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Who Killed My Father

Estreno: 2023-11-17
Última función: 2023-11-19
Género:
Duración: 85 mins.

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    Por Álvaro Vicente

    Fotos: Jan Versweyveld

     

    Lleva casi un cuarto de siglo al frente del International Theater de Ámsterdam (antes conocido como Toneelgroep). Es Ivo van Hove, belga, uno de los directores más prestigiosos y codiciados tanto en Europa como en Broadway, tanto en el teatro como en la ópera. Y por fin, vuelve a Madrid. Han pasado 10 años desde el estreno en el Teatro Real de su controvertida puesta en escena sobre la versión operística de Brokeback Mountain, la película de Ang Lee. Lo que trae ahora está lejos de aquello formalmente, pero puede que en el fondo haya vasos comunicantes. Llega con su adaptación escénica de la novela Quién mató a mi padre, del joven escritor francés Édouard Louis (nacido en 1992). Tan teatral, tan sugerente y tan conmovedora le parece la prosa de Louis, que van Hove ha montado también otra de sus novelas, la que siguió a esta: Lucha y metamorfosis de una madre. Esta madre y aquel padre son los del propio escritor, que escribe en primera persona.

    La escritura de Louis ha sido, desde sus tiernos 21 años, edad a la que se dio a conocer irrumpiendo como un ciclón en el territorio literario francés, sumamente reveladora, en el sentido literal. Es palabra contra la invisibilidad. Es luz sobre existencias veladas. Y le basta con contarse a sí mismo, con cruda honestidad, para retratar miles de vidas. Sus libros, con su historia familiar y su cuerpo como materias primas, son objetos políticos arrojadizos. El poder que ha conquistado a través de la palabra y la posibilidad de que le escuchen en primera persona, lejos de ser una pulsión narcisista, encierra un propósito legítimo del que ha emergido de la clase silenciada, de conquistar para otros marginados un espacio público donde se oiga su desesperación. Porque cuando no se tiene nada, se tiene la palabra. Cuando no se tiene padre, cuando el trabajo que maltrata, la discriminación que oprime y la política que embrutece te lo roban, la vida trata de levantarse sobre una pesada sensación de ausencia. “Tu vida -le dice Louis a su padre en este texto- demuestra que no somos lo que hacemos, más bien al contrario: somos lo que no hemos hecho porque el mundo, o la sociedad, nos lo ha impedido. Porque eso que Didier Eribon llama veredictos se ha abatido sobre nosotros, gays, trans, mujeres, negros, pobres, y ha hecho que algunas vidas, algunas experiencias, algunos sueños, nos resulten inaccesibles”.

    Van Hove ha traducido y adaptado el texto, que él califica de “descarado y brillante”, para acomodarlo al cuerpo y la voz de Hans Kesting. El actor se desdobla entre ese anciano prematuro que a sus 50 años es una ruina de hombre tras años de duro trabajo en la industria pesada del norte de Francia, y un hijo que, al visitarle después de mucho tiempo, se encuentra los restos del que un día fue objeto de su rabia. Y es entonces cuando la rabia se redirige hacia los políticos. “Louis explica todo esto a la élite -dice Van Hove-, para la que la política es ante todo una cuestión estética: se dedican a una política que prácticamente no influye en sus vidas. La clase baja, en cambio, está devastada por los recortes en las prestaciones”. Para unos, el estado de bienestar es una de esas expresiones vacías que usan en las ruedas de prensa; para los otros, una gigantesca tomadura de pelo. Por eso el autor de la novela, el hijo del hombre roto, le puso en un tuit a Emmanuel Macron: “Mi libro va contra lo que eres y lo que haces. Escribo para deshonrarte”.

    Quién mató a mi padre es una apuesta por entender las fuerzas socio-políticas que moldean y transforman la vida de individuos desestimados por la sociedad como si no importaran. Esas fuerzas percuten con corrosiva constancia no solo sobre la personalidad, distorsionándola a través de lo que se acepta o rechaza como comportamiento convencional para una clase o un género determinados, sino que también producen efectos físicos, destruyendo los cuerpos. Se convierten, diría Judith Butler, en cuerpos que no cuentan. Pero tenemos el teatro, un lugar que Édouard Louis frecuentaba desde los 12 años y que, asegura, salvó su vida, porque siendo gay en un entorno hostil, encontró un refugio donde se sentía querido. Y el teatro, con el cuerpo de un actor entregado y un texto tan potente como este, se convierte en fusta y pluma, en caricia y grito, en emoción política.

     

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    Ficha artística

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