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¿Cómo expresar la fragmentación de la identidad y el desarraigo?

  • junio 18, 2025
Por Sergio Díaz

"Bailar en un escenario es un acto político cuando tu cuerpo ha sido marcado por fronteras de género o de identidad"

Llega al Festival Miradas al Cuerpo un programa doble compuesto por Soluciones provisionales para nombrar lo perdido y E, creado por J. René Guerra, Naia Urresti y Dionel Pire.

Son dos propuestas que abordan temas como la identidad, la pertenencia, los totalitarismos, el exilio y la exclusión. Podrán verse en Teatro Lagrada los días 20, 21 y 22 de junio.

Llegáis al Festival Miradas el cuerpo con dos propuestas distintas, pero que tienen algunos nexos en común, si no en la forma quizá sí en el fondo. ¿Cuáles serían esos lugares comunes en ambas propuestas?

Naia Urresti: Ambas propuestas parten del cuerpo como territorio de resistencia, como lugar primigenio donde nos atraviesan las etiquetas que se nos imponen. Lxs tres somos queer y somos migrantes. Ya estas dos categorías representan en sí mismas un exilio. Desde el movimiento buscamos reflejar nuestras vivencias, responder a las preguntas que nos vamos haciendo, crear sentido desde lo performático y conectar desde lo íntimo. Nos atraviesan los prejuicios de nuestra cultura de origen y qué mejor medio para reflejar las contradicciones y luchas que nos habitan que el propio cuerpo sobre el escenario. Si bien ambas obras tratan de temas distintos, las dos parten de nuestra propia identidad, nuestra falta de pertenencia tanto dentro como fuera de nuestro país, y conversan con las culturas que nos han acogido desde que dejamos nuestra tierra: Colombia, Argentina, España y Alemania.

 

¿Si ya dedicarse a la danza contemporánea es un acto de reivindicación en sí mismo, hacerlo desde lo queer es un doble acto de valentía para romper con lo establecido?

Dionel Pire: La danza contemporánea, por su naturaleza, es un arte que desafía los cánones tradicionales del movimiento, el cuerpo y la narrativa, torciéndole el brazo al ballet clásico, cuestionando lo establecido, explorando lo intangible y dándole voz a lo marginado. Pero cuando encarnamos el movimiento desde lo queer, se vuelve todo más intenso, libre, vivo: se crea lo nuevo, prendiéndole fuego al manual, a las estructuras sociales binarias, heteronomativas, a los regímenes rígidos y todas esas construcciones limitantes; cada paso que damos va rajándolos. Diciendo: “Aquí estamos”. Si la danza contemporánea convencional ya es rebelde, la nuestra es una revolución dentro de la revolución. Porque no nos conformamos con ser ‘alternativos’: somos disidentes. Por eso eso este proyecto no es solo arte. Es un puñetazo bien dado. Con coreografía.
Esta práctica, cuando se aborda desde lo queer, se convierte en una doble ruptura. Doble, triple, infinita; no es solo cruzar una frontera sino reivindicar identidades rotas y remendadas, ya no en una casilla o etiqueta, sino un espectro que danza en luz y sombra.

 

Naia Urresti

¿De dónde nace Soluciones provisionales para nombrar lo perdido y qué queréis mostrar con ella?

J. René Guerra: Soluciones provisionales para nombrar lo perdido surge de una obsesión con ciertas condiciones límite: el agotamiento, la fragilidad, la dislocación. No me interesa representar el exilio como un evento traumático cerrado, sino como una experiencia sostenida que desgasta el cuerpo, lo fragmenta, lo vuelve por momentos inhabitable, desordenado y, al mismo tiempo, lo empuja a reconfigurarse de forma urgente. Esta reconfiguración atraviesa también el lenguaje: la palabra se fragmenta, se aleja de la lengua materna y busca nuevas formas de enunciación. Y todo esto, es agotador. La obra se construye, no desde una épica de la resistencia, sino desde lo que queda, los gestos rotos, los intentos interrumpidos, la tensión entre el deseo de pertenecer y la imposibilidad concreta de hacerlo. No propongo respuestas, sino formas provisorias de sostenerse, de nombrar lo que ya no está, sin caer en la nostalgia. Me interesa trabajar desde los residuos: aquello que queda después de la partida, lo que no encaja, lo que se repite con un esfuerzo que a veces parece inútil, pero que se revela imprescindible.

