"Liliana pensó que podía enfrentarse sola al patriarcado y ganar"
Protagoniza en solitario la adaptación teatral -firmada por Amaranta Osorio- de la novela de la escritora mexicana Cristina Rivera Garza El invencible verano de Liliana que, aunque narra en primera persona la investigación que llevó a cabo alrededor del asesinato de su hermana a manos de un exnovio, se rebela como una conmovedora celebración de su vida.
Juan Carlos Fisher dirige esta producción que veremos en el Festival de Otoño en Contemporánea Condeduque del 25 al 30 de noviembre.
Has colaborado con la ONU como Defensora Global de la Iniciativa Spotlight, una campaña para erradicar la violencia contra las mujeres y las niñas, e intervenido en la Asamblea General de la ONU para concienciar sobre esta lacra. Una obra como esta, por su temática, ¿la afrontas de manera diferente a otros trabajos?
Realmente, no. Esto es porque me gusta mucho lo que hago, lo quiero y me parece que merece un respeto, tanto mi trabajo, como el del equipo con el que estoy en cada momento. Creo que si el proyecto no me llama, o no llega a una parte esencial mía, prefiero decir que no. Eso, desde muy jovencita, ha sido casi casi como la única regla que he seguido. Más allá de esto, es verdad, como bien dices, que este es un tema muy cercano a mi corazón por varias razones, no solo por mi trabajo y compromiso con la ONU, que ya lleva varios años, también porque vengo de un país que lo enfrenta de manera muy cruda. En México esto es una problemática que básicamente nos ha robado las calles a las mujeres.
¿Cómo llegas a este proyecto?
Juan Carlos Fisher me regaló una novela que quería que leyera porque veía la posibilidad de adaptarla como un monólogo. La leí, me pareció interesante el tema, pero a su vez le sugerí que leyera El invencible verano de Liliana. Le gustó, y ahí es cuando entra el tercer participante fundamental, que es Jorge Volpi, director de Condeduque. Platicamos sobre la posibilidad de llevarla a escena y Jorge también se inclinó porque fuera el libro de Cristina Rivera Garza el que se adaptara, no solo por la urgencia del tema en este momento, sino también por la profundidad con la que Cristina cuenta esta historia.
¿Qué sentiste al leer el libro por primera vez?
El libro es bestial. En cuanto empecé me fue imposible dejarlo. Además, siendo una historia de una mexicana sucedida en mi país, me removió todavía más.
¿Qué destacarías de la adaptación de Amaranta?
Era algo muy complicado, condensar esa maravilla que Cristina escribió no es fácil y el trabajo que Amaranta ha hecho es de mucha delicadeza, de mucha observación del texto mismo y de mucho respeto, además, tratando de ser lo más fiel posible a la historia y la forma en que Cristina la comparte. Pero obviamente ha tenido que escoger. Hemos tenido que condensar personajes porque era imposible, por ejemplo, presentar a todos los amigos. Se ha tratado que la esencia esté, porque cuando lo pensamos desde un hecho literario adquiere una dimensión, pero cuando lo pensamos desde la vida de Cristina, de su familia, de los amigos, de Liliana, ahí es donde la historia realmente adquiere su dimensión real.
El título proviene de la cita: “En lo más crudo del invierno aprendí al fin que había en mí un invencible verano.” de Albert Camus. Liliana, la hermana de Cristina, escribe esta frase tanto para una amiga como para si misma. ¿Qué significado tenía para ella?
Puedo imaginármelo, pero solo Liliana lo sabe realmente. Pienso que lo que estaba atravesando Liliana, y no solo Liliana, también una generación de mujeres que crecíamos en México, era justamente tenernos que enfrentar a la violencia machista y al machismo cotidiano que se vive cuando se crece en un país como el mío. Pero este problema es un problema que existe en todas las latitudes del globo, es decir, no hay un solo país, y esto está contrastado por informes de la ONU, que no presente esta problemática.

Decías que es una historia que te toca de cerca. En 1990, cuando Ángel González Ramos asesina a Liliana, tú tenías cerca de los 20 años y tu vida en México no era muy diferente a la de ella.
Eso me conmueve mucho. Muchas de las cosas que se mencionan son cosas con las que crecí. Era un momento en el que estábamos muy desprovistas de herramientas y mecanismos que nos ayudaran a nombrar ciertas cosas.
Acompañamos a la propia Cristina en una investigación sobre el caso y descubrimos, junto a ella, la intimidad de Liliana a través de testimonios de familiares y sus amigos y amigas, y muchos de sus escritos. En este camino surgen muchos temas. Uno de ellos es la ausencia, como comentas, de un lenguaje para nombrar la violencia contra las mujeres. ¿Por qué es tan importante?
