Versiona y dirige dirige Violencia, una adaptación -que él mismo firma- de la película Mass (2021) escrita y dirigida por Fran Kranz. La historia surge tras un tiroteo en un instituto perpetrado por uno de los estudiantes, Jaime, en el que asesina a diez compañeros, entre ellos Iván, y luego se suicida.
En escena asistiremos al encuentro entre los padres de ambos. Se podrá ver en el Teatro María Guerrero hasta el 28 de diciembre.
Después de haber estudiado y trabajado en países tan dispares como Finlandia, Estados Unidos, Alemania y, por supuesto, España, ¿crees que al abordar este tipo de incidentes, que asociamos inconscientemente con la sociedad norteamericana, pueden generar cierta distancia en el público?
Realmente no, porque al final la obra va de muchas cosas como la salud mental, Internet o el ‘bullying’ y la forma violenta en que se expresan las consecuencias de todo eso es lo de menos. La violencia se vive en todos los institutos del mundo, por desgracia. De esta forma específica es más frecuente en Estados Unidos, pero aquí en España y en países cercanos, pasó hace relativamente poco en Dinamarca, también ocurre y, por desgracia, va a ir a más debido a la próxima militarización de Europa. Por ejemplo, en Alemania la mili la han vuelto a poner opcional para chavales de 18 años hace pocas semanas y, si no se llenan los cupos, va a ser obligatoria. Los europeos van a empezar a tener una relación con las armas de fuego muy diferente.
La obra es una adaptación de la película Mass (2021) de Fran Kranz. ¿Hablaste con él directamente para poder gestionar los derechos y contarle el proyecto?
Sí. Vi la peli y el mismo día entré en contacto con su agencia de representación literaria y ellos consiguieron que hablara con él para pactar los cambios de la adaptación para España. Ya llevamos tres años con los derechos y solo los tienen también, a nivel mundial, una producción que se va a hacer en Londres el año que viene. Cuando hablamos, intercambiamos pareceres de qué quería y por qué necesitaba cambiar algunas cuestiones, y la verdad es que me dejó mucha libertad, no hubo ni control ni consejos, fue muy amable.
Un cambio que parece pequeño, pero que me ha llamado la atención, es el espacio en el que sucede la historia, que se traslada de una iglesia a un teatro. ¿Qué intención hay detrás de esta decisión?
El espacio donde sucede la historia original está dentro de una iglesia evangélica de las que en España casi no tenemos. Yo he trabajado como productor en una iglesia de este tipo en Alemania, que son tan comunes en Estados Unidos, y son espacios muy diferentes a las iglesias que estamos acostumbrados en España. Aparte de cumplir con sus misas tienen una agenda muy grande de impacto social y artística. En mi caso, producía un show de luces con música de Vivaldi, para que te hagas una idea. En la adaptación, he querido sustituir el espacio sacro por un teatro porque creo que son lugares que pueden dar cabida a diferentes actividades, como un acto de conciliación en este caso. Quizá por mi experiencia en Alemania, los veo más como foros que, más allá de albergar una obra de texto puro al uso, pueden servir para otras dinámicas sociales o políticas.
Violencia nos cuenta el encuentro de los padres de Jaime, Beatriz y Martín, con Ricardo y Amelia, los padres de Iván, una de las víctimas. ¿Unos buscan perdonar y otros ser perdonados?
El perdón dentro de la pieza es vital y lo puedes abordar desde nuestra tradición cristiana, pero para mí es Hannah Arendt y su idea del perdón para restaurar tu capacidad para actuar, al igual que me lleva a Marci Shore, que es una profesora de Yale que hace un revisionismo de la historia intelectual de Europa, con perspectiva de Europa del Este. Ella también habla del perdón como motor de movilización histórica.
En esta historia hay muchas variables sobre qué perdonar: al asesino, a los que le educaron, perdonarse a sí mismos en el caso de Beatriz y Martín, a la sociedad…
Va desde dentro hacia afuera, desde lo micro a lo macro, lo atraviesa todo. También toca perdonar a la estructura y eso es importante. Tú, de repente, eres el padre al que le pasa esto y quieres entender; y para entender, obviamente, vas a repasar todos los niveles. En todos los niveles, desde tu casa hasta el Estado, ha habido fallos y negligencias en todas las capas: el colegio, el barrio en el que vives, la ciudad, la lógica de la ciudad y el partido político que gobierna. A todo ello lo vas a tener que perdonar.