 

¿De qué manera se resignifican conceptos como cotidianidad, fragilidad y pertenencia para una persona que vive y sufre en un contexto de exilio?

J. René Guerra: Como mujer venezolana exiliada, la cotidianidad ha dejado de ser una simple rutina para convertirse en un espacio atravesado por la incertidumbre: desde el cansancio que implica enfrentar lenguas ajenas, la lucha constante por sostener un cuerpo que a veces se siente fuera de lugar, hasta reaprender códigos simples como qué ropa usar a determinadas temperaturas. En este sentido, la fragilidad la entiendo no como vulnerabilidad pasiva, sino como  una tensión viva entre el agotamiento profundo que deja el desplazamiento forzado y la urgencia incesante de reinventarlo todo. En este contexto, la pertenencia se transforma en una tarea política: no se trata solo de identificarse con un lugar o comunidad, sino de reclamar un espacio donde la identidad pueda existir pese a las fronteras, los rechazos y las ausencias. La experiencia del exilio desarma y redefine constantemente estos conceptos en un espacio intersticial donde se ponen en crisis y se reconstruyen, con urgencia y resistencia, los sentidos de arraigo y convivencia.

 

¿Y cómo lo hacéis a través de la danza en esta pieza?

J. René Guerra: En esta pieza, la danza no funciona como un lenguaje ornamental ni como una representación virtuosa del cuerpo, sino como un espacio de insistencia, de repetición y de quiebre. Como creadora, me interesé por explorar un cuerpo que no tiene certezas ni territorio fijo, un cuerpo que se adapta con cansancio, que se desequilibra, que se niega a ser dócil. Y en el sentido de esa búsqueda, la historia de Naia y la mía usan la danza como forma performática de dar testimonio. Trabajo desde una fisicalidad que se desgasta, que tropieza con sus propios límites, que se agota. Y en ese agotamiento aparecen otras formas de presencia: más frágiles, más honestas, menos espectaculares, pero profundamente políticas.

 

Independientemente de las ideas políticas de cada unx, cuando un país, sea el que sea y gobierne quien gobierne, obliga a que muchxs de sus ciudadanos tengan que exiliarse o salir porque es insostenible vivir allí para ellxs… ¿no hay algo que ya se está haciendo mal de base?

J. René Guerra: Por supuesto. Cuando un país se vuelve inhabitable para millones de personas, algo se ha roto de forma profunda. En el caso de Venezuela, más de 9.1 millones de personas estamos fuera del país. Cada una con su historia, su razón, su sensación de pérdida o de expulsión. Pero incluso quienes han decidido quedarse viven con la sensación de haber perdido el país. Porque el exilio no siempre implica cruzar una frontera: a veces es quedarse en un lugar que ya no reconoce a sus propios habitantes. Eso es lo más grave: cuando un Estado deja de garantizar el derecho a vivir con dignidad, a quedarse, a imaginar un futuro posible, no sólo expulsa cuerpos, sino que desaloja subjetividades. No es solo una crisis, es una falla estructural, ética, política y vital, que descompone la idea misma de pertenencia. Irse no debería ser nunca la única salida. Pero quedarse tampoco debería sentirse como un desarraigo constante.

 

Si hablamos del caso de E, ¿a qué hace alusión el nombre de la propuesta?

Naia Urresti: El nombre parte de la propuesta del lenguaje inclusivo: la vocal final ‘e’ como como alternativa al binarismo o-a, masculino-femenino. El lenguaje puede ser también un territorio de resistencia, y con una simple letra podemos reflejar cuanto es excluyente la propia lengua. Además la obra fue estrenada en Alemania, donde el idioma obedece a otras reglas, así que también buscamos reflejar nuestra propia identidad usando el Español.

 

¿Qué queréis mostrar con ella y cuál es el lenguaje que usáis en la pieza?

Naia Urresti: En E trabajamos con las contradicciones de no sentir que pertenecemos al molde binario, como el género es una categoría externa, impuesta, que puede cambiar en el tiempo e incluso mezclarse. Por una parte usamos como punto de partida gestos cotidianos, como el movimiento de los brazos y las manos o la forma de sentarnos, y luego utilizamos códigos de la danza clásica, el trabajo en puntas y de partnering, dándoles un giro e intercambiando los roles, no solo para evidenciar la rigidez dentro de la misma danza, sino también para darnos la posibilidad de experimentarnos más allá de los roles tradicionales que hemos estado acostumbrados a seguir en nuestra formación dentro del ballet.

