«A través de la palabra, mi personaje hace un acto de invocación para vomitar todo ese daño que habita en ella»
Esta joven actriz, directora y dramaturga estrena Expiación, un texto muy personal que surge desde ese punto indescifrable de nuestro cuerpo que son las entrañas. Se trata de un texto valiente, ambicioso y arriesgado en el que se enfrenta cara a cara a sus miedos y temores, los descifra, los arrincona y los vomita en forma de monólogo teatral.
Lucía Lorente Toral nos propone acompañarla en este viaje para que, juntos, podamos gritar y sacar hacia fuera esa culpa y esos males que nos atenazan y no nos dejan avanzar. Este rito teatral sanador se estrena en La Sala y podrá verse los sábados de mayo.
Lucía Lorente Toral estrena Expiación
Por Sergio Díaz
¿Quién es Hanna K. y qué cosas tiene que expiar?
Hanna K. es una chica de veintiséis años perteneciente a la generación ‘millennial’ que necesita expiar un dolor agudo. Un dolor en forma de bola en el estómago de acontecimientos que se han ido sucediendo desde su infancia hasta el día de hoy. A través de la palabra, mi personaje hace un acto de invocación para vomitar todo ese daño que habita en ella.
¿Y cuándo decide que ha llegado la hora de decir basta?
No hay un espacio-tiempo determinado más allá de este siglo, este contexto histórico y está generación. La hora llega cuando la nausea es tan fuerte que decide exponerse frente a un público en un Teatro para alzar la voz.
¿Este montaje lo has construido en base a experiencias personales? ¿Cuánto hay de Hanna K. en Lucía Lorente?
Siempre he creído que todo autor al escribir deja un trocito de sí mismo en los personajes de una historia. Este montaje es una auto ficción que parte de vivencias personales, de conversaciones largas con personas que, como yo, pertenecemos a una generación concreta que ha vivido sucesos concretos. Esa generación, la de los ‘millennials’, es una generación que tuvo acceso a una educación mejor que la de sus padres, a un sinfín de aparatos tecnológicos, acceso a infinitud de estímulos y flujo global de información desde muy pronto y sin embargo, es la generación que vivirá peor que sus progenitores. Estamos más endeudados, menos independizados, agarrando todo tipo de trabajos, aceptando condiciones precarias, empleando la mitad de un salario pobre en un piso aún más pobre.
También parte de un autoconocimiento en muchas sesiones de diván a lo largo de los años. Y, la mezcla de la observación personal, la observación de otros y en gran medida la observación del mundo, de los acontecimientos que cíclicamente, pasen los años que pasen vuelven a suceder o incluso, nunca han dejado de suceder, hicieron posible la creación de Hanna K. En definitiva, Hanna K. es una extensión de toda una generación.
Y, supongo, que el porcentaje que hay de Hanna K. en Lucía Lorente, es algo parecido al porcentaje que pudiese haber entre Sarah Kane y las voces de 4.48 psicosis o Tennesse Williams y su Gata sobre el tejado de Zinc…
¿Cómo es la puesta en escena que vamos a ver?
Vais a ver un mundo de oscuridad y neones. No hay un espacio definido. Hay elementos muy concretos con los que Hanna K. interactúa. Pero Hanna K. no da una información precisa. Hanna K. no quiere sobre explicar ni situar en un lugar concreto y entendible su vomito. El viaje que plantea se realiza de la mano de cinco referencias clásicas (Pandora, Nyx, Afrodita, Medusa y Antígona) que son, a la vez, cinco mujeres que conviven, o han convivido dentro de Hanna K. en distintas etapas de su vida.
En un momento dado ese grito que es Expiación rompe la cuarta pared. ¿Cómo quieres que el público te acompañe?
Esto es una sorpresa… y una apuesta bastante arriesgada. Gente de mi equipo cree que quizás no lo consiga, pero yo, siempre he sido un poco kamikaze…
¿A qué se refiere Hanna K. al decir LO DE SIEMPRE?
Exactamente a eso. A la inmutabilidad de ciertas cosas. Lo cual es, en sí mismo, una contradicción porque se supone que la vida es cambio. Estamos constantemente sometidos a cambios. Y, sin embargo, Hanna K. un día se da cuenta de que hay cuatro conceptos universales que absolutamente todos los seres humanos podemos comprender. Puede variar el contexto pero no varía la transición que las personas hacemos por ellos. La culpa, la autodestrucción, el desamor y la muerte existen. Siempre han existido. ¿Siempre existirán?