¿Es la única forma de avanzar?
Volvemos a lo que decía Hannah Arendt. Ella tuvo que emigrar de Alemania a Estados Unidos porque era judía. Siempre estuvo enamorada de Martin Heidegger, el filósofo principal del movimiento nazi, y consiguió perdonarle. Arendt habla de que el perdón solo existe cuando algo es imperdonable. Es como casi una paradoja. Si algo es fácil de perdonar, realmente la acción que pasa a nivel emocional no es el perdón, es otra cosa. Y cuando algo se vuelve imperdonable, es ahí cuando aparece la posibilidad del perdón, que a mí me parece fantástico, porque es como estas paradojas que luego son los motores del mundo.
Los padres de la víctima exigen a Beatriz y Martín que les cuenten todo respecto a cómo fue la vida de Jaime para comprender por qué hizo lo que hizo. Es espeluznante el recorrido que hacen analizándose ellos mismos y cada detalle de la vida de Jaime.
Tienes que ponerte en su piel, desde el suceso se han estado castigando todos y cada uno de los días y lo ves tanto en los personajes como en el texto. Ellos lloran a once víctimas, no a diez. Asistir a esa culpa, ese autoflagelamiento, es terrible. Justo hoy, que hemos hecho un pase completo en los ensayos, he llorado mucho viendo esa parte y eso que he escuchado el texto miles de veces. Pero también es una parte bonita porque es en la que, como espectador, te colocas en su lugar y sufres con ellos. Le va a pasar también a Amelia y es lo que va a provocar que, de repente, la obra tenga cierta luminosidad. Ella ya fue al encuentro queriendo perdonar, pero es al ver así a Beatriz cuando realmente da el paso. Una decisión que realmente es altruista y egoísta al mismo tiempo, es lo que le va a permitir avanzar, pero también lo hace por Beatriz.
¿El texto va a impactar de forma más significativa a quien haya sido padre o madre?
No lo creo. No todo el mundo tiene hijos, pero todos tenemos o hemos tenido padres. Como hijo o hija, el viaje que te vas a pegar es igual de muy fuerte. Yo no tengo hijos y lo he vivido así. Sin duda, el vínculo familiar está en el centro de todo y eso hace que a todo el mundo le mueva de una forma u otra.
Las dos parejas tienen tantas preguntas acerca de lo sucedido como las que van a surgir en la cabeza del espectador. ¿Saldremos con alguna respuesta?
Realmente no se dan de forma directa y, sin embargo, creo que contiene algunas como, por ejemplo, que Internet es un problema, no en sí mismo, pero sí cómo está operando. Es como si estuviéramos en los años 80 y, en vez de solo una pequeña parte de la gente, toda la sociedad estuviera enganchada a la heroína. ¿Quién va a salvar a quién si no hay nadie que sea libre? Es muy grave, especialmente con los más jóvenes y espero que en algún momento nos demos cuenta y se trabaje este problema de verdad. En la obra vemos cómo a esto se suma la inacción política y el ‘bullying’ en las aulas. Las tres cosas están interconectadas.
Hicimos una entrevista con un cole a raíz de una función y hablamos del bullying. Los chavales nos decían que era muy hardcore porque lo sufres todo el día por el tema de los móviles, ya no solo se da en el colegio. De la mayoría de estas cosas los padres ni se enteran.
En varios momentos se habla de la reacción de otros familiares de las víctimas, cómo algunos han cargado con violencia contra los padres de Jaime, otros les han denunciado…
Ricardo y Amelia no son punitivistas y esto es fundamental. Su hijo ha muerto, pero ellos en vez de ir a denunciar y buscar el castigo buscan la restauración, que son vías muy diferentes. Buscan hacer algo para que esto no vuelva a suceder. Otros, como algunos que son fervientes devotos de alguna religión, quieren venganza y castigo. Volvemos a otra paradoja: una institución que se supone que defiende el perdón y genera la antítesis de eso.
El texto también pone sobre la mesa el tema de las enfermedades mentales no diagnosticadas, o erróneamente diagnosticadas, en las generaciones más jóvenes.
