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Christos Papadopoulos y la transgresión del gesto

  • noviembre 10, 2025
Por Mercedes L. Caballero

Christos Papadopoulos: "Este montaje está dedicado al hecho de ser libre y poder sobrevivir con mi Arte en un mundo que se desmorona"

Quien conoce el trabajo de Christos Papadopoulos (Grecia, 1982) suele esperar un espectáculo suyo como agua de mayo. El coreógrafo griego triunfa por todo lo alto en escenarios internacionales en los últimos cinco años. Por nuestro país, ha estado en varias ocasiones, siempre ovacionado. Su último montaje, My Fierce Ignorant Step, se vio el pasado verano en el Festival Grec de Barcelona y este mes se verá en los Teatros del Canal de Madrid dentro de la programación del Festival de Otoño.

 

 

Fotos de portada: My Fierce Ignorant Step. ©Pinelopi Gerasimou

Su fama y reconocimiento son tales, y el trabajo que viene desarrollando tan enigmático y especial, que al inicio de esta entrevista se masca la expectativa. Sin embargo, la cosa dura apenas unos segundos. Al otro lado de la pantalla (la entrevista se realiza por zoom), Christos Papadopoulos se muestra cálido y sonriente desde el inicio. “Gracias por su tiempo, sabemos que está muy ocupado”. “Oh, no, no ahora estoy muy tranquilo. Después de mostrar Larsen C anoche, el trabajo está hecho”. Se encuentra en Nueva York, a unas semanas de su paso por Madrid. “Nos apetece mucho volver a España”, dice con un gesto amable y espontáneo.

La agenda de su compañía, con actuaciones hasta mayo de 2026, solo es un ejemplo del interés que despierta su trabajo. Y preguntado por esa aceptación y reconocimiento que recibe, Papadopoulos agradece y se manifiesta humilde. “Lo agradezco mucho porque nunca doy estas cosas por sentado. Pero lo primero que me gustaría decir es que no creo que esto pase  por talento. Para mí, lo primero que un artista debe hacer es deshacerse de todos los extras. Y los extras pueden significar mucho, pueden significar las expectativas que tienes de ti mismo, las expectativas de la audiencia, la estética que, en general, te puede engañar sobre cuáles son las tendencias de la escena… Y enfocarse en el núcleo de lo que quieres e intentar entenderlo”.

El éxito de las obras de Papadopoulos pasa por lo pequeño. Por la aparente repetición del gesto del colectivo, unos diez bailarines precisos y de gran personalidad, haciendo lo mismo en diversas direcciones, mirando al público (casi nunca entre ellos), como una masa uniforme que se desliza de aquí allí de una manera casi imperceptible. Y este desembarazarse de los extras para situar el cuerpo y el vocabulario coreográfico e interpretativo en la médula de la propuesta, fascina y engancha. Como un bucle hipnótico repleto de capas de significado donde la calma y la tensión viven con la misma intensidad. Hay algo obsesivo en sus trabajos y una lejanía que se hace de lo más cercana. Hay inquietud y preguntas. Una danza muy personal que sacude con la fuerza de lo minúsculo.

“No es fácil entender lo que quieres hacer y tampoco es fácil entender si lo que estás haciendo es lo que realmente quieres hacer. Así que esto, para mí, es un reto constante y un gran esfuerzo. Cuando llego a trabajar me sumerjo en un agujero negro de trabajo, estrés, ansiedad, alegría y felicidad a la vez. Y este esfuerzo es para intentar saber lo que realmente quiero desechar para encontrar la joya”.

 

©Pinelopi Gerasimou

 

Para hablar de su trabajo se usa (usamos) el término innovación, ¿se reconoce en ello?

No creo que en mi trabajo exista algo nuevo, moderno, progresista, ni nada por el estilo. Lo único que creo que sí puede existir es algo personal que puede atraer a un público. No creo que mi estética sea genial ni inteligente, pero sí verdadera. Cuando voy al estudio, me excluyo del mundo. Busco y busco hasta encontrar algo interesante. El año pasado, cuando monté para el Nederlands Dans Theater, me decía, “guau, voy a crear para esta compañía que es tan increible”. Pero luego, cierras la puerta del estudio, y todos estamos allí para buscar y crear.

 

¿De dónde suele extraer esa primera idea sobre la que limpiar esos extras? ¿De qué lugar nace una creación suya?

Cuando se me ocurre una idea puede ser muy vaga, muy abstracta. Y puede ser muy pequeña, como una impresión por algo. Tomo la decisión de hacer algo con ello e intento darle sustancia intentando descubrir por qué es interesante para mí. Después de unos cuatro meses de trabajo y despues de presentar la obra, cuando algunas personas vienen y me hablan de esa primera impresión que tuve, suena a cliché, pero me resulta conmovedor porque el viaje ha merecido la pena.

 

¿De dónde cree que viene su interés por la repetición del gesto?

