«La improvisación es mi vida. A ella le debo la libertad que me ha regalado»
Improvisador, mimo, actor, director… Si buscas el perfil profesional de Carles Castillo, encontrarás estos conceptos por doquier. Y, más allá del artista, estamos ante una persona estupenda. Un tipo tan generoso como su gestualidad. Sí, seguro que lo conoces porque está en todas partes. Igual te suena de verlo en anuncios o en el programa de José Mota o en algún medio hablando de teatro. Quizá sepas que Carles Castillo ha formado a incontables intérpretes de este y otros países: muchos cómicos se han cruzado en su camino. Ahora bien, para más inri, el protagonista de esta sección es uno de los referentes y pioneros de la improvisación escénica bajo el distinguido sello de L’Om Imprebís, que este 2018 alcanza los 25 años inventando historias -casi de la nada- en cada función. Cosas del género: la impro, una delicia para el espectador o, como confiesa Carles Castillo, «una manera de ver la vida». Porque lo suyo es pura vocación y talento. Improasistencia (humor y solidaridad), La Crazy Class, Monty Phyton, Por los pelos… Van muchos éxitos y, sí, uno se emociona cuando algo le divierte o le conmueve y el público se pone en pie. ¡Bienvenido a Godot, amigo!
Por Jorge Gª Palomo/@jorgegpalomo
¿Cómo se definiría Carles Castillo y desde cuándo brota esta pasión por la comedia y las artes escénicas?
No tomo la responsabilidad de definirme porque no me conozco tanto; y la pasión por la comedia y el teatro de la vida son cosas que van naciendo sin darte cuenta cómo amanece cada día.
¿Cómo es tu día a día?
Es abrir los ojos y sorprenderme de que estoy vivo. Levantarme pronto, caminar al menos dos horas y, luego, dejarme llevar por las obligaciones que todos tenemos, intentando que sea con alegría. Clases, trenes, aviones, ensayos, actuaciones, entrevistas; o sea, bastante entretenido.
¿Vivimos buenos tiempos para el humor?
Tenemos que vivirlos. Si no, se mueren los tiempos. No hay que perder el tiempo para no tener humor.
El humor para Carles Castillo es…
Sobrevivir a las cosas que no me interesan y a las personas negativas que tienen el arte de fastidiarte la vida, las ilusiones, etc. Hay que tener humor y, si no lo tienes, acércate a alguien que lo tenga. Tranquilo, que te contagiará enseguida.
El teatro y la cultura son…
Creo que son familia cercana y que conviven muy bien. Una depende de la otra y no creo que puedan sobrevivir por separado.
La televisión, la radio y las redes sociales son…
Bien utilizados… un medio imprescindible. Mal utilizados… una sobreinformación gratuita que le quita importancia a las cosas interesantes. Demasiada información al mismo tiempo.
La improvisación (¡viva Imprebís!) para ti es…
Mi vida. Le debo mi carácter, la manera de ver la vida, la familia, las emociones y la libertad que me ha regalado.
Improasistencia es…
Otra parte de mi vida que intento compartir con los demás. Con los que, de alguna manera, necesiten un empujón moral. Los pacientes hospitalizados necesitan ser curados en todos los aspectos y el humor ayuda a llevar la enfermedad de otra manera. No se trata de luchar, sino de aceptar con dignidad la situación. En la vida, si lo intentas todo puedes perder; y, si no lo intentas todo, estás perdido.
¿Qué y quiénes te hacen descojonarte?
Los políticos, me río de ellos porque no me hacen gracia. (Risas).
¿Cómo recuerdas tu primera vez… en escena?
Creo que cuando nací. Le dijeron a mi madre: “Ya sale, ya sale…”. (Risas).
¿Dónde podemos disfrutar actualmente de tu talento cómico y cósmico?
Estoy con el espectáculo Por los Pelos y marcho a Guinea Ecuatorial; luego, Colombia, Italia, etc. Y comienzo la dirección de un espectáculo que pronto se estrenará en Madrid: Ocho apellidos madrileños. Está escrito por un gran amigo y cómico: José Boto.
Como maestro de intérpretes de todas partes, estilos, edades… ¿Qué hay que tener para ser bueno o transmitir algo ante el público?
Humildad, saber escuchar, mirar a los ojos y, sobre todo, ser tú. Ser natural como eres, sin aditivos ni colorantes autorizados.
Un momento inolvidable de tu vida fuera de los escenarios, acaso relacionado con el humor… Quién sabe.
Cuando tomé la comunión, que me tenía que confesar de los pecados que supuestamente había hecho. Pues me los inventé y me tuvieron rezando media tarde. (Risas).
¿Cómo ves el furor por la “impro” ahora que en Imprebís celebráis las Bodas de Plata y tenéis la corona de reyes del género?
Bueno, nada es de nadie, todo es de todos. Pero la improvisación es muy seria, se trabaja con mucho rigor y entrenamiento. Cuando no es así, para muchos se convierte en una moda pasajera cuando ya te han visto todos tus amigos y familia. Hay muchos grupos que no hacen improvisación, sino ejercicios de virtuosismo que son divertidos, pero no hay un trabajo teatral detrás. Afortunadamente, cada vez son menos. Estos mismos grupos se preparan más y comienzan a trabajar de otra manera más seria.
Un teatro o lugar para reír a carcajadas. De Madrid, Valencia o el mundo entero.
En cualquier lugar donde tengamos una persona de público ya hay complicidad, ya hay teatro, ya hay humor.
Una película, libro o canción para sentirnos bien en épocas anodinas.
Conversaciones con Mamá; una canción: Acuarela; y un libro: de cocina para cocinar bien las emociones.
Un viaje inspirador para gente sensacional, como todos nosotros…
Egipto. No te lo puedes perder.
Algo que me haya olvidado y te parezca ignominioso y quieras decirlo públicamente aquí, sin filtros. ¡Con todas las letras, oiga! Hay confianza, amigo…
Que los políticos se vuelvan sensatos, que no se prohíba nada sino que se eduque, que nos respetemos y, si queremos igualdad, pues que no nos dé igual. Eso quiero, queridos Reyes Magos. Y también que nos deje en paz El Corte Inglés. (Risas).
Un mensaje a los lectores de Godot y teatreros del mundo, ávidos de cultura, sexo salvaje, risas y espectáculos…
Derrochad buen rollo, alegría, drogaos viendo las cosas buenas de los demás, copiad todo aquello que os haga ser mejores, no dejéis ni un segundo para no sonreír y sed felices en B: que no se entere Hacienda. (Risas).
(Palabras del gran Carles Castillo. Con naturalidad. ¡Infinitas gracias y abrazos improvisados!)