Los diagnósticos psiquiátricos suelen ser muy claros cuando se trata de enfermedades muy categorizadas como una esquizofrenia severa, una bipolaridad… Pero luego, a día de hoy, hay mucho trastorno mixto en el que se junta un TCA con ansiedad, una depresión con ansiedad o autolesiones… El diagnóstico en el fondo da igual, porque cuando se convierte en un problema tan generalizado, quiere decir que es algo estructural. La gente joven no se ha intentado suicidar tanto como a día de hoy y esto se está pasando por alto. Es una cuestión silenciosa, porque pasa dentro de la institución de la familia, pero es un gran escándalo. Aquí volvemos otra vez a Internet y las pantallas, que son causa de muchos de estos trastornos. Hay empresas que han trabajado para generar esa adicción y hemos perdido el control.
Los padres de Jaime se arrepienten de no haber hecho más caso a algunos trastornos que ya le habían detectado, pero como no era nada concluyente y eran cosas comunes entre adolescentes no lo vieron necesario.
Los padres también son víctimas de estas empresas que trabajan en Internet porque ven que su hijo, que no tiene amigos, en el ordenador está tranquilo y feliz y caen en la trampa. Mis padres no podrían ni imaginar a lo que yo tenía acceso en Internet cuando era pequeño, pues lo mismo con los chavales de ahora, que incluso tienen acceso a muchas más cosas y más rápido.
Y la violencia que todo esto genera sube de nivel con el acceso a las armas…
Claro. El otro día leía que en Valencia se está impulsando meter la caza como actividad extraescolar en los colegios y esto lo hemos incorporado para las próximas funciones. Cuando tú armas un país, ya sea a través de la caza o a través del militarismo, desarmarlo luego es muy difícil. Yo he vivido en Los Ángeles y tenía miedo por la calle porque sabes que la gente va armada y lo notas. Incrementa mucho la posibilidad de que corra la sangre. Ahora bien, el hecho de que no haya armas en un país no quiere decir que no haya violencia. España, a nivel estructural, es un país mega violento, porque la corrupción, la precariedad laboral y la situación de la vivienda son algo muy violento.
Ya se hablaba cuando se estrenó la película que era una propuesta muy teatral, no sé si eso es un arma de doble filo porque son lenguajes totalmente diferentes.
Es algo que comenté con Fran Kranz. En un primer momento, él escribió el texto pensando en hacer una obra de teatro, pero en Los Ángeles, donde él vivía, es muy difícil producir teatro porque hay pocos espacios de exhibición. Al final le resultó más fácil convertirlo en película. Es cierto que son lenguajes muy diferentes, pero el teatro cuenta con una gran ventaja y es el directo, es ver el desgarro de los intérpretes a un metro de ti.
¿Cómo recibe el público una obra tan estática? ¿Te preocupaba este hecho al pensar en la puesta en escena?
Me acuerdo que al principio diferentes personas me aconsejaron que aprovechara la frontalidad del teatro y que no situara a los personajes alrededor de una mesa, pero desde el primer momento confié en que la obra tiraba para adelante sin recurrir a eso y sin incluir movimientos innecesarios. También he de decir que la función es relativamente corta precisamente para que funcione y, además, incluimos un niño al final haciendo una coreografía para aprovechar la poética que te permite el escenario y romper un poco la dinámica. Por lo que hemos visto hasta ahora, el público se queda enganchado de principio a fin.
Aquí el trabajo actoral lleva todo el peso de la obra. Supongo que deben estar siempre a un nivel excelente para que la obra funcione.
Totalmente. Además, ha pasado un año desde que hicimos la obra por última vez y al retomarla ahora estamos todos en un punto muy diferente. Sin embargo, todavía ha crecido más, de repente la función tiene, al mismo tiempo, un peso y una ligereza mayor. Es mega orgánica, algo del reposo que le ha sentado increíble.
Saliéndonos un poco de este estreno, en qué punto te encuentras con Ephebo, tu primera serie como creador.
A lo mejor diciéndolo lo gafo, pero se ha interesado una productora muy importante. Se han cumplido las primeras fases de desarrollo y estoy esperando cerrar el acuerdo para al siguiente paso.
