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El amor epistolar de Chéjov y Knipper

“Sin Olga Knipper, Chéjov nunca hubiera sido el gran autor teatral que conocemos”

 

La compañía L’Om Imprebís pone en escena Tu mano en la mía, texto de Carol Rocamora que podremos ver en el Teatro Fernán Gómez CCV -del 4 al 28 de noviembre- con el que asistiremos a la historia de amor entre Antón Chéjov y Olga Knipper, a través de las cartas que se escribieron a lo largo de los seis años de relación que mantuvieron antes del fallecimiento del escritor.

El espectáculo, interpretado por José Manuel Casany y Rebeca Valls, está dirigido por Santiago Sánchez, pieza fundamental dentro de la compañía. Con él hemos recorrido la trayectoria de L’Om Imprebís y nos hemos adentrado en la intimidad de este genio impulsor de la dramaturgia contemporánea y la actriz que mantuvo vivo el legado del Teatro del Arte.

 

L’Om Imprebís estrena Tu mano en la mía

 

Por José Antonio Alba

Foto portada de Jordi Pla

 

Son muchos años de andadura los que lleva L’Om Imprebís y mucho público que os ha visto; pero para los despistados que todavía no os tengan en su radar como compañía y para quienes os estén descubriendo ahora, háblanos de la compañía, de sus orígenes, dónde estáis en este momento y qué queréis aportar con vuestro teatro.

La compañía arranca con la voluntad de hacer un teatro cercano al público, un teatro fresco y con la voluntad de experimentar con el teatro de la improvisación, gracias a los años que pasé entre Els Joglars y el Teatre Estable del País Valenciano, donde me meto más en el terreno de la creación colectiva. A finales de los años 80 empezamos a introducir en Valencia los primeros trabajos de improvisación y en el 93 creamos Imprebís que de alguna manera se ha convertido en marca de la casa, es un espectáculo que sigue en cartel después de casi 28 años y lo hemos estrenado en 18 países. Es un espectáculo que genera tanto éxito que pensamos que podíamos ser víctimas de ese éxito y comenzamos a hablar sobre abrir a otras fórmulas y en el 99 planteamos hacer casi la antípoda, hacer el Galileo de Brecht que es el primer montaje que después de Imprebís llega con consistencia a Madrid. Fue un gran éxito, hubo tres temporadas de este montaje, además de hacer un Quijote junto a Juan Margallo.

Eso empieza a perfilar como tres líneas de trabajo para la compañía: Por un lado, hemos hecho el repertorio universal con los grandes clásicos: Galileo, Quijote, Don Juan, Calígula, Tío Vanía… La otra línea de creación es la propia de ese formato medio, de humor, muy cercano a la gente, como Imprebís, Los mejores sketches de Monty Python, la Crazy Class o la última producción que presentamos en Madrid que fue Por los pelos; y por otro lado, está lo que llamamos “las pequeñas joyitas”, monólogos o espectáculos de dos actores como La soledad en los campos de algodón, La mujer invisible, Decamerón Negro, Un obús en el corazón. Dentro de esa línea estaría Tu mano en la mía.

 

El amor epistolar de Chéjov y Knipper en Madrid
Santiago Sánchez en un momento de ensayos de ‘Tu mano en la mía’ con Rebeca Valls y José Manuel Casany.

Las compañías suelen tener una identidad muy centrada en un género o un estilo concreto, sin embargo, L’Om Imprebís se ha lanzado en infinidad de direcciones.

Hay quien nos pone el ‘pero’ en que, a veces, despistamos al espectador. Pero esto ha generado cosas muy hermosas, como gente que nos ha conocido a través de Imprebís y de repente ha descubierto a Brecht, o a Camus. No queríamos quedarnos con un género y experimentamos con todo tipo de teatro.

 

Vuestras producciones son de largo recorrido. Los espectáculos no han tenido un tiempo limitado en el que se han representado y habéis pasado a otra producción, sino que tenéis un repertorio que se ha mantenido en el tiempo, retomándolo y haciéndolo evolucionar.

Vivimos en esta vorágine de usar y tirar, de producir, producir y producir, y no llegamos a disfrutar de lo que es la evolución artística, personal, humana. Eso viene mucho de las productoras que montan espectáculos que van marcados por unas cabezas de cartel que tienen compromisos con la televisión y que marcan periodos de exhibición muy cortos. Es una forma de trabajo y la respeto, pero no puede imponerse como la única forma. Yo creo que un espectáculo es un cuerpo vivo y crece, puede crecer hermosísimo o deformándose, eso va a depender del mimo y cuidado y por eso hay espectáculos que por desgracia no llegan a la mayoría de edad porque no se les da el tiempo ni el espacio. Evidentemente, cuando vuelves a enfrentarte a un texto que hiciste hace tiempo, lo haces desde otro lado porque todos hemos cambiado, nuestro cuerpo, nuestra piel, nuestras células son otras. También los gustos del espectador.