 

Dionel Pire

 

¿Qué significa nacer hombre y qué significa nacer mujer?

Naia Urresti: El plantearlo de esta forma tan binaria tiene que ver con las categorías que se nos imponen dependiendo de nuestro sexo al nacer. La sociedad determina cómo nos tenemos que vestir, mover, jugar, relacionarnos. Que cosas nos tienen que gustar y de qué cosas tenemos que hablar. Y eso nos va condicionando desde el principio de nuestras vidas, sin espacio para otras aristas de nuestra individualidad. Para algunos de nosotros esto es muy limitante, y se siente muy restrictivo. En lo personal, yo me pude reconciliar con ciertos aspectos de la feminidad hegemónica solo cuando sentí que tenía la libertad de asumir un rol tradicionalmente masculino en otros aspectos, o que podía jugar con ambos. Creo que como seres humanos somos mucho más complejos que los roles de género que se nos asignan, y quedarnos dentro de esos moldes es cortar una parte de nosotrxs mismxs.

 

¿Cómo os ha limitado en vuestra vida el hecho de haber nacido ‘diferentes’ a ojos de los demás?

Naia Urresti: Para mí tiene que ver con el hecho de no encajar, tener una inquietud interna y estar constantemente buscando respuestas, buscando tu lugar en el mundo. Durante muchos años me esforcé mucho por pertenecer, por al menos evitar que se notaran estas diferencias con el resto. Es un gasto enorme de energía, pero cuando ves la violencia con la que se encuentran quienes se atreven a ser diferentes, se convierte en un acto de supervivencia. Y te pasas un montón de años en ese lugar, con miedo a ser tú mismx, a explorarte y conocerte. Es injusto e innecesario.

 

¿Y cuál es el castigo que habéis sufrido por no pertenecer a la heteronormatividad?

Dionel Pire: El peor castigo es el silencio. El silencio que llena el espacio donde debería estar tu nombre, tu amor, tu verdad. Es bailar en una habitación vacía mientras afuera celebran las victorias de los demás, todas menos las tuyas. Esos momentos en los que no nos permiten ser nosotrxs mismxs porque ‘no es la forma’. Es ahí donde las fronteras, los muros, las vallas cobran vida, y nos aíslan. Es ahí donde dejamos de ser vistxs. El castigo es que la única opción para pertenecer sea crear una nueva familia en el exilio abrazando a otrxs como nosotrxs, lxs que llevamos cicatrices en forma de mapa, que cruzaron, derrumbaron, derrotaron, hicieron arder las reglas… es el tener que pelear por la felicidad de ser tierra sin dueño, cuerpo sin permiso, energía que fluye sin prejuicios y sin forma y todo aquello que existe más allá.

 

¿Por qué a estas alturas de la vida, de la historia social, con todos los avances que hemos conseguido como humanos, sigue habiendo gente que no acepta la diversidad y que no quiere la igualdad…? ¿A qué se debe este profundo retroceso global al que estamos asistiendo?

Naia Urresti: Se repiten constantemente discursos de odio, y se le enseña a la gente a tenerle miedo a la diversidad, como si lo que es distinto fuera una amenaza. Me parece que en general hay una falta de información muy grande, y lamentablemente lo que hace más ruido son los prejuicios que alimentan este temor. Y hay gente que se aprovecha de este miedo y de la incapacidad de algunxs de verse reflejadxs en un otro. Una parte de mí cree que este sigue siendo el mejor momento histórico para pertenecer a alguna minoría, viendo lo lejos que la lucha por la igualdad nos ha llevado, y cómo era la situación hace algunas décadas. Aunque reconociendo que aún falta muchísimo camino por recorrer, porque estamos lejos de ser una sociedad inclusiva. Pero el panorama político actual parece apuntar a un retroceso en materia de derechos tan grande, que es difícil mantener las esperanzas. En ese sentido creo que es sumamente importante que nos involucremos con la política y busquemos aportar desde donde podamos, ya no para avanzar sino para no perder los terrenos conquistados.

 

J. René Guerra

Naia, tú ya participaste el año pasado en el Festival Miradas al cuerpo. ¿Qué nos puedes decir de esta iniciativa organizada por Teatro Lagrada? ¿Siguen siendo necesario organizar encuentros así?

