La nueva versión escénica de Un tranvía llamado deseo, firmada por David Serrano, presenta una lectura que intenta alejarse todo lo posible del peso de la icónica película de 1951 de Elia Kazan. Serrano explica que la película está muy presente en el imaginario colectivo, y por ello, la decisión inteligente es «alejarse de ella y encontrar nuestro propio camino para contar esta fascinante historia». La propuesta busca reencontrarse con la obra en su dimensión más teatral, priorizando la verdad de los actores y el poder del texto de Tennessee Williams. Una apuesta que pone el foco en la fragilidad emocional de sus personajes y en la violencia latente que recorre cada escena. Considerada una cumbre de la dramaturgia, sigue siendo «absolutamente moderna y contemporánea», dice David Serrano, a pesar de haber pasado más de setenta años desde su estreno.
La historia es conocida: Blanche DuBois, tras perder su casa y arrastrar consigo un pasado que prefiere ocultar, llega a Nueva Orleans para vivir con su hermana Stella y el rudo Stanley Kowalski. La convivencia entre estos tres personajes, marcados por deseos, frustraciones y diferencias irreconciliables, se convierte en un polvorín emocional que estalla en tragedia. La fuerza de esta pieza radica en la tensión constante entre lo que se dice y lo que se oculta, entre la realidad brutal y las ensoñaciones con las que Blanche intenta sobrevivir.
El reparto es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la producción. Nathalie Poza encarna a Blanche DuBois, Pablo Derqui a Stanley Kowalski, María Vázquez a Stella DuBois, Jorge Usón a Harold Mitchell, y Carmen Barrantes a Eunice. De quienes David Serrano dice que son «cinco de los actores más brillantes de nuestro país». El elenco se complementa con Rómulo Assereto como Pablo, Mario Alonso como Steve y Carlos Carracedo como el Joven.
Williams escribió Un tranvía llamado deseo en 1947, y aún hoy resulta incómodamente actual. Su retrato de la masculinidad tóxica, del deseo reprimido, de la violencia estructural contra las mujeres y de la delgada línea entre la cordura y la locura resuena con fuerza en este montaje donde la frase de Arthur Miller que David Serrano recupera como guía: “Un tranvía llamado deseo es un grito de dolor”, funciona como brújula para este espectáculo que permite que la herida del texto siga abierta y su dolor, su ternura y su violencia nos sigan hablando.

«Para todos nosotros, este es un proyecto muy especial, una oportunidad única de hacer algo distinto con la que llevamos soñando mucho tiempo», afirma Serrano. Y para ello se ha rodeado de un equipo en el que encontramos nombres como los de Ricardo Sánchez Cuerda en el diseño escenográfico, Juan Gómez Cornejo en el apartado de iluminación, Ana Llena a cargo del vestuario y Luis Miguel Cobo creando el espacio sonoro. Un equipo que ha trabajado para lograr una mirada contemporánea que no ha necesitado forzar el contexto para mantener la vigencia del texto.