La obra se construye a partir de esos 4 lugares fundamentales que comentas. ¿Desde dónde se aborda esa culpa?
La culpa se aborda desde la infancia. Esto es importante porque hace referencia a la pregunta previa. En el caso de Hanna K., es una despedida que no se gestionó correctamente. Pero en el caso universal, la culpa siempre tiene como connotación arrastrar o cargar con algo que “no se hizo correctamente” o “se pudo hacer mejor”. Hay una definición en la RAE que yo destacaría al hablar de culpa: “Acción u omisión que provoca un sentimiento de responsabilidad por un daño causado”. Le doy muchas vueltas a algo, ¿hasta qué punto ese daño causado a otro, es también un daño que nos causamos a nosotros mismos?
Abordamos el segundo. ¿Cómo se ha autodestruido Hanna K?
Con ruido. Hanna K., eligió el ruido para solapar los monstruos internos. El ruido en nuestra generación se encuentra de muchas maneras. Hay una especialmente fácil: La noche. De madrugada uno puede subir el volumen de infinitud de cosas que silencien la cabeza. El alcohol, las drogas, la música, el sexo, rodearse de personas conocidas o desconocidas, visitar camas ajenas… el ruido es fácil conseguirlo. Lo difícil es enfrentar el silencio que vuelve, siempre vuelve, después. El uno contra uno la mañana siguiente, la resaca siguiente. Ese momento en el que vuelves a estar tú sola contigo misma y un dolor de cabeza inaguantable y un vacío también inaguantable. El ruido tarde o temprano se evapora y deja paso al silencio. Y en el silencio hay que hacer frente a muchas cosas.
No podía faltar el amor. ¿Es el amor un atentado terrorista?
Para contestar a esta pregunta voy a empezar por tomarle prestado el título de una novela a Cristina Peri Rossi: El amor es una droga dura. Y como todas las drogas genera adicción. En general, creo que somos yonkis del amor. El meollo es qué sucede cuando gestionamos mal el amor. Depositándolo donde no puede ser sostenido, donde no puede ser correspondido. Entonces se abre una veda algo peligrosa porque existen altas posibilidades de salir magullado incluso, descuartizado en pedazos.
Y terminamos con la muerte. ¿Cómo retratas la etapa final de nuestra existencia?
Hanna K. está muy enfadada con un muerto. Un muerto al que ha amado y amará siempre. Enfadarse con un muerto ¿qué difícil no? y ¿perdonar a un muerto? Entonces, como en todos los duelos, hay que atravesar fases: ¿Qué sucede después del enfado?
¿Hablar abiertamente de estos temas incomoda?
Creo, que sí. No siempre, no con todo el mundo, pero hay algo que no creo que esté determinado por una educación judeocristiana o una educación particular de Occidente, sino más bien, por algo de orden mundial. Algo que es inherente al ser humano donde asociamos la comodidad a los temas banales o felices. Hablar del clima nunca genera rechazo, bronca o una posición corporal extraña o de rechazo en una terraza con un café, mientras que, hablar de aspectos como la culpa, la autodestrucción, el desamor y la muerte, dependiendo de cuánto y cómo, sí generan cierta sensación de incomodidad. Y de ahí a temas como la salud mental, el suicido, el daño, las autoagresiones… hay ciertos lugares que por norma general, no nos gusta tocar y desde luego, no suelen ser los habituales en una sobremesa… quizás dependiendo de las copas de vino que llevemos encima puede variar.
Estos cuatro ejes principales vertebran lo que puede ser el argumento unitario de la obra, el vacío existencial que nos acompaña como especie. ¿Cómo podrías definir ese vacío?
El vacío existencial… le he dado vueltas y vueltas a esto tantas veces en mi vida. Aún lo hago… me obsesiona un poco ese vacío, como dice Hanna K. Si te soy sincera, no tengo ni idea de cómo definirlo. Me pasa como con el amor. ¿Qué es el amor?. Existen miles de definiciones pero no podemos sacar una concreta y puede que por eso sea algo tan sumamente especial y tan grande a la vez. Posiblemente, mi mayor acercamiento a definir ese vacío esté en la obra.