Entiendo que se pueda ver como una repetición in crescendo, pero para los bailarines, par nosotros, no hay repetición en escena. De hecho hay mucho cambio en sus cuerpos, pequeño, casi imperceptible, tal vez, pero transformación. Se dan cambios continuos casi de manera constante y la narración avanza por una densa ola de evolución y continuidad. Y los bailarines deben estar muy pendientes los unos de los otros, no se miran, requieren una concentración máxima… A veces, cuando alguien del público después de la función ples pregunta si han viajado con ellos, dicen que no, que a veces les resulta una pesadilla porque necesitan adaptarse a las individualidades que los rodean dentro de ese grupo que puede ser tan compacto. Para ellos es un gran esfuerzo. Me interesa mucho entender el intermedio, la suspensión. Mira, me estoy acordando de mi abuelo. ¿Estoy hablando mucho? Cómo hablo…

 

Para nada, ¿su abuelo por qué?

Mi abuelo era una persona muy inteligente. Creció en un pequeño pueblo conservador del Peloponeso, pero él era abierto, listo, ágil… Era agricultor, esa es una zona vinícola. Con 20 años leyó Las mil y una noches y cuando tuvo nietos, nos contaba historias que recordaba después de comer. Recuerdo una historia de un pequeño príncipe que perdió a su madre y un elefante ayudó al niño a encontrarla.Y en el momento más álgido de la historia, mi abuelo se tomaba su tiempo. Decía algo así como: ‘y entonces el elefante… el elefante… ese elefante…’, y llenaba esa parte de silencios. Pues esa suspensión que mi abuelo creaba y a mí me hacía anhelar información, es la sensación que me interesa. ¿En qué consiste ese intermedio que se da antes de concluir algo? Eso es lo que me atrae y a lo que intento darle volumen con la danza.

 

No parece algo fácil o amable, ¿suele usted sufrir en sus creaciones?

¿Psicológicamente?

 

Sí

¡Claro! ¡Es una pesadilla! A veces, voy caminando y me siento estresado, y realmente no tengo motivos para estarlo, pero me acuerdo de que estoy en mitad de un nuevo trabajo y entonces lo entiendo. De hecho, en los últimos dos años, esto se estaba poniendo difícil. Cada vez que empezaba una nueva creación me hundía cada vez más y estaba más estresado, y se estaba volviendo cada vez más desagradable. Porque empecé a sentirlo como ridículo y narcisista. El mundo se está desmoronando, hay un genocidio y encerrarme en mi agujero de gusano me parecía estúpido. Así que me dije: ‘bien, cálmate, trata de tocar el suelo, mira lo que hay a tu alrededor. Agradece poder sobrevivir con tu Arte y ser libre y trata de encontrar tu fuerza y ​​alegría’. Y mi última obra, My Fierce Ignorant Step está dedicada a este sentimiento. Dedicada al sobreesfuerzo de encontrar a mi yo adolescente. Al principio hubo momentos y períodos en los que no podía comprender lo que quería hacer y también comencé a estresarme. Pero ya no era el mismo estrés porque también había alegría y confianza.

 

Christos Papadopoulos. ©Nick Knight

 

Hablaba del genocidio que sufre Gaza, ¿cree importante el manifestarse en contra?

Como persona, sí. Por supuesto. Como ser humano tengo la obligación de ser activo, de declararlo y de declarar lo que queremos. Como artista, lo que está pasando en Gaza es tan horrible que ni siquiera puedo pensarlo como un tema sobre el que trabajar. Pero también nos afecta y nos influye en nuestra mente y en nuestros cuerpos.

 

¿Qué opina sobre el boicot a Israel desde lo artístico?

Desde luego que puede llegar a ser injusto, pero que sea injusto para un artista es muy poco si se compara con lo que está sucediendo. A veces escucho a algunas personas que dicen que con su arte se puede hacer algo bueno. Artistas burgueses que dicen, “hagamos buen arte y ayudaremos a quienes están sufriendo”. Y a mí me parece algo terriblemente narcisista, y digo, no, no vas a ayudar así. Necesitas tomar las riendas y hacer algo de verdad. Imagínate, ahora para venir a Estados Unidos, se decía que debíamos eliminar nuestro apoyo público en nuestras cuentas de Facebook e Instagram. Y dije, que no, que si no nos quieren, que no nos inviten.

 

Hay algo muy político en la fuerza del colectivo de todos sus espectáculos.

Hay algo democrático. Pero también hay algo de cómo el colectivo obedece al unísono a una idea mayor que ellos. A los bailarines les pido que tengamos el mismo material de movimiento. Una música, un ritmo que deben mantener constantemente, pero las trayectorias en el espacio, el volumen, si van rápido, o si van a la derecha, o si retroceden, es improvisado. Al principio de los ensayos necesito caos. Y ellos me dicen: «tenemos que organizarnos, nos estamos pisando», y les digo que no, que a partir de ese caos, nos unimos, hay un debate, y podemos discrepar y separarnos, o podemos sortear el debate y encontrar una manera de llegar a un entendimiento común. Al final mi discurso es muy simple, ¿no?

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí

43 Festival de Otoño, Christos Papadopoulos, Danza, Mercedes L. Caballero
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