Cristina habla de la falta de lenguaje para reflejar una realidad que estaba sucediendo. Actualmente, existen herramientas que se han ido desarrollando y que las nuevas generaciones pueden utilizar. Hoy, las mujeres jóvenes están mucho más informadas, saben detectar ciertas cosas, saben decir que no, no todas, obviamente, pero se trata también de eso, de compartir experiencias, de saber que sí hay forma de darte cuenta y que hay secuencias o patrones a los que hay que poner atención.
Cristina escribe: “La única diferencia entre mi hermana y yo es que yo nunca me topé con un asesino”.
Si lo piensas, pareciera una especie de suerte, como una moneda al aire. Eso es terrorífico. Hablo mucho de mi país porque es donde se sitúa la historia, pero quiero decir que me parece muy pertinente montar esta obra aquí. El problema de violencia de género en España va en aumento. Es así. Y yo creo que este país está en un buen momento para tomarlo con la seriedad que eso amerita.
Sin ir más lejos, en España todavía no se tipifica aún el delito de feminicidio, cosa que en México sí se consiguió en 2007.
Imagínate lo grave que es lo que acabas de decir. Y, más allá de eso, hay una tendencia en todo el mundo de que las generaciones más jóvenes no creen que la violencia machista exista. Y no creerlo provoca que los jóvenes no se revisen, que no reflexionen sobre qué significa ser hombre, cuál es el significado de su masculinidad, a qué los obliga ese significado. Se tiende a ver este problema únicamente como un problema que afecta a las mujeres. Es a quien le toca el coletazo final, por llamarlo de alguna manera, pero el patriarcado nos atraviesa a todos. El patriarcado les hace creer a los hombres que están jugando dentro de una posición de privilegio, pero solo les hace creer, desde mi punto de vista, porque los hombres también son sujetos a un dictado excesivamente cruel sobre qué significa ser hombre. Es un dictado que les cancela el sentir, que les cancela la ternura, la suavidad, la duda, que los obliga a ser proveedores, que los obliga a ser unas máquinas sexuales y que tienen que estar listos en cualquier momento, que los obliga a relacionarse y ver a las mujeres desde un lugar completamente sin dimensión, completamente chato, entre muchas otras cosas… que los separa de su paternidad, por ejemplo, de una paternidad más plena.
Otro de los aspectos que aborda la obra es como el patriarcado y el machismo está también muy presente en las instituciones y los trámites burocráticos.
Se necesita un lenguaje preciso y que esté tipificado para atravesar juicios de esta naturaleza, es imprescindible perspectiva de género. Aunque muchísimos de los juzgados pasan aparentemente por ese tipo de entrenamiento, la realidad es otra. Por eso, cuando la ONU me invita a hablar, una de las cosas que acordé con ellos era hablar de que el problema se tiene que atender a través de los hombres. Las mujeres ya sabemos lo que no queremos, hemos marchado, lo hemos hecho en foros, lo hemos dicho desde el hogar hasta la calle, Lo tenemos claro. ¿Qué pasa con los hombres? ¿Qué pasa con Los hombres que no se revisan, que no se hacen preguntas, que no se consideran que son capaces de ello? Tampoco son capaces de callar al amigo cuando habla desde una absoluta falta de respeto sobre cualquier mujer, sobre la mujer que sea. Cuando vamos a atender cómo están creciendo y cuándo se van a dar cuenta que no es que lo hagan por nosotras, sino que padecemos todos este problema.
Me parece importante destacar que no es una obra que caiga en el sensacionalismo. Lo que nos presenta realmente es una celebración de la vida de Liliana.
Así lo entiendo también. Si me preguntas cuando cerré el libro qué fue lo que a mí me pasó, te respondería que me sorprendió muchísimo lo que había hecho Cristina, porque yo sentía que había conocido a Liliana. El libro es una celebración de la vitalidad de Liliana, de su fuerza, de la forma en que no se dejó caer en ningún momento.
¿Cómo afecto la violencia que sufrió al resto de su vida?
Tocó todo y transformó, también, muchas cosas dentro de ella. Estamos hablando de una chica profundamente inteligente y muy valiente para mirarse. Se aisló, pero es parte de la forma en que funciona la violencia, es una de las consecuencias. Creo que el ver de frente la violencia machista cambia a una persona. Muchas veces cuando voy a foros en donde se discute eso y los periodistas malamente me preguntan: ¿Tú has sido víctima de violencia? Yo siempre les respondo que no conozco todavía una mujer que no lo haya sido en algún momento de su vida. Muchas de nosotras te dirán: “No, nunca”. Pero sabemos que en algún momento no fueron seleccionadas para el trabajo por ser mujer o en algún deporte no se le consideró con la seriedad que ameritaba por serlo.