Las cabezas de Afrodita y Medusa se miran de frente en una especie de ring de boxeo. La belleza y lo putrefacto. La belleza y las serpientes. La sonrisa y el grito. El vacío debe de ser algo así como todo lo que se queda en mitad de esas dos miradas y nunca, nunca, nunca, termina de nombrarse, de recomponerse, de reconstruirse. Creo que el vacío existencial también es inherente al ser humano. No creo que podamos existir sin ese vacío. Podemos mejorarlo, mimarlo para que no duela en exceso, cuidarnos para hacerlo más llevadero… pero tiendo a pensar que no podríamos existir sin él.
«Estaría bien que dejásemos de reventar y empezásemos a sanar»
Parece que por fin, tras muchos años de silencio obligado, se está hablando de la salud mental, algo que tratas en Expiación y que también se abordaba en otro de los trabajos en los que has participado, Prohibido suicidarse en primavera, que pudimos ver la temporada pasada. ¿Era algo que se hacía necesario?
Absoluta y rotundamente sí. Desde mi punto de vista y también desde mi propia experiencia, yo, puedo hablar por mí, te puedo contestar que no sería la misma sin las horas de diván. Nacemos y existimos. Nos relacionamos con otros y aprendemos un código para conocer al otro y por tanto relacionarnos. Pero, un momento ¿dónde nos enseñan a conocernos a nosotros mismos? ¿Cuándo nos pasan cositas por dentro cómo aprende uno a desentrañarlas?
Podría contarte mucho al respecto de esta pregunta, pero creo que tenemos que dejar de temer o ignorar que a las personas nos suceden tifones por dentro a lo largo del día y a lo largo de los años. Hay que poder poner palabra, nombre y apellido a esas cosas. El psicólogo es una figura necesaria que debería ser habitual en nuestra agenda diaria. Como sociedad no deberíamos permitir que todavía cuando alguien dice: “a las cinco tengo psicólogo”, se responda: “uy, ¿qué te pasa?”… joder, en Argentina, por ejemplo, la figura del psicólogo está absolutamente integrada en el día a día. Existe una naturalidad a la hora de hablar de acudir a terapia parecida a la nuestra, solo que aquí, la naturalidad reside en decir que vamos a la manicura… ¡no fastidies!
Hay que poder enfrentar y sostener y a veces, el trabajo más difícil es enfrentarse a uno mismo y sostenerse a uno mismo. Si seguimos cubriendo que a veces estamos mal, muy mal, que a veces lloramos, que a veces a un “¿qué tal?”, apetece contestar “Como el puto culo”, si seguimos haciendo eso, estamos poniendo vendas en los ojos y llenando un cubo de basura que por pura ley física cuando no pueda contener más reventará. Estaría bien que dejásemos de reventar y empezásemos a sanar.
Y por eso se necesitan obras como esta, que hablen de estos temas. Es una obra muy personal escrita por ti, interpretada por ti y también dirigida por ti. ¿Cómo han dialogado los distintos roles que has adoptado? ¿Has contado con una mirada externa para ayudarte en el proceso?
Puff… ¡qué buena pregunta! Esto ha sido una montaña rusa literalmente. Yo soy Licenciada en Artes Escénicas y tengo una formación como actriz. Pero soy muy consciente y respetuosa con las diferentes ramificaciones dentro de una profesión o un gremio. Enfrenté este texto y esta propuesta desde la consciencia absoluta de que no había estudiado dirección y que por tanto, era una apuesta arriesgada. Por supuesto me he rodeado de gente súper profesional que me han ayudado a la hora de tener un ojillo externo que pudiese limpiar y cuadrar cosas que una, desde dentro y como actriz no puede hacer. Aquí debo hacer mención a mi madre, actriz de toda la vida con muchísima más experiencia que yo, y que desde un lugar de mucho respeto frente a mi propuesta, pudo aportar cosas que me han sido de grandísima ayuda… y no solo con la pieza en sí, sino también a la hora de embarcarse en una producción que… ¡madre mía, eso sí que ha sido una montaña rusa ‘hardcore’, la más de cualquier parque de atracciones!