Naia Urresti: Por supuesto! Hay muchísimos trabajos de danza, y los espacios para presentarlos son pocos. Las convocatorias a festivales se inundan con propuestas, y la gran mayoría de ellas se quedan sin lugar para ser compartidas. La única manera de crecer como artistas y de que nuestros proyectos evolucionen es a través del contacto con el público. Las artes escénicas, la danza y el teatro, son artes vivas que dependen de tener a alguien al otro lado recibiendo y creando significado contigo. Y mientras más salas se abran a mostrar danza, más público tendrá acceso a esta forma de arte. El Festival Miradas al Cuerpo es uno de estos espacios, que nos brinda a lxs creadores el espacio para investigar, jugar y compartir. Y participar una segunda vez en este festival es un privilegio, un voto de confianza para seguir proponiendo, experimentando y creando, que es justo lo que necesitamos quienes nos dedicamos a la danza.

 

Y os vuelvo a repetir una pregunta que os hacen siempre y de la que seguro estáis cansadxs ya… ¿Cómo veis la salud de la danza como disciplina artística?

Naia Urresti: La cultura es siempre la primera en recibir recortes, y dentro de la cultura la danza es la gran olvidada, sobre todo la contemporánea. Parece ser que la opinión mayoritaria es que el arte es algo prescindible, y fallamos en reconocer que es un acto profundamente humano, y necesario en todas las sociedades. Yo creo que la danza (y el arte en general) nacen de la necesidad, de un impulso interno que se opone a las precariedades y lucha por sobrevivir de una manera o de otra. Sin embargo, es necesario que se le de el lugar que corresponde, y que se deje de romantizar el acto creativo como mera vocación. Los artistas pagamos renta, impuestos, y tenemos que comer. Muchos de nuestros proyectos son autofinanciados, lo que implica que tenemos que trabajar en otras cosas para poder sobrevivir, sobre todo en el caso de compañías pequeñas y artistas emergentes, lo que hace muy cuesta arriba sostener proyectos, y dedicarles el tiempo y energía que requieren. Entonces inevitablemente se van apagando las voces más vulnerables, que son justamente aquéllas que es más necesario amplificar, y nos quedamos solo con los discursos de quién ya tenía poder en primer lugar. Creo que el arte siempre va a existir mientras existamos como especie, pero no podemos pretender tener sociedades sanas sin darle a la cultura los recursos que merece, y sin fomentar los espacios y la pluralidad que las artes escénicas necesitan.

 

¿Qué sentís al bailar sobre un escenario?

Naia Urresti: Para mí el escenario es el momento de absoluto presente. No hay nada antes, nada después. Estoy ahí completamente, en lo imprevisto.

Dionel Pire: Bailar en un escenario es un acto político cuando tu cuerpo ha sido marcado por fronteras de género, de identidad, de lo ‘aceptable’. Siento la paradoja de ser visible y al mismo tiempo, hipervisible: un cuerpo que resiste mientras se mueve. Cada paso puede ser una grieta en el Cis-tema, una coreografía que desobedece los límites impuestos. Hay terror (quién me observa? quién me juzga?) pero también euforia, porque por unos minutos, el escenario es mío y la danza se convierte en un lenguaje sin censura. Es como cruzar una frontera sin pasaporte: peligroso, pero liberador.

 

Vosotrxs tres bailáis desde lo queer, desde el apoyo a personas que sufren violencia de género… Hacéis una danza política, ¿es así? ¿Las manifestaciones artísticas tienen que tener siempre ese sentido político o reivindicativo o no es necesario?

J. René Guerra: Sí, nuestra danza es política, pero no porque pretenda dar lecciones o representar causas de forma literal. Es política porque parte de los cuerpos que somos: cuerpos atravesados por el exilio, por lo queer, por violencias estructurales que se inscriben en la carne. No bailamos ideas abstractas; bailamos desde la urgencia, desde lo que no encuentra palabras, desde la necesidad de decir con el cuerpo lo que a veces no se puede decir de otra forma.

No creo que toda manifestación artística deba ser política, pero creo que toda obra tiene una posición, incluso cuando pretende no tenerla. Lo que se elige mostrar y lo que se elige silenciar también es una forma de construir sentido. En nuestro caso, la práctica artística no está separada de nuestras biografías ni de nuestros contextos. Por eso no entendemos la danza como una evasión, sino como un espacio de resonancia crítica, de afecto y de disidencia.

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí

Dionel Pire, Festival Miradas al Cuerpo, J. René Guerra, Naia Urresti, Teatro Lagrada
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