Por Pablo Iglesias Simón / @piglesiassimon
Las dos novelas gráficas de Isabel Greenberg, La Enciclopedia de la Tierra Temprana y Las cien noches de Hero, se localizan en una Tierra mítica anterior a nuestro vulgar mundo, para contarnos las leyendas de las civilizaciones olvidadas que precedieron a nuestra Historia. Jácaras que cantan una realidad que no es la nuestra, pero que reflejan nuestras luces y nuestras sombras. Cuando varias lunas orbitaban alrededor de un planeta que aún no nos habíamos apropiado y donde convivían dioses demasiado humanos y terrícolas demasiado mágicos.
En La Enciclopedia de la Tierra Temprana, que sirve de iniciación a este universo fabular, se nos cuenta la epopeya del amor imposible entre el hombre del Polo Norte y la mujer del Polo Sur. Las aventuras y desventuras de este Ulises primitivo nos sirven para recorrer los rincones de un mundo de culturas recelosas y asustadizas, donde se mira con recelo al extranjero. En ese contexto, la odisea personal del protagonista actúa como un bálsamo capaz de curar las heridas de un planeta enemistado consigo mismo.
En Las cien noches de Hero la autora desarrolla, de un modo aún más mayúsculo que en su anterior novela gráfica, la técnica, de aroma borgiano, de anidar unos relatos dentro de otros. Así consigue dibujarnos la historia del amor prohibido entre la noble Cherry y la plebeya Hero. La segunda, como una suerte de Sherezade temprana, conseguirá ir dilatando la violación de su amada por parte de un indeseable a base de contarle noche tras noche las fábulas de la Liga de las Narradoras Secretas. En un reino donde a las mujeres les está vedada la lectura, el relato oral se manifestará como la única vía para romper las cadenas de un mundo violento y masculinizado. Las historias clandestinas servirán para cimentar una identidad colectiva capaz de derrocar al régimen opresor con las armas de la ficción, susurrando las verdades que la cultura dominante silencia.
Greenberg, adoptando un tono intencionadamente ingenuo, esboza sendos relatos maduros que transliteran mitos de múltiples tradiciones. Así, la dibujante inglesa, con la claridad y la franqueza que sólo son accesibles a los cuentos, nos invita a explorar un cosmos que todavía no nos pertenece, pero en cuyo eco nos sentimos reconocidos.