Foto destacada: Sergio Parra. Imagen de ensayo

 

El Siglo de Oro dijo que la vida es sueño y en el sueño ¿qué hacen las mujeres? Tejer, hilar, planchar… La historia ha ocupado sus fantasías con verbos del hogar y ha llenado los archivos con nombres de varón. La historia: ese burlador de Tirso de Molina cuya forma de deshonrar es condenar al olvido.

Esta primavera los aplausos que hace cuatrocientos años llenaron los corrales se volverán a escuchar en el Teatro de la Comedia. Ana Caro de Mallén, la mejor dramaturga de nuestro Siglo de Oro, llevada de nuevo al escenario bajo la dirección de Beatriz Argüello. La Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) dará vida entre el 13 de abril y el 4 de junio a una de las dos obras largas que se conservan de esta escritora española: Valor, agravio y mujer.

Con más de un año de preparación, la compañía da un paso hacia la apertura del canon literario. El espectáculo cuenta con el tutelaje y la adaptación de Juana Escabias, la investigadora teatral que tras recorrer las iglesias de Madrid, Sevilla y Granada ha logrado recuperar a esta importante figura del siglo XVII.

Este ambicioso proyecto de revivir los versos de Caro de Mallén, cuyo estreno se espera a nivel internacional, trae consigo una revelación: que la vida es sueño y las mujeres sueñan con la dignidad.

 

VENGANZA, AMOR Y MUJER

Si tiramos del hilo morado de la historia nos topamos con las palabras que las mujeres que impulsaron la Ilustración dejaron por escrito. Sin utilizar la -para entonces inexistente- concepción de feminista, Ana Caro de Mallén planteó una obra en la que sus protagonistas actúan con libertad.

“Es difícil encontrar en el teatro barroco mujeres dueñas de su propio destino sin que haya un padre o un hermano mayor que las quiera casar, o que sea el rey el que restaure el honor de la mujer: aquí no, aquí es la mujer la que va a restaurar tanto su honor como su dignidad” señala la directora de la función, Beatriz Argüello.

El espectáculo, que juega con el enredo, gira en torno a la venganza de Leonor, una mujer que ha sido deshonrada. Tras mantener relaciones, el hombre con el que se iba a casar huye a Flandes. Ella, vestida de varón, decide seguirle hasta la corte española y allí darle muerte. Sin ánimo de contar todos los detalles, en su aventura se entremezclará el amor, la seducción y la burla.

 

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Foto: Sergio Parra. Imagen de ensayo.

 

Como apunta Juana Escabias, se trata de “un discurso muy inteligente y renovador, porque una joven que está sometida a la tiranía de la discriminación y de la falta de igualdad, hace una defensa de las capacidades y derechos de las mujeres impresionante”. En esa reivindicación, el personaje de Leonor recoge el hilo y pronuncia nombres de “mujeres ilustradas, filósofas del pasado, mujeres guerreras y poetisas como Safo”, realza Escabias, “ella defiende que la mujer es capaz de cualquier cosa”.

Al mismo tiempo es un texto que se puede aplicar a los complicados entresijos de las relaciones contemporáneas, entendiendo el honor del que habla la obra por dignidad. En palabras de su directora, se puede trazar un paralelismo entre la fuga del don Juan y el ghosting actual, ambas traducidas en la desaparición repentina de la persona amada. Para Beatriz Argüello, además, “el motor de la obra es el amor”. Un amor que, junto al odio, son dos caras de la misma moneda y que recorre a todos los personajes de la mano de la sexualidad.

 

SEDUCCIÓN Y MIRADAS

El análisis de Escabias profundiza en la idea de que las mujeres de la obra hablan libremente de sexualidad, llevando la seducción a un plano alejado de la moral. “Son mujeres que se enamoran hoy de uno y mañana de otro, y no pasa nada, ¡no se censuran!” subraya la investigadora, “ellas quieren tener un compañero con el que transitar por la vida y ser felices, no se conforman con el primero que aparece”.

Siguiendo esa línea, Beatriz Argüello considera que tras la acción se esconde la idea de que “uno se restaura a sí mismo, no necesita al otro para que restaure su honra o dignidad”.

En el camino hacia esa conclusión, Caro de Mallén presenta una serie de encuentros condicionados por el enredo de Leonor. Que la protagonista emprenda su viaje bajo un aspecto masculino y el nombre de Leonardo permite “mucho juego escénico”, destaca la directora. El público conoce su verdadera identidad, pero todos los demás personajes ven a un hombre.

 

El discurso feminista del Siglo de Oro en Madrid
Foto: Sergio Parra. Imagen de ensayo.