 

El amor epistolar de Chéjov y Knipper en Madrid
José Manuel Casany y Rebeca Valls son los responsables de dar vida a Antón Chéjov y Olga Knipper en ‘Tu mano en la mía’.

¿Qué queda en L’Om Imprebís de aquella compañía pionera en la improvisación?

Sobre todo, queda la ilusión. El otro día hablaba con una persona de teatro que me contaba que estaba perdiendo la ilusión y yo le decía que el día que pierda la ilusión pararé. Yo me miro en el espejo y todavía me veo algo en los ojos como si tuviera 20 años, cuando empezaba, y es así como quiero que siga siendo. Hay una frase de Marsillach que a mí me marcó: «El teatro no desaparecerá, claro que no, pero igual lo convertimos en algo que no nos apetece nada», y creo que hay que ser muy vigilantes con esto porque hay ciertas formas de hacer, de trabajar, que conllevan ese peligro. Nosotros hemos creado este espacio de crear como nos gusta. Afortunadamente contamos con cómplices que permiten que el trabajo se vea tanto en Madrid, como en Barcelona, Valencia, en una gira nacional o en el extranjero, eso está ahí. Y una compañía que llega a cumplir más de 30 años lo que puede aportar es oficio, que es una palabra muy en desuso. Cuando doy algún taller y hablo con los actores, les digo que para mí el modelo ideal es la calidad del artesano y luego la alegría del juego de un niño.

 

¿Cómo nace la idea de poner en escena Tu mano en la mía?

El hecho ya de que una persona como Peter Brook eligiera este texto para ponerlo en escena te hace pensar qué es lo que hay ahí. Cuando vi su montaje en el 2003, me gustó muchísimo, fue un espectáculo que me marcó especialmente. Luego yo en el 2011 monté Tío Vania de Chejov, me documenté mucho sobre él y, de repente, cayó una edición de las cartas entre Olga Knipper y Antón Chéjov, eso me hizo recordar el montaje. En el 2018 tuve la ocasión de conocer a Carol Rocamora en Madrid, tuvimos un encuentro y recuerdo que le comenté que es una obra que siempre han hecho actores mayores como Olimpia Dukakis, quien se la encargó a Carol, Paul Scofield con Irene Worth o Michel Piccoli; y le dije: «Siempre que me he acercado a esa obra, pienso que Chéjov cuando arranca la obra tiene 38 años y Olga 29, y cuando acaba la obra, han pasado 6 años, es decir, es una relación amorosa en plena madurez. En la obra hay una pasión, de un enamoramiento, de una pulsión sexual que creo que no puede tener la misma fuerza cuando son actores de cierta edad» y ella me dijo que le encantaba la idea. Había la opción de presentar esta producción en Lima y fue un éxito, igual que en Bogotá. Carol vino a verla y se quedó encantada porque la obra emerge con una fuerza renovada. Fue una felicidad poder trabajarla con dos actores jóvenes. Carol me dijo que tenía que hacerla en España y quise mantener esta propuesta, con unos actores que pudieran hacerla también en catalán. Rebeca Valls y José Manuel Casany me parecían ideales para los dos personajes, los dos estaban nominados a los Max cuando hablé con ellos.

 

Habláis de Antón Chéjov y Olga Knipper como «dos seres únicos en circunstancias excepcionales», más allá de quienes fueron profesionalmente, ¿dónde radica esa cualidad?

La cuestión fundamental es el hecho de por qué se produce tal cantidad de cartas, y es que, cuando ellos se conocen, Chéjov ya padece una tuberculosis grave. Él está construyéndose una casa en Yalta y piensa ir a vivir allí porque no soporta los inviernos de Moscú o de San Petersburgo, mientras que ella es una jovencísima actriz que acaba de entrar en la compañía del Teatro del Arte. Se conocen en la lectura que hacen de La gaviota, arrancando una primera amistad. Poco a poco, se van convirtiendo en amantes hasta que finalmente deciden casarse. Pero, claro, por su trabajo ella está siempre entre Moscú y San Petersburgo, y él, por su salud tiene que estar en Yalta.