¿Crees que Liliana renunció al amor por lo que estaba viviendo?
No me lo parece. Simplemente, decidió amar de otra manera, de una forma mucho más libre, priorizando su libertad. Pero, desde mi punto de vista, ella no dejó de amar nunca.
La autora también habla de los que sobreviven a este crimen: su familia, sus allegados… y habla de la diferencia entre la culpa y la vergüenza. ¿A qué se refiere?
Esa es una gran pregunta, porque yo creo que la vergüenza paraliza. Es como lo entiendo. La vergüenza cierra y provoca que no se hable de las cosas. La culpa puede ser bien vista, pero la vergüenza habita en todo tu cuerpo. Al escribir sobre ello, Cristina hace un ejercicio de tocar finalmente ese dolor, lo libera y lo transforma. Además, para mí, tiene un propósito muy claro: que esto no puede seguir pasando.
Cristina dice: “Hasta el último momento, mi hermana pensó que podía ganar”.
Que podía enfrentarse sola al patriarcado y ganar. Es brutal. Hay que mirar la edad que tenía, el contexto en el que había crecido y en el que vivía, y la falta de información que se tenía. Yo tengo memorias de adolescente de escuchar a amigos con los que yo había crecido, expresarse respecto a otras chicas de una manera que a mí internamente me hacía un ruido, un ruido que en ese momento yo no sabía explicar, pero algo dentro de mí decía: “¿Por qué siento esto?” No fue sino hasta que me fui de esa ciudad, entré a la universidad y tomé una clase de estudios de la mujer cuando entendí lo que me pasaba: lo que escuchaba era violencia. Hablaban de chicas a las que yo conocía de manera violenta, pero yo no tenía las herramientas para entenderlo en ese momento.
Llama la atención el lirismo que hay en muchísimos tramos del texto. Hay un tono general muy poético.
Cristina tiene una maestría absoluta en su labor literaria. Es envolvente la forma en que escribe y aunque te está contando una cosa que sabes que es muy cruda, no olvida dejar pasajes enteros claramente llenos de belleza. Es uno de los motivos por los que la historia llega tan dentro de uno mismo.
¿Alguno que haya tocado especialmente?
Es duro escoger uno. Si te puedo decir que pienso mucho en la madre y el padre de Liliana y en lo que dicen.
Es una obra complicadísima de montar. Tiene un amplio número de personajes, espacios y épocas diferentes. ¿Cómo está siendo el trabajo con Juan Carlos para llevar esto a escena siendo tú la única intérprete?
Juan Carlos es maravilloso y estamos entendiéndonos muy bien. La adaptación que hizo Amaranta también es muy clara y, bueno, con entusiasmo y mucha fe porque da mucho nervio (risas).

¿También darás voz a Liliana y sus escritos o jugaréis con algún elemento audiovisual?
Va a haber una mezcla de todo. Pero, lo importante, es que Liliana siempre está presente. Como mexicanos, nuestra relación con la muerte es otra. Nuestros muertos siempre están con nosotros, siempre. Lo creo de verdad. Para mí, es muy claro que cuando se cuenta esta historia ella está ahí.
Producen dos compañías mexicanas – La Teatrería y Magnífico Entertainment- con la colaboración de Condeduque. Últimamente parece que se están diluyendo completamente las fronteras en países hispanohablantes a la hora de abordar proyectos de cine, televisión o teatro.
En mi opinión, las plataformas han tenido mucho que ver en acercarnos todavía más. Y eso se ha ido trasladando a otros ámbitos como el teatro, por ejemplo. Me parece fabuloso.
Por último, me gustaría tu reflexión alrededor de una expresión que se dice también en la obra. Dice Cristina en la obra: “Se nos quería hadas en una tierra siempre hostil”.
Todavía hoy se nos quiere así. Está bastante claro. El padre de Liliana y de Cristina dice: “Yo le di mucha libertad a Liliana, pero el problema no es la libertad, el problema son los hombres”. No puedo insistir lo suficiente en eso, mientras nosotros como sociedad nos neguemos a hablar de qué significa ser hombre, este problema no va a parar. Las mujeres estamos ya entrenadas, estamos hartas, estamos preparadas para recibir el cambio desde hace mucho tiempo. Necesitamos que los hombres despierten, que se den cuenta que de verdad esto también les cobra a ellos una factura enorme. No es un problema de mujeres, es un problema de todos y todas.