He aprendido mucho en el proceso, entre otras cosas que, siendo un montaje tan personal y sobretodo al ser un texto enteramente escrito por mí, ya tenía construidas demasiadas imágenes, tantas y tan sólidas que no podía comprender Expiación sin ellas y por eso me fue muy difícil pedir ayuda, porque llegó un punto después de tanto trabajo sola en el que la obra estaba demasiado masticada y construida por mí, para que otros pudiesen intervenir en exceso. Esto puede ser un error o puede salir bien, no lo sé, lo que sí sé es que este primer pasito como directora ha despertado en mí el gusanillo de la dirección y es algo en lo que me planteo seguir profundizando.
¿Qué ha supuesto contar con una poeta tan representativa en estos momentos como Irene X para que escriba una presentación de tu obra?
Esto que te voy a decir puede sonar a topicazo pero, de verdad, ha sido sencillamente un sueño cumplido. Mi historia con los libros de Irene X se remonta a mi adolescencia que fue bastante cañera y algo truculenta… sus poemas me acompañaron y me dieron paz infinitud de veces. Cuando uno está perdido, creo que eso de “encontrar paz” se trata sencillamente de encontrar un lugar donde te sientas refugiado. Ese refugio puede ser un beso, una caricia o un abrazo. Y la literatura tiene ese poder. Su poesía me abrazaba porque yo sentía que alguien transitaba por dónde yo estaba transitando y por tanto dejaba de sentirme sola y me sentía acompañada. Esa es una forma de abrazar. El acompañamiento es uno de los mejores abrazos que te pueden dar a mi modo de ver.
Además de esto, hay algo muy mágico y muy especial para mí en que fuese ella quién se encargase de escribir esta carta de presentación. Hubo una época en la que yo tuve que frecuentar durante tres días intensivos un hospital. Las horas pasaban muy despacio y por aquel entonces yo acaba de comprarme su último libro: La chica no olvida, un título que da mucho juego porque efectivamente yo no olvidé). Y sostuve su libro entre mis manos. Ahora, ella, me ha sostenido a mí con este proyecto.
A lo largo de esta entrevista ya hemos conocido un poco a Hanna K., pero ¿quién es Lucía Lorente?
¡Me lo pregunto muchas veces al día. Pero muchísimas! Voy conociendo a Lucía Lorente mejor, todavía me sorprende, todavía me cabrea un poquillo a veces, todavía patina y derrapa por la vida y todavía acierta y crece… espero que nunca deje de hacerlo, crecer y sorprenderme. Pero, supongo, que Lucía Lorente es una chica de veintiocho años con muchos sueños, muchos deseos y muchos objetivos. Y además de todos estos, con muchas dudas, con muchas cosas que aprender y que sanar y con mucha fragilidad a la par que mucha fuerza. Lucía Lorente es otro ser humano más tratando de hacer de este camino que es la vida algo de lo que al final de todo, pueda sentirse orgullosa.
Esta obra, que es lo más personal que has hecho hasta el momento, ¿esperas que suponga un punto de inflexión en tu carrera como actriz?
Me gustaría que así fuese. Sobre todo porque tendría algo muy bonito, un poco de cuento ¿no?… es que yo soy de las que va por la calle paseando o en el autobús y se pone los cascos con canciones e imagina historias, o se observa desde fuera y se imagina que es la protagonista de una peli y le suceden cosas… le pongo banda sonora a mi vida de forma habitual, entonces digamos que, sacar un proyecto tan personal, donde el texto, la puesta en escena y la interpretación son mías, es algo que considero valiente, porque al menos, yo he sentido que he tenido que enfrentar muchos miedos e inseguridades para lanzarme a levantarlo, para que dejase de ser un texto que guardé escondido en la mesilla un tiempo largo y decidir que iba a cobrar vida. A veces, tal y como está nuestra profesión después de la pandemia me viene el poeta Ángel González a la cabeza: “sin esperanza con convencimiento”. En todo caso, sería bonito por lo que implica atreverse a tomar cartas en la vida. Atreverse a vivir.
También eres escritora. ¿De dónde te nace la necesidad de volcar en una hoja en blanco lo que te atraviesa?, ¿es un ejercicio íntimo de autoconocimiento o es algo que te sirve para compartir con los demás y mostrarte al mundo?
