con ferocidad antes de pensar u olvidando que en realidad no se sabe mucho de nada? ¿Cómo se enuncian preguntas y cuestiones por fuera de la agenda del pensamiento del poder y que a su vez nos provoquen la alegría de la reflexión conjunta más que el temor del desvío a la norma y la represalia? Las clases, los libros, el teatro y sobre todo el teatro al tener la ficción de su lado pueden salir del laberinto por arriba. A mi me gusta que el teatro como rito nos haga preguntas sin bajar línea, desde el humor que acepta de manera amorosa nuestra propia ridiculez. El rito, el pensamiento y el humor generan una riego de agua fresca en una comunidad diezmada.

 

De alguna manera al escribir el texto, ¿primero fuiste alumna de Foucault para luego ser maestra?

Sí, claro, y también en la obra lo enfrento en cierto modo. La profesora por momentos desea no haberlo leído nunca, tener aún el velo de la ingenuidad que permite no angustiarse por estos temas y tener las cosas más resueltas, por ejemplo a quién echarle la culpa de todo, en vez vivir la posible parálisis que provoca el cuestionamiento de las instituciones, o las grupalidades en lucha contra un enemigo claro. El poder en Foucault es rizomático, nosotros lo reproducimos, nos hace responsables, nos hace ver nuestra cárcel y nos dice que somos también las rejas.

 

¿Por qué no debe echar para atrás a nadie un texto en el que la filosofía tiene tanto peso?

Bueno, primero diría que la obra tuvo ya cuatro temporadas a sala llena en Buenos Aires y que el público ríe y se emociona junto al personaje. Algo curioso es que muchas personas vuelven a ver la obra varias veces han venido a ver la obra profesores de sociología, psicología, etc. Pero también jóvenes o adultos que no han leído a Foucault y salen con su clase introductoria bastante encarnada a través de una comedia. Hay que derribar ese prejuicio de que la filosofía es pesada, yo creo que bien compartida es liberadora, genera espacio en un mundo abúlico. Lo que cansa, lo que aburre es la alienación cotidiana, y esa comida chatarra que son, por ejemplo, las ficciones iguales a sí mismas y sin sabor.

 

¿Hay espacio entonces también para la risa?

Lo cierto es que yo trabajo para que mi teatro comunique de manera directa, no es simbólico, ni críptico, me preocupo porque sea divertido. Eso me importa tanto como el contenido y la forma.

 

¿Era importante para ti, ya que escribiste la obra y la protagonizas, compartir la dirección con alguien de confianza como Rafael Spregelburd para tener otra visión diferente?

Yo tenía muy claro lo que quería y el personaje tiene mucho de mí dando clases, pero una mirada organizadora desde afuera era un seguro para llegar a mejor puerto y con Rafael tenemos mucha complicidad. Él no suele dirigir obras de otros pero leyó el texto y quedó encantado y que eso le sucediera para mí fue una confirmación, ya que yo admiro mucho su obra dramática que es una, sino la más importante, sorprendente y prolífica de argentina.

 

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Andrea Garrote junto a Rafael Spregelburd, ambos codirigen Pundonor.

 

La protagonista es Claudia Pérez Espinosa, una profesora universitaria, Doctora en Sociología, que vuelve tras una baja por un episodio en redes sociales que dañó su reputación. ¿En qué estado se encuentra al retomar sus clases?

Claudia vuelve bastante nerviosa a un espacio que amó, pero que se le tornó hostil. A medida que habla entra en confianza, abre su corazón y cuenta con una honestidad que se nota, la caracterizó siempre. No quiero contar nada de lo que pasó o pasa durante la obra porque la información está dada de una manera imprevisible ya que trabajo con el supuesto de que el público son los estudiantes que ya tienen una imagen de ella. Los episodios en sí no son graves, son más bien insólitos, pero dañaron su imagen y está atrapada por esa recepción de su persona que la comunidad académica con sus normas le devuelve. Uno también es lo que los otros ven de uno.

 

Durante esta clase, su situación y aspectos de la filosofía de Foucault como los mecanismos del poder y el concepto de ‘sociedad disciplinaria’ se irán entremezclando. ¿Cómo realiza esta conexión?

La conexión está dada por su propia historia, ella se pone de ejemplo para explicar la sociedad disciplinaria y su maquinaria de funcionamiento. Y es muy consciente que esa maquinaria está en marcha durante su clase, y lo enuncia con lucidez y piadosa compresión.

 

¿Qué es la normalidad o estar en el sistema?

La línea que define lo anormal es una construcción que cambia, como cambia a lo largo de la historia la Verdad. La transgresión de un sistema está contemplada dentro del mismo, la pregunta es cómo deslizarse por los intersticios. ¿Existen?

 

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¿Ella pretende volver a estar dentro de los márgenes o salirse definitivamente?

Esta es una clave del final que prefiero no develar.

 

¿Qué papel juega el lenguaje en todo esto?

El lenguaje es una herramienta fundamental y una gran trampa; que sea una u otra cosa depende el uso, de la motivación, del objetivo. Y de cuán consciente seamos de esa doble condición

 

En tiempos de Foucault no había redes sociales, ¿para él serían otra herramienta de control de lo normativo más?

Absolutamente. Y han generado enormes cambios en la normalidad, en nuestros comportamientos, en nuestras prioridades y nuestro sistemas de valores.

 

¿Qué quiere conseguir Claudia planteando esta clase tan particular tanto para ella como para sus alumnos?

Quiere que la comprendan a ella y a las teorías que enseña, es una idealista que por momentos pretende producir una modificación en su alumnado, aunque por momentos se desanima.

 

Y tú, cómo creadora, ¿qué efecto buscas en los espectadores?

Que se diviertan compartiendo una idea teatro como dice Mauricio Kartun ; “Desde la raíz misma de sus nombres el teatro y la teoría están hermanados. Hijos del ‘theaomai’, el contemplar, toda teoría no es otra cosa al fin y al cabo que la puesta en espectáculo de una idea. Y todo espectáculo de teatro, mal que le pese, la versión módica y gozable de una teórica, una exposición en la que dada una idea se especula -que es otro verbo visual- sobre ella.”

 

¿Por qué la filosofía debe estar presente tanto en nuestra educación como en diferentes espacios como puede ser el teatro?

Porque la filosofía es pensar de manera lúdica, casi poética, los grandes temas: la existencia, la muerte, la verdad, el cuerpo, la relación con el mundo , con los otros. Y está al alcance de todos con práctica.

 

Tras casi 30 años de carrera como actriz, directora, docente de teatro y dramaturga es habitual verte involucrada en proyectos de diferentes medios (cine, tv, teatro, formación), pero ¿en qué momento se encuentra la compañía El Patrón Vázquez que diriges junto a Rafael Spregelburd desde 1994?

Ambos estamos con muchos trabajos pero siempre existe el deseo de hacer algo juntos. De hecho hicimos en 2016 y 17 La terquedad y Tres finales.  La compañía estuvo muy activa durante muchos años, eso implicaba viajes que no nos dejaban hacer otras cosas. También ambos tenemos obras escritas  que necesitan otros modos de producción, lamentablemente Argentina sigue girando en su rueda ‘karmática’ de inflación, toma y pago de deuda que no hace más que empobrecer y desfinanciar entre otras cosas la producción cultural. Así como tantos otros artistas de diferentes disciplinas a veces y sólo a veces, podemos elegir qué hacer.

 

 

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