Los planes de dios en Nave 73
Por Alberto Morate
Mi soledad, estoy al borde del derrumbamiento. Mis pensamientos no dejan de decirme que salga adelante, pero me veo hundido en este aislamiento sin privilegios. Oigo mi corazón y su latido. Como oigo el mar. Soy capaz de oír el mar, y el viento, y el silencio. Miro hacia la puerta por si viene alguien, pero solo escucho el tic tac del reloj callado durante el confinamiento.
He tomado la decisión de no ser invisible, por eso escribo este monólogo sin aliento, invisible, donde no puedo escapar de dios, porque él tiene sus planes. Los planes de dios. Y yo soy José Andrés López, ‘viviseccionado’ y perseguido, pájaro enjaulado, que solo puedo moverme al ritmo que me marca mi amigo Carlos Gorbe, virtual y presencial, de alguna manera la voz de dios, mi mente hecha palabra. Y música. Hojas del árbol que veo desde mi ventana.
O me alzo, o caigo. O enfermo o sano. En el fondo el horizonte es un vídeo en blanco y negro. Un camino en sombra, una pregunta sin respuesta.
Ahora estoy en Nave 73, en el dolor de una sala teatral con focos de luces de luciérnaga. Con una espiral antipalomas.
Me muevo desnudo ante las dudas. Mi cabeza no para de dar vueltas, y quisiera follar, pero nadie se arriesga. Tampoco me infligiré daños que puedan revertir en mis despojos. Aún soy capaz de quererme un poco. Tengo esperanza. Aunque no sé a dónde me conducirá esta desolación de migajas sobre la mesa.
Hay canciones de amor que sobrevuelan mi cabeza, amor tempestuoso, luces de neón encendidas a falta de estrellas.
Quiero romper este muro que me atenaza. Por eso salgo semidesnudo al escenario, haciendo conciencia y no disimular mis defectos.
No menoscabo al sentimiento y lo plasmo en mis palabras, en mi interpretación, en mis ambiciones, en mi deseo oculto de que esto no genere en enfermedad psicosomática o en la virtud de crear sobre la nada.
Quiero trastocar Los planes de dios y, respetando su poder, hacer lo que mis sueños me dicten y lo que me venga en gana.