 

Argüello ha querido hacer hincapié en “esa incapacidad que tenemos de percibir a los demás: nadie es capaz de ver a Leonor tras su disfraz, ni siquiera don Juan”, continúa, “y por eso es muy interesante detenerse a pensar hasta qué punto nos dejamos llevar por las apariencias que vemos”. La directora trae al presente esta relación de la identidad con la mirada para mostrar “cómo nos quedamos en lo que queremos ver del que tenemos enfrente”. El espectáculo está, por tanto, lleno de trampantojos y guiños que permiten descubrir más allá de la primera apariencia, “mirar el iris de la otra persona y reconocernos ahí”.

Para Juana Escabias, la transformación de Leonor en Leonardo propone, además, una nueva forma de entender la masculinidad y la feminidad. Leonardo se presenta como alguien “que no juega con la hombría sino con otros valores”.

 

VISTAS A UN CUADRO FLAMENCO

Para el montaje escénico la Compañía Nacional de Teatro Clásico se ha sumergido en la estética flamenca. “Yo viajé a Bruselas en verano y luego viajó también la escenógrafa” cuenta Argüello, puesto que la acción se ubica en Flandes en el periodo de tregua de los doce años de las guerras con Holanda.

“Empezamos a tirar un poco del hilo de la corte de Flandes y a ver mucho arte de la época. Tuvimos un encuentro con Alejandro Vergara, que es el encargado de las pinturas flamencas del Museo del Prado, y partimos un poco a nivel estético desde esa perspectiva”, desarrolla la directora, que menciona como principal inspiración los cuadros de los cinco sentidos de Brueghel y Rubens.

La escenografía se completa con una gran actividad corporal por parte del reparto, quienes han estado preparando las peleas con espada con el maestro de esgrima Jesús Esperanza. El objetivo, puntualiza Argüello, es “transmitir los sentimientos y lo que va más allá de las palabras con el cuerpo”. Para ello cuentan también con el bailarín Pau Arán quién está contribuyendo a construir el “código expresivo corporal que enriquece lo que está entre los versos”.

 

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Foto: Sergio Parra. Imagen de ensayo.

 

Antes del estreno la compañía espera que este minucioso trabajo “transmita y transforme algo en el público, y revuelva también a los propios actores que la interpretan”. Juana Escabias, por su parte, afirma que poder ver ‘Valor, Agravio y Mujer’ en la cartelera es “un sueño cumplido”.

 

¿QUIÉN ES ANA CARO DE MALLÉN?

Como desarrolla Juana Escabias en su investigación, Ana Caro de Mallén ha llegado a estar reconocida como la mejor dramaturga del Siglo de Oro español nacida en España a nivel internacional por diversas figuras de la academia dramatúrgica.

Tras muchos años de trabajo con documentos de los siglos XVI y XVII, Escabias ha conseguido recuperar su biografía reconstruyendo su figura a medida que recorría los archivos eclesiásticos en busca de respuestas. En el archivo de una parroquia de Granada se topó con la palabra que encauzaría la investigación: esclava. “Nadie habla de la esclavitud en España, pero lo cierto es que se traían a personas de otras razas como esclavas y que los moriscos sufrieron injusticias, comportamientos discriminatorios, privaciones…”, explica, “a los niños de dichos moriscos los esclavizaron hasta que el Papa denunció la situación”.

Con la intervención papal, el rey Felipe II promovió una medida que permitía a las familias de cristianos viejos prohijar -el término que aludía a la adopción del momento- a niños esclavos. “Así es como Ana llega a manos de Gabriel Caro de Mallén, recibe educación y derechos hasta ser lo que fue”.

 

Juana Escabias y Beatriz Argüello Valor Agravio y mujer
Beatriz Argüello y Juana Escabias

 

La autora logró la admiración de sus contemporáneos como Calderón de la Barca, Luis Vélez de Guevara, Tirso de Molina o María de Zayas, alcanzando fama y remuneración por sus obras. No obstante, a su muerte buena parte de su producción fue destruida. Ella falleció enferma de peste y su condena al olvido se forjó en un caldo de cultivo como era el de la sociedad de entonces con la quema de sus obras por miedo al contagio. “La Ilustración fue muy machista”, resume Escabias, “en la revolución francesa, por ejemplo, las mujeres participaron mucho como teóricas, luchadoras y salonnières, pero en el momento en que triunfa son expulsadas de la vida pública y política”. La investigadora saca a colación este episodio concreto para referirse a la gran herencia de discriminación que se afianza en los propios valores de igualdad, libertad y fraternidad. “Borraron a las mujeres de la historia, toda la tradición que existía desde la Antigüedad, justificando que la mujer era de menores cualidades que el hombre, intelectualmente inferior, que no tenía un razonamiento lógico y que estábamos locas”, detalla. Y esa visión de la mujer como imperfecta e inconstante cristaliza en la sociedad, perdiendo a Caro de Mallén y a tantas otras.

“Ana Caro de Mallén es de todos. Esta mujer es de la cultura. Hay que ponerla en mayúsculas”, sentencia. Y es que, aunque la historia la hubiese condenado, el presente es un brindis por ella y por todas las autoras a las que se les arrebató la voz.

 

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