La coreógrafa Claudia Castellucci estrena en España el 21 y 22 de febrero dentro de Teatros del Canal de la Comunidad de Madrid Sahara, un espectáculo coreográfico que plantea el reto de crear danza en un espacio aparentemente vacío: el desierto. Y este reto de inventar a partir de la nada es la ambición del arte, que la artista italiana afronta en este montaje estrenado el pasado año en Italia.
Castellucci es una de las creadoras más reputadas de la escena europea. Formada en artes visuales, fundó en 1981 Societas Raffaello Sanzio con su hermano Romeo Castellucci, Chiara Guidi y otros, una compañía teatral que se consolidó en todo el mundo por una idea de teatro basada principalmente en la potencia visual, plástica y sonora.
Desde 2006, Claudia Castellucci continúa su relación con el arte plástico en la producción de obras vinculadas a una práctica filosófica basada en el ritmo. Fundó las escuelas de teatro Descent (1989-93), Stoa (2003-07) y Mòra (2015-19). A partir de esta última fundó la compañía del mismo nombre, con la que ha creado Hacia la especie, En los orígenes de la ciudad de Roma, El tratamiento de las olas y Sahara. En 2020 recibió el León de Plata de la Bienal de Danza de Venecia.
Descrita por la crítica italiana como un “viaje profundo y complejo al concepto de desierto, entendido no sólo como un espacio físico, sino también como una condición mental”, Sahara es el resultado de dos años de investigación y experimentación de la creadora y su compañía, y contrasta con su creación anterior, Al comienzo de la ciudad de Roma, que reflexionaba sobre las dinámicas sociales contemporáneas. Por el contrario, la nueva pieza de Castellucci medita sobre el aislamiento. En ella, el desierto, además de un lugar concreto es una metáfora sobre la introspección y la reflexión.
“Con Sahara buscamos la condición inicial del artista que sólo se tiene a sí mismo como materia prima”, afirma el texto de presentación de Sahara. Según Castellucci, “el desierto es una condición mental que se presta a múltiples interpretaciones” a partir del contraste entre la soledad del lugar y la riqueza interior de los pensamientos, demostrando cómo incluso en una zona de ausencia uno puede hallar incontables significados.
Según la compañía, el desierto, con su extrema monotonía espacial y temporal, contiene las condiciones para plantear la creación de otro mundo, incluso cuando la única materia prima de la que se dispone es uno mismo. El desierto -como lo interpreta el artista- es un escape del mundo, pero también se convierte en la necesidad de imaginar otro.
El espectáculo, en el que sus seis bailarines están acompañados de la música de Stefano Bartolini, busca una danza extremadamente sencilla.