 

La obra es una historia de amor a contrarreloj

Este enamoramiento es una segunda juventud que estoy convencido que alarga la vida de Chéjov. Pero no hay ninguna idealización, ni del propio Chéjov ni de Knipper, vamos a ver las luces y las sombras de estos personajes. Esto hace que esta relación que apenas duró seis años, de los que casi cuatro estuvieron a unos 1.500 kilómetros de distancia, es lo que hace que surjan las cartas.

 

 

¿Las grandes obras de Chéjov nacen del amor?

A mí me gusta decir que posiblemente, sin Olga Knipper, Chéjov nunca hubiera sido el gran autor teatral que conocemos, ese enorme dramaturgo que casi supone un cambio de paradigma en el teatro contemporáneo moderno. Las tres hermanas es un regalo de pleno enamoramiento a Olga, escribiendo el papel de Masha expresamente para ella, y El jardín de los cerezos me parece casi un testamento de amor vital y artístico. Creo que una de las grandes cosas por las que la obra conmueve es que nos damos cuenta que las cosas importantes que hemos hecho en esta vida siempre están hechas por amor. Pongamos ahí todas las formas y maneras del amor, pero están hechas por amor. Realmente creo que Chéjov alarga su vida por amor; él ya se había dado por vencido con el problema de la tuberculosis y esto le alarga seis años su vida y a la vez hace ese gran regalo a Olga, al Teatro del Arte y, de paso, nos lo hace a toda la humanidad. Como diría cualquiera de sus personajes: «aquí estamos más de cien años después hablando de él».

 

La relación entre Chéjov y Knipper fundamentalmente fue epistolar, ¿quizá la distancia te hace mostrar eso que normalmente queda oculto con la cotidianidad y la convivencia?

Sobre todo, porque todo lo que hayamos podido decir con la persona con la que hayamos compartido la vida, hablado, queda ahí; pero aquí tenemos las palabras de ellos, estamos escuchando las palabras reales, aquí no sale de la boca de ningún personaje. El 95% de las palabras de Tu mano en la mía son las de Olga y Antón escritas por ellos mismos. Me parece escalofriante la traducción de Carol, es una mujer primorosa, lo que ha hecho ha sido ir tejiendo frase a frase para crear un diálogo. Brook ya dijo que «la maravilla de Carol Rocamora es que ha conseguido una obra que parece escrita por el propio Chejov» y yo añado: «Sí, sí, es que está escrita por el propio Chejov» (risas).

 

¿Cómo ha sido poner en escena un espectáculo que básicamente es un intercambio epistolar?

Creo que esto hubiera sido imposible sin los veintitantos años de Imprebís. No sería capaz de hacer esto sin toda la experimentación anterior para poder crear unos espacios lo suficientemente estimulantes para la imaginación del espectador sin amueblarlos. La gran dificultad es hacer simple estos cambios para que el público entienda sin esfuerzo dónde están en cada momento. Es como una coreografía sutil en el escenario donde cambiamos los espacios y los tiempos de una manera muy armónica.

 

El amor epistolar de Chéjov y Knipper en Madrid
Santiago Sánchez dirigiendo a José Manuel Casany y Rebeca Valls en un ensayo de ‘Tu mano en la mía’.

 

Sí, porque lo primero a lo que se tiende a pensar es encontrarse a dos actores leyendo cartas de cara al público.

Precisamente, lo que quería evitar era lo de coger las cartas e ir leyendo, que se convirtiera en una lectura dramatizada. No, sucede todo lo contrario. De hecho, hay todo un guiño porque comienzan leyendo las cartas y a los dos minutos te das cuenta que se están hablando. La fuerza que tiene el texto de Carol es que son diálogos muy picados, directos al hígado. Vamos a ver los momentos de enamoramiento, los momentos de duda, de ausencia, de reproche, de risas… porque esa es otra de las cosas de la obra, el sentido del humor que tenía Chéjov, incluso estando enfermo se reía de sí mismo, del entorno…

 

¿Te has inspirado para la puesta en escena en lo que viste en la producción de Brook o es una propuesta nueva?

No, es muy diferente. Lo que hemos hecho es un guiño a nuestro Tío Vania. Hemos reutilizado la escenografía porque en varios momentos se hace alusión a esa escenografía y me hacía gracia. Hemos creado nuestro universo recuperando esto. Lo que va a ser impresionante en el Fernán Gómez va a ser la cercanía del público, creo que va a ser un lujo ver este tipo de pasión con esta cercanía, va a ser una experiencia muy interesante.

 

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