Esto es algo con lo que he crecido en casa. Mi infancia está construida a raíz de fines de semana en el Teatro, de cuentos por la noche, de mamá en bolos por España y yo con ella y el resto de actores, de papá escribiendo en su despacho… mi infancia osciló entre el cine, el teatro y la literatura. Un día, comprendí que a través de éstos se llega en cierta manera a la inmortalidad y hay algo precioso en eso. En el cine o en los libros, esos personajes y los autores o creadores de esas historias se quedan para siempre. Pero también hay cierta inmortalidad en la palabra aunque sea una palabra más de “a pie de calle” como yo digo.
Por ejemplo, hace unos años escribí un poemario llamado Aunque tú no lo sepas. Lo hice después de una historia que no salió bien pero yo me enamoré mucho. Y de alguna manera, a la persona que aparece en esa historia, yo le hice inmortal. La historia se va difuminando con los años, nosotros nos vamos difuminando con el tiempo, pero lo que fuimos alguna vez, queda en esas paginas. Y quedará siempre. Posiblemente y además de por supuesto como forma de comprenderme mejor, de entenderme mejor, de plantarle cara al dolor, pero en última instancia; y sobre todas las cosas, creo que escribo porque es mi manera de hacer eternas las emociones. De hacer eternas a las personas. De acercarme a la eternidad.
Eres una creadora joven y con mucha carrera por delante, ¿Qué es para ti el éxito o dónde imaginas que estará?
Esta pregunta me gusta mucho. Me gusta mucho porque tú mencionas el éxito y yo tengo terror del fracaso. Y sigo dándole vueltas con mi psicóloga a este tema del ‘fracaso’: «¿Qué es el fracaso? ¿A qué considero fracaso y porqué le tengo pavor?». Ella entonces me plantea: «¿Y qué sucede con tenerle miedo al éxito?», ojito a la pregunta eh…
Todavía estoy averiguando esto. Así que no sé si puedo contestar al cien por cien a esta pregunta, pero posiblemente, el éxito y dónde reside el éxito es lo mismo. Posiblemente y a medida que cumplo años, voy entendiendo que el éxito tiene que ver con dar los pasos y elegir las cosas que se coordinan con tu cabeza, tu corazón, entraña y principios. No desligarnos de nosotros mismo. Sernos fiel. Creo que ese es el mayor éxito. Demos los pasos que demos, y aunque a veces vayamos a contracorriente, que ese tránsito no sea alejados de nuestros principios, nuestra ética y nuestra moral. Te digo esto porque he ido reparando a lo largo de los años en una contestación que damos habitualmente los seres humanos al contar en qué trabajamos. Acostumbramos a decir: “Soy X”. Como si nuestro trabajo y lo que somos fuesen lo mismo. Y esto, me ha llegado a aterrar. Yo soy muchas cosas, Lucía, está llena de cosas, de claros y oscuros, de profundidades y de ríos hermosos y salvajes. Lucía ha trabajado como camarera y ha trabajado como actriz. Pero Lucía es muchas cosas. Mi trabajo no me determina. No conforma realmente quién soy. Entonces, ¿dónde deposito el éxito y el fracaso? En el trabajo que realizo o en la vida que llevo, en la gente que amo, en las actividades que hago para sentirme realizada… ¿dónde está el limite? Me extendería en exceso con esto y posiblemente serían todo preguntas que nos llevarían a más preguntas… por eso, creo, que al final del día, el éxito para mí se acerca a juntar la vida que soñé con la que voy conformando.
¿Alguna vez has dejado de creer?
Muchísimas. He perdido la cuenta. He llorado hasta pensar que me secaba para siempre. He pensado que no había salida. He dudado de todos y de todo. He dejado de creer en todo y en todos hasta llegar a mí. Lo único que puedo decirte con la misma sinceridad con la que estoy abordando esta entrevista es que de la misma forma que he dejado de creer, he vuelto a encontrar la forma de hacerlo.
¿A qué promesa le ha sido fiel Lucía Lorente Toral?
Una noche después de llorar mucho fui a mis notas del móvil (mi vertedero personal…) y escribí y te lo cito literalmente porque aún conservo esa nota:
“Voy a atreverme. Toca creer en mí. Te va a costar porque muchas veces has sido tu mayor enemiga. Pero ya no, ya no”.
Hoy, a puertas de estrenar Expiación puedo decirte, que he cumplido mi promesa.